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Editorial Björgan | despido | marcar la cancha

El despido de Víctor Björgan

Inteligencia cero, diálogo menos

Con su estilo de estanciero que reina sobre una estancia que no le pertenece, Lacalle Pou desmiente todo ese discurso empalagoso que repite Delgado sobre los acuerdos y el diálogo.

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No es una decisión de Garcé, que jamás se habría atrevido a una iniciativa de esta naturaleza sin consultar antes con el presidente de la República.

La decisión de echar a Björgan parece un exabrupto por el costo político previsible de rescindir un contrato técnico PNUD en un claro acto de persecución política, pero, por el contrario, todo indica que es una decisión medida con propósito de evitar daños todavía mayores a la fórmula de la coalición.

Sólo así se explica que el propio presidente salga a la cancha a asumir la responsabilidad, algo que no ha hecho nunca en este período en que todo le pasó por el costado y se enteró por la prensa; y que el inefable Garcé lo justifique en la barbaridad de que no puede trabajar en Inteligencia del Estado alguien de la oposición, más allá de ser un experto con posgrado en el área ocupando un cargo completamente técnico, deja entrever que la inteligencia del Estado es para su director un servicio de inteligencia del Gobierno y, peor aún, del partido político que lo lidera.

La salida pública de Lacalle tiene el objetivo de marcar la cancha y avisar a cualquier otro funcionario del Estado que si se le ocurre hacer pública su voluntad de apoyar a Orsi, lo que le espera es la persecución desde el día cero, incluso antes de que suceda el balotaje.

Con su estilo de estanciero que reina sobre una estancia que no le pertenece, sin plena conciencia de ese detalle, desmiente todo ese discurso empalagoso que repite Delgado sobre los acuerdos y el diálogo y lo muy preparado que se siente para salir a tejer romances en la Cámara Alta y la Cámara Baja hasta para conseguir la partida excepcional que le permite adquirir el papel higiénico de la Torre Ejecutiva, puesto que, a la hora de la verdad, son capaces de echar intempestivamente a cualquiera que se atreva a decir en voz alta que va a votar la fórmula de la oposición en uso de la libertad que la constitución y el sistema electoral le brinda.

No es cierto que Björgan tuviese un cargo político o de particular confianza.

De otro modo, habría que explicar por qué motivo estaba vinculado a la administración mediante un contrato de servicios del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, ¿o es que acaso este Gobierno ha utilizado programas con organismos internacionales para contratar a sus militantes?

Suponemos que no, que Víctor Björgan tenía un cargo técnico y que su única responsabilidad política había sido integrar, en representación del Partido Nacional, la mesa sobre seguridad que se había realizado en 2022 entre todos los partidos políticos, responsabilidad que ejerció con lealtad, según surge de la inexistencia de una sola objeción de parte de sus correligionarios y adversarios.

Por supuesto que es comprensible que el oficialismo no quiera que Björgan los represente más en un espacio de diálogo y negociación política después de este pronunciamiento, pero lo que no puede hacer es echarlo como a un desertor de un cargo técnico y mucho menos si ese cargo técnico pertenece a la Secretaría de Inteligencia Estratégica, porque, al menos en nombre del decoro, no corresponde que un gobierno donde se ha hecho espionaje ilegal de senadores opositores, estudiantes, dirigentes obreros y hasta de la exesposa del presidente, exija semejante nivel de alineamiento político para integrar el cuerpo técnico de los servicios de inteligencia.

Vamos a terminar pensando que Álvaro Garcé no fue sólo el personaje ridículo que intentó construir una denuncia de traición a la patria en el Parlamento con una copia trucha del Plan de Inteligencia, llegando al extremo de denunciar penalmente al Parlamento en una denuncia que fue archivada porque no presentó ni una sola prueba de sus dichos, sino que realmente cumplía funciones de una inteligencia mucho más peligrosa de lo que nadie podía sospechar mirándole a los ojos.

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