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Diálogos de dos orillas: traficantes de realidad

La construcción del relato macrista esconde la entrega del país a los intereses privados. Sustentado en la tiranía de los medios, el modelo restaurador pone cara de foto y esconde las miserias que alcanzan a los más débiles.

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Caras y Caretas Diario

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Por Víctor Hugo Morales y Mateo Grille

Mateo Grille. Estuve leyendo un artículo bárbaro de Raúl Zaffaroni, que pide casi un milagro para Milagro Sala. Así lo titula. Allí menciona que este error de Mauricio Macri, el de encarcelar a la dirigente jujeña, no es cualquier error; que no se puede seguir este camino, porque nada bueno traerá.

Y aunque no recuerdo si lo dice, la impresión que deja es que esto se violentará mucho si se sigue provocando. También lo dijo un par de semanas atrás, cuando habló de cuidar a los jóvenes porque puede haber un muerto.

Yo creo que en esta actitud de revancha ridícula en que está enfrascado el gobierno macrista, está perdiendo de vista que Argentina no es la misma hoy que hace diez años. Que él ganó las elecciones por una diferencia de dos puntos, lo que no le da ni por asomo legitimidad para hacer cualquier cosa, y que no es buena idea jugar con fuego. Por eso hablé de la convulsión social inminente. No es deseable para nadie este escenario de confrontación, pero está siendo buscado de forma escandalosa. Y tiene que tener una explicación.

Otra de las consideraciones que le escuché a Zaffaroni es que ya es tiempo de que aparezcan los dirigentes y tomen la conducción de la oposición al proyecto restaurador. Algo que también dice Hernán Brienza en sus últimos artículos.

Ambos me hicieron pensar sobre las formas de enfrentar esta coyuntura. ¿Cuáles pueden ser las acciones que enfrenten de mejor manera estos tiempos?

Los dos ponen el foco en la necesidad de enfrentar el momento, pero con mucha inteligencia. Zaffaroni le agrega el dato violento de una posible muerte, como para que nadie se haga el distraído. Y creo que es un debate interesante e impostergable que, me imagino, se debe estar dando en algunos círculos, aunque por lo público del pedido no debe estar extendido ese debate a toda la sociedad.

¿Qué hay que hacer para enfrentar la prepotencia y el autoritarismo gubernamentales? ¿Cómo se combate el silencio al que han condenado a buena parte del país? ¿Cómo se convierte la indignación en movilización y la movilización en freno a la andanada rabiosa de una derecha desacatada? ¿Cuál es el papel que deben jugar los dirigentes? ¿Dónde están esos dirigentes?

Yo miro estas cosas y me preocupo, porque puede haber movilización, pero no hay un hilo conductor del conflicto. Las reacciones son, más bien, aisladas. Masivas, sí, pero aisladas. Y creo que no sólo es necesario, sino que es casi un deber de quienes condujeron este proyecto hasta aquí, retomar esa conducción.

O sea, encuadrar el conflicto, unificarlo. No es sólo contra la eliminación de la Ley de Medios que se protesta, o contra el avasallamiento del Estado de derecho, o contra la detención de los que protestan, o contra la rebaja salarial o contra la devaluación. Es contra todo eso junto, es contra un gobierno que asumió recién y está enterrando todas las conquistas de un pueblo en sesenta días.

Víctor Hugo Morales. Es respetable el plan de ataque del gobierno. Sin pausa, aun a riesgo de retroceder en algunos asuntos, van al meollo de lo que se proponen. Hay algo guarango en el abuso del poder, pero de esa manera no te dan tiempo a articular una defensa. Sin trabas periodísticas, en medio de ese silencio de taperas en la cobertura general, con el viento a favor de la gente del núcleo duro que los votó y está de acuerdo en todo, por más repugnante que sea a los valores proclamados, promocionan por buena hasta la traición a la patria. Sienten que son el muchachito de la película y que el público los acompaña como en los cines de barrio, golpeando con los pies cuando llega el ejército salvador. Vienen por la tierra las carretas y la muchacha rubia de trenzas. Violan, se emborrachan, ríen altaneros, y ellos mismos son la Policía y la Justicia. Dónde están los dirigentes, preguntás. Capeando la tormenta de un verano violento. Unos corren para defender la Ley de Medios, otros traban lo de los jueces en comisión a la Corte. Pero están en eso, y resulta que Macri, desde Davos, aparece a los pies de Cameron para ver si sale algún negocito y afloja la pelea por Malvinas. Queda claro en la actitud sumisa de Macri que ese asunto no es lo más importante para Argentina. Cameron lo felicita, lo envuelve, lo tritura, y él, feliz. Cameron hace que el Foreign Office sostenga que por Malvinas no hay nada que negociar, cuando Macri aún tiene la mano dolorida del apretón del inglés. Emite el comunicado y los kelpers festejan al nuevo gobierno argentino y Macri sonríe para la foto. Cientos de tumbas parecen aun más desoladas en las islas. Combatientes y familiares de los que allá quedaron, y de los cientos que se suicidaron luego, asisten al desmantelamiento de una política tenaz y agresiva que recogió el apoyo del mundo en los últimos años.

Entonces, algunos miles corren a una plaza y cantan: “Vamos a volver, a volver, vamos a volver.” ¿Qué más pueden hacer? Si Macri y Magnetto festejan en los cócteles de Davos y las tapas de los diarios. Las cámaras de la televisión se regodean con la nieve, el buen gusto, lo que se come, y el retorno al mundo, por fin.

