El 25 de noviembre de 1960 las hermanas Patria, Minerva y María Teresa Mirabal fueron asesinadas por orden del dictador Rafael Trujillo en República Dominicana, por militar contra el régimen. En su honor, cada #25N se conmemora en Latinoamérica el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Se entiende por violencia basada en género hacia las mujeres "toda conducta, acción u omisión, en el ámbito público o el privado que, sustentada en una relación desigual de poder en base al género, tenga como objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos o las libertades fundamentales de las mujeres".
En lo que va de 2023 se cometieron 19 femicidios y 13 tentativas y hay decenas de gurisas y mujeres desaparecidas.
Los datos sobre violencia de género en Uruguay son escasos. El Observatorio de Violencia de Género del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) no realiza la encuesta nacional de prevalencia sobre violencia basada en género y generaciones desde 2019.
El observatorio está regulado en la ley 19.580 de lucha contra la violencia basada en género, donde se definía en el artículo 18 como un espacio "destinado al monitoreo, recolección, producción, registro y sistematización permanente de datos e información sobre la violencia hacia las mujeres" a cargo de "una comisión interinstitucional conformada por la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, que la presidirá, el Ministerio del Interior, el Instituto Nacional de las Mujeres y la Red Uruguaya contra la Violencia Doméstica y Sexual (en representación de la sociedad civil)".
Sin embargo, en 2020 el Poder Ejecutivo, a través del presupuesto, modificó la redacción, según informó ese año La Diaria y figura en la web del IMPO. El observatorio pasó a estar conformado por una comisión honoraria en el ámbito de Inmujeres, se eliminó la participación de la sociedad civil y las personas integrantes ya no tienen que ser "profesionales", sino "personas idóneas".
Datos sobre violencia basada en género
El Ministerio del Interior presentó el informe 2023 sobre violencia de género: se registraron 35.567 denuncias (en 2022 habían sido 33.350). Eso significa que hubo 117 denuncias por día, una denuncia cada 12 minutos (el año pasado las cifras fueron 110 denuncias diarias, una cada 13 minutos).
En más de la mitad de las denuncias de 2023 el vínculo entre víctima y agresor era de pareja, expareja o vínculo sexoafectivo (57 %), mientras que en el 42,7 % de los casos se trataba de familiares consanguíneos o políticos.
Otros datos específicos relevados por el MI muestran que en el 45 % de los casos la Justicia había decretado medidas cautelares o de protección, en el 50 % se detectó la presencia de niñas, niños y adolescentes, mientras que en el 6 % se utilizaron armas de fuego.
Por otra parte, en los primeros diez meses del año se registraron 2.720 conexiones y reconexiones de tobilleras electrónicas, lo que corresponde al monitoreo de más de 5.000 personas. En el 80 % de los casos el vínculo entre víctima y agresor es de pareja o expareja. Casi todas las víctimas son mujeres (96 %), frente a 4 % de varones. En tanto, casi todos los ofensores son varones (97 %) y apenas 3 % son mujeres.
A diferencia de los años anteriores, la información divulgada en esta oportunidad no estaba desagregada según el tipo de violencia. Hay que seguir haciendo referencia a los datos del año anterior. En 2022 el 52,8 % de las denuncias fueron hechas por violencia psicológica; 39,1 % por violencia física; 4,5 % por violencia económica o patrimonial; 3,4 % por violencia sexual.
Las mujeres ganan, en promedio, 6 % menos que los hombres ejerciendo los mismos roles, lo que supone una forma de violencia económica.
Por otra parte, el informe más actualizado disponible, de 2019, puntualizó que aproximadamente 1.1 millón de mujeres mayores de 15 años que residen en Uruguay ha vivido situaciones de violencia basada en género (VBG) en algún momento de su vida.
El porcentaje de mujeres que vivieron VBG durante la infancia es de 37,1 %; es decir, casi cuatro de cada diez. El 47 % de las mujeres de 15 años y más declaró haber vivido situaciones de VBG por parte de una pareja o expareja, y el 28,8 % sostuvo que había niños, niñas o adolescentes en el hogar al momento de los hechos.
La violencia sexual es el tipo más reportado. Al comparar esta información con la de 2013 se advirtió un aumento de 8,3 puntos porcentuales (36,5 % en 2013 y 44,8 % en 2019).
