La creciente polarización entre las precandidaturas de Yamandú Orsi y Carolina Cosse dejó sin espacio la postulación de Mario Bergara en la interna del Frente Amplio (FA). Algo similar podría ocurrir con la precandidatura del intendente de Salto, Andrés Lima, porque, aunque no ha manifestado ninguna intención de querer abandonar la competencia, su intención de voto se reduce encuesta tras encuesta mientras aumenta la paridad entre los dos principales contendientes.
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Esta situación que se observa en el Frente Amplio, a poco más de dos meses de la elección interna, también habrá de ocurrir en el resto de las colectividades. En ninguna se avizora un escenario de tercios, por lo que cabe esperar que, paulatinamente, la mayoría de los que no despeguen resignen sus postulaciones y adhieran a las propuestas que encabezan los sondeos.
Naturalmente, la retirada de la precandidatura de Mario Bergara, representante del “seregnismo”, tuvo repercusiones en todo el espectro político. Desde filas de la coalición se apuraron a señalar que el espacio moderado no existe más en el Frente Amplio, que todo es entre “tupamaros” y “comunistas”, sacando a relucir los cucos sesentistas, o bien la metáfora ultracheta de Andes Ojeda de que en el Frente es entre “pasta o pollo”, que refiere a la oferta limitada del catering de los aviones comerciales. Pero ese tipo de señalamientos a la izquierda la debe tener sin cuidado por dos motivos fundamentales: en primer lugar porque los partidos de la coalición están muy escorados hacia la derecha como para captar votos de centroizquierda –ya no hay un Ernesto Talvi ni un Jorge Larrañaga en la competencia–, y, en segundo lugar, porque es una imputación trivial, de baja calidad y, en cierto modo, automática. Si el que no hubiese tenido chance hubiese sido Yamandú Orsi y se bajaba, dirían que en el Frente Amplio no hay espacio para postulaciones del interior del país, que es una fuerza puramente montevideana; y si la que no hubiese tenido chance hubiese sido Carolina Cosse, habrían hecho escándalo afirmando que el Frente Amplio relegaba a las mujeres porque son una manga de machirulos. Ni hablar de lo que habrían dicho si fuera una candidatura única: que el FA no respeta la Constitución y resuelve en congreso lo que debe ser por internas, y que además es una fuerza que carece de diversidad. En suma, cualquier cosa que sucediera en la izquierda habría sido igualmente criticada con el objetivo de captar a los ingenuos.
Lo cierto es que la izquierda sigue siendo, por mucho, la fuerza más importante y más diversa que tiene Uruguay, con grandes corrientes fácilmente reconocibles que, lejos de obstaculizarse, suman sus potencias y virtudes, y logran síntesis programáticas en ámbitos colectivos, plurales y públicos. La izquierda ofrece un programa de gobierno elaborado en infinidad de intercambios y discusiones, y cuya redacción se vota en un Congreso. No lo hace un grupo de expertos y, mucho menos, una agencia de publicidad. No es un pacto que se firma para compartir el escenario y, sobre todas las cosas, es un programa cuyo propósito es llevarse adelante y no servir como gancho publicitario.
Las consecuencias electorales de la retirada de la candidatura de Mario Bergara y su consiguiente apoyo a Yamandú Orsi no son necesariamente desequilibrantes en la interna. Si bien es claro que le aportará votos al exintendente de Canelones, no es en la interna donde se manifiesta la verdadera potencia electoral del seregnismo, sino en las elecciones nacionales. En las elecciones internas, de participación voluntaria, caen los votos de todos los partidos, pero en el Frente Amplio caen en mucho mayor proporción los votos de los sectores más moderados, y los sectores seregnistas se cuentan entre ellos. Pero, además, la disciplina no es la característica dominante en la política de esta época, por lo que no es fácil garantizar un transferencia de votos en una elección interna, donde el votante puede sentirse razonablemente seguro de estar votando el mismo programa en cualquiera de todas las precandidaturas y hasta sentirse cómodo votando al lema si la precandidatura que le gusta no está en la oferta o, directamente, no hay ninguna que le seduzca con diferencia.
En este momento no es fácil discriminar las diferencias ideológicas que expresan la precandidatura de Orsi y la de Cosse. En primera instancia, no es fácil hacerlo porque detrás de ambas candidaturas hay grupos poderosos y tradicionales de todo el espinel ideológico del Frente Amplio. Desde los habitualmente considerados más radicales, como el MPP con Orsi y el Partido Comunista con Cosse, hasta los habitualmente considerados más de centro como Asamblea Uruguay, ahora también con Orsi, y el Nuevo Espacio que apoya a Carolina Cosse. La diferencia, al menos para la gente que no participa del hilado fino, parece radicar más en los estilos y los talantes de los candidatos, que, por cierto, no son asuntos menores ni dicen poco de las personalidades y de la posibilidad y deseo que tengan de llevar adelante transformaciones profundas.
Como sea, y como salgan, lo que es evidente es que juntos pueden conformar una fórmula extremadamente potente y eficaz porque, justamente, parecen tener características complementarias en todos los niveles, tanto para potenciarse electoralmente como para gestionar un país. Suceda lo que suceda, el Frente Amplio se conduce a la elección interna más pareja de su historia política y a la fórmula más prolijamente equilibrada y poderosa que ha podido ofrecer en las últimas décadas.