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El Uruguay celulósico

Pese a su pequeñez territorial y poblacional, Uruguay es el tercer país exportador de pulpa de celulosa. El eventual emplazamiento de una nueva planta de procesamiento en el centro del país lo llevaría al segundo lugar en ese ranking.

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Por José López Mercao

Antes de entrar a tratar el tema propiamente dicho, hay que hacer algunas precisiones. La celulosa se produce de acuerdo a dos modalidades de insumos. Una es la que utiliza “fibra larga” (BSKP), la que aportan las coníferas (abetos o pinos); otra, la que procesa la llamada “fibra corta” (BHKP o celulosa blanqueada de fibra corta), que se obtiene a partir de la madera de especies latifoliadas, particularmente eucaliptus (*). Algunos países, que tienen amplias superficies comprometidas en la producción de celulosa (como Chile), alternan ambas modalidades, pero en Uruguay la forestación con eucaliptus es excluyente. La primera es utilizada para otorgar mayor resistencia a cartulinas y cartones, o para el papel para periódicos, mientras la segunda tiene un uso predominante en el resto de la industria del papel, en la que el proceso de blanqueado tiene un papel predominante.

Volúmenes y destino

En la actualidad, Uruguay es el tercer productor mundial de celulosa, sólo superado por Brasil e Indonesia (ver recuadro adjunto). La producción y exportación de pulpa de celulosa en Uruguay data de 2007, luego de que entrara en funcionamiento la planta de la empresa finlandesa Kimmene Corporation (más conocida como UPM), en la localidad de Fray Bentos. La construcción de la planta de UPM insumió aproximadamente 1.200 millones de dólares, lo que la transformó en la mayor inversión privada de la historia del país. En 2014, la nueva planta de Stora Enso (o Montes del Plata), erigida en Punta Pereira (Colonia), redobló la cifra anterior: se invirtió más del doble, a saber, unos 2.500 millones de dólares.

Mientras que UPM transporta en barcazas el producto hasta el puerto de Nueva Palmira, desde donde parte hacia sus destinos en Europa y Asia, Montes del Plata lo hace directamente desde el puerto de Carmelo. Merced a las exportaciones de estas dos plantas, en 2015, con 2,4 millones de toneladas vendidas, Uruguay pasó a ocupar el tercer lugar entre los exportadores mundiales de pulpa de celulosa (**). El peso de este flujo exportador implica aproximadamente 4% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Por añadidura, tiene un sostenido crecimiento. En 2015, por ejemplo, las exportaciones de madera, pulpa de celulosa y derivados (como papel y cartón), se incrementaron 25% respecto del año anterior y alcanzaron un monto de 1.539 millones de dólares, lo que representa 17% del monto de las exportaciones.

Entre 2008 y 2013, cuando las exportaciones de celulosa provenían exclusivamente de UPM, las cifras en la materia se mantenían relativamente estables, en el orden de 1,1 millones de toneladas. La entrada en actividad de Montes del Plata hizo crecer ese flujo exportador en 37% en 2014 y en 46% en 2015. En términos de valor, los montos no son equiparables, ya que en los cinco años que se toman como referencia, los precios internacionales del producto operaron a la baja. Si bien no se han publicado las cifras totales de exportación de celulosa en 2016, a julio de ese año totalizaban 1.210 toneladas, lo que permite establecer una proyección equivalente al monto exportado en 2015, que fue de 2.412 toneladas. Si en 2008 los números de la exportación de celulosa representaban 8% de las exportaciones uruguayas, en 2015 el porcentaje ascendía a 14%, lo que la posiciona como el segundo producto del total de lo exportado.

En cuanto al destino, China fue el principal receptor, importando desde Uruguay 7,9 millones de toneladas en 2015, lo que representa 36% de los envíos. El segundo destino fueron los Países Bajos, que importaron desde Uruguay 298 millones de dólares en el año de referencia. Los Países Bajos (en particular los puertos de Ámsterdam y Rotterdam), operan como hub logístico para el conjunto de la Unión Europea, por lo que no es correcto referirse a ellos como el destino último de ese porcentaje de lo exportado. Otros destinos de la celulosa que han registrado crecimiento en los últimos años fueron Italia, Estados Unidos, Argentina y Turquía.

Lo que vendrá

En julio de pasado año, UPM anunciaba su interés en construir una nueva planta de celulosa en Uruguay. Esta insumiría un costo de 4.000 millones de dólares. Produciría tanto como las dos plantas que ya existen tomadas en conjunto y sería –de concretarse la inversión– la mayor planta de procesamiento de celulosa del mundo. El proyecto, que se anunció de manera demasiado optimista en agosto de 2016, tuvo un freno por parte de UPM, que exigió de la contraparte uruguaya una inversión en materia logística (particularmente en caminería y vías férreas) del orden de 1.000 millones de dólares. El 13 de febrero, el presidente Tabaré Vázquez se reunió en Helsinki, la capital de Finlandia, con el directorio de UPM; hasta el momento no trascendió el resultado de esas negociaciones.

Para UPM la apuesta por una tercera planta no es sencilla. El mercado de la celulosa se amplía, pero los precios del producto en los mercados, en el mejor de los casos, se estabilizarán, si es que no operarán a la baja. Las variables que intervienen para determinar la evolución futura son demasiadas para tenerlas en cuenta al día de hoy.