El feminismo como utopía
Caras y Caretas dialogó con Soledad González, reconocida experta y referente en la temática violencia de género, quien evaluó avances y retrocesos en las políticas contra la violencia de género, así como los desafíos urgentes que enfrenta el Estado.
¿Cómo evalúas los avances en políticas contra la violencia de género en el último periodo?
Ha habido algunas mejoras, pero son absolutamente insignificantes. Para graficar lo alarmante que es la situación, en este periodo de gobierno se van a inaugurar tres juzgados de género en el interior del país. Se trata de los primeros juzgados multimateria. El primero fue en San Carlos, que tiene unas condiciones edilicias deplorables, denunciadas por la Asociación de Defensores Públicos, y que está saturado porque hay una demanda diez mil veces mayor. Si pensamos que el país tiene 19 departamentos, y que se inauguraron solo tres juzgados, a este ritmo de crecimiento recién en 30 años vamos a tener un juzgado de género por departamento.
Ese es el nivel de lentitud que tiene el sistema político para implementar una ley que es urgente, cuando el año pasado hubo una cifra de asesinatos de mujeres elevadísima en comparación al último decenio. La verdad es que no hay ninguna política seria implementada para disminuir ni para contrarrestar los estereotipos de género. Tanto es así que Uruguay acaba de difundir el examen periódico del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Cedaw) y tiene cuatro recomendaciones que se deben cumplir en 2 años. Una de las recomendaciones es ampliar los servicios de Inmujeres e INAU para asegurar la protección de mujeres y niñas víctimas de violencia, aumentando el número de refugios, comités locales de acogida debidamente financiados y velar para que tengan acceso a asistencia jurídica, pruebas forenses, asesoramiento psicosocial y programas de rehabilitación asequibles y, de ser necesario, gratuitos.
¿Cuáles son los desafíos más urgentes que enfrenta el Estado para erradicar la violencia?
Uno de ellos es la protección de las víctimas denunciantes. Están matando a mujeres que tenían denuncias hechas. Los femicidas son hombres que ya han sido denunciados. O sea, no hay nada instrumentado para hacer un seguimiento, para tener control, saber si la víctima se atendió con psiquiatra… La verdad es que falta casi todo. Tenemos un servicio que solo atiende la emergencia, no la rehabilitación de las mujeres, mientras que la atención psiquiátrica sigue tardando meses cuando se trata de mujeres que necesitan tener una consulta especializada, que padecen depresiones enormes, con intentos de autoeliminación, que no tienen a dónde ir. Soy coordinadora de un dispositivo para grupos de mujeres víctimas de violencia sexual que es el único dispositivo en el Uruguay que apunta a la reparación de las mujeres, a que se puedan parar y continuar su vida trascendiendo la violencia que sufrieron y transformando el dolor en fuerza. Lo que hay en este país son servicios que te sacan del apuro, pero no de acompañamiento real, ni psicológico ni psiquiátrico.
¿Cómo es el vínculo entre colectivos feministas y el Gobierno actual?
Hay muy poco diálogo.
¿Y a qué se debe?
Entre otras cosas porque lo que los gobiernos han hecho por atender la demanda es tan ínfimo que siempre hay una distancia grande en un diálogo que no apunta a incrementar el presupuesto ni a tomar medidas serias. La conversación siempre es por cosas absolutamente menores. La gestión del Gobierno apunta simplemente a mejorar alguna cosita menor, en algún lugarcito, que no cambia la historia de nada. No hay un plan, no hay una disposición ni un discurso público que señale a la violencia de género como un problema. Yo creo que no le importa nadie que nos maten. No se ve que haya una preocupación ni se vio a ningún parlamentario o parlamentaria plantear la necesidad de implementar la Ley Integral de Violencia de Género durante la discusión de la Rendición de Cuentas. Mataron a tres mujeres y hubo dos intentos de femicidio en diez días y nadie habla al respecto. ¿Qué tenemos que hacer para que el sistema político se interese? Lo que hemos hecho evidentemente no les llega y los datos no les impactan.
¿Cómo puede impactar el avance de la ultraderecha en la región sobre los derechos de las mujeres? ¿Puede afectar a Uruguay?
