Uruguay atraviesa un largo camino de reprimarización de su economía. En los últimos años ha batido récords de exportaciones de productos como la soja y la celulosa. Si bien la carne sigue ocupando el lugar número uno en cuanto a productos exportados, la soja y la celulosa muestran crecimientos permanentes en su volumen.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
El aumento del PIB uruguayo no significa necesariamente un crecimiento en musculatura en cuanto a su economía. De hecho, esta apuesta de país puede condicionar su perspectiva de desarrollo nacional con soberanía y justicia social. La reprimarización puede ser entendida como un proceso por el cual una determinada economía apuntala su crecimiento en el sector primario de la economía, es decir, a través de la producción de materias primas en general, en la agricultura, en la ganadería, en la pesca y la forestación.
Es importante destacar que el desarrollo nacional puede ser concebido desde una visión integral, abarcando la posibilidad de construir soberanía como una parte fundamental de dicho proceso, puesto que de lo contrario sólo se estaría frente a una generación de riqueza, pero no de desarrollo nacional ni tampoco de poder nacional.
Un teórico del “desarrollo” como Marcelo Gullo ha sido muy preciso al respecto, indicando que, comúnmente, suelen confundirse los términos desarrollo económico, o incluso el de riqueza nacional, con el de poder nacional. Desde su perspectiva, el “poder nacional requiere del desarrollo económico pero el desarrollo económico no garantiza, por sí mismo, el poder nacional… desde los Estados centrales se sostiene que la riqueza nacional es más importante que el poder nacional”.
De esta manera, puede entenderse la reprimarización como obstáculo para el desarrollo nacional, en el entendido de que, generalmente, los procesos de este tipo, lejos de contribuir al desenvolvimiento del poder nacional, lo frenan y lo retrasan, al afectar la soberanía nacional de los países. A esto se debe sumar el fenómeno de la extranjerización y concentración de la tierra como aspectos centrales en el condicionamiento del desarrollo nacional y obviamente de la soberanía.
Extranjerización y modelo económico
En los últimos años, la imposición de condiciones económicas, financieras y comerciales de unos países sobre otros se ha llevado a cabo fundamentalmente desde la negociación de acuerdos comerciales. Las asimetrías entre los países participantes de los acuerdos es una característica principal para que se pueda consolidar la desigualdad en la negociación y, por tanto, el condicionamiento futuro del país menos poderoso, lo que le impedirá posiblemente no solo ejercer su poder nacional sino además desarrollar su potencial. Diversas producciones académicas, tanto nacionales como regionales, han alertado sobre el impacto inmediato que tiene la reprimarización de la economía en las perspectivas de desarrollo de los países que adoptan este camino para generar crecimiento económico. No solo ello, también lo hacen señalando los condicionamientos que esto genera para alcanzar desarrollos nacionales independientes y con soberanía respecto a las grandes corporaciones económicas y grupos de países con mayor poder.
El fenómeno de la reprimarización en Uruguay es algo que se arrastra desde hace décadas. La apuesta al crecimiento económico mediante la producción y colocación de materias primas ha desplazado en gran medida al desarrollo más industrializado. Esto, además, ha venido de la mano de la concentración y extranjerización de la tierra, lo cual impacta notoriamente en la soberanía nacional y sus capacidades. De acuerdo a un informe periodístico elaborado por Víctor Bacchetta y publicado en 2021 en Sudestada, casi el 40 % de la tierra se encuentra en manos de sociedades anónimas, en su mayoría extranjeras, lo que significa más de 6 millones de hectáreas. La extranjerización de la tierra, notoriamente, se la puede vincular al modelo productivo imperante; no son fenómenos que puedan analizarse por separado, por el contrario, se encuentran en directa relación. De hecho, la mayoría de las empresas que se beneficiaron de la aplicación de las “excepciones” para la adjudicación de titularidades de tierras son, en su inmensa mayoría, firmas vinculadas a la forestación.
No por casualidad fue la dictadura cívico-militar la encargada de llevar a cabo la implantación del modelo neoliberal, y además la impulsora del mayor proceso de extranjerización y concentración de la tierra, según una investigación de CLACSO Uruguay, publicada en junio de 2023. En estos momentos es cuando se desmantelan los emprendimientos familiares y pequeños mientras se abren paso los grandes latifundios y se desarrolla otro tipo de economía vinculada a la tierra.
Años después, si bien la llegada de la inversión extranjera directa impulsó el desarrollo de algunas industrias, esto particularmente ocurrió en aquellas ligadas al sector agropecuario. Diversos estudios sobre el tema han indicado que, en los primeros años de la década del 90, fue el momento en que se produjo una importante reestructuración del sector industrial. En esos momentos cerraron aproximadamente un 27 % de las empresas, y se perdió casi un tercio del empleo. Quienes estudiaron el fenómeno entienden que puede explicarse por las medidas de liberalización y apertura que se implementaron en esos años.
En contrapartida al proceso de desindustrialización, desde hace décadas se observa una creciente actividad vinculada a la forestación en el territorio uruguayo. Es uno de los ejemplos que sirve para ilustrar acerca de cómo un área primaria se logra desenvolver a ritmos intensos, desplazando otro tipo de inversiones tal vez más necesarias para el desarrollo nacional.
