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Silbando en la oscuridad

Por Eduardo Platero.

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Caras y Caretas Diario

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¡Todo el mundo aliviado! Geert Wilders, el “otro”, el candidato de la extrema derecha, el “populista” (según una nueva acepción del término que se le aplica a la derecha antisistema), no ganó las elecciones legislativas en Holanda. El actual primer ministro, Mark Rutte, pese a que su partido perdió diez bancas respecto de las que tenía, resultó ganador, y luego de trabajosas tratativas con al menos otros seis partidos políticos del fragmentado parlamento neerlandés, constituirá un gabinete que supere los cruciales 76 votos necesarios para ser mayoría. ¡Nos salvamos, el “Trump holandés” no ganó!

El suspiro de alivio de todo el sistema que había sido sacudido primero por el brexit y luego por la victoria de Trump recorrió el mundo. Quiero decir el sistema predominante en el mundo civilizado y democrático; el “políticamente correcto”. Estas legislativas en un país pequeño pero rico de la Unión Europea habían despertado un especial interés no desprovisto de temor: ¿y si ganaba el “otro”? Como Trump, como la sorpresa del brexit.

Pero no ganó. Todas las encuestas previas lo daban como ganador, cosa que he aprendido a leer. Hay veces que el darte ganador hace que los tuyos aflojen el tren de carrera y los probables perdedores lo incrementen. No creo que las encuestas reflejen el verdadero estado de la opinión y sí creo que muchas veces operan políticamente.

En este caso todo el establishment de la Unión Europea no se limitó a temer, actuó. Miles de cartas partieron de Alemania en dirección de los indecisos o los que no pensaban votar. Era una “causa sagrada”, algo así como defender nuestro estilo de vida. En realidad, lo era. Un triunfo de Wilders hubiese significado un duro golpe para el proceso de construcción de la Unión Europea ya golpeada y cuestionada por el brexit y que esperaba con temor el resultado de estas elecciones. Porque en poco tiempo se vienen las de Francia y Marie Le Pen viene con fuerza, en tanto el favorito de la derecha moderada se está hundiendo en un pantano de corrupción y a los socialistas se les hace muy difícil remontar el desprestigio del gobierno de Hollande. Y luego, legislativas en Alemania en donde no parece correr riesgo la mayoría de la alianza democristiana-socialdemócrata, pero sí se teme el crecimiento de la ultra nacionalista. Antiinmigrantes, racista, con rencores contra el supragobierno que dirige la orquesta desde una Bruselas, corroído por las denuncias de corrupción, y con ciertos amores nazis. En España costó tres elecciones mantener a Rajoy, pese a no contar con mayoría, sino con abstenciones cómplices. En Italia el “Cinco estrellas” volteó a un primer ministro al negarle la reforma constitucional y en todos lados las cosas están delicuescentes.

Bueno, no en todos lados: en Portugal una coalición tácita de toda la izquierda llegó al gobierno y está sacando al país del pozo en el cual estaba. Será por eso que tenemos noticias de todos lados menos de Portugal.

Pero el sistema, que no da soluciones, sino penurias, respira aliviado y festeja el resultado holandés. Me hace acordar a lo que me pasaba a mí de niño cuando volvía a casa de noche pasando al costado de un monte de eucaliptos; silbaba para sacarme el miedo. Cada chistido de lechuza me helaba el corazón, pero silbaba.

Cumpliendo años

El domingo se cumplirán 48 años del primer acto público que realizara el recién nacido Frente Amplio. Lo celebraremos en Las Piedras con una oratoria cuya figura central será don Pepe Mujica, quien en el 71 apenas nos concedía un “apoyo crítico”. Me alegro de que haya evolucionado y confíe ahora en el pueblo reunido y organizado. El acto tendrá, además, la novedad de la presencia, en vivo y en directo, de nuestro presidente de la fuerzas política. Muchos compañeros que no han podido verlo más que por televisión podrán constatar que existe. Que es de carne y hueso y si bien no se destaca por recorrer y animar a las organizaciones de base, hace algo más que dialogar con Tabaré.

Pero ¿saben una cosa?:¡No me importa! Critico de viejo rezongón que soy. De antiguo. De obsoleto en mis ideas de lo que es hacer política. Antes nos gastábamos la suela de los zapatos recorriendo todos los días y haciendo reuniones chicas, medianas o grandes. Ahora está el WhatsApp, el Facebook, la televisión y los emotivos discursos en cadena. Todo es distinto, los medios festejan que con la ley de cuotas “las mujeres accederán a la política” sin darse cuenta de que serán pocas las listas que metan tres bancas. Accederán, algunas, al Parlamento. La política es otra cosa. Sobre todo, sacrificio, entrega y comunicación diaria con los compañeros.

Repito, de cualquier manera, festejo y recuerdo el 26 de marzo. Nadie me puede quitar la aprensión que tenía temprano, mirando aquella inmensa explanada que nadie, hasta entonces, había llenado. La alegría de ver llegar a los compañeros en grupos de a pie, en camiones y ómnibus, en general viejos y destartalados. La emoción de mirar elevarse la tricolor de Otorgués en un mástil sobre Ejido. De escuchar a Crottogini y luego a Seregni, que nos reafirmó el sentido patriótico de la aventura que emprendíamos y el orgullo de haber hecho ese acto que selló la unidad que habíamos pactado.

Ninguno de las decenas y decenas de miles de aquel día, ni Seregni ni el último en llegar seguimos siendo los mismos después de aquel acto.

“Con el Frente Amplio no nos moverán”, cantábamos a sabiendas del difícil camino, pero dispuestos a darlo todo. Como lo dimos.

Cierto, nos preocupaba el “apoyo crítico” y nos molestaron pequeñeces como la de reclamar, luego de lo que habíamos hecho, que se discutiera la candidatura de Seregni. No he olvidado nada y tampoco me importa, a esta altura, si algunos en ese momento no estuvieron a la altura. El arrollador Frente Amplio se había consolidado como el portador de la esperanza y todo lo demás era secundario. Dificultades pero no imposibilidades.

Y para superar las dificultades, ¡lo que fuese necesario! Estábamos nosotros, los frenteamplistas que habíamos descubierto la fraternidad y estábamos dispuestos a darlo todo.

Cierto, el camino tuvo sus vueltas, sus estrechamientos y la llegada al gobierno nos complicó con la tarea de convertir esperanzas en realidades.

Pero, si conservamos, si ponemos por delante de toda otra consideración, el compromiso que libremente asumimos de luchar por la pública felicidad, saldremos adelante.

Únicamente hace falta que en cada etapa, en cada crisis, en cada rabieta, en cada oportunidad de pegarle al compañero, nos acordemos de que la felicidad del país nos obliga.

¿Quiénes sino nosotros?

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