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El ocaso del patriarca

Las acusaciones penales por violación y abuso sexual interpuestas contra el expresidente de Costa Rica y premio nobel de la paz 1987, Oscar Arias, marcan el declive de la prominente carrera de la más reconocida personalidad política del país centroamericano.

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Por Fernando Francia, desde Costa Rica

En 1986 Oscar Arias era un joven político con mucho futuro, ya candidato a presidente por uno de los principales partidos políticos de Costa Rica y con un equipo de trabajo que prometía “paz para mi gente”. En febrero ganó la elección.

Pocos meses antes un hecho pasó inadvertido. Una joven periodista salía de un canal de televisión para trabajar directamente con el candidato como encargada de prensa. Una tarde, relata ella, a solas con Oscar Arias, este se le abalanzó. Ella lo rechazó y huyó de la oficina para no volver.

Ese hecho lo contó, en entrevista con Caras y Caretas, Eleonora Antillón, hoy una periodista retirada de sesenta años que vive en una zona rural a 260 kilómetros de la casa del expresidente.

30 años después, una activista por el desarme mundial visitó a Arias para pedirle apoyo para una campaña internacional. A solas, en la casa del exmandatario, la activista de treinta años fue violada por Arias, según consta en una denuncia penal en el Ministerio Público.

El lunes 4 de febrero la activista interpuso la denuncia que fue difundida simultáneamente por el semanario Universidad, medio local, y el New York Times. A partir de allí, más de diez mujeres, incluida Antillón, realizaron denuncias públicas en redes sociales y medios como el Washington Post y el propio New York Times además de la prensa local.

Antillón dijo a Caras y Caretas que ella pudo rechazar el intento de acoso de Arias por su empoderamiento personal. “Yo supe cómo responder en ese momento, pero me callé por las implicancias que podía tener en mi entorno personal. Hablé 35 años después porque quiero apoyar a otras víctimas, testimoniar que no es un hecho aislado, que es una conducta muy común en hombres poderosos”, dijo Antillón.

Conducta

La ola de denuncias crece. Una segunda denuncia penal fue interpuesta por Yazmin Morales, una ex-miss Costa Rica que acudió, también sola, a la casa de Oscar Arias tras recibir una petición de amistad en Facebook. Morales dijo que Arias le tocó los senos y la besó de forma forzada.

Su abogado Arcelio Hernández dijo a Caras y Caretas que su clienta tomó fuerzas para denunciar a Arias al ver la noticia de la primera denuncia. “No nos sorprendería que haya más víctimas. Es probable que haya otras víctimas silenciosas que decidan hablar”, dijo Hernández. De hecho, Morales dijo a un medio local de televisión que son decenas las mujeres que le han dicho que también han sido víctimas, pero que no se atreven a salir públicamente.

En redes sociales abundan los relatos de excolaboradores y excolaboradoras de Arias que aseguran que el acoso es una conducta repetitiva en el expresidente.

Incluso volvió a surgir la anécdota que reportó un diario local en 1986 cuando una vedette española que se encontraba en el país fue escoltada por el servicio de seguridad de Casa Presidencial y se reunió en privado con el entonces mandatario. Ella “salió visiblemente turbada” de esa reunión, mientras la primera dama, Margarita Penón, organizaba un encuentro en la planta baja.

Este miércoles 13 de febrero Arias asistió a la Fiscalía con sus abogados como imputado por las causas presentadas. Antes de la cita, la defensa había solicitado un trato diferenciado por ser el imputado un adulto mayor, según confirmó el Ministerio Público al semanario Universidad, que reveló el caso el martes 5 de febrero.

A su salida de la Fiscalía, Arias saludó a la prensa, pero no dio declaraciones. Sus abogados adjudicaron la negativa a la existencia de un proceso penal.

Las únicas declaraciones del expresidente las emitió mediante un comunicado el día en que salió en la prensa el escándalo. “Rechazo categóricamente las acusaciones que se me hacen. Nunca he actuado irrespetando la voluntad de ninguna mujer”, escribió el propio 5 de febrero.

Pocos días después de conocerse las denuncias se realizaron dos manifestaciones organizadas por grupos de mujeres en San José. Una frente a su residencia y otra en el centro de la capital costarricense.

