Por Ricardo Scagliola Se paró frente al escritorio de roble claro que habitó durante todo este tiempo en su despacho del Palacio Legislativo. Tomó aire, más bien impulso, y repitió las cinco palabras que viene pronunciando desde hace un tiempo cada vez que le preguntan por su situación: “Yo no voy a renunciar”. Los insistentes rumores que desde la mañana del miércoles se habían apoderado del mármol del Palacio, y que se fortalecieron a partir de declaraciones del presidente durante la entrega de un premio al exdirector del semanario Búsqueda y expresidente de la Comisión de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Claudio Paolillo, por parte de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa), lo habían recluido en una especie de última trinchera junto a sus colaboradores. “Todo cocinado”, resumió uno de ellos en un escueto mensaje. “Un gran menú hecho en casa, todo casero”, ironizó otro. Los guardias del Batallón Florida, inmutables, le hicieron la venia por última vez en la noche del miércoles, sobre el portón que mira a la avenida Fernández Crespo. Tras el abrir y cerrar de pesadas puertas blindadas, el coche oficial se perdió en la noche fría rumbo al Prado norte. Antes, el vice decidió suspender la licencia que había solicitado para viajar al exterior junto a sus hijos. Es probable que Raúl Sendic nunca haya imaginado una situación como la que le tocó vivir: auge y caída en menos de tres años. Cuando hace tres años su nombre era elegido como el del compañero de fórmula de Tabaré Vázquez, muchos pensaron que con esa decisión en realidad se estaba preparando el terreno para que su nombre rodara, con el paso de los años de gobierno, como el de un posible presidenciable de cara a las elecciones de 2019. Y es probable que en el fondo fuese así, porque no sólo en aquellos “entornos” de José Mujica se comenzó a manejar esa posibilidad. Radios, canales de televisión, diarios, operadores políticos, empresarios, periodistas, militantes y militados, todos hablaban de Sendic como la estrella naciente de una nueva constelación que traería aires de renovación a las oxidadas estructuras de la izquierda uruguaya; una especie de consagrado “pepito” que heredaría en suerte el espacio político conquistado por uno de sus mentores, José Mujica. Él mismo creyó que todo eso era cierto. Sus allegados lo habían convencido de que era “el plan perfecto” para 2019. Y quizás fue ese mismo momento –el de la conciencia de lo que se venía y el manejo que se hacía de tamaña carga– el principio del fin. Todo estaba preparado para una actuación brillante: un think tank, un equipo de asesores que elaboraba consejos a golpe de focus groups, un sector político nacido de cero y con votos en Montevideo y el interior. Pero los planes pronto comenzaron a trastabillar. Pepito puto En el principio fue la acusación de homosexual. Cuando después de casi nueve años de estar inhibido de hacer política por encontrarse al frente de Ancap se propuso finalmente dar el paso y comenzar a recorrer un camino propio, Sendic empezó a recorrer los estudios de televisión. Ya con el traje de candidato, uno de sus primeros pasos en el terreno mediático fue una entrevista que concedió al periodista Gabriel Pereyra en el programa En la mira de VTV. Ante cámaras, el expresidente de Ancap se mostraba tímido, perezoso en el momento del deshielo. El rumor se había expandido en la incipiente campaña electoral: “Sendic es puto”. El periodista preguntó y la respuesta fue: “No, no soy gay. Estoy tranquilo con mi vida pública y privada”. Y después insistió: “Yo en lo personal estoy tranquilo. Yo tengo amigos que tienen una opción sexual diferente, con los que tenemos una excelente relación”. Enseguida, pidió no caer “en la baja política” para “no caer en rumores o enchastres” y “no acusar de cosas que uno no tiene la culpa”. La entrevista quedó por ahí, pero en época de redes sociales y efectos virales, los foros no tardaron en incendiarse con críticas y comentarios, dudas y sospechas. Planteado