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El aldeano
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A diferencia de Bukele y Lacalle, Pedro Castillo, de 51 años, nació y creció en medio de la pobreza, siendo el único entre nueve hermanos que pudo finalizar sus estudios, llegando a ser profesor en el Instituto Tecnológico de Cutervo y logrando una maestría en psicología educativa.
Castillo ha renunciado al sueldo de presidente y cobra el sueldo de un maestro, algo similar a lo de José Mujica, que donaba la mayor parte del mismo y Hugo Chávez, que siendo presidente donaba lo que percibía como militar retirado para que algunos jóvenes pudieran estudiar. Luis Lacalle no hace cosas así porque, como ha declarado, tiene “un nivel de vida que mantener”.
En política económica no hay lugar a dudas: Castillo es de izquierda y sigue el camino del boliviano Evo Morales. El 1° de mayo de 2006, Evo estatizó los hidrocarburos de Bolivia, tomó con militares y funcionarios de YPFB algunas instalaciones petroleras, revirtió los porcentajes que de manera entreguista había pactado la derecha con las empresas privadas que explotaban los yacimientos y, a partir de entonces, el Estado se queda con el 82% y las petroleras con el 18%.
Castillo, por su parte, anunció que podría llegar a nacionalizar los yacimientos de gas de Camisea (Cusco), uno de los más importantes de toda América y que tiene a la empresa argentina Pluspetrol desde 2004 como accionista mayoritaria.
Camisea es la cueva de Pedro Kuczynski y los 40 ladrones, aun cuando cursa arresto domiciliario. Tanto él como Alejandro Toledo (de quien fuera ministro antes de llegar a la presidencia) les robaron descaradamente a los peruanos por medio de Camisea; pero cayeron por el caso Odebrecht (Toledo con prisión efectiva).
La derecha limeña hizo fortunas durante décadas mediante turbios negociados con el gas de los peruanos y hasta se sacaron de allí recursos para apoyar al derechista Grupo de Lima; pero Pedro Castillo ha llegado para poner fin a esa fiesta. El primer ministro Guido Bellino ha declarado que el gobierno renegociará los contratos, buscando esta vez el beneficio del pueblo peruano, afirmando que los recursos naturales “no pueden seguir en manos privadas”. El planteo es simple: o lo toman o lo dejan. Si Pluspetrol no acepta las nuevas condiciones, el Estado procederá a la recuperación de Camisea.
No es de extrañar que el derechista Avanza País ya esté acusando al presidente de autoritario. El neoliberalismo procede siempre así contra quienes buscan rescatar los recursos naturales de las garras de la mafia.
Falta saber qué hará Castillo con los latifundios. Recordemos que Evo Morales dispuso su estatización para redistribuirlos entre los trabajadores agropecuarios que vivieron explotados durante siglos. El lema es que la tierra sea para el que la trabaja.
Para Pedro Castillo, la defensa del patrimonio nacional, la austeridad y la justicia social son sus prioridades; pero… cuidado.
Buena parte de la izquierda mundial se sentirá defraudada con otros aspectos de su ideología, aspectos que se corresponden con la derecha más rancia. Su mentalidad aldeana, teñida de alta religiosidad, lo han convertido en una persona sumamente conservadora en temas que hoy están en la primera línea de interés para muchos colectivos. Castillo se opone a la legalización del matrimonio igualitario, a la legalización de la marihuana y a la despenalización del aborto y la eutanasia. “Yo vengo de una familia que me ha inculcado valores y me ha criado con las uñas cortadas, y eso lo voy a trasladar a mi pueblo”, ha señalado.
En el poblado de Puña (distrito de Catamarca, provincia de Chota) las ideas progresistas no han logrado derribar los prejuicios conservadores. Él es católico, devoto de la Virgen de los Dolores, y por algún tiempo se pasó del catolicismo a la iglesia evangélica Nazarenos, presionado por la familia de su esposa, que adhiere a tal desviación cristiana; pero luego retornó al catolicismo, otra desviación del cristianismo.
El haber sido rondero (las rondas campesinas son grupos de autodefensa como los creados por Álvaro Uribe en Colombia) está bien visto por esos lares. Estos grupos se crearon tanto para defenderse de los ataques de Sendero Luminoso y el MRTA como para combatir el abigeato y la delincuencia en general, tarea que debe ser realizada por el Estado y no por civiles que pueden ejercer justicia por mano propia. Es tan difícil apoyar estas medidas como condenarlas; porque el hombre es el hombre y su circunstancia y quizá este tema amerite un análisis más profundo.
