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Editorial

El video de la escuela

Por Leandro Grille.

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Caras y Caretas Diario

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La difusión masiva de un video de un acto escolar en la Escuela 107 de Canelones, ubicada en la localidad de Casarino, donde niños y niñas bailan y cantan frente a compañeros, maestras y padres, es de por sí una violación increíble de los derechos de esos niños que, producto de la interpretación delirante de una mente agrietada, se ven sometidos al escarnio público en virtud de la adjudicación absurda de un cántico proselitista.

Cualquier persona con un atisbo de sensatez o menores concentraciones de maldad se da cuenta de que es imposible que un acto escolar en Uruguay culmine con vivas al Frente Amplio. Es completamente inverosímil el hecho y resulta penoso que un legislador haya elevado una denuncia y que las autoridades de Primaria no solo hayan sido receptivas, sino que hayan dispuesto una investigación urgente.   ¿En qué cabeza cabe semejante disparate?¿En qué Uruguay viven o han vivido para creer que una escena así es posible en una ceremonia escolar, frente a familias y niños y docentes?

Llevan años instalando la sospecha contra el magisterio nacional, contra los profesores de secundaria, contra la Universidad, contra todo el ecosistema de la enseñanza pública. Persiguen al cuerpo docente, ignoran las Asambleas Técnicas, atacan a los sindicatos y promueven una política inyectada de odio que se caracteriza por querer suprimir cualquier posibilidad de participación, incluso eliminando los consejos desconcentrados, algunos casi centenarios, pero este tipo de manija, la que tiene que ver con agitar en la población el cuco de una extendida inobservancia de la laicidad por parte de los docentes es lo más peligroso de todo. Porque lo que logra es propagar una desconfianza en un sector que puede llegar a pensar que en el ámbito escolar están adoctrinando a sus hijos, alistándolos para una propuesta política y eso sería un atentado contra los principios varelianos y, por supuesto, un misil bajo la línea de flotación de la confianza del pueblo a la  enseñanza pública.

Por supuesto, la viralización del video y los comentarios nutridos de odio y suspicacia provocaron indignación en la gente, y entre ellas en las familias de la zona, que se dieron cuenta de que estaban vilipendiando a una escuela y a docentes intachables para hacer política de la más baja calidad. Pero aunque rápidamente se aclaró que el clamor de los niños decía “Viva sexto año” y no “Viva el Frente Amplio”, es muy posible que el video y los comentarios queden rebotando por mucho tiempo en las redes sociales, por lo que, cada tanto, saldrá a relucir ante un público fugaz, siempre renovado, capaz de tropezar una y mil veces contra una noticia trucha presentada insistentemente como cierta, contra la realidad y contra la evidencia.

Este situación bochornosa hay que inscribirla en una práctica que ha crecido de manera impresionante en los últimos tiempos, en redes sociales y fuera de ellas. Es la estrategia de construir un abismo de ellos y nosotros, intentando sembrar bronca y resentimientos como instrumentos en la batalla política. Es a esta altura un modus operandi que, evidentemente, cuenta con la habilitación de las más altas esferas, y que solo puede conducir a situaciones cada vez peores. El discurso de odio sostenido contra sindicatos, docentes y, en general, cualquier ámbito en el que interpretan que la izquierda pueda tener más adhesión, solo puede terminar mal, en especial cuando parece haber entre los partidarios del gobierno una tendencia a creer cualquier cosa que confirme sus prejuicios, aun cuando no tenga ningún asidero.

Es absolutamente indispensable que bajen la pelota, que paren de distribuir bulos y de azuzar delirios que afectan la convivencia y que destruyen cualquier posibilidad de entendimiento y diálogo entre las personas. Por lo menos, es necesario dejar a los niños y las niñas afuera de esa contienda que carga con una violencia inherente y abrumadora. No vale todo.

La escuela pública es la forma que tiene el Estado en los rincones más apartados del país. En muchos casos, es una de las únicas expresiones tangibles y apreciadas por toda la gente, sin importar banderías políticas. Y así tiene que ser, como un patrimonio de la sociedad toda que abriga una tradición majestuosa. No puede ser sometida a estas operaciones aviesas e irresponsables. La política se debe jugar en otra cancha, con otras formas y otros argumentos. De no hacerlo, van a producir una fractura social que después tardará mucho tiempo en repararse.

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