El año 2024 es muy particular para el Uruguay por encontrarse en plena campaña electoral, lo que lleva a que no existan demasiadas novedades en términos de anuncios de política, pero en un contexto internacional y regional sumamente particular por la realidad argentina con el nuevo gobierno y su política de total recorte.
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Si bien amerita dar un repaso por los principales indicadores de relevancia y analizar en profundidad la coyuntura económica y las principales previsiones, la realidad es que la situación no es nada positiva y, como destacamos en reiteradas oportunidades, tenemos varias de las principales variables económicas en una situación de alta complejidad, como lo viene siendo el crecimiento, el déficit fiscal, las exportación, la actividad industrial, la pobreza y en particular la pobreza infantil, los altos niveles de atraso cambiario, la mayor precariedad en el mercado de trabajo, niveles altos de complejidad en el plano habitacional, entre otros. Pero todos en conjunto lo que hacen es llevarnos a la necesaria conclusión de que no estamos tan bien como muchas veces parece. Y, a su vez, venimos insertos en un mundo donde la velocidad de los cambios es tan alta que necesariamente debemos aggiornar las políticas públicas y económicas para acompañar esos cambios y ser menos débiles ante una coyuntura internacional de altos niveles de complejidad e incertidumbre que lejos de tener un horizonte de fin, vienen teniendo una perspectiva de seguir agudizando.
Sin dudas, la campaña electoral nos va a generar temas de prensa que van mucho más allá de la realidad económica y las necesidades que tenemos como país. Pero con más razón vamos a tener que profundizar en un análisis sincero y profundo de la realidad de los indicadores, de los desafíos en términos productivos y de actividad a futuro, como también en la búsqueda de identificar los caminos más adecuados que nos lleven a un país de crecimiento con mayor equidad social y sostenibilidad.
La necesidad primera está, sin dudas, en el crecimiento. Uruguay no se puede dar el lujo de no crecer porque, siendo una economía tan pequeña y tan suceptible a lo que pasa en el contexto regional e internacional, requiere de mayores niveles de actividad para generar mejora en la inversión, soporte necesario de cualquier tasa de crecimiento, y mejora en la calidad de vida de todos los uruguayos. Pero a su vez, sólo el crecimiento con mayores niveles de innovación y calidad en la producción es lo que nos puede salvar de nuestras debilidades estructurales y las que nos determinan el avance tecnológico y las nuevas tendencias de mercados.
Todo esto requiere, ante todo, de una impronta necesaria desde la política pública, como regulador y generador de los incentivos y señales necesarias que requiere el país para insertarse internacionalmente, promover y apostar a sectores donde se puede apalancar la economía, mejorar los niveles de empleo y de ingresos, atender a la generación de una malla social que permita la mejora en la calidad de vida en todas las dimensiones, pero sobretodo en aquellos puntos más críticos como son el acceso a ingresos, vivienda, educación, seguridad, entre otros.
Lo anterior no se logra con atraso cambiario en los niveles más altos en términos históricos, porque, si bien no es el único factor, sin dudas afecta a parte importante de los motores de crecimiento como lo es la agroindustria, pero también el turismo, la producción nacional, entre muchos otros. A la vez que se concreta como una pesa a la inserción internacional, tan necesaria, de tanta relevancia y con múltiples aspectos a atender como las exportaciones, los nichos de precios, los estándares y medidas de protección, etcétera.
De acuerdo a datos recientes publicados por Uruguay XXI, “las exportaciones uruguayas de bienes totalizaron USD 11.518 millones en 2023, lo que determinó una caída del 13 % frente a 2022, año récord de exportaciones”. El mismo informe, en su resumen, afirmaba que en 2023 “ni el contexto externo ni el interno contribuyeron con las exportaciones uruguayas de bienes”. Y con esto detalla que a nivel internacional existió un “magro crecimiento de las economías desarrolladas, la menor demanda de China y la caída en el precio de los commodities configuraron un escenario externo complejo”. A continuación, señalaba la sequía y la afectación de la producción agropecuaria.
Sin dudas estas son realidades que, una vez instaladas, tienen muy poco margen para el manejo de políticas. Muchas veces se debe atender con paliativos que permitan sostener la situación, pero sin dudas se debe atender a todos los afectados, priorizar a los más vulnerables y evaluar la necesidad de politica mas estructurales, como mejorar la inserción internacional en base a una rigurosa tarea de inteligencia comercial, generar inversiones en materia de riego, herramientas para su desarrollo y otros tipo de instrumentos como, por ejemplo, los seguros, incentivos a determinadas prácticas y búsqueda de mejora en la trazabilidad -que tiene un peso considerable en las exportaciones de bienes-.
Las nuevas realidades y la necesaria política pública
En 2023 fue muy debatido el tema de la concentración, en particular a nivel de la industria cárnica. Todos los sectores afectados destacaron y reclamaron por los riesgos graves de los nuevos anuncios en materia de concentración. Sin embargo, también en 2023, y previamente, el país venía en un proceso de ablandamiento de la regulaciones e institucionalidad de la competencia, lo que no estuvo en el centro del debate, pero, junto a la falta de anuncios de parte de las propias autoridades de esta situación, fue una muestra de que poco se iba a hacer. La tendencia a la concentración no es solo en la carne, es también en otros sectores claves de la agroindustria y en otros tipos de actividades. Si bien es una realidad que muchas veces no se puede paralizar el avance de estos procesos, sí se puede regular, proteger a la industria nacional y buscar soluciones que tiendan a fortalecer la institucionalidad pública y pública-privada, a los efectos de generar resguardos a la producción nacional y a los créditos para el país. Sin institucionalidades fuertes en materia de competencia y en el desarrollo de los sectores de actividad no es posible crecer en búsqueda de mayores niveles de desarrollo.
Tampoco con dificultades en materia del mercado laboral, usando los datos promedios como únicas medidas de resultado, sino viendo en profundidad los tipos de empleo que se están creando, la heterogeneidad del mercado de trabajo, la necesidad de políticas dirigidas y las limitaciones en términos de capacitación, articulación con la academia y la concientización de las nuevas realidades en materia de tendencias, como lo son los nuevos vínculos laborales, el teletrabajo, los nuevos requerimientos del mercado de trabajo, las nuevas tecnologías -en particular la Inteligencia Artificial- y otras tendencias que terminan siendo disruptivas como las plataformas, el trabajo parcial, los cuidados y los sectores emergentes.
Nos toca un año de mucha rigurosidad en el análisis, de mucha honestidad en revisar la información, como desafío necesario a la hora de aportar a la evaluación de las propuestas de campaña y poder exigir que los incentivos políticos no sean la prioridad a la hora de concretar anuncios y compromisos de cara a un nuevo gobierno.
Podemos seguir profundizando en diversos ejemplos, algunos que solo nombramos al pasar. Pero, ante todo, ¿qué nos depara el 2024 en materia económica? No es otra cosa que la necesidad de un profundo, sincero y riguroso análisis que aporte a las propuestas de campaña y su evaluación.