Creo que hay una amenaza muy grande sobre los derechos de las mujeres y de la población LGTB. Todo el discurso de la ultraderecha es profundamente antifeminista, antidiversidad sexual, antiderechos, conservador. Milei ha hablado de vender bebés y plantea temas de una gravedad y de un pensamiento en el que la violación de los derechos humanos no es un límite. Contraviene las convenciones internacionales de los derechos del niño, de los derechos de las mujeres. En el caso de Argentina es un desafío muy grande de resistencia el que tienen las compañeras. Cómo impactará acá no lo sé. Tampoco logro imaginarme con mucha perspectiva qué sucederá en Argentina, pero imagino cosas muy malas. Por otro lado, Argentina es un país que tiene una cultura de protesta y de resistencia muy grande. Habrá que ver también cómo reaccionan, si las medidas prometidas en campaña electoral se cumplen y si las leyes realmente retroceden o no. Acá en Uruguay, el que haya ganado la derecha y que gobierne con la ultraderecha produjo algunos retrasos, como la ley de tenencia compartida. Lo advirtieron todos los organismos de derechos humanos especializados e igual el Parlamento lo votó. De todos modos, se encontraron con mucha resistencia y tuvieron que modificarla mucho para poder obtener los votos, lo cual confirma que hubo una gran resistencia de la sociedad civil organizada y de la institucionalidad defensora de derechos humanos.
Cuando surgen figuras como la de Milei, ¿puede leerse como un fracaso de las izquierdas o pensar que sus discursos no están llegando?
Sin duda hay una desconexión entre las élites y el discurso de la izquierda con los problemas que vive la sociedad. Una de las críticas que tuvo el Frente Amplio por parte de cientistas políticos es que dejó de escuchar a la gente. Incluso la propia fuerza política lo expresó en su autocrítica y para revertirlo creó la campaña El Frente Amplio Te Escucha. Creo que lo que le pasa a la izquierda clásica, y esta es una opinión profundamente feminista, es que le falta tener un camino de esperanza, una utopía que nos invite a caminar. Para las feministas que somos de izquierda esa utopía está en el feminismo de izquierda. El feminismo propone una alternativa de vida. Hay mucha teoría creada sobre cómo podría cambiar el mundo para hacerlo más vivible y mejor para todos y todas. Transformaciones productivas, de las relaciones sociales y afectivas, el vínculo con el cuidado de la vida, la infancia, el trabajo no remunerado y el cuidado del medioambiente, que es uno de los desafíos inmediatos que tenemos por delante. El problema es que la izquierda clásica no tiene esa utopía. Pero a la vez hay otro problema muy grande: la izquierda clásica no acepta el feminismo, mucho menos pensado como una sustitución de caminos a seguir. Y no se trata de que tenga un problema teórico con el feminismo, lo que tiene es un problema de poder con las feministas. Los hombres, incluidos los dirigentes y los militantes de izquierda, tienen que estar dispuestos a ceder poder y a cambiar sus formas de ejercerlo para que el mundo sea otro mundo.
Algunas reflexiones
El 25 de noviembre de 2022, en la nota especial por el Día Internacional de la Eliminación de Violencia contra la Mujer, escribimos los siguientes párrafos que, lamentablemente, siguen igual de vigentes:
"La eliminación de la violencia contra las mujeres es una lucha de largo aliento, una carrera de fondo que requiere militancia constante, discusiones, debates, información. Repensar cómo nos condicionaron y cómo nos relacionamos con eso a nivel consciente e inconsciente es arduo e incómodo. Por supuesto que es mucho más fácil seguir como venimos hasta ahora, pero no es justo.
No alcanza con decir que creemos que la igualdad es necesaria. Hay que tomar acción. A nivel individual, en nuestros espacios familiares e íntimos, en todos los círculos sociales. Hay que reconocer este problema y luchar de manera activa para cambiarlo. Solo de esa manera es posible soñar con un futuro mejor para todas y todos.
Los mandatos de género nos oprimen y afectan, y aunque las mujeres somos las que sufrimos de manera directa la violencia, los varones también están condicionados. La socialización desde la infancia en la violencia, el ataque, la confrontación; las expectativas de éxito, de tener muchas parejas sexuales, de proveer, de no llorar, no conectar con la emotividad y la sensibilidad que todas las personas tenemos, la hiperestimulación de la racionalidad son exigencias que afectan la vida de los niños, adolescentes y adultos".