En agosto de 2016, UPM estimaba que la demanda mundial de celulosa kraft blanqueada crecería 20% hacia 2020. Para Uruguay, lanzado a la reconversión celulósica, la apuesta es apetecible, ya que lo que aporte una eventual tercera planta implicaría un incremento del PIB de entre 2% y 2,5%.

En caso de concretarse la megainversión (que se radicaría en la cuenca del Río Negro), el comienzo de las obras sería en 2018, estando en condiciones de producir hacia 2020. Para entonces, la producción de celulosa en suelo uruguayo sería de cinco millones de toneladas anuales, lo que lo ubicaría en poco tiempo como segundo productor mundial, desplazando de esa posición a Indonesia y quedando sólo detrás de Brasil. La capacidad de producción de la planta (que se emplazaría cerca de Paso de los Toros) sería similar a lo que generan sumadas las ya existentes (más de dos millones de toneladas). En lo que se refiere a la gravitación de la celulosa entre los productos exportados por Uruguay, pasaría al primer lugar, superando a la carne vacuna y a la soja y cubriendo 25% del total de lo exportado.

Para Uruguay, en términos de oferta maderera, el objetivo es perfectamente asequible, ya que la demanda se elevaría a unos 12 millones de metros cúbicos, existiendo al día de hoy unos diez millones de metros cúbicos disponibles. Otro tema es el de la logística que exige UPM, que habida cuenta del ciclo recesivo que se comienza a avizorar, va a resultar –en todos los órdenes– sumamente compleja y costosa (***).

(*) Respectivamente, Bleached Softwood Kraft Pulp y Bleached Hardwood Kraft Pulp.

(**) Los volúmenes de producción autorizados para cada planta son de 1,3 millones de toneladas, respectivamente.

(***) Las cifras utilizadas en este artículo provienen del informe de Uruguay XXI, que a su vez las recabó de la Dirección Nacional de Aduanas y de las empresas que operan en el ramo.

***

Los proceso de producción y el “desierto verde”

La migración hacia el sur de las empresas productoras de celulosa es un fenómeno de reciente data. En la década de 1990, el volumen de lo producido en este hemisferio representaba sólo 12% del total mundial. A la fecha, el porcentaje se acerca a 40%.

Para este movimiento inciden varios factores. Uno de ellos es la aceleración del tiempo de maduración del insumo, con la consiguiente abreviación del período de reposición. Por ejemplo, en el norte, los bosques naturales de pino radiata requieren entre 45 y 90 años para lograr su maduración. En el sur, ese período oscila entre 20 y 25 años. Los ejemplares que proveen de “fibra corta” (sobre todo eucaliptus) tienen un tiempo de rotación de entre 35 y 40 años. En el sur, la reposición se da entre diez y 15 años. A esto habría que agregar tierras más feraces, abundancia de recursos acuíferos, exenciones impositivas y bajos costos de la mano de obra, entre otros factores.

En cuanto al procesamiento del insumo, se ha pasado de producir “pulpa mecánica” a la llamada “pulpa química”, que en el proceso de refinado separa la lignina de la celulosa mediante procesos de hidrólisis. Esto se puede realizar de acuerdo a varias modalidades. En las últimas décadas, el proceso kraft o “al sulfato” ha ido desplazando al tradicional proceso “al sulfito”, caracterizado por la cocción de las maderas en soluciones ácidas.

El blanqueo del papel se realiza mediante distintas técnicas. La más utilizada es la llamada ECF (libre de cloro elemental). Este proceso es una variante más sofisticada del primitivo, que tiene como propósito eliminar la lignina que da un color amarillento al producto. El más moderno, denominado TCF, elimina el cloro y utiliza para el blanqueo oxígeno y peróxido de hidrógeno. Pero el curso de la reconversión ha sido lento y se estima que en la actualidad, 20% de los procesos de blanqueo utilizan cloro elemental, 75% la técnica ECF y sólo 5% la TCF (considerada la menos agresiva para con el ambiente).

A mediados de la década de 1980, comenzó una discusión pública sobre los efectos ambientales de los procesos de blanqueo de la celulosa. Repetidamente se denunció que los altos niveles de AOX (parámetro que mide la concentración de cloro que se libera, mezclado con otros compuestos, en las aguas residuales) implicaban graves peligros para la salud y el ambiente. Pronto el debate se trasladó a las dioxinas (de las cuales se descubrieron 77 variantes de alta toxicidad), productos que tienen altos niveles de persistencia y acumulación y que generan graves perjuicios (muchos de ellos aún no relevados) para la salud humana y para los ecosistemas en los que se difunden.

La conciencia acerca de la peligrosidad de este tipo de industria va en aumento en Europa y ya existen países que prohíben o acotan la forestación, particularmente con especies latifoliadas. Noruega ha llegado más lejos y promulgó una ley por la que se prohíbe estrictamente la tala de árboles. Más cerca de nosotros, en el pequeño estado de Espírito Santo, en Brasil, luego de una fuerte movilización que involucró a agricultores, poblaciones originarias, movimientos ambientalistas y medios de comunicación, agrupados en la Red contra el Desierto Verde, se logró frenar la actividad del consorcio Aracruz Cellulose, al aprobar el Parlamento estadual una ley por la que se prohíbe la plantación de eucaliptos hasta que un estudio agroecológico determine su impacto sobre el ambiente y los pobladores.

En otras palabras, parece estar claro que el debate acerca de la forestación masiva de eucaliptus y el emplazamiento de plantas productoras de celulosa involucra aspectos más delicados que los que reflejan los volúmenes exportables y el incremento del PIB.

 

 

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