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MUJERES TOMARON LAS CALLES

300.000 puños en alto

Este miércoles las mujeres se volcaron a las calles con varios reclamos en su agenda encabezados por el fin de la violencia de género. Trescientas mil personas marcharon sacudiendo la modorra de una sociedad que parecía adormilada.

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Caras y Caretas Diario

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Por Isabel Prieto Fernández

A las 18 horas la plaza Cagancha ya estaba llena de gente. Se mirara hacia la plaza Independencia o hacia el Obelisco, era fácil adivinar que la marcha sería imponente. Hasta donde llegaba la vista se veían mujeres de todas las edades. Entre ellas había miles de hombres y también miles de niños.

La mayoría de las mujeres llevaban alguna prenda de color negro, el colectivo feminista Minervas, gran promotor de esta actividad, lucía el violeta que lo caracteriza.

Las Minervas eran las encargadas de abrir la marcha, pero era tanta la gente que les costó quedarse adelante. Al final, recién pasando Ejido, lo lograron.

Grito de rebeldía

A todas luces fue una marcha rebelde, llena de jóvenes, pero también de viejos, de niños, de gente en edad madura, de ancianas muy ancianas.

No había silencio, sino gritos y puños en alto, desde el conocido “Tocan a una, tocan a todas”, hasta el grito de “Mujer, escucha, únete a la lucha”. Entre esas consignas sencillas y claras, se mezclaron otros cánticos, más extensos y elaborados, entre sonrisas y puños en alto, entre mujeres portando pancartas con el nombre de sus queridas asesinadas a manos de las parejas o ex, al lado de otros carteles en los que se leía en letras negras sobre un rojo intenso: “Furiosas y vivas contra el patriarcado”.

Frente a la iglesia del Cordón alguien colgó una pancarta: “Contra el patriarcado, sus defensores y sus falsos críticos”. Fue frente a esa misma iglesia que la conocida reportera gráfica Martha Passeggi le pidió a una mujer que se parara. La idea era fotografiar el cartel que portaba: “Disculpe las molestias, pero nos están asesinando”. Atrás, un niño a babucha, portaba un cartón en el que se leía “Prometo respetarte”.

“Olé olé, olé olá, este sistema es opresor y patriarcal”, coreaban las mujeres y se sumaban los hombres.

Proclama y aquelarre

El estrado estaba montado a las puertas de la Universidad de la República. Los micrófonos, los parlantes, todo listo para que se subieran a leer la proclama. Pero eso jamás pasó porque quienes debían hacerlo se quedaron en la calle, sin subir la escalinata.

Las mujeres se formaron en círculo. En el medio tiraron madera, escobas caseras hechas con ramas, papeles y prendieron fuego aquello. En medio de ese aquelarre, improvisado y público, varias voces se unieron para leer la proclama:

“Nosotras paramos. Nosotras, mujeres, compañeras, trabajadoras. Nosotras, desde las niñas hasta las mujeres de más edad. Nosotras que estudiamos, trabajamos en nuestras casas y fuera de ellas. Nosotras las libres, las encerradas y las locas. Nosotras que tenemos la piel de diversos colores, y raíces en distintos pueblos. Nosotras que deseamos amar fuera de las reglas heteronormativas. Nosotras las mujeres trans, las que parimos hijas e hijos o las que no queremos hacerlo. ¡Paramos y estamos juntas en alerta y en las calles una vez más!

Paramos y no estamos solas. Están con nosotras las diversas mujeres que se hicieron oír a lo largo de la historia, que nos regalaron su lucha florecida y amorosa, que comparten su potencia revolucionaria.

Queremos seguir construyendo un movimiento que haga sentir su voz y sea visible. Un movimiento que cuestiona la sociedad que sabe que el patriarcado, junto al capitalismo, el racismo y la guerra imperialista de los poderosos nos mata y empobrece. Porque queremos un mundo donde nuestra existencia y la de las y los que amamos sea digna.

No nos hemos callado: salimos a las calles, denunciamos cada feminicidio. Porque el estado patriarcal y capitalista sostiene y reproduce las condiciones para que todos los días nos violenten, nos golpeen, nos violen, nos maten, porque no tenemos las garantías institucionales ni los acompañamientos necesarios cuando denunciamos los abusos a los que nos vemos sometidas.

Conjuramos el dolor en un abrazo, reafirmando nuestra capacidad de autocuidado, singular y colectivo recordando que la violencia no es un problema privado. Hoy volvemos a afirmar: ¡Tocan a una, tocan a todas!

Paramos porque somos objeto de acoso, en la calle, en la escuela, en el trabajo, en las redes. Porque nos siguen presentado como objeto para satisfacer necesidades y deseos de otro, porque se nos cosifica, violenta y expone. Porque todos los espacios son espacios de nuestra lucha antipatriarcal, nos juntamos, conspiramos y decimos basta. Hacemos de nuestra rabia un arma, la templamos al fuego de la pasión y salimos a la calle.

Paramos porque los poderes médicos, políticos, judicial, y religioso continúan limitando y condenando nuestra autonomía. Nos condenan cuando nos atrevemos a decidir si queremos ser madres o no, cómo, cuándo, dónde y con quién parir a nuestras hijas e hijos. Porque a pesar de nuestras luchas se aprobó una ley de interrupción voluntaria del embarazo que aún presenta restricciones y mantiene el aborto como delito y ni aun así nos garantiza el acceso y derecho a decidir lo que ella habilita.

Hoy paramos porque la pobreza, el desempleo, la tercerización y la precarización recae y se profundiza sobre nosotras, más aun en tiempos de crisis. Porque nosotras, doblemente oprimidas, seguimos sosteniendo la doble jornada laboral, porque el cuidado que hacemos de otras y otros se invisibiliza y nos es negado como trabajo. Porque nos preparamos más y nos pagan menos; porque somos las últimas en entrar al mercado del trabajo y las primeras en salir; porque somos las de ahora y las de siempre, las de todos los tiempos, las de aquí y las de allá, las que sin miedo a la libertad nos empecinamos en cambiar la vida. ¡Nosotras que estamos hartas, nosotras, las brujas, las que sabemos conjurar, las que nos abrazamos para tomar fuerza y seguir luchando. Nosotras, que creemos en nuestra fuerza colectiva, gritamos fuerte para que se sumen otras, muchas otras. Nosotras seguimos con el puño en alto y la dignidad rebelde. Reafirmamos que cada una se junte con otra de todas las formas posibles para construir una vida libre y para todos.

Feminismos en las plazas, las casas, las camas y en todas partes. ¡Viva las luchas feministas y las mujeres! ¡Viva el 8 de marzo!”.

El final recomenzó la consigna de “Tocan a una, tocan a todas”. Desde la Universidad se fue extendiendo a lo largo de 18 de Julio. No sonaba a grito de guerra, sino de advertencia. Imposible no escucharlo.

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