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Editorial

El virus del ajuste

Por Leandro Grille

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Caras y Caretas Diario

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En algún momento van a llegar vacunas; seguramente será antes y en mayores cantidades si el gobierno tiene a bien comunicarse con los países de la región que ya están vacunando, que tienen plantas de producción de diferentes tipos de vacunas y acuerdos privilegiados con varios de los laboratorios que han producido las fórmulas vacunales que actualmente se están utilizando, pero incluso si Lacalle Pou se mantiene en la postura de negociar él, en secreto, mediante sus “contactos” con el laboratorio que más confianza le da, las vacunas igual van a llegar en algún momento de este año. Por supuesto que este último mecanismo no es ni transparente ni obligatorio, y se presta para cualquier cosa, toda vez que un hombre puede negociar en secreto la mayor compra directa de la historia de Uruguay, sin contralor de ningún tipo, y en un contexto de emergencia sanitaria tan amenazante como para que la gente soslaye la responsabilidad de analizar los detalles de precios, condiciones y comisiones de los intermediarios.

En cualquiera de las variantes las vacunas van a llegar, pero no es justo, aunque lo diga un científico prestigioso como Rafael Radi, que el retraso en adquirir las vacunas no sea catastrófico y hasta sea conveniente para poder obtener más información y estudiar mejor los datos técnicos de las diferentes propuestas. Si el GACH como tal dijera eso, que no nos consta, no estaría haciendo ciencia, estaría haciendo política, que no tiene nada de malo en sí mismo, pero cuyos ámbitos no deben confundirse por el bien de la política y por el bien de la ciencia.

Está claro para cualquiera, en cualquier parte del mundo, que cuanto antes lleguen las vacunas, mejor. ¿O estamos sugiriendo que los científicos europeos, estadounidenses, rusos, chinos, argentinos, brasileños, israelíes, australianos, canadienses, entre otros tantos que ya están aplicando y además estaban desesperados por conseguirlas, están completamente equivocados? Es bueno que lleguen cuanto antes, porque todavía después queda el inmenso trabajo de distribuirlas y aplicarlas a la población en el menor tiempo posible y esperar que las vacunas hagan su efecto, que no es inmediato. Mientras tanto, la vida sigue, la epidemia no se detiene y el gobierno uruguayo ha decidido no tomar mayores medidas que bajen radicalmente el número de contactos y, con ello, el número de contagios.

Con el virus circulando y la posibilidad de que nuevas variantes todavía de mayor transmisibilidad aparezcan en nuestro territorio, la afectación de la vida social y económica, incluso sin demasiadas medidas restrictivas, se mantiene y se profundiza. Y es probable que se prolongue por todo el año. En ese contexto, un gobierno dirigido por Lacalle Pou e Isaac Alfie, abrazados a un fundamentalismo del ajuste que no secunda ni el FMI, ni la página editorial del semanario liberal Búsqueda, no tiene punto de comparación con nada en el concierto planetario actual. Con una caída de la economía como la que se registró este año, que solo el gobierno no anticipaba, y con el panorama nada auspicioso para 2021, una dupla enfervorizada con el hachazo solo puede sumir a la población más vulnerable en la pobreza y al resto, incluyendo a las empresas de pequeño y mediano porte, en un viaje de arena gruesa que puede liquidar toda expectativa de recuperación para cuando pase la pandemia que, por cierto, va a pasar y la enorme mayoría va a poder contar el cuento.

Es absolutamente imprescindible que la oposición y todas las fuerzas vivas de la sociedad, ya ni siquiera de la izquierda, exijan al presidente atender la debacle económica que están viviendo montones de sectores y calme su pasión recaudatoria, que le ha hecho subir tarifas por encima de la inflación, que ya es un decir, y muy por encima del salario que, en términos reales, no ha parado de caer desde el 2 de marzo del año pasado. Si el gobierno continúa emperrado en gestionar la crisis sin tirarle una cuerda a la sociedad y sin tomar medidas sanitarias y económicas que permitan parar la propagación de la epidemia, no va a haber encuestadora amiga ni paparazzi de agencia que le puedan salvar en la valoración colectiva. Él quizá se reirá despreocupado de estas conjeturas, como tantos otros que se emborracharon con el poder, pero la tierra gira, el tiempo pasa y los juicios de la historia son implacables.

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