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Columnas de opinión | Delirios |

Espionaje

Delirios

Si un presidente no es responsable de lo que hacen los servicios de Inteligencia de la Policía y las Fuerzas Armas, entonces ¿quién?

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Caras y Caretas Diario

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Desde la falda de una de las montañas de la Sierra Madre Oriental observo en la noche las luces de Monterrey, a un paso de la madre patria (Estados Unidos) mientras pienso en esta nota, que escribiré al regresar a la ciudad.

Estoy lejos del paisito y no sé lo que en él sucede; pero lo imagino.

Supongo que los medios hegemónicos de comunicación no estarán hablando de otra cosa que no sea el espionaje ilegal, comprobado por la Justicia, realizado desde 1985 a 2005, bajo la responsabilidad de los presidentes Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle.

Casi puedo ver a los periodistas persiguiendo por todas partes a los dos que quedan vivos, exigiéndoles respuestas. Supongo que los principales programas televisivos y radiales pasarán todo el mes comentando este escándalo; porque si no se considerara escándalo, estaríamos en una republiqueta de cuarta.

Supongo que el equipo de Santo y Seña habrá salido a la búsqueda de cada involucrado, montando guardia frente a sus domicilios, corriendo tras ellos cuando salen en automóvil o van a cerrar un portón.

No vale decir “no tengo conocimiento”. Si un presidente no es responsable de lo que hacen los servicios de Inteligencia de la Policía y las Fuerzas Armas, entonces ¿quién?

¿Los militares y policías realizaban este delito, usando recursos materiales y humanos del Estado, sin que sus jefes lo supieran? ¿Cómo justificaban sus horas de trabajo durante tantos años? ¿Lo hacían por amor al arte y no cumpliendo órdenes superiores? ¿Los ministros de Defensa e Interior no controlaban y dejaban a sus subordinados hacer lo que quisieran?

Por supuesto que, mientras yo estoy aquí a cientos de metros de altura, con precaución de no toparme con un puma, allá abajo y a lo lejos, los partidos Colorado y Nacional estarán discutiendo fervorosamente duras mociones de expulsión de sus filas contra los expresidentes.

Obviamente, no se puede pedir más, ya que los delitos cometidos prescribieron y el fiscal Enrique Rodríguez, no tuvo otra que darle cristiana sepultura al expediente. La denuncia fue presentada por los diputados frenteamplistas Gerardo Núñez y Carlos Rodríguez en 2018. De 2005 a ese año pasaron 13 años y la prescripción regía desde los 10. Alguien se durmió en filas frenteamplistas; y no fueron ellos. ¿En 20 años nadie notó nada?

Ya sé; es una pregunta antipática viniendo de un frenteamplista. La verdad ofende; y a la verdad se le teme.

En su dictamen, el fiscal señaló: "Es contundente la evidencia obtenida en cuanto a que, efectivamente, se efectuaron acciones irregulares e ilícitas de espionaje desde 1985 y, en principio, hasta 2005, por agencias de inteligencia del Estado".

Esas agencias eran “la Dirección Nacional de Información e Inteligencia, la Dirección General de Información de Defensa y la posteriormente denominada Dirección Nacional de Inteligencia del Estado, todos ellos organismos dependientes del Ministerio del Interior y del Ministerio de Defensa Nacional”.

“Queda claro, también, que el objetivo del denominado espionaje fueron los partidos políticos, líderes y partidarios de los mismos, de distintos sectores y a su vez, lo fueron movimientos populares, los sindicatos, las organizaciones sociales, y en algún caso, integrantes de otros poderes del Estado y un ente autónomo”. “La tarea ilegal se desarrolló mediante seguimientos, infiltraciones en sindicatos, organizaciones sociales, partidos políticos, y otros organismos” y “escuchas mediante captación de comunicaciones telefónicas; ingreso ilegal a domicilios, locales u otros inmuebles y fluido intercambio de información proporcionada por otras personas a las que se les pagaba por ese trabajo”.