en la hora cero de su salto a la cancha grande de la política, este tema comenzó a tallar la idea de un hombre con flancos abiertos en los siempre espinosos asuntos de la vida privada, tan públicos en la época del palo de selfie. A partir de este planteo inicial de dudas acerca de su sexualidad, sus uniones y rupturas, amores y desamores comenzaron a recorrer portadas de revistas y sitios de internet. Es curioso, porque a veces hasta se lo veía contento con esa rara costumbre, festejando ser él mismo el objeto de un desembarco de cámaras, trípodes y libretas de apuntes. Como si ser vicepresidente fuese, en esencia, eso: la exposición y la visibilidad. Como si eso fuese, en sí, algo para celebrar. Pepito y la llama de Ancap Muy conscientes de que era número puesto para 2019, la oposición abrió la primera brecha en el gobierno con la gestión de Ancap. “Los números de Ancap” era por entonces el estribillo más repetido de una canción que el mismo Raúl Sendic se mostró dispuesto a cantar, envalentonado frente a las críticas que desde la oposición, e incluso de su propio partido, se le realizaban, empezando por el ministro de Economía, Danilo Astori, puesto por el presidente al frente de un reordenamiento de los números generales del Estado con tufillo a revisión del estado de las cuentas durante la administración anterior. La onda refundacional respecto al gobierno pasado –ahora parece un chiste, pero hasta se llegó a hablar del estado en el que quedaron las alfombras y cortinas de la Torre Ejecutiva– paró las obras del Antel Arena para reacomodar las cuentas de Antel y ordenó mayor prolijidad en OSE, planteó metas y objetiv0os en UTE y recortó viajes del servicio diplomático, pero se detuvo especialmente en Ancap. Azuzados por el fuego opositor, declaraciones de uno y otro costado empezaron a conformar la idea de que era necesario ya no auditar o revisar, sino “investigar” los números de la empresa y las decisiones que se habían tomado durante la gestión de Sendic. Una noche fue el propio Astori el invitado a declarar en la comisión investigadora para cuyo andamiaje el propio Frente Amplio (FA) aportó los votos, en una decisión que insumió varias discusiones al interior de la bancada oficialista. Ese 16 de setiembre de 2015, fecha indicada para la comparecencia del superministro de Economía, Nacional jugaba con Santa Fe en la segunda ronda de la Copa Sudamericana. Bolso fanático, el ministro bromeó al ingreso acerca de su deseo de que su declaración terminara antes de que empezara el partido. Fue, según recuerdan legisladores de la oposición y el oficialismo, la más detallista de todas las intervenciones ante la comisión. Una senadora del FA y un senador de la oposición, que salieron apenas unos minutos en dirección al baño, comentaban esa noche en los pasillos acerca del carácter “demoledor” de esa declaración. Esa noche, Astori “comentó” que hacía 12 años que la empresa no aportaba dinero a Rentas Generales, que el 80 por ciento de la deuda de Ancap estaba en moneda extranjera y que así como estaba era muy difícil de pagar, que los costos operativos crecieron 51 por ciento entre 2010 y 2014 y que la cantidad de funcionarios aumentó de 1.940 en 2007 a 2.796 en 2014, con salarios ubicados 20 por ciento por encima de todo el resto de los empleados del sector público. Pero sobre lo que verdaderamente importaba de su testimonio, o sea, las responsabilidades políticas de las decisiones adoptadas por la compañía, el ministro de Economía endilgó toda, toda, toda la responsabilidad a Sendic. Una pregunta del colorado Pedro Bordaberry –y la consiguiente respuesta de Astori– desnudó las diferencias a la interna del gobierno: –¿Nunca plantearon sus discrepancias en un Consejo de Ministros? –Sí. “Entonces no tuvieron éxito”, acotó el blanco José Carlos Cardoso. “No, no tuvimos éxito”, respondió el jefe del equipo económico con cara de jefe del equipo económico. En realidad, toda la situación de Ancap tiene como mar de fondo una vieja pulseada