La incursión en la soja es otro de los casos que puede colocarse para analizar el fenómeno de reprimarización. De acuerdo a datos proporcionados por Redes-Amigos de la Tierra en la zafra de 2000-2001 se sembraron 12 mil hectáreas, mientras que para la siembra de 2010-2011 se superó el millón de hectáreas. De esta manera se convirtió en el principal producto agrícola, cubriendo más del 85 % del área cultivada en verano.
Primarización y políticas económicas
Tal como se ha indicado anteriormente, la década del 90 puede verse como un punto de inflexión a la hora de consolidar el modelo económico que dio lugar al fenómeno aquí analizado. Durante los sucesivos años, si bien se aprecian momentos en que crece la industria, esta no se desarrolla como tal. En términos generales, puede decirse que el modelo económico impulsado en aquellos años es el que continúa hasta el día de hoy, más allá de que los procesos distributivos implementados a lo largo de las décadas comprendidas fueron diferentes y no se pueden analizar linealmente como un todo. Durante el transcurso de este tiempo estuvieron al frente del gobierno diferentes partidos políticos que en términos generales mantuvieron las lógicas del modelo y en algunos casos las profundizaron.
Las políticas económicas implementadas buscaron potenciar un proceso de liberalización de la economía con una marcada apuesta a la inversión extranjera. Como parte de lo primero, pueden apreciarse políticas comerciales como fueron la conformación del Mercosur y la integración de Uruguay a dicho bloque regional, las firmas de tratados de libre comercio con países como México a principios de los años 2000, o más recientemente con Chile. También pueden mencionarse los más de 30 tratados bilaterales de inversión firmados por Uruguay con diferentes países del mundo.
Esto fue acompañado por medidas económicas que adoptaron status legal para dar mayores garantías a los inversionistas y mejores niveles de rentabilidad. Un caso emblemático que puede ilustrar al respecto es la aprobación de la ley n.°15.939 en 1987, conocida como la ley forestal. Otro ejemplo es la ley n.°16.906 aprobada en 1998 cuyo objetivo es la de promover inversiones. En ambos casos se establecieron un conjunto de garantías, acompañado de exoneraciones tributarias que hacen atractiva la inversión en el país y el desarrollo de áreas específicas que son de interés de acuerdo a las definiciones políticas.
Por otro lado, sería un error de apreciación ubicar el análisis de las políticas económicas aplicadas en el Uruguay sin tener en cuenta el contexto internacional y principalmente el impulso de medidas similares en la región. Con otras dimensiones y otras características, distintos países de América Latina vienen transitando casi que a la par caminos similares al de Uruguay con impactos equiparables en las respectivas economías y en particular en sus posibilidades de desarrollo. La reprimarización de las economías no sólo parece responder a decisiones gubernamentales internas de los diferentes gobiernos, sino que además existen fuertes estímulos externos para que esto suceda.
Uno de los más notorios tiene que ver con la proyección del aumento de precios que experimentaron diferentes materias primas a lo largo de muchos años, y que se consolida fundamentalmente a partir del año 2000, sin perjuicio de ciclos que mostraron un comportamiento diferente. La alta demanda proveniente de economías desarrolladas que necesitan de materias primas para continuar desarrollando sus industrias y alimentar a su población, explican los ciclos al alza en los precios de las mismas. Los conflictos armados existentes y las amenazas latentes de otros posibles también han generado aumento en los precios de las materias primas.
Mayor soberanía e independencia
El desafío para un país pequeño como Uruguay estriba en cómo continuar un camino de exportaciones que permita dar dinamismo al sector primario, asumiendo sus compromisos internacionales desde el punto de vista comercial, pero al mismo tiempo transitando experiencias que le permitan desarrollar la industria nacional desde una perspectiva de soberanía. El problema de la tierra, aspecto central del pensamiento y la acción del artiguismo merecen una revalorización en momentos de chatura ideológica y política.
Es claro que no es sencillo romper determinadas lógicas mundiales que cuentan con amplios y sólidos acuerdos de los países más poderosos, de los dominadores o hegemónicos. Uruguay es un país pequeño en el concierto internacional. Más allá de su tamaño o de su peso político, tiene condiciones naturales no sólo para producir materias primas sino también para agregarles valor ampliando las cadenas productivas, potenciando experiencias de desarrollo industrial al menos a escala de nuestra economía, apostando en una primera etapa al medio local o regional.
La economía mundial por momentos se muestra en perfecto equilibrio y complementaria en el orden establecido. Sin embargo, los conflictos armados, e incluso la pandemia del covid-19 han puesto sobre la mesa una vez más las asimetrías existentes y la falta de complementariedad para hacer frente a situaciones que ponen en jaque a la humanidad, en particular a las poblaciones más pobres. La misma ONU se ha encargado de señalar que en setiembre de 2021 poco más del 3 % de las personas de los países de bajos ingresos se había vacunado con al menos una dosis, frente al 60,18 % de los países de altos ingresos.
La situación mundial y el expansionismo de las potencias obliga a pensar sobre la necesidad del desarrollo nacional, no solo para mantener el poder nacional sino para alcanzar su potencial, o al menos intentarlo, y de esta manera mejorar la calidad de vida de la población uruguaya, protegiéndola frente a posibles amenazas. Sería utópico y hasta ridículo pensar que es posible construir una nación netamente independiente de las relaciones comerciales, alejado de la complementación y la cooperación entre países. Sin embargo, sería un buen ejercicio proyectar el escenario de mayor soberanía posible e independencia y trabajar sobre ello para avanzar y superar la situación actual, definiendo las áreas estratégicas a proteger y desarrollar en toda su dimensión.