Y en la misma semana de Davos, en Argentina el gobierno central le otorga una coparticipación más amplia a la Capital Federal. Es por el traspaso de la Policía Federal en el diseño estratégico de la represión futura en la ciudad donde resuenan más fuerte los conflictos sociales. No obstante, la cifra supera ampliamente esa urgencia por llenar las calles de gendarmes. Es un atropello al resto de las provincias, un punga en el colectivo con el chofer mirando por el espejito.

Los gobernadores se toman una foto como los equipos antes del partido. Antes, Magnetto hablaba del reparto discrecional que se hacía, considerando las necesidades antes que los aportes, como un mal irreparable. Ahora, sólo informa escuetamente, explica, ayuda a que eso pase, a que sea así. La capital es donde se cocina todo. El resto queda lejos y los gobernadores no deberían quejarse. La Cabeza de Goliat, de Martínez Estrada, enseña.

En Davos también estaba la reina Máxima de Holanda, y el asunto de las revistas que salen con los diarios el fin de semana va tomando color. Un Cameron simpático, la elegante reina, el vicepresidente de EEUU que promete ayuda para que los organismos de crédito le presten plata al país, el anuncio de una inversión de Renault por 600 millones que ya había anunciado la anterior presidenta, y muchos aplausos. Un cliente especial está de vuelta y le dicen «pase por aquí, póngase cómodo». ¿Cómo haces para seguirles el tren?¿Cuál es la siguiente jugada para los gobernadores, sin tener siquiera al Congreso funcionando para hacer valer el voto de los provincianos en la discusión de alguna ley? ¿Qué ley, si además todo va por DNU [Decreto de Necesidad y Urgencia]? ¿Cómo protestar, si están preparando el garrote porteño con los diarios dándole la razón de lo que haga y con más policías por metro cuadrado?

John Berger, en el libro Con la esperanza entre los dientes y hablando de la política internacional, dice que las decisiones fundamentales se han tomado y son tomadas unilateralmente, sin ninguna consulta ni participación abierta. «Los estrategas militares y económicos se percatan ahora de que los medios de comunicación juegan un papel crucial, no tanto a la hora de derrotar al enemigo, sino de evitar e impedir el motín, las protestas o la deserción. Toda manipulación tiránica de los medios es un indicador de sus temores. La tiranía actual vive con el miedo a la desesperación del mundo».

Es el miedo lo que lleva a los medios argentinos y latinoamericanos a mentir cada hora. Antes era a diario, pero ahora tienen portales de internet.

A los desesperados del futuro, más lúcidos que en el pasado, no se los podrá dominar con la verdad, porque esta los condena.

Cuando Cameron gana la segunda guerra de Malvinas, no es esa la noticia. No se puede mencionar el significado de lo que pasó en Davos. Lo que se proclama es el regreso al mundo, a los inversores, a la mirada afectuosa de los amos del planeta.

Berger menciona dos medidas para los juicios éticos: una para nosotros y otra para ellos. «Nosotros» es Macri, los Magnetto, el establishment, la derecha. «Ellos» somos nosotros.

MG. Es una buena definición. Hay un ellos y un nosotros o, al menos, hay ideas que tienen ellos que nosotros no tenemos, y nos combatimos mutuamente. No debería ser fatal, pero para eso deberíamos confiar en que las ideas de unos pueden convivir con las del otro, y yo creo que en este escenario eso es difícil. Hay ideas que son negadoras de las del otro, y convivir armónicamente con eso es muy difícil.

No es mala cosa buscar puntos en común, es deseable que existan y quizás los haya. Pero en los trazos gruesos no hay posibilidad de acuerdo, porque existen intereses superiores distintos y contrarios entre sí.

El pecado, por utilizar una figura del mundo de la fe, es no explicitarlo tanto. Creo que allí sí hay un desperfecto que debe ser subsanado.

Hay que devolver al terreno de lo político este tipo de situaciones. No es que se construye una grieta en la sociedad: es que existe un abismo entre los intereses en pugna en una sociedad, y ha sido así desde que existe la sociedad de clases, por lo menos.

Si no se entiende que el mundo posible y necesario debe incluirnos a todos, nadie va a aceptar callado que le roben hasta su vida.

Esos desesperados van a explotar. Y los aparatos de propaganda de las ideas dominantes no podrán contener a todos todo el tiempo.

Por otro lado, vos hablás de la tiranía de los medios y la relación proporcional que guardan esa tiranía y el temor por la desesperación colectiva. Y los medios también ofician como agentes de control social.

Y quedo pensando en esa tiranía, y en la distancia irremediable que hay entre el origen de los medios de información y su actualidad. Ya ni siquiera son empresas que trabajan con la información, porque en ese caso deberían trabajar con un emergente de la verdad. Porque la información debe tener una relación, un vínculo con alguna verdad; debe tener, en algún lado, un punto verificable. Pero hace tiempo que no es así.

Los medios hegemónicos, los grandes oligopolios mediáticos ya no trabajan con la verdad, con lo que pasó; no es el supuesto desde el que parten. El origen de su prédica actual es lo que debe pasar, lo que quieren que pase. Ya no es el objetivo informar lo que ha sucedido, sino crear condiciones para que sucedan determinadas cosas, que sirven a determinados intereses. Es realmente un cambio radical de razón de existencia. De contar los hechos, a crear los hechos.

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