Un vistazo necesario a la historia económica
Para comprender la situación actual, es esencial recordar que la dolarización de nuestra economía es el resultado de décadas de inestabilidad financiera y monetaria. El punto de inflexión se remonta a la reforma de Azzini en 1960, que introdujo grandes cambios en el sistema financiero. Si bien se pretendía modernizar la economía, esta reforma tuvo dos efectos devastadores: un significativo atraso cambiario que provocó sucesivas devaluaciones e inflación, además de una liberalización bancaria que sentó las bases para futuras crisis en el sector.
A partir de este momento, las políticas de los gobiernos de facto, que sumaron a la problemática, favorecieron los intereses de un puñado de actores económicos y profundizaron la dependencia del dólar como medio de pago y ahorro. Esta realidad ha hecho que la dolarización se convierta en la norma de facto, reduciendo la capacidad del país para ejercer su política monetaria y generando un entorno donde el control del tipo de cambio se torna una cuestión de suma importancia para los consumidores y ahorristas.
Las consecuencias de la dolarización. Para entender la desdolarización tenemos que entender la dolarización
En este contexto, es indiscutible que la dolarización tiene consecuencias económicas negativas. Al operar en un entorno dolarizado, el país pierde la capacidad de captar ingresos fiscales a través del denominado "seniorage", es decir, las ganancias que un Estado obtiene al emitir dinero. Esto limita la inversión en servicios públicos, infraestructura y programas sociales, perpetuando la desigualdad y la precariedad para amplios sectores de la población.
Además, la dependencia del dólar convierte la economía en un terreno fértil para la especulación y la manipulación por parte de actores privados, propiciando un entorno donde las decisiones políticas se ven influenciadas por fuerzas externas. En este sentido, aunque la idea de desdolarizar pueda sonar atractiva, debe ser analizada con cautela.
Un camino a la desdolarización
El verdadero desafío radica en cómo diseñar políticas efectivas para avanzar hacia una desdolarización que dé resultados tangibles. No se trata solo de proponer cambios por el simple hecho de hacerlo; las políticas deben ser evaluadas en términos de costo-beneficio, teniendo en cuenta que los costos asociados a la desdolarización pueden ser mayores si se aborda como una mera tendencia. Por ello, la creatividad y capacidad de los equipos económicos son clave para implementar cambios que realmente beneficien a la población.
Una pregunta crucial
Cabe preguntarse, entonces, cómo puede venderse como “positiva” una política que provoca grandes pérdidas para el Banco Central, un ente cuyo cometido principal es captar ganancias de seniorage para volcarlas al fisco y no viceversa. ¿Cómo se llegó a este dislate? Como casi todo con este gobierno, para comprender la clave de un cambio de política no hay más remedio que ver quién se beneficia. Y en materia monetaria y cambiaria, uno no se equivoca si apunta la mirada al sistema financiero.
La trama de la desdolarización
Veamos, entonces, cómo se fue armando la trama. El 27 de agosto de 2002, cuando todos los países del mundo instruían a sus bancos centrales a priorizar la inyección de liquidez al sistema por encima de los topes inflacionarios, las autoridades uruguayas anunciaron una reducción de la “meta de inflación”. Esta medida contractiva iba en dirección contraria a lo que se hacía en el resto del mundo en ese momento. De igual manera, cuando el destino principal de los fondos debía ser el apoyo al sistema de salud, desde la sede del Ministerio de Economía y Finanzas se pergeñaban limitantes de endeudamiento al sistema mutual de salud, un tema que ha sido recurrentemente tratado en las páginas editoriales de Caras y Caretas.
En septiembre de 2022, se definió que el rango meta de inflación pasaría a ser de un mínimo de 3 % a un máximo de 6 %, con la estimación de que la inflación se ubicaría en 3,7 % para 2024. Además, se anunció una serie de medidas para desdolarizar la economía, lo que fue presentado como una solución amigable por parte de la ministra Azucena Arbeleche y el presidente del Banco Central, Diego Labat.
Al año siguiente, Labat y el economista Licandro publicaban un trabajo desde el Banco Central del Uruguay titulado “Hacia una moneda de calidad”, una especie de manual de Charles Atlas del BCU sobre cómo convertir al peso en el Deutsche Mark en un par de años. Aunque la propuesta podría parecer infantil a primera vista, contenía elementos más profundos. En uno de los pasajes del trabajo se leía: “Frase clave: Además de la reforma institucional, la política monetaria ha comenzado a cambiar, reduciendo la meta de inflación en el largo plazo y utilizando la tasa de interés como instrumento. La meta de inflación a largo plazo debería seguir cayendo hasta niveles cercanos al 3 %”.
Este enfoque sugiere que la política de desdolarización quedaría limitada a subir las tasas de interés en pesos, lo que, según cualquier manual básico, es una receta para inducir un cambio de portafolios hacia el peso. Sin embargo, carece de fundamento estructural y se ajusta a la definición keynesiana de la demanda especulativa de dinero.
La injusticia de las tasas elevadas
A eso siguieron aumentos en las tasas de interés que, a partir de agosto de 2022, llegaron a alcanzar el 14 %. Uruguay se convirtió en el único país en el mundo que elevó la tasa a la que capta pasivos voluntarios, y lo vendió como un logro digno de un premio Guinness. Este caso generó un “carry trade” negativo enorme en contra del Banco Central y a favor de quienes manejan capitales en el sistema financiero.
Por tanto, tenemos que hacer algunas reflexiones. Es crucial que los responsables de la política económica del país no solo evalúen el impacto a corto plazo, sino que consideren las consecuencias a largo plazo de estas decisiones. La desdolarización, lejos de ser un fin en sí mismo, debe ser parte de una estrategia más amplia que busque una economía más justa, inclusiva y soberana. Si realmente queremos avanzar hacia un futuro mejor, debemos priorizar el bienestar de la población y no solo los intereses de unos pocos. No podemos dejar que títulos que parezcan lindos sean medidas de alto costo fiscal y que nos lleven a problemáticas como las que ahora enfrenta el nuevo gobierno.
Tres principales ideas
Cuestionamiento de la desdolarización como se implementó y no al objetivo sino a los intereses detrás. La desdolarización se presenta como una política positiva, pero en realidad podría provocar pérdidas significativas para el Banco Central, lo que pone en tela de juicio su verdadero propósito.
Intereses del sistema financiero. El cambio en las políticas monetarias y cambiarias beneficia más a los bancos y al sistema financiero que a la población, proporcionando un análisis crítico de las motivaciones detrás de estas decisiones.
Consecuencias de las tasas de interés elevadas. El aumento de las tasas de interés, promovido como una medida para desdolarizar la economía, ha conducido a un “carry trade” negativo que perjudica al Banco Central y favorece a los especuladores, reflejando una falta de dirección constructiva en la política económica.