Por Manuel González Ayestarán
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La interpretación de la juventud en la actualidad tiene múltiples caras. Por un lado, desde las principales industrias culturales se prestigia el estereotipo del millenial integrado, asociando a los jóvenes nacidos en los años 80 y 90 a cualidades como la fluidez, el consumismo, el cosmopolitismo, el rechazo a los horarios y lugares de trabajo fijos y la concepción de lo profesional como un hobby presente en cualquier momento y lugar. La difusión de esta cosmovisión de alguna forma responde a las condiciones de desregulación laboral y de reducción del costo en mano de obra que el capital internacional está imponiendo para seguir conservando y ampliando su tasa de ganancia. Así, los nuevos estilos de vida promovidos en la juventud por las grandes industrias culturales pretenden revestir de moda y modernidad cuestiones como la localización difusa de los entornos laborales, el traslado de actividades profesionales al entorno privado y la proliferación de distintas variedades de subempleo que, en definitiva, favorecen el desvanecimiento de la frontera entre empleo y desempleo, abaratando en última instancia los costos en mano de obra para los propietarios de los medios de producción. Por otro lado, en oposición a este perfil corporativista altamente prestigiado de juventud, también tienden a popularizarse en forma negativa los estereotipos de joven “ni-ni” y de “joven chorro”. El primero constituye una categoría que estigmatiza a los jóvenes de clase trabajadora que presuntamente no quieren “ni estudiar ni trabajar”, asociándolos a cualidades como la vagancia y la pasividad. Esto va íntimamente ligado a su asociación con la delincuencia. De esta forma, el sistema ideológico liberal cierra un discurso en el que se responsabiliza a los jóvenes de clase trabajadora de su propia situación socioeconómica en un mercado caracterizado por el abuso y la explotación sistemática de este sector social. Según el último informe de empleo elaborado por el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop), los menores de 25 años presentan una tasa de desocupación entre 3,8 y 4,8 veces por encima de la de los que superan esta edad. En este caso, al contrario de lo que sucede con otras tendencias discriminatorias en el terreno laboral como la brecha de género, que se viene reduciendo lentamente con el paso del tiempo, la brecha etaria en el acceso al trabajo no deja de crecer. Por otro lado, según cifras de Unicef, Uruguay presenta una de las mayores tasas de privación de libertad de adolescentes de América Latina (16,06 cada 100.000 habitantes). En su dimensión represiva de la juventud, el Estado uruguayo supera a países con mayores índices delictivos como Brasil (10,35), Paraguay (5,62), Colombia (7,43), Ecuador (4,06) o Argentina (3,76), llegando incluso a triplicar la tasa de encarcelación de adolescentes de algunos de ellos. El director del Instituto Nacional de la Juventud (INJU), Federico Barreto, resaltó en entrevista con Caras y Caretas que actualmente en Uruguay “existe un porcentaje elevadísimo de personas privadas de libertad que son jóvenes menores de 29 años”. En este sentido, el último estudio acerca de juventud y delincuencia en Uruguay realizado por el sociólogo Luis Eduardo Morás concluyó que la privación de libertad de menores estaba íntimamente relacionada con la falta de oportunidades laborales. Según indicó en su trabajo, casi 60 por ciento de los jóvenes privados de libertad estudian o trabajan bajo condiciones precarias e informales Desmontando mitos Durante los últimos años, el INJU (fundado en 1991) ha tratado de desmontar estos estereotipos juveniles negativos que legitiman las condiciones de explotación de la juventud en el país mediante la difusión de varias campañas basadas en datos provenientes del Instituto Nacional de Estadística (INE). En ellas se desmontó el fenómeno “ni-ni” indicando que del total de jóvenes que ni estudian ni trabajan en el sistema formal (17 por ciento), un tercio realiza actividades de servicio doméstico y de cuidados en el hogar, y alrededor de 37 por ciento se encuentra en búsqueda activa de empleo. Por tanto, los considerados “ni-ni” son apenas cinco por ciento del total de jóvenes uruguayos. De ellos 20 por ciento percibe pensiones por invalidez. En este sentido, Barreto señaló que “más de 90 por ciento de esos jóvenes que ni estudian ni trabajan son mujeres que se han tenido que desvincular del estudio o que no pueden acceder a oportunidades labores por estar realizando trabajos no remunerados en el interior de su hogar”. El director del INJU, que recién asumió el cargo el 1º de agosto coincidiendo con la inauguración del Mes de la juventud, destacó que esto “son cosas que ya sabíamos, pero hoy estamos concretando los números y esto nos permite llevar adelante discusiones e implementar políticas y programas mucho más ajustados a la realidad