El proyecto de reforma jubilatoria está detenido en el Parlamento porque la coalición no puede llegar a un acuerdo para votarlo. Cabildo Abierto y algunos otros legisladores del oficialismo están convencidos de que el proyecto es la garantía de la derrota electoral en las próximas elecciones, algo que surge de manera patente en las encuestas de opinión pública sobre la iniciativa, pero el presidente, que ya descuenta que es imposible ganar las elecciones, quiere aprobarlo como sea, porque ya sumergido en su lógica de favorecer en todo a los intereses que lo pusieron ahí busca sacar máximo provecho a esta mayoría extremadamente coyuntural que lo beneficia. Dicho en otras palabras: perdido por perdido, hay que avanzar cuanto se pueda.
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Ahora bien, en la coalición hay diferentes actores con diferentes expectativas. Ninguno cree razonablemente posible que se pueda reeditar el gobierno de coalición en el próximo período, pero no es igual la certidumbre de perder que la incertidumbre de sobrevivir. Y es evidente que para fuerzas que nadie sabe cómo proyectar correctamente su intención de voto, enterradas hoy en márgenes de error, un proyecto de esta naturaleza puede significar una masacre que los deje con representaciones marginales en el Parlamento.
De acuerdo a las declaraciones del líder de Cabildo Abierto, Guido Manini Ríos, blancos y colorados no quieren que CA vote el proyecto porque no les conviene que se apruebe, aunque ellos tengan que fingir un respaldo entusiasta a la iniciativa. Básicamente, quieren votar la reforma, pero que, a la vez, la reforma no tenga los votos. Una forma de mostrarse fieles a las promesas que le hicieron a sus bases, pero sin tener que cargar con el rechazo popular que va a suscitar la aprobación de un proyecto de esta naturaleza. Están embretados por ese conflicto y han llegado a la conclusión de que el mejor escenario es salir a ganar, pero a jugar a perder. Se han visto cosas raras en los últimos años, pero como esta ingeniería de la simulación, difícil.
Para Cabildo, la ecuación parece ser una oportunidad para aprobar toda su agenda. Posicionado en el lugar de partido bisagra, con un pie adentro y un pie afuera de la coalición, quiere hacer valer sus votos y prácticamente se los ofrece en canje a blancos y colorados: si quieren que Cabildo vote este proyecto, es necesario que el gobierno apruebe otras cosas que tienen en carpeta. Una ya sucedió: la reparación a víctimas de la guerrilla, pero también quieren obtener la prisión domiciliaria para los mayores de 65 años, que liberaría a los represores confinados en Domingo, Arena y puede haber más. De hecho, puede haber tanta cosa como se les ocurra, en el caso en el que el gobierno realmente esté comprometido con los malla oro, o quienes sean el conjunto de acreedores de su propuesta, a sancionar esta ley a como dé lugar.
Mientras tanto, el Frente Amplio sigue difundiendo a la población el carácter antipopular de esta reforma jubilatoria que hará que la gente tenga que trabajar más años para poder jubilarse por menos plata que en la actualidad. La izquierda está convencida de que va a recuperar el gobierno y va a poder resolver en un Parlamento con otras mayorías buena parte de los peores efectos de la norma en caso de que se apruebe, aun cuando no todos, lamentablemente. Y a la vez, está convencida de que si el gobierno insiste con llevarla adelante, el camino electoral va a ser cuesta abajo, porque es imposible que la coalición pueda absorber el costo político de semejante expolio a los trabajadores en un tiempo tan corto como el que queda para verse en las urnas.
Es indudable que el gobierno fracasó si tomamos como media de éxito o fracaso las falsas promesas con las que se llenó la boca durante años de campaña, pero nunca deben analizarse exactamente con ese sistema de referencia los acontecimientos. El gobierno fracasó en términos de sus promesas, pero no necesariamente de sus intenciones: ha logrado beneficiar al poder económico a costa de la mayoría de la sociedad, que fue grosso modo para lo que vino, ahora bien, lo ha logrado sin poder sostener una expectativa de reelección, lo que indudablemente tiñe su estrategia de precariedad. El verdadero éxito para el gobierno habría sido hacer todo esto y más, pero sobrevivirlo. Avanzar a costa de una inmolación electoral es pan para hoy y hambre para mañana.
La izquierda, sin embargo, no debe caer en una euforia anticipada, primero porque el daño que ha hecho la derecha es mucho y, en segundo lugar, porque los cisnes negros existen en la política y el enemigo juega con cartas mucho más poderosas de lo que muchas veces se estima. Todo indica que el Frente va a ganar y va a ganar con claridad, pero es absolutamente indispensable que elabore un programa sólido para una reparación integral de todo lo dañado y un avance objetivo y sostenible en un proyecto de país solidario y productivo, que debe estar acompañado necesariamente de elaboración política y debate de ideas para que no vuelva a suceder un paréntesis reaccionario con las consecuencias sociales y políticas dramáticas que ha tenido el breve interludio de ultraderecha y degradación institucional que estamos, como pueblo, padeciendo en los supuestos mejores cinco años de nuestras vidas.