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Editorial pantano | reforma | Cabildo

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Gobernando en el pantano

Pese a las presiones múltiples, la reforma sigue sin tener los votos y los cambios que se negocian con unos molestan a otros miembros del rejunte legislativo.

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El presidente le exigió a Cabildo Abierto que votara la reforma jubilatoria o, de lo contrario, abandonara todos sus cargos en el Poder Ejecutivo, según informó Búsqueda. Cabildo, que está convencido de que la Reforma es un tiro en el pie para las oportunidades de la coalición en las próximas elecciones, se allanó ante la solicitud, pero no sin antes negociar con éxito algunos cambios y, sobre todo, asegurarse de que prosperen otros proyectos, como la prisión domiciliaria para los presos de Domingo Arena (bajo el subterfugio de la edad) o la indemnización para víctimas de la guerrilla.

Pese a las presiones múltiples, la reforma sigue sin tener los votos y los cambios que se negocian con unos molestan a otros miembros del rejunte legislativo. Muchas cosas aparecen negociándose al mismo tiempo y ya no queda claro si los votos para este proyecto que aumentará la edad de retiro y disminuirá el monto de dinero a cobrar de jubilación depende de modificaciones a la norma o está atada a la suerte de otras iniciativas, como los proyectos ya mencionados que negoció Cabildo o la ley de tenencia compartida o quién sabe qué otras genialidades se esgriman en la oscuridad.

Para la oposición, la dinámica de toma y daca que vertebra al oficialismo es un misterio indiscernible, pero, en todos los casos, de perspectiva desastrosa para la sociedad. La derecha improvisa, pero improvisa con un sesgo reaccionario inocultable y todos los días se puede esperar que saquen de la galera algo todavía peor, más antipopular, más autoritario, más brutal. En pocas semanas avanzan en iniciativas que sorprenden por su ferocidad: intentan regular los sindicatos, promueven reforma de la tenencia que objetan todos los expertos y organismos internacionales, buscan sacar de las cárceles a torturadores y asesinos ejecutores del terrorismo de Estado, negocian para hacer trabajar a la gente hasta que sea más vieja para cobrar menos, y todo eso solo en el terreno legislativo.

En la órbita ejecutiva las noticias no son mejores: continúan con la estrategia de favorecer a los competidores privados contra las empresas públicas, hacer concesiones inexplicables, y poblar de mentiras y propaganda todo el espacio para introducir confusiones en la gente de forma permanente, secundados por un blindaje que no por haber sido denunciado desde el principio deja de tener vigencia.

Mientras tanto, en la vida social continúa la persecución a todo lo que se organice y es una persecución de talante setentista. Lo que sucede en secundaria ya es alarmante. La directora de ese organismo no tiene problema en recurrir a argumentos de la dictadura para separar del cargo al director del liceo IAVA invocando la figura de la “insubordinación”, que suena a una acendrada nostalgia de las botas, porque el docente se negó a desalojar a los estudiantes del salón gremial que utilizan hace años.

Los estudiantes y los docentes de todos los subsistemas pusieron el grito en el cielo ante un atropello de otra época, los estudiantes ocuparon y las autoridades no tuvieron mejor idea que insistir en su necedad con argumentos absurdos y ordenar el desalojo compulsivo, dando una muestra más de su evidente incapacidad para el diálogo y sus ganas contenidas de reprimir todo lo que se manifieste.

Un gobierno que ha visto deteriorarse la confianza de la población, que enfrenta una cantidad de denuncias y sospechas alucinante, que no puede explicar la trama de la banda de la Torre Ejecutiva, que no ha logrado concretar ni una sola obra perdurable, que niega los malísimos resultados en el terreno de la seguridad, la pobreza, la desigualdad, la vivienda, evidentes para todo el mundo, agota lo que le queda de vida útil en una ofensiva sin respaldo social de acciones que no va a poder sostener en el tiempo y que lo único que logran es perjudicar a la mayoría de la gente e incrementar su impopularidad.

Un gobierno sin futuro, sin perspectivas electorales, liquidado en la consideración ciudadana, pero que todavía ostenta una mayoría amalgamada por los cargos; con miedo a la extinción (que también pesa en algunos sectores), se bate en retirada tratando de impulsar una agenda retardataria, vocacionalmente jodida, solo para hacer un uso ideológico de sus cartuchos en desmedro de cualquier sentido alto de la política, de la democracia y de la trascendencia.

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