El ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech, es un hombre que se comunica más con lo que no dice, con las frases que deja en el aire, que con las oraciones completas. Cuando de verdad no sabe algo, lo dice, pero solo da pistas de lo que sí sabe y no le conviene decir. En esos casos, muestra la hilacha y esconde el tejido: “Uruguay tiene una riquísima institucionalidad. Creo que somos ejemplo en el mundo de cogobernanza. Se lo dice alguien que fue presidente de Inase (Instituto Nacional de Semillas) y presidente de INIA (Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias). Yo me senté en la mesa con la Federación Rural, con los arroceros, con los usuarios, con Fucrea (Federación Uruguaya de Centros Regionales de Experimentación Agropecuaria)y con CAF (Cooperativas Agrarias Federadas). Y fue de las experiencias más ricas que he tenido. Si hay… porque acá hay otro lío y yo no soy quién para juzgar. No puedo. Veremos. Yo apelo a que la institucionalidad funcione porque si no, cómo hacemos para tener interlocutores válidos como gobierno. Esa es la apuesta fuerte”. Y “el acá hay otro lío” quedó perdido en la respuesta. El camino del medio “No estoy preocupado; estoy ocupado”, comenzó contestando Benech en su primera conferencia de prensa como ministro. Lo que se le había solicitado era una reflexión sobre el momento complejo que está viviendo el agro. Pero para el ministro “no es de las más graves”, y de esa forma minimizó la coyuntura. De paso, recordó que el gobierno siempre está en contacto con los sectores del campo: “Hemos venido haciendo cosas. No es casualidad que haya consejos de ministros en el interior del país. En cada uno recibimos 15, 20 y más delegaciones. Atendemos y resolvemos lo que podemos. Hay 40 mesas desparramadas a lo largo del país. Necesitamos un país unido, no dividido. Eso me preocupa un poquito más. Estas cosas, a veces, dividen”. Lo que queda claro que es que el gobierno no está en una etapa en la que quiera la confrontación y, en esa respuesta, las intenciones quedan plasmadas, así como en otras expresiones de la conferencia. Y acá va un ejemplo: “El ámbito para conversar lo dijo el presidente y yo lo comparto. Uruguay tiene institucionalidad. Debemos respetarla para podernos entender. En el MGAP tenemos que ver con los sectores productivos donde hay una institucionalidad muy rica. En todas las instituciones (INIA, INAC, Imale…) ha representación de las gremiales desde hace muchos años, no es de ahora. Por lo tanto, cuando tenemos problemas, lo primero que hacemos es usar las herramientas que tenemos y a eso apelamos”. Igualmente reconoció que algunos sectores estaban más complicados que otros, como arroceros y lecheros, pero “estamos trabajando con ellos para ver qué hacemos”. División versus unión La semana pasada y principios de esta, bastaba entrar a determinados portales de medios conservadores para ver que lo que se pretendía era dividir. Se utilizaron titulares de impacto para crear una ilusión de levantamiento del campo, ilustraron con camionetas 4×4 para generar el rechazo de los que solo ven tierra alrededor de un árbol. Como les dio el resultado esperado, sacaron los tractores y después las avionetas. Gran despliegue visual y sonoro mostrando los sufrimientos del interior profundo para sensibilizar al gobierno y a las masas urbanas. La primera reacción citadina fue negativa. Bingo, era lo que se quería. No la gente de campo, sino los vivillos que tienen grandes negocios rurales, con tierra o sin ellas: estancieros, consignatarios, rematadores, empresas de servicio agrícolas, camioneros, etcétera. Ya que la cosa venía de buenas, al diario El País se le ocurrió publicar las reivindicaciones rurales. A saber: rebajar el precio de los combustibles o su libre importación; reducción de la contribución inmobiliaria rural; evitar la duplicación de pagos de Impuesto de Primaria; reducción de las tarifas de energía eléctrica; exoneración de los aportes al BPS de productores pequeños y colonos de menos de 50 hectáreas; más firmeza en el combate al abigeato; mejorar la seguridad pública; que el Mides no asista a más personas de menos de 35 años; cerrar acuerdos comerciales con otros países; el dólar a $ 36; bajar el precio del gasoil de $ 40,40 a $ 26. En tanta reivindicación para el sector, se les coló la molestia de la asistencia que el Mides brinda a los carenciados, dejando en evidencia que la diferencia no es campo-ciudad sino de clases, simple y llanamente. Casi en paralelo con ese exabrupto antipobre, El País publicó en su portal un artículo titulado ‘Sindicato de trabajadores rurales denuncian que patrones obligan a ir a las protestas’. Por supuesto que fue bajado de la web apenas se dieron cuenta, pero para entonces ya era tarde: el objetivo -por demás despreciable- de presentar una fisura entre la gente de campo y la de ciudad no estaba surtiendo efecto por una razón sencilla: el desequilibrio, la antítesis, la razón de la ruptura no es geográfica sino social. En definitiva, siguen siendo las mismas que en el siglo pasado y en los pasados del pasado: los ricos beneficiándose a costillas de los que están debajo de su nivel socieconómico, algo que les salta, aunque quieran evitarlo. Un editorial de El País (aclaro que no tengo nada personal contra ese medio, pero es que es el más usado por la clase dominante) del jueves 18, dice: “Berterreche, a diferencia del 99% de la dirigencia frentista, algo de campo sabe. Al menos de forestación, que es su área de especialización. Pero su anacronismo ideológico (sus ideas quedaron trancadas allá a fines de los 80, cuando todavía existía el Muro de Berlín, y la gente hablaba de ‘yuppies’) y su necesidad de defender lo indefendible, le impiden ver una realidad que rompe los ojos”. Acá la única realidad que rompe los ojos es que el editorialista pone que el exministro aludido sabe algo de campo y luego lo desestima. Por supuesto que es un editorial no firmado. Demasiado burdo todo como para que alguien se haga cargo poniendo el nombre. Para colmo ese día, una columna del periodista Gerardo Sotelo en el mismo medio dice: “Para estos compatriotas (por los pequeños productores), regalar dinero a cambio de nada o despilfarrar recursos públicos, generados por brazos y cerebros productivos y laboriosos, constituye un verdadero escándalo. Aun así, no hay ninguna gremial ni colectivo del agro que plantee eliminar las políticas sociales ni la lucha contra la desigualdad”. A Sotelo le vendría bien hacerse de un tiempito para leer el diario en el que escribe.
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Los vuelos en formación
Caras y Caretas preguntó al ministro Enzo Benech si había realizado algún tipo de consulta a la Dinacia en relación a las avionetas que acompañan las manifestaciones desde el aire. La pregunta pareció pertinente en función de la seguridad -o inseguridad- para los propios manifestantes. Como se ha visto en determinadas filmaciones, a veces son hasta seis avionetas volando una cerca de la otra y, a la vez, a baja altura. Según la reglamentación de la Dinacia, “nadie puede operar una aeronave civil en formación de vuelo, excepto de acuerdo a programación y procedimientos especiales autorizados por Dinacia para casos excepcionales debidamente comprobados como seguros”. En el caso de las aeronaves que se vieron en las manifestaciones, son avionetas que, se supone, tienen permiso para uso agrícola, no para andar surcando los cielos (quizá rozando el tendido eléctrico, sería lo más adecuado para este caso concreto), en un peligro vuelo sobre vehículos con leyendas que reclaman que se baje el costo del gasoil.