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Editorial Senado | minuta |

La minuta del senado

Por Leandro Grille

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Caras y Caretas Diario

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Este martes el Senado aprobó por unanimidad una minuta que solicita al Poder Ejecutivo la supresión del IVA básico que se aplica a 19 productos por un lapso de seis meses. La propuesta, que había sido introducida por Cabildo Abierto en Comisión, donde también había concitado el respaldo de todos los miembros, abarca productos de la canasta alimentaria de consumo tan masivos como pan, harina, fideos, huevos, cocoa, leche en polvo, polenta, café, pulpa de tomate o diferentes cortes de carne de vaca, pollo y cerdo. No incluye el supergás, como quería el Frente Amplio, pero es una medida bastante más importante y abarcativa en productos que la medida tomada por un par de meses para el asado y algunos panificados, adoptada en marzo por el gobierno. Si el Poder Ejecutivo acepta el contenido de la minuta, debería enviar un proyecto de ley al Parlamento para hacerla efectiva y eso, básicamente, es lo que están reclamando Cabildo Abierto, el FA y algunos legisladores del resto de la coalición.

Sin embargo, nada es tan lineal ni tan evidente, aunque la propuesta haya sido aprobada por unanimidad. Ya han surgido voces de senadores blancos y colorados advirtiendo que votaron la medida por “cortesía parlamentaria”, pero sin estar de acuerdo ni con el contenido ni con el procedimiento. Esto dijo la senadora Graciela Bianchi, por ejemplo, haciendo nuevamente gala de una peculiar agresividad para exponer sus ideas.

Ahora bien, cabe preguntarse qué significa votar una minuta de este tipo por una suerte de cortesía. Al margen de que parece estar inaugurando un camino de irrealidad en el voto, donde los parlamentarios ya no se pronuncian mediante el voto con un significado unívoco, sino que existe una hondura insondable de contradicciones en la mano alzada que reclamaría una exégesis psicoanalítica de los votos, todo indica que la supuesta cortesía significa que los así votantes lo hicieron para no quedar pegados ante la sociedad, en un momento de alza generalizado de precios de los alimentos, pero con toda la voluntad de que el Ejecutivo no les dé pelota. Algo así como: mirá que lo votamos para que no nos caiga la gente a puteadas, pero no lo hagan o hagan lo que se les cante, o encajonen la propuesta, que está todo bien.

Con ese dato -o conscientes de que esa iba a ser la conducta de esa parte de la bancada-, la ministra Arbeleche se limitó a decir que va a estudiar la propuesta como estudia todo lo que le llega, pero sin ningún apuro y sin sentir ni de cerca la presión de un parlamento entero pidiéndole un curso de acción inmediato. Nuevamente, no queda otra que especular un poco más entorno a tan curioso episodio: da la impresión de que el propio Ejecutivo (esto es: el presidente y su círculo íntimo) le transmitió a su bancada más inmediata algo por el estilo: no dejen que los díscolos de Cabildo y Ciudadanos se recuesten en el Frente Amplio, constituyendo una mayoría en el senado con una propuesta socialmente sensible. Más vale la votan todos y después relativizamos su alcance diciendo que la votamos de amables que somos.

Con esto, surgen dos grandes interrogantes: ¿enviará el gobierno el proyecto de ley? No es claro, menos ahora que sabemos que la votación la consideran una concesión diplomática, más que un proyecto consistente. Pero si no lo envían, cuál será la reacción de Cabildo Abierto y el resto de los senadores desahuciados. En el Frente Amplio, a juzgar por las declaraciones de Pacha Sánchez, consideran que si la ministra no envía el proyecto, debería renunciar. Pero la ministra se sabe con el respaldo del presidente y de la bancada de corteses, así que es difícil que se sienta conminada.

Por lo pronto, llama la atención poderosamente la negación fanática del problema acuciante que está viviendo la gente con al carestía. No es solo el Parlamento y las organizaciones sociales las que le transmiten al gobierno que la situación es inhabitable, está lleno de datos objetivos que lo acreditan y hasta las organizaciones de comerciantes advierten de la gravedad de lo que se observa en almacenes, donde el consumo ha caído tanto que han tenido que solicitar autorización para fraccionar.

Más allá de la motivación del voto de los senadores, es indispensable que el gobierno tome cartas en el asunto y adopte medidas reales que alivianen lo que se está viviendo. Renuncias fiscales de este tipo, por un tiempo limitado, no son algo que le genere al país una tensión macroeconómica inaceptable. Son apenas gestos de sensibilidad que, probablemente, no mueven la aguja de las cuentas públicas y permiten ayudar un poquito a la gente. Hay que gobernar con el cerebro, con la ideología, con la política, pero también con el corazón. La gente común necesita comer y eso es algo que no deben olvidar la ministra ni el presidente.

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