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Editorial

Salinas y Delgado en el Palacio Legislativo

Crónica de una gran burrada

Por Alberto Grille.

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Solamente la soberbia, la ignorancia, la vanidad y la tozudez del Presidente y de los operadores publicitarios que lo rodean pudieron menospreciar las advertencias de todos los que tenían los pies en la tierra.

Hace tres o cuatro semanas, en el grupo de amigos que rodean a Lacalle Pou se dieron por enterados de que el crecimiento de los contagios por covid-19 se había tornado exponenciales y que el virus circulaba libremente por la comunidad sin que la estructura del sistema de salud pudiera seguir el hilo de los contagios.

Esto lo había anunciado una buena parte de la comunidad científica y lo había previsto cualquiera que siguiera en internet el comportamiento que esta pandemia había tenido en otros países del mundo.

La pérdida del hilo epidemiológico -un hecho constatable y reconocido a medias por las autoridades- es una de las causas posibles de la disminución de los tests porque si, como se informó hace unas semanas, cada infectado tiene entre veinte y treinta contactos, los tests no podrían bajar de 11.000 si se hisoparan todos los contactos de los casos detectados.

Si hay menos tests -y ha sido así en los últimos días-, es porque se está hisopando a menos personas de las que se debería. La causa puede ser variada, disminución voluntaria para ocultar información, circunstancias estacionales por los días feriados y las licencias o saturación del sistema por la menguada capacidad de recoger o procesar tests, pero los hechos y los números son inobjetables y no admiten más que una conclusión: hay un subregistro de los casos positivos de covid-19. Así lo reconocen la ciencia, los políticos y la sociedad toda.

Solamente la soberbia, la ignorancia, la vanidad y la tozudez del presidente y de los operadores publicitarios que lo rodean pudieron menospreciar las advertencias de todos los que tenían los pies en la tierra. De la inoperancia del gobierno, de la subestimación del impacto potencial de la epidemia, del relato fantasioso de las autoridades, no tiene la culpa la oposición, ni el comportamiento de la gente, ni los trabajadores de la salud ni la movilización social. Hay un único responsable, que es el gobierno.

Estamos gobernados por un elenco de gente sin idoneidad, ni información ni capacitación y posiblemente bastante burra.

Es lamentable que algunos académicos prestigiosos también participaran de esta dramaturgia, al menos, para no contradecir el relato oficial.

Pero esa es otra historia, la de cuál es la manera más digna para ubicarse frente al poder.
Lo cierto es que la última semana de diciembre nos encontró con una epidemia en fase altamente expansiva y con recursos muy menguados para enfrentarla, como consecuencia de la prescindencia del gobierno, que como gato chico ignoró el peligro.

Lo cierto es que cuando llegaron los últimos días de diciembre las figuras emblemáticas del GACH, respondiendo a la presión de decenas de científicos y de un sector de la opinión pública, marcaron cierta distancia del discurso oficial y alertaron de lo que ya se había producido y la gravedad de lo que se iba a producir.

Resultaba claro entonces -cuando el GACH se distanció del relato oficial- que las medidas tomadas habían sido insuficientes, que el discurso del gobierno era fantasioso y que había que poner atención a las vacunas que eran la única respuesta contundente frente a la magnitud que había alcanzado en nuestro país la epidemia. Las circunstancias mostraron la incongruencia de que los equivocados en el mundo entero tuvieran las vacunas y los iluminados del gobierno uruguayo estuvieran papando moscas o más precisamente papando virus.

El propio ministro de Salud Pública se “ladeó” del presidente y su líder, el senador Guido Manini, manifestó públicamente que su ministro hubiera adoptado, de haber podido, acciones más enérgicas.
La distancia entre el ministro Daniel Salinas y el presidente se fue haciendo cada vez más grande hasta que se hizo evidente que mientras el ministro evaluaba diferentes vacunas en acuerdo con sus asesores y probablemente la Comisión de Vacunas del Ministerio de Salud Pública, el presidente ya había optado por la vacuna de Pfizer, sin considerar ningún procedimiento competitivo, sin tener en cuenta los numerosos aspectos que podrían hacerla desaconsejable, como que esta opción es la más cara y, lo que se supo en los últimos días, por las exigencias que impondrían los departamentos jurídicos de Pfizer a los países que la compraran.

