El próximo domingo habrá elecciones presidenciales en Bolivia. Se habla poco del tema. Nuestra diplomacia “tan sensible” con insistir en que siempre que haya pérdida de las libertades hay que denunciarlo públicamente, sobre la dictadura de este país hermano, ha guardado silencio. Más que cuidarse las espaldas, también ha enmudecido el secretario general de la OEA, Luis Almagro. ¿Será casualidad tanta coincidencia de nuestra política exterior con la suya? Veremos.
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Nosotros nos quejamos aún de la proscripción de los líderes opositores Liber Seregni y Wilson, (este último, predilecto en las encuestas, preso), en la elecciones maniatadas que dieron paso al gobierno de transición, que presidió el Dr. Julio Sanguinetti. En Bolivia, está proscrito el pueblo entero. Imposible que Almagro eluda su responsabilidad cuando antes de finalizar el escrutinio denunciaba fraude.
Lo curioso es que el proceso del escrutinio fue el mismo que en las elecciones del año pasado, cuando lo reeligieron en primera vuelta. Decía Onetti que la peor mentira es aquella que relata verdades, quitándoles el alma a los hechos. Efectivamente, detener el conteo de los votos no significa que se esté metiendo la mano en la lata. Hay circuitos urbanos, rurales cercanos y finalmente rurales lejanos. De estos siempre demoran en llegar las ánforas. Que las tendencia cambien cuando llegan los votos rurales distantes es solo lógico, son poblaciones originarias muy partidarias de Evo.
El lunes, se denunció el intento de un segundo golpe de Estado, por parte de la vocera del MAS (partido de Evo), Marianela Paco. El conteo rápido estará a cargo de la OEA, cuyas misiones ya hace años perdieron la independencia técnica de la que gozaban. La custodia de las actas estará exclusivamente a cargo de las fuerzas que dieron el golpe en noviembre del año pasado. Mientras tanto, el Tribunal Supremo Electoral guarda llamativo silencio.
Las denuncias de un eventual golpe no vienen solo del partido que todo indica que ganaría elecciones limpias, incluso probablemente en primera vuelta. El 12 de octubre, el Morning Star, el periódico británico que se especializa en temas sociales, políticos y sindicales, expresaba: “Se sostiene acreditadamente que se ha montado nuevo complot” que implica el manipuleo de programas de computación, aplicaciones de transmisión del conteo rápido, etc.
Partamos de la base, desde antes de la elección, que las condiciones en que se realizan ya oscurecen el horizonte. En noviembre del año pasado, acá estábamos muy absorbidos por nuestras propias elecciones. No reparamos que este pueblo hermano sufrió algo más que el fraude: un golpe de Estado cruento. Medio centenar de muertos, fundamentalmente dirigentes del MAS.
El candidato de Evo, Luis Arce, fue su ministro de Economía y primer ministro. Figuran en un holgado lugar en la primera vuelta. Pero no nos olvidemos de que Evo, su vice, Linares, y varios de sus principales dirigentes están exiliados y que además han sido perseguidos con acusaciones penales arbitrarias. Ya de pique, el silencio sobre esa irregularidad original genera falta de transparencia. Son elecciones que se realizan tras un golpe. Las elecciones o reparan el daño causado al ordenamiento jurídico o lo legitiman.
Bolivia es un país hermano. Para los uruguayos todos. Para mí especialmente. En el exilio conocí a algunos de mis mejores amigos en la etapa de las dictaduras sureñas. Me tocó ver el derrocamiento del presidente Guevara Arce por el Golpe que llevó cabo la “Masacre de todos los Santos”. Culminaba en La Paz, la noche anterior, la Asamblea General de la OEA en que Bolivia había obtenido un gran triunfo diplomático en su reclamo por la salida al mar. Todo se tiró por la borda como resultado del golpe.
Cuando en octubre del 82 asume un gobierno democrático, el Parlamento por unanimidad me concedió la nacionalidad. Guardo de recuerdo mi pasaporte boliviano. No son mis hermanos, son mi propio pueblo. La solidaridad es un camino de dos vías. Estaremos atentos para seguir al pueblo boliviano paso a paso hasta que restaure la democracia.