entre Sendic y Astori que se remonta por lo menos a 2012, cuando el entonces presidente de la petrolera estatal decidió presentar una denuncia penal contra Pluna por la entrega de cheques sin fondo para pagar la deuda generada por la compra de combustible. “Todos lo que trajeron a Matías Campiani son unos fantasmas”, sostuvo por aquel entonces el líder de la Lista 711. Los dichos de Sendic generaron hondo malestar en el astorismo, principal responsable de la asociación entre Pluna y Leadgate, la empresa de la que Campiani era la cara visible. Con el tiempo, los choques entre Astori y Sendic recrudecieron. El líder de Asamblea Uruguay y por entonces vicepresidente acusó luego a Andrés Lima, un dirigente salteño que en mayo de 2015 conquistó la intendencia de ese departamento, de abandonar el Frente Liber Seregni (FLS) para irse con la agrupación de Sendic “a cambio de una suma de dinero”. La munición gruesa que durante tanto tiempo intercambiaron ambos sectores encuadra la debilidad actual de Sendic en una suerte de victoria moral del astorismo, que en el medio perdió a uno de sus máximos polemistas en este y otros temas: Esteban Valenti. En abril de 2016, la oposición presentó varias denuncias ante la Justicia penal por “los números de Ancap”. Blancos, colorados, independientes y hasta la Unidad Popular de Eduardo Rubio –excompañero de Sendic en una especie de vida anterior, durante su pasaje por el Movimiento 26 de Marzo– presentaron 18.000 folios con pedidos a la Justicia para investigar la gestión del vice. Lo hicieron en dos denuncias separadas: Unidad Popular no quiso colarse en la foto con el resto de las oposiciones, aunque básicamente solicitan investigar las mismas cosas: la publicidad de Ancap a través de la agencia La Diez, los negocios con empresas para venta y compra de crudo y refinados con empresas como Petro Ecuador y la holandesa Trafigura, una intermediación financiera de Exxon en los negocios con la venezolana Pdvsa, el remolcador que no llegó a funcionar y negocios de cal en Treinta y Tres. Unidad Popular agregó capitalización realizada a Alur, la empresa de alcoholes que trabaja en Bella Unión. Con menos prensa, en noviembre de 2016 el vicepresidente refutó estas denuncias ante la Justicia Especializada en Crimen Organizado. Por ahora, el juzgado ha venido citando a gerentes y mandos medios de la empresa. Casi que por reflejo, todos los que pasan por el juzgado señalan a la superioridad por las decisiones de gestión, aunque de ahí a que existan pruebas de delito consumado es otro cantar. La actual presidenta de Ancap, Marta Jara, intenta, mientras tanto, tranquilizar las aguas en el interior de la empresa para que el proceso judicial no se vuelva un boomerang en contra de los intereses de una gestión que se le hace cuesta arriba entre la necesidad de secar las lágrimas adentro y lavar la cara afuera. ¿Y los “números de Ancap”? “Los dimos vuelta como una media”, dijo en abril Marta Jara. En criollo: achiques y ajustes para que las cuentas cierren como cerraron en 2016, con una ganancia de 15 millones de dólares, aunque con la ayuda de una capitalización del Ministerio de Economía por 623,5 millones de dólares. El rojo, el año anterior, había sido de 198 millones. En el medio se fusionaron subsidiarias y reestructuraron negocios como el del cemento. La ecuación Jara pasa por focalizar la empresa en combustibles, biocombustibles, portland y alcoholes. Después del “giro-Jara”, la empresa empezó a soltarles la mano a algunos negocios en Argentina, como la subsidiaria Carboclor, que solicitó concurso de acreedores, o un yacimiento de hidrocarburos Aguada de la Arena vendido a YPF por 18 millones de dólares. También CABA, la empresa que motivó una larga y divertida exposición del senador blanco Luis Alberto Heber y que producía repelentes, desodorantes, perfumes –como la serie Alma Mía– y la larga lista de alcoholes: whisky Mac Pay, cognac Juanicó, grappa San Remo, caña De los Treinta y Tres, grappamiel y fernet Salerno y la