En verdad, el presidente se fue de boca y anunció en conferencia de prensa que prefería la de Pfizer, que si era necesario iba a ir a Estados Unidos a buscarla y que él mismo y el secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, se ocuparían de conseguir la mejor vacuna, que curiosamente es la más cara y que adelantó que sería la de Pfizer, desplazando de la negociación a los ministros de Salud Pública y Relaciones Exteriores .

De ahí en más todo fue show. El presidente se fue de vacaciones a las playas de Rocha a una casa de su esposa o de la prima de su esposa ubicada muy cerca del agua en un terreno en donde se autorizó la edificación con la condición ambiental de que solo se accediera a pie, se subió a una ola en una tabla de surf, se subió a la Toyota, se empantanó con su cuatro por cuatro en las dunas de Anaconda demostrando que se cagaba en el medioambiente y recogió demagógicamente un papel de la calle para contribuir a la limpieza de la ciudad.

Recordemos que mientras el presidente vacacionaba, la gente hacía cola en los merenderos, aguantaba la suba de las tarifas públicas, se enteraba de que la inflación había sido la más alta en 10 años, cobraba la mitad del sueldo en el seguro de paro y galgueaba por unos pesos para parar la olla y regalarles a los hijos una chuchería en el día de los Reyes Magos.

El relato mediático en los últimos días es de no creer. El diario El País, invocando fuentes del Poder Ejecutivo, nos decía que el acuerdo con Pfizer era inminente, que aún no se había firmado porque Pfizer estaba de vacaciones hasta el 6 de Enero y que lo negociado exigía un acuerdo de confidencialidad.

Subrayado (Canal 10) anunciaba que las primeras 150.000 vacunas de Pfizer se darían en enero, El País nos anunciaba que unos empresarios alemanes del Parque de las Ciencias nos proporcionarían las cadenas de frío. El Observador nos confirmaba que habría un acuerdo inminente con el laboratorio Pfizer .

La semana pasada el ministro Salinas se vio obligado a suspender una reunión pactada con los parlamentarios del Frente Amplio por circunstancias que, según dijo, “trascendían a su voluntad”. La prensa del gobierno avisaba que el 5 de enero Salinas anunciaría en el Parlamento los avances en la concreción de acuerdos para vacunar y el plan de vacunación elegido y que este sería el “regalo de Reyes” del gobierno a los uruguayos.

El 4 de enero el presidente se reunió con el ministro Salinas y el secretario de la Presidencia para alinear a la barra, y como se ha visto, el día siguiente el regalo de Reyes que había anunciado El País se fue al carajo y las diferencias entre Salinas y el presidente también. El 18 de diciembre Salinas declaró que cuando hablaba el presidente, callaba el ministro. Ayer calló el presidente y habló el ministro. Para sorpresa de muchos, Salinas cambio de trolley.

El 6 de enero nos quedamos con el pastito sobre la alfombra, una palangana llena de agua y los zapatitos alineados contra la estufa, pero los camellos no aparecieron y solo nos trajeron, como era esperable, pompitas de jabón .

