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El orgullo “chino-gay”

Por Daniel Barrios.

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Invocando la Ley de Ciberseguridad y una directiva gubernamental que considera la pornografía, el sexo violento o las relaciones homosexuales como “relaciones sexuales anormales”,  la semana pasada, Sina Weibo, un híbrido vernáculo de Facebook y Twitter, anunció una campaña que durante tres meses “limpiaría” sus páginas de contenido pornográfico, violento y gay para crear “un entorno armonioso”. Las reacciones fueron tan inmediatas e indignadas como espontáneas y masivas. En apenas 48 horas, el hashtag #YoSoyGay registró cerca de 300 millones de visitas, de los cerca de 400 millones de usuarios registrados, y fueron decenas de miles los mensajes repudiando la  homofóbica decisión de los responsables de la plataforma y llamando al público a deshacerse de sus propias acciones, de las cuales Alibaba, el coloso mundial del comercio electrónico, detenta 30%. “¿No puede existir la homosexualidad en el socialismo? Es increíble que China progrese económica y militarmente, pero regrese a la era feudal en términos de ideas”, dijo uno de los usuarios. “Soy gay y orgulloso de serlo, como decenas de millones igual que yo”, fueron algunos de los comentarios que, junto a millones de arco iris, corazones, mensajes de paz, amor y fotos de parejas homosexuales, inundaron la plataforma inaugurada en 2009 y cuyo valor de mercado en la Bolsa de Nueva York supera los 30.000 millones de dólares. Según una encuesta oficial de finales de 2016, hay más de 70 millones de gays en China y alimentan una industria -la llamada  “economía rosada”- de 300.000 millones de dólares por año. La vertiginosa urbanización del país fue uno de los motores del crecimiento de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales), creando sus propios espacios físicos de convivencia, pero la explosión gay fue de la mano de la penetración de internet, donde, en los últimos años, proliferaron las redes sociales y aplicaciones como la “Azulada”, que en menos de un mes llegó a 30 millones de usuarios. Devastados por el tsunami de protestas, sabotajes y repudios, y “sugerido” por un editorial del Diario del Pueblo (el órgano de prensa oficial del del Partido Comunista), llamando a la tolerancia para con los homosexuales, dos días después  la medida fue rectificada y Sina Weibo, agradeciendo “todos sus comentarios y sugerencias”, aclaró que la misma era solamente para los contenidos pornográficos y violentos y no alcanzaba a los videos, textos o mensajes homosexuales. El ataque a la comunidad LGBT se produce en un contexto de controles de internet cada vez más extendidos e intensos desde que el año pasado se aprobó la Ley de Ciberseguridad. En enero, a pocas semanas de vigencia de la nueva legislación, Sina Weibo ya había cerrado cientos de portales en cumplimiento de la disposición de eliminar contenidos “vulgares” o “nocivos”. Igual suerte corrieron 128.000 sitios web, según datos publicados por la Administración del Ciberespacio de China. El tema de la homosexualidad en China ha recorrido un camino sinuoso y accidentado con períodos de tolerancia y aceptación hasta décadas de represión y prohibiciones de todo tipo. De todas formas, hay que reconocer que a lo largo de la historia, el homosexualismo en China ha sido más tolerado que en Occidente y nunca padecieron persecuciones tan crueles como las ordenadas por el cristianismo en Europa durante la Edad Media. Ninguno de los tres pilares del pensamiento chino -el taoísmo, el budismo y el confucianismo- condenaron la homosexualidad. En su historia y literatura, la homosexualidad siempre ha sido un tema tolerado y de dominio público. En las antiguas dinastías Han, Song, Ming o Qing, hay múltiples referencias a tal condición y obras clásicas de la literatura nacional como A la orilla del río o El sueño de la habitación roja contienen descripciones de relaciones sexuales entre hombres. Uno de los proverbios más repetidos durante la dinastía Zhou (siglo XI a.C. hasta el año 256 a.C.) decía que “hombres apuestos pueden distraer a los emperadores de la sabiduría de los viejos cerebros”. La primera ley contra la homosexualidad fue dictada recién en 1740, pero su aplicación, en la práctica, pasó prácticamente inadvertida. La noche negra para los “rosados” comenzó  con la llegada de los comunistas al poder en 1949. Mao Tse Tung consideraba el homosexualismo un vicio pequeño-burgués y contrarrevolucionario, propio de la degeneración de Occidente. Los homosexuales sufrieron persecución pública, segregación social, castigos físicos y cárcel durante y después de la Revolución Cultural,  cuando el gobierno los calificó públicamente de “enfermos mentales”, situación que perduró hasta 2001, y los confinó en centros de detención y campamentos de reeducación. La apertura económica devolvió una mayor tolerancia política y social y en 1997, con Jiang Zemin en el poder, el nuevo código penal dejó de condenar la homosexualidad, aunque los personajes abiertamente homosexuales no son todavía plenamente aceptados. Es famosa la prohibición de la película Brokeback Mountain, del director taiwanés Ang Lee, así como la censura a su discurso de la aceptación del Oscar en 2006. Aún hoy, en muchos hospitales públicos y privados, se aplican terapias para “reconvertir” a los LGTB, de los que, según estudios de Naciones Unidas, solamente 15% han confesado su condición a sus padres y solamente 5% lo declara públicamente. “Soy la madre de un hijo gay. Mi hijo y yo amamos a nuestro país No importa a dónde vayamos, les decimos a otros en voz alta y con orgullo que somos de China. Pero hoy, de repente, me [encuentro] con que en este país fuerte, Sina Weibo está discriminando y atacando a esta minoría sexual”, declaró una usuaria a The Guardian. Orgullo de ser china y orgullo de ser madre de un hijo homosexual. Lo del título.  

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