caipirinha estatal Bella Flor, lo que motivó una larga y aburrida exposición de Esteban Valenti en la mesa de En perspectiva. No está del todo claro hacia dónde va la empresa más allá de algunos titulares, pero lo cierto es que la apuesta, en principio, es ordenar los “números de Ancap”, lo cual por el momento quiso decir más asistencia del Ministerio de Economía y menos negocios que den pérdidas, que –por ahora– no es sinónimo de corrupción, que es lo que se le imputa a Sendic por su papel al frente de Ancap durante los últimos años de gobierno de Vázquez y el período en que José Mujica fue presidente. Pepito y el título Se lo atribuyen a Esteban Valenti y su esposa Selva Andreoli, pero nadie ha podido decir con certeza qué interesada mano escribió a la redacción del diario El Observador dando las primeras pistas acerca de la ruta del (no) título de Raúl Sendic. Si bien el propio vice se presentó en varias oportunidades como licenciado, una investigación de la periodista Patricia Madrid mostró que, en realidad, el vice nunca había completado sus estudios como licenciado en Genética Humana en la Universidad de La Habana. La polémica en torno al título derivó en un escándalo nacional del que nadie se vio librado de opinar. La oposición y parte del oficialismo entendieron que el vice había traspasado un límite al admitir una titulación que no poseía, aunque sí estudios parciales en tiempos mucho más bravíos que este, mientras que en su sector y grupos aliados intentaron apelar –sin demasiado éxito– a la política de reducción de daños. En una declaración que recordó la anécdota de China Zorrilla y Carlos Perciavalle en Bariloche, cuando ambos declararon haberse encontrado a Adolf Hitler, Lucía Topolansky afirmó en el programa Punto Penal de Canal 10 haber visto el diploma que acreditaba los estudios de Sendic: “Yo lo vi al título”. De concretarse la tan anunciada renuncia del vice, Lucía Topolansky podría llegar a ser su sustituta, aunque ya hay polémicas al respecto. Si bien la Constitución establece claramente que la línea de sucesión corresponde a los titulares (no a los suplentes) de la lista más votada del lema ganador en las elecciones nacionales, hay quienes, sumándose a la oleada de rumores, manejan la posibilidad de que asuma Eduardo Bonomi, actual ministro del Interior, y preferido antes que Lucía por los vazquistas. Pero, para que ello suceda, debe haber un acuerdo explícito entre los dos líderes de la izquierda, Tabaré Vázquez y José Mujica. Sobre esta posibilidad, según pudo saber Caras y Caretas, ya ha habido contactos al más alto nivel. En la posibilidad de que Bonomi asuma como vice emergen, además, los intereses de una parte del MPP que ve al ministro del Interior como presidenciable en 2019. La posibilidad de que Topolansky diera un paso al costado, sin embargo, no entraba hasta el miércoles dentro del esquema de posibilidades que barajan en el entorno de Lucía, lo cual anticiparía, en el caso de que ese escenario se presentara, otro round de riñas internas dentro del principal sector del FA. En todo caso, Mujica dio algunas pistas este jueves, cuando sostuvo: “Lucía Topolansky no es un individuo aislado, pertenece a una organización política. Por tanto, su organización política decidirá cuando tenga que decidir”. A todo esto, en caso de renunciar a la vicepresidencia, Sendic no podría volver al Senado, porque como paso previo para asumir el cargo de vicepresidente renunció a su cargo como senador, por el que fue electo al encabezar la Lista 711 en las elecciones de 2014. Pero volviendo a lo del título, Sendic reconoció en una entrevista de fines de 2016, en el programa Asuntos Públicos, que quiso renunciar tras la polémica del título, pero que fue el presidente quien no lo dejó. “Me dio un abrazo y me dijo: ‘Ni se te pase por la cabeza renunciar’”, soltó. Tabaré Vázquez se refirió a este episodio durante la colocación de la piedra fundamental de una planta industrial de Nestlé el pasado 4 de julio: “Si la gente no sabe lo