La historia nos cuenta que Mujica, en sus años de gobierno, enseñó que la política puede y debe ser un espacio de lucha, amor y de cuidado. Desde su austera chacra en Rincón del Cerro, mostró que no se necesita un palacio para gobernar con dignidad y cercanía.
Con su verbo claro y su mirada franca, habló de la importancia de construir un futuro donde la igualdad y la justicia no sean solo palabras, sino realidades tangibles.
Hoy, cuando cada uno de nosotros se dirija a las urnas, llevaremos con nosotros el eco de sus enseñanzas. Votamos no solo por un partido, sino por un ideal que Mujica defendió con cada fibra de su ser: el de un país donde nadie se quede atrás, donde la inclusión y la solidaridad sean los pilares fundamentales de nuestra sociedad.
La veda, ese instante de reflexión que los pueblos s se dan antes de una elección para ordenar las ideas y elegir un futuro para su país, no me permite señalar con el índice opciones partidarias ni las listas que recomendamos para ensobrar.
Pero puedo decir que esta vez haríamos bien en que, en el momento de poner nuestro voto en la urna, pensemos en Pepe para cumplir con nuestro compromiso ciudadano y al mismo tiempo rendir homenaje a un hombre que dedicó su vida a los demás, un hombre que nunca se olvidó de sus raíces y que actúo, particularmente al final de sus días, sin ningún sectarismo, poniendo en lo alto de nuestro pensamiento el valor estratégico de la unidad para los cambios.
Mujica nos ha enseñado que la política no es un juego de poder, sino una herramienta para transformar realidades.
Nos ha instado a ser parte activa de la construcción de un futuro más esperanzador. En su inigualable estilo, siempre subrayó la importancia de la tolerancia y el diálogo. Su legado es un llamado a la unidad, a dejar de lado las diferencias y a construir juntos un país más justo.
En estos momentos de incertidumbre es fácil dejarse llevar por el desánimo. Pero la figura de Mujica nos recuerda que cada uno de nosotros tiene el poder de cambiar el rumbo de la historia. Si él, desde la adversidad, pudo luchar por sus convicciones, nosotros también podemos hacerlo. La fuerza de un voto puede ser la chispa que encienda la llama del cambio.
Votar con la conciencia tranquila y con ideas progresistas no es solo una decisión política; es un acto de gratitud hacia quien nos ha inspirado a ser mejores. Es reconocer que, a pesar de las dificultades, hay un camino posible, uno que nos lleva hacia un horizonte más humano y solidario. Es reafirmar nuestro compromiso con un proyecto que ha demostrado su capacidad para transformar vidas.
Este domingo, mientras nuestras manos elijan la lista que vamos a votar, recordemos las palabras de Mujica: "La única lucha que se pierde es la que se abandona".
No abandonemos nuestros ideales. Votemos con el corazón, a cualquiera de las listas porque todas expresan esa misma voluntad de democracia y libertad con justicia, con la certeza de que estamos honrando a un gigante de la política que, más allá de su cargo, se convirtió en un amigo, un referente, un maestro.
Hoy más que nunca, necesitamos recordar la esencia de su mensaje: el valor de la empatía, la importancia de cuidar de nuestro prójimo y el compromiso con un mundo más justo. Al votar, estamos eligiendo el camino que queremos seguir, y ese camino debe estar impregnado de los valores que Mujica nos dejó como legado.
Así, con cada voto que depositemos en las urnas, celebremos la vida de un hombre que ha dado tanto por nuestra nación.
Hagamos de este acto un homenaje a José Mujica, a su lucha y a su visión de un Uruguay inclusivo y solidario. Que nuestra decisión del domingo sea un grito de esperanza y un tributo a la dignidad de un hombre que nunca dejó de soñar.
Uruguay, más que nunca, necesita de nuestra voz y nuestro compromiso. Votemos por las ideas de Seregni, de Tabaré, de Astori, de Arana, de Zelmar, de Pepe D’Elía en honor a Mujica, y por un futuro donde la justicia y la igualdad sean nuestro norte.