Poder

Caras y Caretas consultó a especialistas en género sobre la conducta de personajes poderosos ante víctimas de acoso.

La socióloga de la Universidad de Costa Rica, Montserrat Sagot, manifestó: “La forma en que las relaciones de poder se organizan producen múltiples maneras en que las personas pueden ser abusadoras unos y abusadas otras”. Para ella los hombres muy poderosos que pueden tener control sobre las condiciones de otros sienten que tienen “poder soberano sobre otras personas” y esto hace que “las deshumanicen y las vean como objetos que pueden ser utilizados para darme servicios, para cumplir funciones por mí y también para darme placer sexual. Es decir, esta es una forma en que las personas poderosas, por medio de este ejercicio, se apropian de la voluntad, se apropian incluso físicamente de otras personas y llegan a abusar de ellas”.

En Costa Rica, de inmediato, comenzaron a aparecer voces que justificaban al expresidente y voces que, bajo la etiqueta #Yotecreo, manifestaban su apoyo a las víctimas. Algunos comentarios contrarios a las denunciantes se relacionan con la cantidad de años que transcurrieron entre los hechos relatados y la denuncia.

Para la psicóloga Mirta González las personas víctimas de abuso sexual necesitan un tiempo para procesarlo. La persona tiene que reestructurar qué es lo que pasó, entenderlo, para poder verbalizarlo y poder hablarlo y usualmente no tienen con quién hablarlo y por eso pueden pasar años sin hacer públicas las acusaciones”.

González explicó que “las personas abusadoras poderosas (económicamente o políticamente) dan por hecho que es parte de su poder tener acceso a muchas mujeres”. Las mujeres pueden reaccionar de diversas maneras, explica la psicóloga. “Lo que pasa es que la enseñanza hacia las mujeres es que deben ser amables y que no deben herir los sentimientos y eso es malinterpretado, se asume que aceptan una situación, pero están diciendo que no”, agregó González.

Piedras

Pocas semanas antes de las revelaciones de febrero de este año, el propio expresidente había dicho que él es el primer premio Nobel que “ha sido acusado ante los tribunales”. Lo dijo porque desde hace algunos meses el Ministerio Público acusa a Oscar Arias de corrupción por facilitar la instalación en el país del proyecto minero de Infinito Gold “Crucitas”, finalmente fracasado.

Según allegados al expresidente, cuando Arias fue acusado de corrupción por el caso Crucitas, esta había sido la única instancia en que el exmandatario estaba cerca de perder una apuesta.

La carrera de Arias ha sido exitosa desde todos los puntos de vista. Nació en una familia influyente y adinerada, en edad escolar decía que en el futuro sería presidente del país. Fue ministro y diputado muy joven y desafió al establishment de su propio partido y ganó, para ser candidato y posteriormente presidente. Obtuvo el premio Nobel de Paz en 1987 por el trabajo que hicieron en conjunto los presidentes centroamericanos. Aunque era prohibida la reelección, logró que la Sala Constitucional dictaminara esa regla como inconstitucional y alcanzó la presidencia por segunda vez en 2006. De todos sus proyectos, se dice, nunca había perdido uno solo. Excepto, por ahora, el tema Crucitas. A sus únicos traspiés, ahora, se suman los múltiples escándalos y denuncias de violación y acoso sexual.

Arias parecería quedarse sin caudal político alguno a partir de estos hechos, más allá del resultado judicial. Renunció al partido en el que militó por 50 años, la principal fuerza política del país, el Partido Liberación Nacional, y varios de sus principales figuras resaltaron la confianza en el Poder Judicial y comentaron la valentía de quienes denuncian casos de acoso sexual.

El dos veces expresidente y premio Nobel de la Paz es dueño de innumerables propiedades y empresas y, hasta ahora, respetado como el costarricense más connotado, todo un patriarca de la pequeña Costa Rica.

Oscar Arias, de 78 años, se enfrenta, en el ocaso de su carrera política, a las únicas dos piedras en el zapato que podrían, más allá de ser procesado o no, quitarle todos los méritos que ante la opinión pública costarricense había acumulado.

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