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Editorial Venezuela | elecciones | Maduro

infalibilidad del sistema electoral

Las elecciones en Venezuela y sus resultados

En cualquier escenario la oposición iba a impugnar los resultados de las elecciones en Venezuela, imponer la violencia e impulsar un golpe de Estado.

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No quiero sacarle la cola a la jeringa y evitar pronunciarme sobre algo que parece resultar incómodo, especialmente porque yo apoyo el proceso revolucionario bolivariano y no temo decirlo, porque es mi derecho y porque con libertad ni ofendo ni temo.

No habría ni que recordarlo, pero tanto humo, tanta insidia y tanta mala fe obligan a decir que yo soy un sincero demócrata, en el más vasto sentido de la palabra. Yo creo que una sociedad será más feliz si disfruta de la paz, de la solidaridad entre sus miembros, de la más amplia libertad, de un ambiente de justicia, de igualdad, de confianza y de tolerancia.

Yo quiero a mi país, estoy orgulloso de él, creo en algunos valores democráticos que están muy metidos en el ser nacional; me alegra el clima de convivencia civilizada entre adversarios, quisiera que todos los orientales fuéramos más cultos, más solidarios, más educados, más libres y más iguales. Yo soy uruguayo, no quiero un gobierno como el de otro país, no quiero para mi país un gobierno como el de Estados Unidos, ni como China, ni como Venezuela, ni Nueva Zelanda, ni Cuba, ni Noruega. Me gusta el Uruguay y me gusta cómo vivimos los uruguayos. Eso sí, no me creo mejor que nadie, ni creo que los demás quieran ser como Uruguay. Respeto cómo son los demás, creo que cada país y cada región tienen sus particularidades y que cada quién debe darse las instituciones y los gobiernos que elija.

Debo confesar que a mí me gusta el Gobierno de Venezuela. Si fuera venezolano hubiera votado a Maduro. A mí no me gusta nada María Corina Machado ni Edmundo no sé cuánto, su monigote. Los dos tienen un prontuario que es de terror. Corina Machado ha sido imputada y condenada por su participación en episodios de violencia política, por sus vínculos con organizaciones que desde el extranjero han instado a Estado Unidos a intervenir en la política venezolana y a voltear el Gobierno legítimo, por el enriquecimiento inexplicable suyo y de su familia y también por sus actividades antinacionales.

El segundo, en esta oportunidad candidato de la oposición, todavía es si se quiere peor, se trata de un conocido agente de la CIA y se le recuerda vinculado al asesinato de monseñor Arnulfo Romero en El Salvador y de otros crímenes de características similares.

Es bueno que hayan hecho elecciones y hay evidencia de la calidad e infalibilidad del sistema electoral venezolano.

Tal vez sea cierto que el candidato oficialista se haya beneficiado con sus ventajas como presidente y candidato simultáneamente, pero habría que forzar mucho los prejuicios para creer sinceramente que haya habido un fraude. Me sentiría defraudado porque sería un insulto a la inteligencia. En esa hipótesis no se explicaría haber montado un gigantesco escenario para culminar con una farsa tan insostenible.

No me lo imagino posible aunque se hubiera hecho para que el fascismo no triunfara.

Pero no lo creo. No parecería responder a ninguna lógica. En realidad, la denuncia de que se iba a producir una trampa era una muerte anunciada. Todos sabíamos, los opositores lo habían anunciado, los grandes medios hegemónicos de todo el mundo preanunciaban un fraude, los principales líderes de la derecha mundial lo presagiaban y hasta algún comemierda que se llama de izquierda se hacía eco de la provocación digitada desde Miami y Washington por el Departamento de Estado y la CIA.

En cualquier escenario la oposición iba a impugnar los resultados, imponer la violencia e impulsar un golpe de Estado.

Y lo que se podía imaginar que iba a suceder, sucedió. A pocos minutos de finalizar la elección comenzaron a ocurrir en Venezuela hechos de violencia increíbles, incendios, agresiones a líderes barriales y regionales opositores, atentados contra locales electorales y del partido de gobierno. Al mismo tiempo, se produjo el hackeo de todo el sistema informático que sostiene la elección presidencial digitalizado y los 16 procedimientos de verificación y auditoría que garantiza los resultados. No obstante, la autoridad electoral pudo dar los resultados que fueron, como era probable, favorables a Nicolás Maduro y adversos para el candidato opositor.

Inmediatamente se activó un huracán preparado internacionalmente que denunciaba un fraude. El polichinela que tenemos como presidente, Luis Lacalle Pou, sin ninguna prueba, denunció en la madrugada un fraude inminente, en declaraciones similares en contenido y horario a pronunciamientos de Milei y otros payasos presidenciales que siguen las instrucciones del Departamento de Estado norteamericano. No recuerdo semejante apuro para solicitar pruebas cuando los resultados de las elecciones de Estado Unidos eran denunciados por Donald Trump, ni cuando fue destituido y encarcelado el presidente del Perú, ni cuando se dio el golpe de Estado de Bolivia, ni cuando se destituyó a Dilma Rousseff o se encarceló a Lula para que no participara en las elecciones.

Otros presidentes más serios, como Lula y López Obrador, e incluso Biden y Kamala Harris, decidieron esperar que se dieran a conocer más elementos que pudieran constatar para reconocer los resultados.

En nuestro país, el Frente Amplio dijo también esperar pruebas contundentes que permitieran reconocer o rechazar los resultados.

Ahora bien, el presidente Nicolás Maduro ha presentado en las últimas horas un petitorio a la Sala Electoral de la Corte Suprema para una investigación y un pronunciamiento sobre el fallo electoral del Tribunal Electoral. Este procedimiento es constitucional de Venezuela. Su fallo, independiente, va a definir esta duda que se ha dado entre instituciones y personajes incrédulos que piden más elementos para adoptar una posición sobre estas controvertidas elecciones.

Ojalá esta actitud de Maduro logre restablecer la confianza entre los desconfiados y la paz en Venezuela. Parecería que la tranquilidad se ha restablecido en estas horas.

Yo deseo que el resultado de las elecciones se certifique y deseo lo mejor para Venezuela. Puedo equivocarme, pero tengo confianza en que el proceso que se inició con Chávez logre una legítima continuidad democrática y la llamada Revolución Bolivariana continúe con un proyecto pacífico y verdaderamente transformador que procura la prosperidad, la felicidad y la igualdad para todos los venezolanos y la independencia y la soberanía de Venezuela.

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