que es bullying, que vean lo que están haciendo con Sendic […]. Si tuviera que ponerle un título, sería ‘el bullying mas fantástico que he visto en mi vida’”. El presidente deslindó en ese momento la situación personal, humana de Sendic de sus responsabilidades políticas: “Que se investigue todo lo que haya que investigar, que se comunique todo lo que haya que comunicar, que se diga todo lo que hay que decir, pero que se insista pegándole tanto a una persona, a mí, desde el punto de vista humano, me hace tener un sentimiento de rechazo y lo mismo diría si no fuera Sendic, si fuera otra persona de cualquier partido político”. La jueza Ana de Salterain archivó el 2 de enero el expediente judicial sobre el título de Sendic. Sendic es inocente, pero el título sigue sin aparecer. Y ser bachiller a los 54 años no es delito. Pepito y la tarjeta Un artículo del semanario Búsqueda terminó de derribar la imagen pública del vicepresidente. Compras por 538.973 pesos uruguayos y 38.325 dólares a través de la tarjeta corporativa de Ancap desplazaron del foco los “números de Ancap” para poner el acento en los “numeritos de Ancap”, la trama más fina de una gestión a la que se empezó criticando por supuestas pérdidas millonarias y sospechas de corrupción con empresas transnacionales. Curiosidades aparte, no fue ni el barco remolcador, ni Petro Ecuador, ni Exxon los que asestaron el golpe más grande a la figura de Sendic; fue una compra en Divino, que se supone son sillas y no un colchón, una compra en la tienda Apple de España, que se presume es una tablet que Sendic dejó cuando se fue de Ancap y algunas compras en H&M de Inglaterra, además de jeans en la calle Avellaneda de Buenos Aires, entre otras cosas, lo que terminó haciendo el mayor daño sobre una de las figuras “promesas” de la izquierda. La explicación empeoró las cosas; Sendic habló de “situaciones límites” para justificar compras que, en algunos casos, habían sido realizadas en free shops. Aún resta conocer, de todas formas, los viáticos devueltos y si estos responden a esas compras. La difusión del estado de cuenta de la tarjeta corporativa de Ancap fue el punto detonante de una explosión en etapas que empezó con las dudas sobre la sexualidad, siguió con su gestión en Ancap, continuó con el título y fue abriendo un capítulo desconocido hasta ahora en la historia uruguaya, que parece, a su vez, marcar a fuego la segunda presidencia de Tabaré Vázquez: el asedio sobre el vicepresidente. Un número dos que escaló como nadie en la campaña y que ahora, en el gobierno, muestra nula cintura política. Esta última semana, en la que se lo ha dado por renunciado, los pocos diputados, senadores y operadores que se mantienen leales a su grupo político, la 711, ratificaban con caras serias y sucintos mensajes de WhatsApp un panorama que describen cada vez más gris. No salen de su asombro por cómo se han encadenado, en tan poco tiempo, hechos y acontecimientos que en otros momentos de la historia podrían haber ocupado diez años de actividad política. El miércoles daban todo por perdido: “Todo cocinado”. Ni siquiera sentían en los intendentes, entre ellos los de los dos principales distritos del país, Montevideo y Canelones, una cuota de respaldo político. Ni siquiera Andrés Lima (Salto) mantenía su apoyo este jueves. Como una final cantada de Master Chef, un país está pendiente. Al revés que en el concurso de cocina del canal uruguayo, donde se vota ganador, en este caso el coro –acompañado por encuestas, estudios de opinión pública y el olfato de la calle– pide eliminación. Pepito y la presión Hasta el momento, el vicepresidente no ha sido condenado ni procesado por la Justicia civil. El fallo del Tribunal de Ética del FA todavía no se ha dado a conocer, y lo mismo sucede con la Junta de Transparencia y Ética Pública. No hay, por ahora, pronunciamientos de ese calibre, aunque es probable que en el correr de los días eso suceda y traiga aparejado consecuencias. Mientras tanto, lo que sí hay son declaraciones