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El gran garrote

Por Edurado Platero.

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Caras y Caretas Diario

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No me estoy refiriendo al que Theodore Roosevelt decía llevar en la mano cuando tenía necesidad o conveniencia de “convencer” a alguna nación de nuestra América pobre. En realidad, él no inventó nada: todos, absolutamente todos los gobernantes de los Estados Unidos de América tuvieron siempre en cuenta que contaban con ese gran garrote con el cual convencernos o someternos. Muchos lo utilizaron de primera, sin siquiera intentar “convencernos” y en eso México se lleva las palmas. Por ser su vecino inmediato fue quien más veces se llevó el garrotazo.

Otro es el caso de su lejano pariente Franklin Delano Roosevelt. Entonces trataron de ser suaves y corteses porque enfrentaban a Alemania, Italia y Japón. No querían tener complicado su patio trasero y necesitaban, en cambio, que le suministrásemos todas las materias primas y alimentos posibles. Fue muy diplomático, pero todos sabíamos que el gran garrote lo seguía teniendo. Prefería no blandirlo ni usarlo, ¡pero lo tenía!

Con Kennedy nos pasó algo similar. Fracasado el intento de invadir Cuba en Bahía de Cochinos, la aisló, financió locos planes de asesinato personal contra Fidel y una dolorosísima serie de ataques e invasiones para tratar de doblegar a la isla. La “Guerra contra los bandidos” le costó casi tanta sangre al régimen revolucionario como la propia rebelión. Para dar cuenta de ese hostigamiento tuvieron que cercar y tomar montaña por montaña en el Escambray. Como necesitaba del apoyo de sus lacayos latinoamericanos, nos ofreció, a cambio de traicionar a nuestros hermanos, su famosa Alianza para el Progreso.

Se equivocó el Che Guevara cuando los acusó de prometernos cloacas y desagües a cambio de abandonar a Cuba. ¡Ni siquiera eso tuvimos! En cambio, nos mandó los aparentemente sacrificados y modestos muchachos de los Cuerpos de Paz que se desparramaron por nuestras naciones enseñando a jugar al básquet. En la gestación de todos los golpes de Estado y en el intento de sostener a las dictaduras resultantes los gringos se sirvieron de ese apoyo. En nuestro país actuaron como informantes de los servicios y para recolectar voluntarios para formar un sindicalismo “patriota” en el interior. Sus esfuerzos, directamente financiados por la Instituto Uruguayo para la Educación Sindical, fracasaron estrepitosamente luego de intentar armar algo creíble entre el 73 y el 74. El fracaso de su intento de fundar una Central Nacionalista en el Congreso que organizaron en Durazno a mediados de ese año fue tan grande que la ORIT en ese entonces manejada por la Afl-Cio decidió retirarse de Uruguay. Pero ¡lo intentaron! Fracasaron porque únicamente pudieron reunir a cuatro o cinco corruptos ya desprestigiados. Pero ¡lo intentaron!

En fin… con o sin blandirlo, siempre tuvieron su gran garrote. Pero no es a ese al que quiero referirme, sino al que parecería que cree tener nuestro gobierno con la declaración de servicios esenciales.

No me siento a gusto criticando al gobierno que voté, votaré y considero “mi gobierno”. Pero menos a gusto me siento cuando ese, “mi gobierno” mete la pata y se quiere llevar a todo el mundo por delante.

Un poco antes de carnaval, los funcionarios del Inumet programaron un paro de dos horas por la mañana y la tarde. Por un lado, supongo que estaban irritados de que los tomaran como pizarrón de quiniela. Son los destinatarios de todas las maldiciones sin que el gobierno haya hecho nada por facilitarles las cosas. Bueno, algo hizo: cambió la dirección, que a lo mejor merecía ser cambiada, y la nueva jerarquía declaró que mejoraría las comunicaciones con la opinión pública.

Que bien lo merecemos. Pero no comprometió nada, ni respecto de la regularización de una estructura caótica en la cual hay un buen número de inequidades. No parece importarle que haya gente trabajando en una labor calificada y cobrando por otra de menor rango. Y tampoco dijo nada, por lo menos, nada que la comprometiera respecto del mejoramiento del equipo del que disponen los escasos, raleados e inequitativamente retribuidos funcionarios.

