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Editorial

El paciente del pueblo

Por Leandro Grille.

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Caras y Caretas Diario

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Cuando escuché a Tabaré informando sobre el hallazgo de un nódulo de apariencia maligna en su pulmón derecho, sentí una angustia enorme, como un nudo en la garganta. Me dio bronca el carácter fenomenalmente injusto de que un hombre que ha dedicado tanto tiempo de su vida a combatir el cáncer y el tabaquismo sea atacado por esa enfermedad, como un agravio personal, una ironía cruel, una revancha. Más allá de la tristeza de la circunstancia, me impresionó la claridad, el aplomo, la serenidad con la que hizo pública la noticia, revelando un arte para comunicar el infortunio que es difícil que pueda ser emulado. Tabaré es un hombre que te tranquiliza cuando habla; a la vez te informa una desgracia y te rodea de calma, te contiene, te arropa con la dosis justa de esperanza para no desahuciarte y no engañarte.

Las horas siguientes mostraron una sustancia de Uruguay que merece cuidarse. El respeto unánime, apenas maculado por algún insolente, pero extendido en todo el sistema político, que, sin distinción, expresó su solidaridad y su reconocimiento al coraje y la transparencia con los que actuó el presidente. Eso puede parecernos muy normal, pero no lo es en el mundo, donde el odio abunda y la enfermedad, el dolor o la muerte del adversario se celebra, se banaliza.

Cuando se acerca el final de su mandato, a pocas semanas de la muerte de su compañera de toda la vida y en plena campaña electoral, Tabaré tiene que atravesar por esto y no pierde la oportunidad de recordarnos a todos la importancia de cuidar la salud y de hacer justicia con la medicina nacional, a la que se entrega confiado, sin ceder a la posibilidad de recurrir a otros países, a otras opciones que seguramente tiene por ser quien es, por estar donde está. Algunos quizá no valorarán esto, pero cuando se trata de la vida propia, y cuando se tienen abiertas todas las puertas del mundo, la decisión de quedarse acá y correr la suerte de cualquier compatriota es en sí misma un acto republicano. Ni aun con todos los honores con que ha sido distinguido por el voto popular se ha creído más que cualquiera que ande por la calle, luchando en la vida para salir adelante.

Hay que reconocer a los dirigentes de la oposición, de todos los partidos, por su nobleza en esta circunstancia. Actuaron con prontitud y sin especulación, rodeando al presidente con solidaridad y evidenciando estatura ética y sentido de humanidad. Nada diluye las diferencias profundas en la forma que tenemos de mirar la vida y el mundo, pero nos reconforta sabernos compatriotas de una sensibilidad que está más allá de trincheras políticas, divisas, trayectorias y proyectos. Este tipo de actitudes es el que limita el avance del odio, que es, junto a la desigualdad y la injusticia, la enfermedad más peligrosa que se cierne sobre la civilización humana.

Tabaré es y ha sido muy importante para este país. Para los que lo hemos acompañado con el voto, con la adhesión, con la cercanía de los compañeros, es y ha sido, además, un dirigente extraordinario, en buena medida el responsable de un cambio de época signado por un ciclo de gobiernos progresistas que transformaron a Uruguay en un país mucho más habitable para todos. Su contribución a la suerte y el bienestar del pueblo ha sido tan vasto y grande que habrá pocos orientales que no le reconozcan al menos un puñado de sus políticas, como la lucha contra el consumo de tabaco o el Plan Ceibal, el Ibirapitá, el Sistema Nacional de Salud o el Sistema de Cuidados.

Tabaré siempre le hizo bien a Uruguay y logró que los uruguayos vivamos mejor. Cada vez que le tocó agarrar las riendas de Montevideo o del país, lo entregó mejor de como lo encontró. Un demócrata cabal, respetuoso de la gente, sobre todo de la más humilde y de los trabajadores. Un orgullo para nuestra izquierda, pero también para todo nuestro país. El reconocimiento que obtiene del pueblo lo merece de forma completa e indiscutible.

Desde este rinconcito en el que escribo, quiero desearle que no sea nada, que se recupere pronto. Tabaré: le hiciste tanto bien a este país que ahora le toca a este país cuidarte a vos.

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