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Editorial

El problema de la restauración

Por Leandro Grille.

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Hemos advertido que el próximo gobierno de Lacalle Pou se orienta por la idea de la restauración de un statu quo. No podía ser de otra manera, porque la derecha política y, en un sentido relacionado pero más hondo, la clase social a la que pertenece el presidente; gobernaron desde los albores de la República y se conciben a sí mismos como los fundadores de este país y los únicos destinatarios legítimos del derecho a ejercer poder, por lo que los tres períodos del Frente Amplio constituyeron una anomalía dilatada, un interludio subversivo de un orden natural de las cosas.

Superada la época de los gobiernos de advenedizos, ahora hay que conjurar el trauma volviendo el tiempo atrás. Esto es, recuperando un estado de las cosas perdido, retornando al punto del camino donde comenzó la desviación y estableciendo de nuevo el rumbo que una vez se torció. Aunque parezca sobreelaborado, el retroceso es el objetivo de la Ley de Urgente Consideración. Y el método elegido es el guantazo, porque además de sus propósitos explícitos contenidos en los 457 artículos, hay una intención implícita de aleccionar, para lo que no sirve incurrir en el camino del diálogo y la negociación, sino la piña, lisa y llanamente.

Pero la restauración, que es el objetivo del gobierno entrante, es un problema político de fondo. Porque no es lo mismo no avanzar que volver. No es lo mismo no darte algo que quitarte cosas, y subestimar ese problema puede ser la tumba de ese proyecto.

Para no irme lejos en las elucubraciones, vayamos al terreno de lo concreto en un par de ejemplos. Durante muchos años se discutió si la formación docente debía tener carácter universitario o ser un título terciario, por su ubicación en el sistema educativo, pero no universitario. En la Ley de Educación de 2008 se consagró que la formación en educación (maestros y profesores) tiene carácter universitario. Y la Ley de Urgencia de Lacalle Pou suprime de un plumazo esa condición. Ahora imaginate que sos maestro o profesor o estudiante de magisterio o de formación docente en el IPA o en un Instituto de Formación a lo largo y ancho del país y te desayunás que desde el mismo momento en que se apruebe esta Ley de Urgente Consideración, tu título deja de ser de carácter universitario. En suma, ya no sos más una persona con formación universitaria, sino apenas terciaria o técnica.

Puede parecer una modificación simbólica, sin consecuencias prácticas en el ejercicio de tu profesión, pero es indudable que conforma un agravio a un colectivo de decenas de miles de personas y constituye la pérdida de una conquista largamente anhelada por los docentes. ¿Cómo lo van a tomar?

Veamos otro ejemplo que atañe a la docencia. En la Ley de Educación de 2008, el artículo 11 dispone la libertad de cátedra, como derecho y condición para ejercicio de la profesión docente. Pues bien, la Ley de Urgente Consideración redefine el artículo y lo sustituye por una neblinosa “autonomía técnica”. Es decir, los profesores ya no gozarán de la libertad de cátedra, que además de todo es un principio caro, sino de una de una cosa llamada “autonomía técnica” que, naturalmente, suena a menos, a mucho menos, toda vez que cualquier concepto distinto a la “libertad” no puede ser otra cosa que una restricción de la libertad.

Menciono estos dos cambios previstos en la Ley de Urgencia porque justamente no importan cuestiones económicas, sino apenas redefiniciones filosóficas o simbólicas que muchos podrían considerar no sustantivas, en tanto no tocan, en principio, el bolsillo de los afectados. Y, sin embargo, cualquier persona con dos dedos de frente se da cuenta de que son cambios que van directamente a chocar con la indignación. ¿Por qué? Porque restauran, porque nos devuelven al tiempo en que esa conquista que ahora quieren suprimir era un anhelo, un sueño colectivo, una aspiración compartida por miles e ignorada por el poder.

Ahora imagínense lo que va a pasar con el resto. Con la parte de programa restaurador que va a sacarle plata y derechos al conjunto de la sociedad para transferir riquezas y consolidar privilegios en la minoría de los que más tienen. La restauración es un plan violento porque no se limita a detener el avance del progreso de la sociedad, sino que se le para en frente a la historia y arremete para arrebatar conquistas. Si te sacan una, irán por otra, y así en una iteración interminable, hasta la esclavitud si por ellos fuera.

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