diversa de las problemáticas que hoy en día tienen los jóvenes”. Así, Barreto destacó especialmente programas destinados a responder a estas realidades enfocándose en la integración al mercado de trabajo y en la primeras experiencias laborales. “Desde 2015 se incorpora al INJU el programa Jóvenes en red, para jóvenes de entre 14 y 24 años, que están de alguna forma desvinculados de la educación formal y del trabajo remunerado. En él intentamos promover derechos y revincular a estos jóvenes a la educación y al mundo del trabajo formal a través de una diversidad de talleres y otro tipo de oportunidades sociales de diversa índole”, explicó. Jóvenes en red actualmente es un programa insignia del Mides en asociación con el INJU que se implementa en el área metropolitana y en el norte del país. Desde 2012, año de inauguración de esta iniciativa, mas de 6.000 jóvenes se han beneficiado de la misma. “Para nosotros es muy importante destacar este programa porque nos permite trabajar con la diversidad de las juventudes. Nació con un enfoque especialmente vinculado a la participación con la que fue su marca de identidad en los años 90, la Tarjeta Joven, que sobre todo estaba asociada a beneficios comerciales”, explicó Barreto. Sin embargo, actualmente integra diversas actividades educativas, culturales, de apoyo pedagógico y de orientación vocacional. A esto se suman campañas de acompañamiento especializado para jóvenes en situación de consumo problemático de sustancias, salud mental, dificultades en aprendizaje y violencia basada en género. En materia de inserción laboral, Barreto también resaltó la aprobación de la nueva ley de empleo juvenil, “la cual aporta un buen marco para la discusión del papel del INJU entre la juventud y el mercado laboral”. En este sentido, el entrevistado se refirió al programa “Yo estudio y trabajo”, creado en abril de 2012 en coordinación con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), cuyo objetivo es ofrecer una primera experiencia laboral formal a jóvenes estudiantes de entre 16 y 20 años que no cuenten con experiencia laboral formal previa. “También tenemos muchos programas de primera experiencia laboral en ámbitos públicos, pero el desafío que tenemos por delante es una mayor coordinación de las distintas alternativas que hoy existen para profundizarlas”, señaló el jerarca. “La mayoría de nosotros accedimos a nuestro primer trabajo no necesariamente a partir de un currículum, sino a través de redes personales y de recomendaciones. Eso también va consolidando una estructura de desigualdad, porque cuanto más capital social tiene una persona, más oportunidades de acceso al mercado laboral tendrá a su disposición”, agregó. En este sentido, aquellos jóvenes que sufren mayor exclusión y vulnerabilidad terminan viendo atadas sus posibilidades en otro tipo de trabajos de peores condiciones. En este sentido, Inefop firmó el pasado martes un convenio con el Mides y el INJU por valor de 19 millones de pesos para la capacitación de jóvenes en emprendedurismo, destinado a dar forma y fortalecer las ideas de jóvenes para que se conviertan en proyectos de emprendedurismo sustentable. “Nos interesa mucho que esos emprendimientos tengan un carácter asociativo, que no se trate de que cada joven haga una cosa individual, sino que se articulen diferentes ideas en proyectos consolidados y grupales”, explicó Barreto. Juventud y género El presente mes de la Juventud se ha destinado específicamente a la concienciación acerca de la desigualdad de género y su relación intrínseca con las situaciones de violencia los femicidios. En este sentido, la tradicional correcaminata 5k organizada por el INJU hasta ahora con lemas como “Ser joven no es delito” o “Corré por lo que sos”, este año lleva la consigna “Nos mata la desigualdad de género”. En este caso, la perspectiva de género se está integrando en los numerosos talleres, ferias, exposiciones fotográficas e instancias de asesoría vocacional y laboral que se tradicionalmente se llevan a cabo en el Mes de la juventud. “A veces se dice que los jóvenes han perdido los valores y que no respetan las tradiciones; nosotros consideramos que hay valores que queremos perder a propósito, la desigualdad de género es uno de ellos”, declaró Barreto. En este sentido, el trabajo del INJU en cuestiones como la inserción laboral se hace especialmente proclive para atacar todo el ideario basado en la asociación del hombre al éxito en los círculos públicos y a la asociación de la mujer a la responsabilidad del orden en lo doméstico y en el cuidado de los niños y de las personas en situación de dependencia. “Eso para nosotros es un cambio que queremos traer a la región sin duda alguna. Y ahí el INJU tiene una materia importante en términos de discusión de agenda pública, de discusión de valores y de transformación social, que de alguna forma estamos trabajando este año con “Nos mata la desigualdad de género”, concluyó el director de INJU.