No se anunció nada. Nada de nada. Es más, en una muestra de cinismo increíble, el senador Gustavo Penadés dijo que esta vez “los científicos estarían por encima de los políticos” y nos anunció que por causa de la responsabilidad del gobierno se optaría por la vacuna que eligiera el GACH. No sé si alguien se preguntó qué tiene que ver el GACH en la validación de las vacunas, quién le ha adjudicado a Cohen, Paganini, Alfie y Radi autoridad para sustituir a los técnicos y los departamentos de Salud Pública que se dedican a esto desde hace decenas de años. Se echó para adelante al GACH diciendo que había evaluado 13 prospectos vacunales, según sus ventajas y desventajas y que, de acuerdo a ello, las seleccionaría el Poder Ejecutivo

Lo mismo podía decir de memoria yo con solo leer la prensa del mundo. Voy a decir 12 vacunas en etapas de validación para que se dejen de explotar pompitas de jabón y para que el GACH y los científicos no se se dejen usar para convalidar tonterías. Los voy a nombrar de memoria para darme el gusto de decir lo que dijeron según el ministro Salinas las eminencias del GACH: Pfizer, Moderna, Johnson y Johnson, Cansino, Vector Institute Russia, AstraZeneca, Sputnik V, Sinovac, Sinovac Butantan, Sinopharm, Bharat Biotech (India).

Probablemente todas sean eficaces, aunque solo algunas podrían hoy validarse, pero sin ser un especialista y sólo por estar relativamente bien informado, puedo afirmar que las de Sinovac, AstraZeneca, Sputnik V, Moderna, Cansina, Sinopharm y Pfizer se están usando en el mundo y, según los reportes, con éxito y sin complicaciones.

Dicho esto, lo mejor es negociar la que podamos obtener y vacunar prioritariamente a los trabajadores de la salud y la población más vulnerable. Si aún no hemos podido obtener ningún acuerdo es porque el gobierno se avivó tarde y por razones políticas o ideológicas menospreció las vacunas rusas o chinas y sobrestimaron a la de Pfizer porque se hizo en Estados Unidos y para el presidente -y quisiera creer que no para Manini-, lo que es yanqui es bueno.

Pero resultó que, orejeando las cartas, la de Pfizer es la más cara, la que ofrece menos seguridad, la que tiene más demanda en los países desarrollados y más ricos y la que pone condiciones inaceptables, al menos a los países del sur, tales como la inmunidad jurídica y la garantía con activos inembargables como los permisos de pesca y el acceso a fuentes de agua dulce. Eso ha sido declarado con variantes por autoridades de gobierno de Argentina y Perú y por el propio Jair Bolsonaro, que, con su habitual estilo medio folklórico, declaró que si después de administrarnos la vacuna de Pfizer, producida por modificación genética, nos “transformábamos en un caimán”, no podríamos reclamarle nada a nadie.

Para dar la debida amplificación a la burrada y para que nada quedara librado a la imaginación, el ministro de Salud nos anunció que aunque no se crea, había un plan de vacunación. El mismo se elaboró utilizando todo el ingenio disponible, ignorando que hay un plan regulado por ley que será ajustado según las especificidades. Se dividió la población a la que se quería vacunar en tramos de acuerdo a los riesgos y la vulnerabilidad. Se dividió en siete meses (32 semanas) y se programó la aplicación de la vacuna hasta llegar a 1.366.000 uruguayos, ni uno más ni uno menos. El procedimiento es sencillo, lo hace digamos que la secretaria del ministro con la calculadora del celular. Nadie sabe cuántas dosis se darán, ni cada cuanto tiempo, ni el número de puestos de vacunación, ni la capacitación ni la cantidad del personal necesario, ni los recursos materiales, transporte, cadena de frío, jeringuillas necesarias. Obviamente no se sabe qué vacuna, ni de cuántas dosis se dispondrá, ni la fecha de llegada ni cuándo comenzarán a vacunar. Tampoco si se ha abandonado la opción de Covax, que hasta hace unas semanas parecía la elegida. Solo sabemos que durante siete meses en un futuro no muy lejano nos van a inmunizar contra la covid-19. Y si somos mayores de 75, la vacuna nos llegara más temprano.

Después de la interpelación estamos igual o peor que antes, igual porque sabemos más o menos lo mismo, peor porque hemos comprobado en negro sobre blanco el combo de incapaces e irresponsables que gobierna este país desde el 1º de marzo de este año y hasta el 1º de marzo de 2025 si el cuerpo aguanta.

 

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