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La relación del progresismo uruguayo con Israel está marcada por una serie de gestos que contrastan con la retórica de solidaridad hacia Palestina. Desde el tratado de libre comercio firmado en 2007 por el Mercosur, pasando por el convenio policial sellado por Mujica en 2010 y la incorporación del Proyecto Shoá en la enseñanza secundaria, hasta la adhesión en 2013 a la IHRA —criticada por usar la acusación de antisemitismo como arma política—, los vínculos institucionales se mantuvieron sólidos. Incluso en 2018, Daniel Martínez celebró junto a la embajada israelí los 70 años de la creación de ese Estado en el Teatro Solís, y en 2020, Tabaré Vázquez adoptó la polémica definición de antisemitismo de la IHRA.
A ello se suman viajes de dirigentes políticos, sindicales y académicos a Israel, fascinados con su “milagro tecnológico”, sin detenerse en la situación cotidiana de los palestinos bajo ocupación. Mientras tanto, año tras año, referentes de todos los partidos buscan las primeras filas en la conmemoración de la Noche de los Cristales Rotos, pero rara vez levantan la voz frente a las noches de destrucción que vive Gaza o la violencia de colonos armados en Cisjordania. Así, por acción u omisión, el progresismo uruguayo confirma su lugar en la categoría “PEP”: progresistas, excepto con Palestina.
Doble estándar
El término se popularizó en la década de 2010, especialmente en redes sociales, cuando voces palestinas comenzaron a cuestionar el doble estándar de figuras políticas e intelectuales que denunciaban violaciones de derechos humanos en distintas partes del mundo, salvo en Gaza o Cisjordania. Su uso ganó fuerza con las ofensivas militares israelíes de 2014 y se multiplicó en el período 2023-2025, en la que se denunció un costo humano sin precedentes.
El PEP intenta visibilizar cómo sectores del progresismo occidental, particularmente en Estados Unidos y Europa, prefieren evitar pronunciarse sobre la causa palestina por temor a ser acusados de antisemitismo o de romper alianzas políticas. Las organizaciones palestinas lo utilizan como un concepto crítico, para evidenciar las incoherencias entre los valores universales proclamados por estos líderes de izquierda y su silencio frente a un caso paradigmático de ocupación militar y desplazamiento forzado.
Hoy, el término trascendió su origen militante y se incorporó al debate académico y mediático. En medios alternativos y en columnas de opinión circula cada vez más como un marcador de frontera: ¿hasta dónde llega el progresismo cuando se pone a prueba en Palestina?