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Columnas de opinión | tres huevos | Milei | Argentina

Magia libertaria

Los tres huevos

La experiencia de Milei en Argentina está siendo seguida con enorme atención en distintas partes del mundo.

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José Manuel Rivera se doctoró en la Universidad de Santiago de Compostela, con la tesis “Élites y organización en los partidos políticos. Un esquema para el análisis del liderazgo político en las organizaciones partidistas”.

En reciente seminario sobre “polarización afectiva” realizado en Lisboa, Rivera expuso un interesante trabajo de investigación sobre las emociones y la polarización. Para explicar que “la imperfección está cargada de emoción”, Rivera acudió a un dicho del interior profundo gallego: “no avanzar a tres huevos”. Aludió así a que comer dos huevos está bien, es correcto, pero ingerir tres huevos es demasiado, una exageración”. “Quiero decir que tres huevos es romper con lo establecido”, aclaró, para alivio de una sala que lo escuchaba con atención.

LA TRANSGRESIÓN ADMITIDA

La palabra tiene valor según el contexto. Tomemos el ejemplo de Javier Milei en Argentina y su vertiginoso ascenso desde la televisión, el teatro y sus charlas en las plazas. La retórica libertaria de Milei no caló hondo en la Argentina de 1994, ni en la del 2002 o, más reciente, en el 2015 cuando ganó Mauricio Macri. La retórica se metió en las profundidades de Argentina –en sus conversaciones y debates, en sus discusiones y reflexiones– a partir de un escenario dado, de un clima social contundente y conmovedor.

El discurso de Milei –repetido como un mantra, coherente y constante– se puede resumir en estas frases: 1) “voy a cerrar el Banco Central”; 2) “la casta empobreció a la Argentina”; 3) “voy a dolarizar”; 4) “la justicia social es injusta porque implica un trato desigual frente a la ley, pero además está precedida de un robo”; 5) “el ajuste lo van a pagar los políticos”; 6) “el Estado es un enemigo”; 7) “se acabó el curro de la política”; 9) “la inflación es un robo”; 10) “estamos frente al fin del modelo de la casta, ese modelo basado en esa atrocidad que dice que ‘donde hay una necesidad nace un derecho’”.

Estas expresiones se realizaron en un contexto de una Argentina con 140 % de inflación; con una pobreza que sacude al 40 % de los argentinos, trabajos informales y de bajo ingreso y con una catarata de desajustes de los precios que hace imposible prever negocios o la vida misma. Un escenario que indigna, molesta, perturba. Milei interpretaba elementos del “sentido común” prevalente que, paradojalmente, afectaba otro “sentido común” mainstream, ese anglicismo tan actual que se usa para hablar de tendencia o moda dominante. El segundo “sentido común” tiene que ver con todo lo que Milei atacó, quizás el corazón del universo peronista: Estado, derechos, justicia social.

Este universo de palabras y sentimientos se lo comió la realidad y Milei construyó otro sobre las ruinas del discurso peronista. Palmo a palmo recorrió los escombros de la retórica de Perón y Evita y sobre ellos mismos conquistó a los “cabecitas negras”, el proletariado ultraempobrecido que antes fue peronismo y bombo.

El discurso de Milei fue una “exageración”. ¿De veras fue una “exageración”? Esos “tres huevos” del candidato libertario –propuestas “imperfectas cargadas de emoción”– sintonizaron con la miseria, con los rotos que no tenían más nada que perder. Ya habían perdido casi todo, salvo una chispa de esperanza que este “delirante exagerado” despertó en ellos. La “exageración” –propuestas arriesgadas acompañadas de puteadas y desprecio a quien no entendía lo que proponía– construyó mística y la “mística construye afectos”, como también dijo el profesor gallego en una tarde lisboeta.

LA TRANSGRESIÓN RECHAZADA

La experiencia de Milei en Argentina está siendo seguida con enorme atención en distintas partes del mundo. En algunos casos con preocupación –leen allí una tentación autoritaria que alfombra una nueva versión del neoliberalismo excluyente y concentrador– y en otras con un cálido ademán –a veces oculto– de aprobación y satisfacción.

Ocurre también que el fenómeno Milei despierta imitadores. Y dicen: si a este le fue bien, yo asumo sus conductas y rituales, y seguro que me irá bien. (Eso está pasando en distintos países, incluso de manera incipiente en Uruguay. El senador oficialista Sebastián Da Silva declaró que él y la senadora Graciela Bianchi encarnaban en Uruguay el “discurso anticasta” de Milei).

Pero tengo malas noticias para los que se encandilan con los pases de magia libertaria: la retórica de Milei creció y conquistó corazones en un país con las características de Argentina. La cultura, los consensos, las formas de acción política, los genes de la política de cada país, los escenarios económicos, la historia misma de las élites dirigentes, son diferentes en cada país. Y es altamente probable que quien ingiera “tres huevos” –como dice el estimulante profesor gallego– quede como un idiota girando en una calesita absurda con pocos aplausos y menos votos.

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