Por Leonardo Borges
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“Los números no mienten, mienten los que hacen los números”. Esta es una recordada frase del extinto presidente de Peñarol, contador José Pedro Damiani, y que viene muy bien para analizar el tema que nos compete: los números y las previsiones para la economía, así como los rankings que tan felices nos hacen cuando van en consonancia con nuestras opiniones. Así como el ranking FIFA era una mentira cuando nos encontrábamos en el puesto 20 o 22, hoy que nos situamos entre los diez mejores, es la maravilla más aplomada y perfecta maquinaria de estadística.
La economía, en algunas instancias, y más precisamente las proyecciones económicas funcionan como una especie de tómbola o quiniela, de lotería proyectada con seriedad, pero con la certeza que puede tener cualquier ciencia social, o sea, mínima. Igualmente seguimos el derrotero de las grandes previsoras, que en general poseen intereses mezclados en las previsiones que dan. No menciono ex profeso a los profesionales o a las previsoras estatales, sino a determinados ámbitos económicos que juegan un papel complejo, de arte y parte. Además, sumado a esto, los pronósticos en sí mismos se convierten en una especie de “profecía que se cumple a si misma”. El teorema de Thomas rezaba lo siguiente: “Si una situación es definida como real, esa situación tiene efectos reales”. Robert Merton afinó muchos años después ese teorema, fundamentando sobre las bases de la profecía que se autorrealiza: “La profecía que se autorrealiza es, al principio, una definición ‘falsa’ de la situación que despierta un nuevo comportamiento que hace que la falsa concepción original de la situación se vuelva ‘verdadera’”. O sea que las previsiones o los rankings pueden acelerar procesos de inversión o de retiro de las mismas, que cumplan (en caso de información errada) una profecía autocumplida. Sólo es cuestión de tomar un actor más o menos serio, más o menos respetable de la economía con llegada a los medios de comunicación y relaciones con alguna multinacional para tener un referente económico que puede hacer caer una empresa o un banco. Si los juntamos en Suiza o en Estados Unidos, podríamos hacer caer una economía nacional. ¿Tan frágil es la economía de un país?, podrán preguntarse. Bienvenidos al capitalismo actual, responderé.
En los últimos días se dieron a conocer algunas previsiones sobre las economías latinoamericanas, así como algunos rankings diseñados por el Foro Económico de Davos, en los que –adelanto la sorpresa– Uruguay sale más que bien parado. Esto viene sucediendo desde hace unos cuantos años, en los que el país aparece en los primeros puestos de las listas en Latinoamérica, en general jugándose los primeros puestos con los mismos países, Chile y Costa Rica. Ya llegaremos a los números fríos, pero previo al descorche por parte del lector, hay algunos datos que vale la pena analizar.
Como decía Damiani en sus sabias palabras, los números son inocentes de la utilización que el capitalismo hace de ellos. El Foro Económico de Davos (World Economic Forum) para Latinoamérica marca que Uruguay está primero en Índice de Desarrollo Inclusivo. El ranking toma 109 países y su desarrollo a lo largo de cinco años. Este índice está basado en un set de indicadores de rendimiento claves, que proveen un análisis multidimensional de los estándares de vida. Evalúan a las naciones en tres áreas básicas: Crecimiento y Desarrollo, Inclusión y Equidad Intergeneracional y Sostenibilidad. Otra subdivisión más compleja los agrupa en indicadores que hablan del desarrollo y crecimiento económico, inclusión social y sostenibilidad a través del tiempo.
La lista de economías en desarrollo –existen dos listas, una de países “avanzados” y otra de economías en desarrollo– la lideran Lituania y Azerbaiyán. Uruguay se encuentra en el puesto 6, colocándose en la cúspide de los países latinoamericanos, por encima de nuestros enemigos de siempre (en jerga turfística) Chile y Costa Rica. Lo novedoso de esta lista, y que merece ser analizado, es el sitio que ocupa Argentina. Se ubica en el puesto 11, muy cerca de Chile, en el 8. No es que uno suponga que no lo merece, sino que los puestos de Argentina en las clasificaciones y previsiones mutaron drásticamente desde que el gobierno cambió de signo hace muy pocos meses. O sea, que la macroeconomía y las estructuras económicas, tan criticadas y vilipendiadas por los organismos internacionales y las empresas, cambiaron de forma mágica tras las asunción de Mauricio Macri (hace tan sólo 13 meses). Se asemeja mucho a la frase del contador. El foro de Davos casualmente recibió a Argentina después de más de 13 años, en los que los presidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández decidieron no asistir y borrarse de esas reuniones. El último presidente argentino en asistir a Davos fue Eduardo Duhalde, antes de que Macri sellara sus participaciones el año pasado. Este año, cuando el foro lanza este ranking de IDI, casualmente Argentina alcanza un sitio que seguramente bajo el gobierno de Cristina no detentaría. Eso desata obviamente una profecía que se cumple a sí misma.