En cuanto al marketing personal, su sombrero chotano y el poncho que a veces usa junto con sandalias que se hacen con neumáticos viejos pueden chocarnos visualmente; pero no es para nosotros que así se viste, sino para los millones de campesinos que, en definitiva, son los que lo llevaron al gobierno. El tiempo dirá si llega al poder. Hablamos de un país cautivo de la mafia derechista. No la tendrá fácil. Encima, si no flexibiliza sus ideas conservadoras y abre la mente y el corazón hacia otras formas de justicia, ya no tendrá adversarios solo en la derecha.
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El millennial
Tiren todos los manuales a la basura. Hablamos de Nayib Bukele.
A los 37 años se convirtió en el presidente más joven de El Salvador y América. Nacido en 1981, es capaz de gobernar a todo un país con un celular; y no estamos exagerando. De hecho, su exabogada y actual opositora Bertha Deleón ha dicho que Bukele es “un adolescente con poder, incapaz de mantener una conversación sobre temas importantes sin mirar permanentemente su teléfono”. Sin embargo, ese “adolescente”, pulverizó al bipartidismo con ideas revolucionarias y propias de una modernidad que mucha gente se resiste a aceptar.
No necesita una agencia de marketing; ya que de eso sabe más de lo que hay que saber. Si habla por TikTock, se coloca una gorra con la visera hacia atrás; pero no por demagogia, sino porque ese es él. Se mueve como un pez en el agua con la tecnología y ha comprendido lo que los políticos tradicionales no: que el mundo cambió y las batallas se libran hoy en el campo virtual.
Es difícil definirlo con los parámetros de izquierda o derecha; pero no hay dudas de que estamos frente a un revolucionario que está haciendo historia. En principio, no solo reparte computadoras como lo hacía Tabaré Vázquez, sino que ha desafiado a Estados Unidos al adoptar el bitcoin como moneda de curso legal, lo que, pese a que el dólar continúa siéndolo, encuentra en la criptomoneda una competencia no querida. La mafia bancaria mundial quiere lincharlo; pero no nadie sabe cómo.
Su apuesta al bitcoin ha comenzado de manera inmejorable. Más de dos millones de salvadoreños están usando la wallet (billetera virtual) Chivo, con lo que tiene más usuarios que cualquier banco del país. Pese a que el mismo mes en que El Salvador legalizó su uso China lo ilegalizó por considerar que fomenta el lavado de dinero (como si los bancos tradicionales no lo hicieran), la criptomoneda se mantiene por encima de los 40.000 dólares. Ni la pandemia pudo frenar su cotización al alza. Si el bitcoin llega a dispararse, habrá Bukele para rato. Su uso provoca resistencia en quienes se aferran al pasado y no comprenden cómo funciona una moneda sin billetes sino con códigos; pero en la medida en que la gente se habitúe, el sistema se irá afianzando, y aunque no comprendan esta tecnología, la inmensa mayoría de la población confía en la inteligencia del carismático líder.
Pese a todo, Bukele ha descartado incluir en su proyecto de reforma constitucional la despenalización del aborto, la eutanasia y el matrimonio igualitario. Propone sí cosas que impulsara el mismo Hugo Chávez en Venezuela: reelección presidencial y revocatoria del mandato. El proyecto incluiría los mecanismos de referéndum y plebiscito, como los que tiene Uruguay.
Ya se le acusa de autoritario; pero considerando que se enfrenta a la OEA, a Estados Unidos, a la mafia bancaria y a los partidos tradicionales, no es raro que esto ocurra. Su mayor error fue el de presentarse con militares en la Asamblea Legislativa exigiendo fondos para el Plan Control Territorial, aunque algunos sostienen que se trató de una estrategia de marketing que se le fue de las manos.
No es dogmático; es ejecutivo. Proveniente del FMLN, ha tenido que transar con la derecha para ser candidato presidencial; pero parece estar por delante de izquierdas y derechas. No le pertenece al FMLN ni a Arena. La mitad de su familia es católica y la otra mitad musulmana; pero él solo cree en Jesús, en el bitcoin y en su celular.
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El pituco
El presidente uruguayo defiende sin rubores los intereses económicos de las familias más poderosas del país en desmedro de las más humildes.
Cuando estalló la crisis económica y sanitaria de 2020 y se creó el Fondo Corona Virus, le descontó dinero al sector público (clase media), pero se negó a poner un impuesto a los sectores más pudientes, argumentando que no había que tocar a los “malla oro” porque serían los que nos sacarían adelante cuando todo pasara. Es el pensamiento clásico de los neoliberales, que siempre cargan el peso de las crisis en las espaldas de las clases baja y media. Sin embargo, pese a que se ha registrado un récord de exportaciones de carne y soja, ni la más mínima parte de los beneficios del crecimiento económico cayó sobre los trabajadores rurales, con lo que su teoría del “derrame” quedó sonando como un cuento para tontos.
