Cualquier persona que haya bajado a la playa con un pequeño sabe que tienden a meter la mano en la arena y llevársela a la boca. ¿Qué les atrae?
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A partir de los cuatro o cinco meses, el bebé comienza a explorar el mundo que le rodea y una manera de hacerlo es a través de la boca, lo que se conoce como fase oral.
No lo hacen por hambre, sino por curiosidad, como una forma de descubrir los elementos y objetos a su alrededor. Por eso también debemos tener especial precaución con piezas pequeñas, pilas o imanes, que podrían tragar y asfixiarse.
Es normal que bebés y niños pequeños coman arena porque quieren ver cómo es, a qué sabe, qué textura tiene. Para ellos es algo nuevo y les llama mucho la atención.
Ingerir una pequeña cantidad de arena no es peligroso, pero es importante quitarle la arena de las manos y de la boca para que aprenda a no hacerlo más. Además, puede haber gérmenes en el suelo que afecten su salud.
Si esto sucede de manera recurrente con arena y otros elementos, el niño puede sufrir pica.
La pica es un trastorno alimentario en el que existe un deseo irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas y poco usuales como la tierra, la tiza, el yeso, las virutas de la pintura, el bicarbonato de sodio, el almidón, el pegamento, el moho, las cenizas de cigarrillo, el papel.
Existen distintas variedades de pica, según sea la sustancia que se ingiera, como la geofagia (comer tierra), la onicofagia (comer uñas), la cautopirofagia (fósforos quemados), la litofagia (piedras) y la xilofagia (maderas), entre muchas otras.