Algunas pistas podemos encontrar en la página web del foro; en su sección para Latinoamérica, al inicio y como forma de preludio, se puede leer: “América Latina ha llegado a un punto de inflexión. Sus economías están adaptando sus estrategias monetarias y fiscales frente a un período de crecimiento más lento y recortes presupuestarios. La región también está experimentando hitos políticos históricos, promoviendo reformas estructurales y abriéndose para una mayor integración, ya que la inclusión y la reducción de la pobreza siguen siendo una prioridad en la agenda”.
La opinión es clara sobre el proceso en América Latina, los cambios de signo político y de conducción económica en muchos países. Más adelante exige cambios (quizás reformas estructurales), aunque no deja claro cuáles: “La región debe poner en marcha medidas innovadoras”. Más adelante se refiere específicamente a Argentina en estos términos: “La transformación en curso de la región está bien ejemplificada en el país anfitrión de este año. Argentina –una economía del G20 con vastos recursos– está adoptando dinámicamente un nuevo marco económico, reentrando en los mercados crediticios internacionales e impulsando las transformaciones tecnológicas y digitales en todos los sectores”.
Por su parte, Uruguay detenta algunos estándares elevados, como por ejemplo el de Inclusión, que además ha crecido en los últimos cinco años. Por otra parte, en cuanto a Igualdad Intergeneracional, Uruguay se ubica en el puesto 42, demostrando un atraso importante en este ámbito. En lo que tiene que ver con el crecimiento, el país se colocó en el puesto número cinco.
Con respecto a la inclusión financiera (desvelo del gobierno), nos coloca en un índice medio, mientras que la concentración de rentas (asociada al subíndice de corrupción) y la tendencia a la alta de la deuda pública afectaron el puesto final de Uruguay.
Otro de los datos que han aparecido en los últimos días está relacionado con las previsiones hechas por FocusEconomics para Latinoamérica. Bajo el título de Latin Focus Consensus Forecast, fechado en enero de 2017, apareció un documento, al que accedió Caras y Caretas, en el que se hacen los pronósticos para los años venideros, algunos de ellos hasta 2020. Los titulares de los diarios se quedaron, en general, con la aceleración prevista de la economía uruguaya para 2017 de 1%, aunque hay diferentes posiciones al respecto, inclusive al alza. Según Focus, toda la economía latinoamericana “saldrá este año de la recesión en la que entró en 2016 y crecerá modestamente”.
Uruguay se coloca en un sitio bastante marginal en esa previsión, aunque la sola idea de crecer y no estancarse es lo suficientemente importante. Los 16 analistas que respondieron la encuesta sobre la que se genera la previsión prevén un crecimiento de 1% del PIB nacional, en consonancia con los vaticinios oficiales.
Panamá y República Dominicana son las naciones que detentan los primeros lugares de la lista, mientras que Venezuela y Ecuador son los únicos países que aparecen con un saldo negativo de -4,1% y -0,3%, en franca caída. Es una obviedad este dato en el contexto de quienes generan los datos, los números y los marcos interpretativos en que se basan.
Otro de los datos más o menos manejados por la consultora es la influencia de la asunción de Donald Trump en las economías latinoamericanas. Una real profecía que se cumple a sí misma, en la que los movimientos de las bolsa, del dólar y las tasas de intereses danzan al ritmo de las contiendas políticas y los medios de comunicación.
“La incertidumbre política y económica generada por la victoria de [Donald] Trump en Estados Unidos pesa sobre los indicadores de confianza económica, generando dudas sobre si la recuperación de la región podrá sostenerse hasta 2018”, subrayó la consultora en el sumario del documento. Con respecto a 2018, los analistas son más optimistas, dado que proyectan un crecimiento de 2,2% y hasta de 4% según algunos operadores locales.
Con respecto al dólar y más allá de las incertidumbres autogeneradas por la asunción de Trump, los analistas oscilaron entre 31,20 y 31,70 pesos, aunque algunos operadores menos esperanzados lo sitúan en 33,70 pesos.
Los números siguen allí como predicciones que generan realidades en muchas oportunidades. Argentina tiene previsto un crecimiento de su PIB de 3%, quizás atado con el gobierno de Macri o por lo menos con las relaciones del presidente con el poder económico, que lo hacen un interlocutor válido y un aliado estratégico. Los números no mienten, aunque mienten los que hacen los números.