Mientras a los empleados públicos se les quitaba el 12% de poder adquisitivo y los militares perdían 5% de salario real en un año y medio, Lacalle aprobaba incrementos salariales de 100.000 pesos mensuales para cargos políticos. Mientras recortaba planes sociales cuando más se precisaban, se dilapidaban 25 millones de dólares en dos aviones con más de medio siglo de antigüedad, y mientras se pedía un sacrificio a la población, el gobierno repartía fortunas a correligionarios, amigos y familiares, mediante licitaciones sospechosas (caso de las ganadas por la fundación A Ganar o la compra de 55 vehículos todo terreno por parte del Ministerio del Interior a la empresa Ayax, dirigida por un amigo de la infancia del presidente), sin licitación (caso del contrato con el hotel de la familia de la nacionalista Verónica Alonso), con empresas cuasi fantasmas (caso de Kirma Services por el Ministerio de Turismo), con adjudicaciones a consorcios inexistentes (caso de la empresa brasileña Cleartech y la uruguaya Cietel para administrar la base de datos de telefonía móvil) o por medio del encargo de auditorías para buscar algo con qué atacar a la administración anterior. Una de ellas fue encargada a Marcelo Caiafa, de la empresa Ecovis, quien se ha manifestado por Tweet “Orgulloso de ser blanco”.
Lacalle estuvo en contra de la ley de matrimonio igualitario y de la ley de ocho horas para los trabajadores rurales, a la vez que su partido político hizo poco y nada (cuando no se oponía frontalmente) para promover leyes que terminaran con la discriminación sexual o la violencia doméstica.
Asociado políticamente con sectores pentecostales, no es raro que entre sus filas haya movimientos para derogar la ley de interrupción voluntaria del embarazo o la “ley trans”, que indemniza a personas trans perseguidas durante la dictadura por su condición sexual.
El Partido Nacional es, quizá, el más homofóbico y machista, y sin quizá, el que ostenta mayor cantidad de hechos de corrupción. Por citar un caso reciente, el 28 de setiembre fue condenado a dos años de prisión el alcalde de Florencio Sánchez, Alejandro Sánchez, junto a uno de sus hijos, su exesposa y varios funcionarios municipales, en el marco de la operación “Corruptio”. Sánchez, que pertenece al sector del intendente blanco Carlos Moreira, había sido reelecto en su cargo; pero le imputaron delitos como asociación para delinquir, fraude, concusión, cohecho calificado, falsificación ideológica y encubrimiento. En su campaña electoral se le denominaba “el hombre de las mil gauchadas”.
Lacalle ha hecho lo imposible por debilitar a las empresas públicas y beneficiar a sus competidoras privadas, siendo los casos de Antel y Ancap los más escandalosos. Sus políticas neoliberales han generado en un año y medio 100.000 nuevos pobres en un país con poco más de 3 millones y medio de habitantes. Los de arriba ganan más y los de abajo ganan menos.
Pese a esta política que ha perjudicado a millares de familias provocando desempleo, inflación, pérdida de salario real y miseria, y aun cuando su popularidad viene en picada, lo cierto es que aún mantiene un porcentaje de aceptación altísimo. ¿A qué se debe?
A Lacalle lo salva su marketing personal. Ha pulido muchísimo su estilo de comunicación verbal y no verbal. Su gestión es de lo peor desde que Uruguay recobró la democracia en 1985; pero su manejo de la opinión pública merece nuestro reconocimiento. Ya sea que levante un papel de la calle, que duerma sobre un apero, que cruce un alambrado, que domine una pelota, que haga surf, que pasee con su esposa, que compre verduras, que reciba a una niña encantadora en su despacho, que se saque selfies con admiradores o salga de compras con su hija (lo cual está excelente y no criticamos), su equipo se encarga de viralizar las imágenes y provoca encanto y fascinación, dejando en segundo plano la realidad de su gestión.
Nació entre algodones y fue su madre quien lo colocó en el Parlamento; mas luego se fue fogueando solo. Para llegar a la cima del poder se asoció con sapos y culebras; pero ha demostrado ser mejor estratega que el mismísimo Julio María Sanguinetti, la reencarnación oriental de Nicolás Maquiavelo.
Gobierna para un reducido grupo de familias de la aristocracia criolla y goza del apoyo de los grandes medios de desinformación. Con todo, los casos de corrupción se han desbordado por completo y la incapacidad de sus ministros amenaza con derribar todo el poder que ha construido con su imagen personal.
Tres historias y personalidades muy diferentes; pero mientras Bukele y Castillo se enfrentan a los poderes más oscuros de la Tierra, Lacalle se inclina ante ellos. Sabemos los caminos que eligieron.
Solo falta ver qué tan lejos llega cada uno.