Javier Milei será el nuevo presidente de Argentina. Ganó las elecciones el 19 de noviembre con 55.69 % de los sufragios, un total de 14.476.472 de votos. La noticia cayó como un rayo para el 44.30 % que optó por Sergio Massa y guardaba la expectativa de una victoria apretada.
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El reconocimiento de la derrota por parte del candidato del peronismo fue rápido: la distancia de casi 3 millones de votos aceleró los tiempos de felicitación a Milei en la noche del domingo por parte del pronto exministro de Economía, quien anunció en su discurso “el fin de una etapa política” en su vida.
El fin de etapa política puede ser utilizado para pensar en términos generales lo que termina en Argentina con la derrota del peronismo. El país se apresta ahora a ingresar a un nuevo experimento neoliberal encabezado por un hombre que promete dolarizar la economía, cerrar el Banco Central, realizar un shock de ajuste fiscal y privatizar las empresas públicas.
Lo que para muchos parecía imposible hace tan solo unos meses será entonces realidad a partir del próximo 10 de diciembre: Milei se pondrá la banda presidencial, escoltado por la vicepresidenta Victoria Villarruel, bajo la legitimidad de los heterogéneos millones de votos que fueron hacia él con la expectativa de salir de una crisis económica continuada.
Las razones de la victoria
El voto a Milei era perceptible en las conversaciones cotidianas con peluqueros, taxistas, trabajadores precarizados, gente de a pie cansada de una inflación que tocó el 142.7 % interanual, y una política sin respuestas ante ese problema. Fue una de las razones centrales del voto a Milei, que prometió lo que todos piden en Argentina: un cambio.
El total de votos obtenidos puede verse de forma matemática: 29.99 % obtenidos por Milei en primera vuelta, sumados al 23.81 % de Bullrich que le dio su apoyo luego de su derrota el 22 de octubre, y un porcentaje procedente del cuarto en disputa, Juan Schiaretti. Milei, el outsider de la política, logró así reunir su caudal propio de votos movidos por una conexión con el sentimiento de frustración y hartazgo de la época, con el caudal de Bullrich signado por un antiperonismo o antikirchnerismo.
Esa confluencia de votantes le ganó a un peronismo que apeló a un conjunto de valores democráticos y memorias de tiempos mejores que no alcanzaron a inclinar la balanza a su favor. Se impuso la demanda de cambio, bandera particularmente adversa para el candidato y ministro de Economía en funciones.
Una derrota política
El peronismo perdió más que unas elecciones. La contundencia numérica en las urnas a favor de Milei expresó la derrota política de una experiencia que llegó en 2019 luego del gobierno de Macri, con promesas de mejorar la vida de la mayoría y que no lo hizo. No pudo, no supo, no alcanzó.
Las cabezas del gobierno que está por terminar no se irán como Cristina Fernández en diciembre de 2015, ante una Plaza de Mayo llena, sino por la puerta de atrás del palacio presidencial. El gobierno del tridente Fernández, Massa y Cristina Fernández decepcionó en economía, en política, y parece marcar un fin de ciclo, la necesidad de un recambio de formas y contenidos.
Esa derrota agrega una dificultad para pensar cómo se articulará la resistencia a las políticas económicas de shock ratificadas por Milei, que anunció la privatización de los medios públicos, la petrolera YPF y una reducción de ministerios. La probable desorientación inicial del peronismo será aprovechada por el gobierno entrante para avanzar de manera acelerada. Ya lo dijo Milei: no habrá gradualismo, una advertencia articulada a la amenaza represiva.
La difícil transición
El gobierno saliente tiene aún más de dos semanas por delante en contexto de fragilidad económica con presiones para devaluar, remarcación de precios que el martes alcanzaron cerca del 25 % en productos alimentarios. No son pocos quienes analizan que el objetivo de Milei es acelerar la crisis antes de asumir el mando para endosarla al presidente saliente.
La espiralización de una crisis con impacto sobre la moneda sería a su vez favorable para Milei en su plan aún borroso de dolarización que necesita un peso sin valor material ni simbólico. No es lo único borroso de su hoja de ruta de privatizaciones que demandará acuerdos en un Congreso donde los bloques aún se están diseñando, en particular dentro de las filas de la fácticamente terminada coalición de Juntos por el Cambio.
Las preguntas son muchas: ¿cómo se articulará lo que parece ser una inestable alianza entre Milei y Macri?, ¿cómo hará el nuevo gobierno para bajar una inflación que es la demanda central de quienes lo votaron?, ¿qué renegociará con el Fondo Monetario Internacional? Milei ya anunció que viajará a Washington e Israel antes de la toma de posesión.
Argentina comienza su cuarta etapa neoliberal, después de la fundacional con la dictadura de 1976, la implementada en los noventa y luego por Macri: ninguna terminó con resultados favorables para quienes conforman la base votante mayoritaria de Milei. Esta vez será de la mano de un hombre notoriamente inestable, agresivo, parte de la corriente internacional de ultraderecha, junto a una vicepresidenta que lleva años de trabajo de reivindicación de la dictadura.