Sanguinetti se defendió diciendo que los servicios de inteligencia del Estado “siempre deben atender lo que sucede en el ámbito político y sindical; pero eso es recoger información no se está espiando”.

O sea...

Lacalle dijo a radio Universal: “Nunca ordené ni me hago responsable de un espionaje porque nunca se ordenó por parte de la jerarquía superior, que es el presidente de la República. Lo que hay es recopilación información, que es distinto a espionaje”.

Se defienden mejor callados.

Por cosas así cayó Richard Nixon en 1974 y del escándalo de Watergate se hicieron películas y libros. En mi lejano y querido Uruguay ha de estar pasando lo mismo.

Mejor matarlos

Por otra parte, WikiLeaks ha publicado una reseña del programa "High Value Target" (HVT, Objetivo de Alto Valor) de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. La CIA analiza en este informe los pros y contras de asesinar a líderes “insurgentes” o no alineados con la potencia norteña, concluyendo que es mejor asesinarlos que encarcelarlos.

Para ejemplificar el error de mantener en prisión a un líder no subordinado a la Casa Blanca y sus cómplices del resto del planeta, el documento pone como ejemplo el caso de Nelson Mandela. Con el apoyo de la CIA, el líder del Consejo Nacional Africano (CNA) fue capturado por el aparato racista del apartheid en 1962 y mantenido en prisión hasta 1990. En poco tiempo pasó de ser el preso político de su era con más años en prisión a ser presidente entre 1994 y 1990. Para la CIA, lo más inteligente hubiera sido encarcelarlo.

Si bien el documento fue creado en 2009, sus recomendaciones son contempladas al pie de la letra en la actualidad. En ese año Estados Unidos asesinó (usando drones) a 471 personas en diferentes países, 751 en 2010 y 363 en 2011. Algún día sabremos las cifras de los años siguientes.

El 4 de agosto de 2018, el presidente venezolano Nicolás Maduro tuvo que suspender una celebración de la Guardia Bolivariana tras un fallido intento de magnicidio con dos drones cargados con explosivos que estallaron a pocos metros de la tarima en que se encontraba.

Estados Unidos ha ofrecido 15 millones de dólares a quien asesine a Maduro y otras cifras millonarias por las cabezas de jerarcas del gobierno, a la vez que le ha regalado centenares de millones de dólares al payaso de Juan Guaidó para derrocar al gobierno. ¿Qué habría sucedido si el presidente de Venezuela hubiera ofrecido esa cifra para asesinar al presidente estadounidense? ¿Acaso una fuerza multinacional no hubiera pulverizado al Palacio de Miraflores para acabar con ese "gobierno terrorista enemigo de la paz mundial”?

De la complicidad de la oposición venezolana con la Casa Blanca no tenemos por qué aportar pruebas; la reconoce el mismo gobierno norteamericano.

John Bolton, exasesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, exembajador ante Naciones Unidas y alto funcionario en varios gobiernos republicanos, a mediados de julio se jactó en una entrevista televisiva con CNN de haber participado en planes de golpes de Estado en otros países.

Por eso y más, desde estas montañas, confío en que el secretario general de la OEA, nuestro querido compatriota Luis Almagro, habrá convocado de urgencia a los Estados miembros para condenar al gobierno terrorista de Estados Unidos, y nuestro representante en dicho organismo habrá votado a dos manos una condena internacional y el correspondiente bloqueo, como es de estilo.

Sin ninguna duda, Michelle Bachelet estará trabajando frenéticamente en un informe sobre este tema con la misma dureza con que escribió contra Venezuela.

Unos amigos senderistas me dicen que debemos bajar, que no es conveniente estar a estas horas en estas alturas.

Durante el descenso me preguntan si no me sentí mareado o con delirios, lo cual es común por la falta de oxígeno.

Ah, claro, pienso... Eso lo explica todo.

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