El estar en algún sitio importante, pero chico lleva consigo la maldición de que sean ignorados. Yo no recuerdo cuántas veces estuvieron en conflicto los controladores aéreos. Como hace un tiempito no los oigo reclamar, supongo y espero que los reclamos hayan sido atendidos. No todos, por supuesto, si había alguno exagerado no creo que sea cosa de ceder para que se callen. Pero si lo que reclamaban era justo, espero, también, que los hayan atendido.

Como no llevo la cuenta no puedo enumerar todas las veces en que el gran garrote de los esenciales se ha aplicado o blandido últimamente. Pero, me parece que se les está haciendo el campo orégano.

Ahora resulta que la amenaza de un paro, el anuncio de que se realizaría un paro de dos horas por turno, con guardia gremial y con todas las previsiones para casos de emergencia, llevó a que se declararan esenciales los servicios del Inumet:

todos los servicios de dicho instituto, desde los técnicos que analizan los datos meteorológicos y formulan los pronósticos hasta los servicios del personal administrativo, de portería y limpieza. Algo similar, en pequeña escala, a lo que hicieron los nazis con los judíos. No me importa si sos bueno o malo, esencial o secundario, les caigo a todos. Ya sé que la comparación es urticante, pero es absolutamente justa. No es por lo que estás haciendo, sino por lo que eres. A mí también me pica, me avergüenza y me irrita, pero hermano, lo lamento, estás procediendo de la misma forma.

Con la utilización exitosa en varios casos pequeños en los cuales la declaración de servicio esencial bastó para impedir la realización de la medida de lucha, se están enviciando.

Se los aviso en una buena: no se crean que tienen un arma superpoderosa y que con ella le pasan por arriba a cualquiera. Eso pensaron el intendente Iglesias y el presidente Sanguinetti cuando declaró esenciales los servicios de barrido y limpieza.

Se los tuvieron que tragar.

Y por cierto fueron mucho más cuidadosos. No declararon esenciales a todos los servicios municipales y no trataron de obligar a todos los huelguistas. Hicieron una lista de los afectados, los notificaron personalmente en su domicilio por cedulón y por avisos de prensa y anunciaron las sanciones a las que se harían pasibles quienes no acataran: “Tres días de descuento por cada falta”. No acatamos y ni siquiera pudieron aplicar las sanciones porque hubiesen debido pagar triple todos los servicios esenciales que se cumplían en régimen de guardia gremial.

¿Recuerdan? “Tanto monta, monta tanto”. La misma fórmula de los reyes católicos, tanto monta, monta tanto Isabel como Fernando. Tanto cuesta la falta como la asistencia a los servicios que el gremio autorizaba.

Entonces, compañeros, no se endulcen porque un día se van a meter de atropellada en un galpón oscuro y se estrellarán contra el horcón del medio. Seguro, es difícil que alguien tenga la malicia y la paciencia de faltar para hacerse sancionar, recurrir judicialmente, ganar porque su tarea no era esencial y no se cumplieron las formalidades, cobrarles un montón de plata y, todavía, dejarlos enchastrados en la OIT.

Porque, de paso, cañazo: no pueden destituir a nadie por hacer huelga en un servicio declarado esencial. Pueden sancionar y la sanción y su monto son recurribles, pero no pueden destituir.

De vez en cuando es bueno acordarse de que existe una Constitución y que ella establece estrictamente las tres causales de destitución de un funcionario público: ineptitud, omisión o delito. Ninguna otra, y esas con las garantías que la misma Constitución establece. No es un privilegio, sino una garantía establecida para que no se pueda utilizar la administración pública al servicio del partido gobernante.

Una garantía de independencia moral y cívica del funcionario público. Un freno a la tentación de aparatear con el Estado. Rindamos homenaje a la lucha de Aparicio, a los reclamos de Acevedo Díaz, a la lucha de Batlle contra la herencia de la “influencia directriz” de Julio Herrera y Obes. La causal de esencialidad no está y no se puede inventar. Así que pueden sancionar, pero no destituir y la sanción debe ser avisada en la declaración de esencialidad. Si algún leguleyo lacayuno les dijo que pueden hacer lo que quieran, les aconsejo que inicien el trámite de su destitución por ineptitud. Tampoco se lo podría destituir por alcahuete. Pero sí por inepto.

Se dan cuenta, compañeros, que tampoco pueden destituir a nadie por infidente. No importa si la filtración que utilizó El País fue de algún funcionario –cosa que dudo porque fue muy completa– o de algún político de los que estuvieron en la discusión.

No hay más causales de destitución que las constitucionales. No se pongan en ridículo blandiendo un gran garrote… de papel mojado.

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