que ambientan desenlaces. Una de ellas, la del fiscal de Corte, Jorge Díaz, que habló en tuit: “Actuar éticamente es una condición necesaria en el ejercicio de la función pública. Quienes no lo hacen deberían ser alejados de la misma”. Más consecuencias trajo el pronunciamiento de tres sectores del FA. El primero, allá por el 10 de junio, fue el Partido Socialista. En una declaración que aprobó su Comité Central, los socialistas escribieron: “Luchamos por la transparencia, que exige analizar sistemáticamente tanto los aciertos como los errores cometidos, sin margen para las excusas. Debemos ser implacables; ser vacilantes o tener doble moral nos deslegitima y nos condena”; la “conducta” en la función pública “debe apegarse estrictamente a los valores que defendemos, a los intereses de las mayorías sociales y al programa que comprometimos con la ciudadanía”. Le siguió el domingo pasado la Dirección Nacional de la Vertiente Artiguista, que en defensa del Tribunal de Conducta Política del FA, advirtió que el Frente deberá tomar “las decisiones que correspondan” en casos de conductas erróneas, “por dolorosas que estas puedan ser”. Y agregó que el FA “debe, como reducto ético de la izquierda, reafirmar los lineamientos ético políticos definidos para nuestra gestión de gobierno y tomar las decisiones que correspondan en relación a eventuales conductas inapropiadas por parte de dirigentes y gobernantes de nuestro Frente Amplio, por dolorosas que estas puedan ser”. Fue sobre este comunicado que la prensa consultó a Vázquez en las instalaciones del semanario Búsqueda, luego de asistir a la entrega de un reconocimiento al periodista Claudio Paolillo, que después de haber apoyado las destituciones sumarias de Manuel Zelaya, Fernando Lugo y Dilma Rousseff de sus cargos presidenciales, fue condecorado con honores por su aporte a la libertad de expresión. El presidente Vázquez, cuando fue abordado por periodistas, dijo compartir el contenido de la declaración. Y consultado acerca de si Sendic debería renunciar en caso de que la Justicia le tipificara algún delito en su gestión en Ancap, respondió: “Es un problema personal que lo tendrá que evaluar Sendic”. Sobre si aceptaría esa renuncia, afirmó: “Cuando se presenta una renuncia, se presenta una renuncia”, alterando el guion que había repetido unas semanas atrás. Un día antes, Sendic y Vázquez habían conversado telefónicamente. Tras esa charla, el vice aseguró a sus allegados que nada había cambiado. ¿Pero cambió algo entre aquella declaración sobre el bullying y la renuncia que había rechazado y esta otra, de casi aceptación de una posible dimisión? Algunos asesores del presidente dicen que sí, que ya se colmó la paciencia. Cuando la andanada sobre Sendic recién comenzaba, el presidente lo respaldó en privado y le sugirió apoyar la comisión investigadora, a contrapelo del deseo inicial de Sendic, que era no votarla. Cuando la polémica sobre el título de licenciado en Genética Humana se hizo viral, Vázquez se molestó un poco más. Y el apoyo empezó a ser “a la persona”, por razones “humanas”. En los últimos días, el tema de la tarjeta corporativa llevó al presidente de la molestia a la irritación. No fueron sus hombres, los más próximos, los que integran el primero de los círculos concéntricos y que siempre describieron los diarios y las revistas emulando el infierno o el paraíso –según la inclinación ideológica del medio– los que esta vez advirtieron al presidente. Fue el propio presidente el advertido por sí mismo, quizás repasando sobre sus anteriores dichos, o pasos. El olfato del primer círculo, donde revistan varios hombres del Partido Demócrata Cristiano (PDC), entre ellos Álvaro Vázquez, hijo y consejero directo del presidente, empujó a ese sector a lanzar una declaración el mismo miércoles por la noche. Las vueltas de la vida: el texto terminó de redactarse en la misma oficina en la que Vázquez pasaba las tardes como presidente del Encuentro Progresista, sobre la calle Yaguarón. Hubo consultas