La maratónica interpelación al ministro del interior, Luis Alberto Heber, terminó sin que se aprobara una moción de respaldo al jerarca promovida por el grueso de la bancada oficialista, dado que Cabildo Abierto no la acompañó -va de suyo que el Frente Amplio tampoco-, aunque es improbable que prospere la moción de censura que promueve la oposición. Con todo, esa falta de apoyo a su gestión, mayoritaria en el Parlamento y abrumadora en la sociedad, debería ser suficiente para que el gobierno introduzca cambios en los nombres y, más importante todavía, cambios sustantivos en las políticas de seguridad, porque con malversaciones estadísticas y un sostenido negacionismo de la realidad ni va a mejorar las cosas ni va a cambiar la percepción de la gente.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
A esta altura, Heber es el ministro con mayor desaprobación del gobierno y acumula en su paso por el Ejecutivo una infernal cantidad de situaciones que ameritarían su destitución, pero el presidente lo sostiene como a un jugador irreemplazable por motivos que resultan difíciles de desentrañar, toda vez que es inocultable que su gestión ha sido, simultáneamente, un fracaso en términos de seguridad pública y una tomadura de pelo constante cuando abre la boca.
Hace pocos días, por citar un episodio insólito y reciente, se ufanaba en un acto con inmigrantes venezolanos y cubanos de ser él quien confeccionaba los pasaportes, incurriendo en una especie de clientelismo documentario explícito, pero, a la vez, en una gruesa contradicción con relación a lo que había sostenido en el caso de la expedición del pasaporte al narco Sebastián Marset, que obtuvo el pasaporte que le permitió profugarse en Emiratos Árabes, cuando estaba preso en Dubái, gracias a un trámite inexplicable y a todas luces irregular que motivó una interpelación, la caída de la vicecanciller y una investigación de la Justicia.
La gestión de Heber es incluso peor que lo que los números muestran, porque a esta altura es evidente que los números oficiales están ajustados a la baja con el ánimo deshonesto de maquillar la realidad. De otro modo, ¿cómo puede explicarse el crecimiento escandaloso de las así llamadas muertes dudosas? Todo sugiere que el rubro de las muertes dudosas ha crecido tanto como ha sido necesario para que el número de homicidios no se dispare todavía mucho más allá de lo que ya representa un promedio superior a cualquier gobierno precedente. Con esa estrategia de registro y con la sospecha extendida de que la Policía contabiliza menos, desestimula la denuncia y abate en la contabilidad lo que no puede abatir en la realidad, Heber se presenta en todos lados con un dudoso respaldo estadístico que es malo en lo que muestra, pero peor en lo que nos oculta.
Ahora bien, el problema de esta estrategia es que si bien la gente es crédula ante el avasallamiento de la propagada, la gente no es idiota y no se puede con pura manipulación de datos y dominio de los medios de comunicación construir un paraíso de un infierno. La proliferación de cuerpos descuartizados, la situación de barrios donde hay tiroteos todas las noches y la creciente e indisimulable actividad de bandas narcos no se pueden esconder con frases estúpidas que confrontan abiertamente con la realidad y un permanente revisionismo histórico para echarles toda la culpa de todas las cosas a los gobiernos pasados y a la mala disposición de los opositores.
Una reflexión aparte merece la actitud de Cabildo Abierto, que continúa en su estrategia de diferenciación con la coalición que integra. Por un lado, Cabildo se niega a respaldar al ministro, aunque es prácticamente imposible que vote su censura, pero no pierde oportunidad de tirar palos a la gestión anterior. Su lógica es simple: tienen que ser los distintos. Esa estrategia de diferenciación es la que consideran que les favorece en su propósito de construirse como alternativa a todo el resto del sistema político, pero como a la vez no pueden ni plantearse romper con la coalición, cacarean un poco, pero sin proceder hacia el punto de la ruptura. Cuánto entiende la gente de este posicionamiento sutil es un misterio. Al gobierno, por el momento, no le preocupa y a la oposición, por su parte, no le entusiasma ni le interesa. Cabildo es un actor constitutivo de la derecha uruguaya y la gente mayoritariamente lo percibe así. Lo más probable es que su suerte esté jugada a la valoración general de la coalición y, dentro de ella, aparece como un actor en declive con un futuro electoral complejo. Mientras tanto, lleva casi cuatro años bastante alineado y hasta la Rendición de Cuentas nada indica que eso vaya a cambiar. Después habrá que ver, pero después ya estaremos completamente inmersos en la campaña electoral y cada uno jugándose su destino.