Ya restan unas pocas semanas para que se de el puntapié inicial para el Mundial de Catar, y todos, casi sin excepciones, nos entregamos sin mayores cuestionamientos a la excitación planetaria. La pasión no admite la menor demora, ni la menor fisura crítica. El termómetro del fandom futbolero ya explotó: desde la farándula internacional con sus estrellas de la cancha al periodismo deportivo, los discursos se concentran en el pequeño Catar. La polémica, sin embargo, pulsa por debajo de la vidriera mediática. ¿Qué pasa con los derechos humanos? ¿Cuántas vidas costaron los altares de la fastuosa liturgia mundialista?
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Hace unos meses, el periódico The Guardian tiró la bomba: en la construcción de los lujosos estadios habrían muerto 6.500 trabajadores.
Enseguida, la FIFA salió a la cancha para minimizar el impacto de la noticia. "La frecuencia de accidentes en las obras del Mundial fue baja en comparación con otros grandes proyectos", afirmó el máximo órgano del fútbol internacional.
Pero la discusión no quedó ahí. La FIFA tiró una cifra que, para muchos analistas, es poco creíble. En estas obras, dijo, fallecieron tres obreros. ¿Tres obreros?
Por otro lado, el Comité Organizador del Mundial hizo sus descargos: "Fueron registradas como muertes no relacionadas con el trabajo".
Como lo consignaron varias agencias de noticias, Nasser Al-Khater, que es el CEO del Mundial de Catar, ya había dicho el año pasado que solo se registraron tres fallecidos. "En catar han fallecido tres trabajadores del Mundial. Tres. Son datos públicos que nunca hemos escondidos. Los datos que ofrecen varios medios se utilizan para crear negatividad y responder a intereses personales", afirmó el jerarca.
Y, como suele suceder con estos temas tan delicados como polémicos, Nasser Al-Khater le pegó duro al periodismo. Los datos "son absolutamente falsos. Nosotros no reconocemos estos datos y no están contextualizados". Aquí una perla: "Es un periodismo irresponsable. Parece que todo el que muere en Catar lo hace por el Mundial".
La pulseada sigue tensa. Los datos siguen entre signos de interrogación. Las dudas, también. ¿Es creíble la defensa de la élite empresarial y política que controla este mercado de la fascinación incondicional, la danza de cuentas bancarias con cifras inimaginables, y las estrellas que funcionan como máquinas de técnica impecable y que se engarzan a la perfección con el sistema capitalista que las creó y sostiene? ¿Qué pasó realmente con los obreros que dejaron la vida en la construcción de los fastuosos templos del capitalismo futbolero?
AMINISTÍA INTERNACIONAL. Esta organización ha señalado que las autoridades de Catar aún deben cumplir e implementar las reformas laborales para garantizar los derechos de los trabajadores migrantes, mientras que pidió al país y a la FIFA que establezcan un fondo de compensación para aquellos empleados que han sufrido abusos. "Los abusos siguen siendo frecuentes en todo el país" a pesar del paquete de reformas aplicado en Catar para mejorar las condiciones de los "cientos de miles" de trabajadores migrantes que han participado en la construcción de estadios e instalaciones para la Copa del Mundo, señaló Amnistía.
Otro tema que agita la discusión
Ya no es noticia, claro. Los medios dedican páginas y espacio internáutico a lo más vistoso, pero las denuncias que han realizado numerosas organizaciones internacionales siguen vigentes: Catar tiene un largo y trágico historial de represión hacia el colectivo LGTBI+.
Haciéndose eco de esta denuncia, varias selecciones nacionales que competirán en el Mundial anunciaron su compromiso con esta comunidad y durante los partidos usarán un brazalete con la expresión "One Love".
El gesto es mínimo, ciertamente. Pero es significativo y sirve para que la agenda noticiosa no se olvide de este tema.
Los equipos que usarán este brazalete son los de Inglaterra, Suiza, Gales, Francia, Dinamarca, Alemania, Países Bajos y Bélgica.
Sobre este tema, Harry Kane, capitán del combinado de Inglaterra, dijo: "Los jugadores en particular no pueden hacer mucho más que hablar sobre esos temas y ponerlos sobre la mesa porque, al final, estamos pidiendo un cambio en un país al que respetamos, ha progresado, pero no tenemos ningún control sobre él".