con dos pesos pesados del PDC: Héctor Lescano, actual embajador en Argentina, y Jorge Rodríguez, presidente del partido. Antes hubo contactos con el prosecretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo. Fue así que se gestó el más duro de los comunicados. Sin nombrar a Sendic, el PDC sostiene en un texto publicado en la noche del miércoles que “la política sólo puede ser concebida como una actividad de servicio”, y que “la política y los políticos deben actuar con la única ambición de transformar la realidad”. “Guardar coherencia es una seña de identidad de la izquierda y del FA. Cuando esto no se cumple, la herida es profunda y pone en juego a todo el proyecto”. Y agrega: “Cuando las prácticas y errores de los gobernantes pasan determinados límites que quiebran la credibilidad y la confianza pública, hay que tomar decisiones”. Y estas decisiones, sostiene el PDC, “a veces no pueden venir de las instituciones, de los gobiernos o de la fuerza política”. El cierre se parece mucho a un pedido de renuncia: “En ocasiones la decisión es sólo personal”. Otros sectores, como Asamblea Uruguay y el Movimiento de Participación Popular esperarán a que se conozca la decisión del Tribunal de Conducta Política para pronunciarse. Pepito y el papelón Ayer, Sendic volvió a repetir que no tiene planeado renunciar. “Tengo una muy importante responsabilidad en el gobierno. No voy a tomar una decisión sobre la base de versiones de prensa y supuestas filtraciones que puedan existir”, aseguró. Pero en el Frente se acumulan las versiones que apuntan a que la decisión se precipitará una vez que se pronuncie el Tribunal de Conducta Política. Sería la segunda vez que un vice renuncia; en 1977 lo hizo Jorge Sapelli, en una carta dirigida al Partido Colorado una vez que su mandato había terminado, tras haber permanecido en un lugar testimonial como puesto de resistencia luego del golpe de Estado de 1973. Pero más allá de este caso anecdótico, si se concretara la renuncia sería la primera vez en la historia del país que un vicepresidente se va por el asedio de la prensa. Ahora, tal como dijo la senadora socialista Mónica Xavier, se trata de “cuál es la mejor salida”. Algunos en el FA manejan una: despojarse de los fueros para enfrentar a la Justicia como un ciudadano más cuando baje la espuma del champán opositor y se pronuncie el Tribunal de Conducta Política, una vez entrada (o al menos anunciada) la primavera. La presión en las arterias de la izquierda es patente. Una parte del FA está convencida de que el vice tiene que dar un paso al costado en función de evitar males mayores, esto es, un daño a la institucionalidad partidaria. Una vez que Sendic se presentó ante el Tribunal de Conducta Política, el caso pasó de la órbita del gobierno a la de “la fuerza política”, como les gusta darse en llamar a los frenteamplistas. En parte, esa movida alivió al gobierno de resolver un problema en cuyo desenlace el presidente siempre evitó participar. Pero, como contracara, complicó al propio Sendic, enfrentado al juicio de un tribunal que entendió que empezaba a estar en juego su propio prestigio –más que el del vicepresidente– frente a la opinión pública. Prestigio que, además, dilapidó en buena medida al estar integrado por, al menos, un filtrador serial. Enfrentado al juicio de los “éticos” del FA, presionado por algunos sectores, sin demasiado respaldo entre uno de sus aliados originales, el Movimiento de Participación Popular, y con su propio grupo político en pleno derrame de dirigentes y dirigidos, el vicepresidente sintió la soga cerca del cuello. Por ahora, sólo se mantienen fieles a su figura el Partido Comunista, una parte del MPP y los de su propio sector, en el entendido de que es parte de una conspiración. De esto último, algo hay, pero de eso también trata la política. No haberlo pensado antes es, quizá, uno de sus mayores desaciertos en todo este sainete al que asiste con ingenuidad de principiante.
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