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Entrevistas arquitecto | docente | Vivienda Sindical

ARQ. MIGUEL MIGLIÓNICO

El arquitecto de los olvidados

Migliónico, tiene una mirada de la arquitectura desde el punto de vista social que marca su camino profesional y se ha especializado en Sistemas Constructivos No Tradicionales.

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Pudo transitar una carrera exitosa en el codiciado mundo de la construcción empresarial de alta gama, pero rechazó una oferta suculenta y optó por abocarse a proyectos cooperativos de vivienda sindical. Se siente un privilegiado «por tener trabajo», por la oportunidad de poder desarrollar su profesión «en algo que da sentido» y agradecido de «haber podido elegir el espacio cooperativo sindical» en el que asegura, «se aprende todos los días». Actualmente, es docente del proyecto «Más Valor, por la transformación del perfil de las y los trabajadores de la madera», del Instituto Cuesta Duarte con el apoyo de Inefop, que fue recientemente presentado en Durazno y Tacuarembó, y en las próximas semanas, será una realidad en Montevideo, Canelones y Maldonado.

Nació y creció en una cooperativa de la Unión y casi sin darse cuenta, de a poco se fue entreverando entre rock y pick and roll, jugando básquetbol en la dura y áspera canchita del barrio. El amor por el dibujo, hoy aplicado a la arquitectura, lo heredó de su papá que fue docente de dibujo técnico tanto en liceos de Secundaria como en la escuela técnica de UTU de la Unión. El amor por la tierra, las raíces y la naturaleza, lo respiró desde que se acostumbró a trepar los árboles y nadar en las aguas de La Coronilla, donde nació su mamá, esa cocinera que conserva secretos de sus prodigiosos estofados de pollo y casi lujuriosos bollos de espinaca de origen sefaradí; una paciente mujer que tuvo que criar a tres inquietos varones: Juan Carlos, el muchacho más grande, dedicado a fierros, caños y motores de motos; el del medio, José María, chofer de ómnibus y el más chico, Miguel, que salió arquitecto, melómano y docente. "La música siempre estuvo presente en mi casa y creo que eso viene de mi abuelo, que tenía en la suya una guitarra y un violín. El abuelo era autodidacta y mi padre absorbió todo eso. Yo recuerdo como si fuera hoy que en mi casa los domingos de mañana, mi viejo tenía una especie de ritual y escuchaba conciertos de piano". Desde entonces y en modo ciertamente amoroso de pervivencia sensible y cuidado patrimonial familiar de los vínculos, Miguel -mientras dibuja como lo hacía su padre- se envuelve en la atmósfera apasionada de Beethoven y Rachmaminoff o dialogando en pentagramas con Lennon y McCartney.

¿Cuándo te diste cuenta de que querías ser arquitecto?

Creo que por cuarto de liceo me di cuenta de que tenía facilidad para dibujar y eso me fue llevando. Después en la facultad no todo resulta como uno pensaba. Creo que hasta avanzados los años, no terminás de entender exactamente de qué se trata lo que ahí te enseñan. Porque la práctica en la realidad del ejercicio de la profesión es muy distinta a lo que ves adentro. Eso me llevó a ser muy crítico un buen tiempo, aunque después fui tratando de entender por qué la formación académica era como era.

¿Cuándo te vinculaste al Instituto de Asistencia Técnica y al trabajo con cooperativas sindicales?

Al retorno del viaje de la facultad, terminé de estudiar y seguí dibujando. Allí fue que, charlando con amigos del viaje, me hablaron del instituto y pude ingresar. Allí aprendí de todo, fue increíble porque pasé a entender cómo son los mecanismos del cooperativismo, los vínculos y las necesidades del trabajo con los organismos públicos, las necesidades de la gente, los talleres, y así fui aprendiendo mucho. Y creo que eso me fue acercando a la docencia. Después comencé a dar clases en el Polo Educativo Tecnológico del Cerro y me fue abrazando a la docencia en tecnicaturas de construcción y arquitectura, fundamentalmente en Sistemas Constructivos No Tradicionales (SCNT) porque siempre me pareció que era un tema interesantísimo.

¿Qué significa trabajar en el mundo cooperativo de vivienda sindical?

Es un aprendizaje permanente, me encanta, es verdaderamente muy interesante y de verdad que aprendo todos los días. Son tantas las cosas que tenés que atravesar, nos hemos encontrado con dificultades y también con mil recompensas, cada paso que damos es un logro, cada avance es una celebración. Los inconvenientes muchas veces son burocráticos, pero también hay problemas en las obras, de carácter técnico, organizativos internos y también con proveedores, incluidas las del Programa de Vivienda Sindical (PVS), que es en el ámbito en el que trabajo. Pero esa lentitud burocrática al mismo tiempo, en muchos casos fortalece los vínculos y a las propias cooperativas que se van afirmando para sortear todas las dificultades. Pensemos que hay cooperativas a las que estoy acompañando desde 2014, que ya estaban formadas desde 2011 y recién ahora están comenzando las construcciones de sus viviendas. Otra cosa que aprendes en este espacio es que las cooperativas son todas distintas, no hay dos iguales. Y eso te exige ser abierto, escuchar mucho y termina siendo clave para aprender todo el tiempo. Y por ello, como te decía, estoy muy feliz de haber optado por este camino de trabajo con las cooperativas del Programa de Vivienda Sindical. Disfruto mucho ver cómo las familias se van compenetrando, aprendiendo, solucionando inconvenientes y que a pesar del desgaste de procesos largos, llegan a ese momento de felicidad única que significa cuando les entregan las llaves de sus viviendas, que construyeron con tanto sacrificio. En alguna ocasión, me ha tocado visitar a las familias ya viviendo en sus casas de las cooperativas y se acercan a abrazarte. Es muy gratificante ese reconocimiento espontáneo porque los procesos fueron largos y difíciles.

Hablemos de los proyectos RIDE de Inefop que vos junto a un equipo del Instituto Cuesta Duarte están desarrollando.

El año pasado comenzamos ese camino de formación y capacitación de trabajadoras y trabajadores en Sistemas Constructivos No Tradicionales. Fue un proceso muy rico, y en lo personal, tuve que darle un sentido y un marco al curso para poder transmitirlo. Si bien la tarea docente en la UTU implica inicialmente preparar los cursos, acá no existía experiencia anterior sobre la que basarnos. Acá fue un proceso de trabajo con gente joven y muchos adultos ya con recorrido de vida, incluso algunos con experiencia en construcción y las clases prácticas del proyecto que hicimos el año pasado con el Cuesta Duarte y el Inefop tuvieron intercambios preciosos con gente que sabía y mucho de la materia. Eso enriqueció muchísimo el curso y el vínculo que se dio entre los docentes y los participantes. No fueron monólogos, sino clases de ida y vuelta, de compartir experiencias, lo que le dio otro valor agregado.

Ahora estamos con el proyecto “Más Valor”, que es un curso para la reconversión de las y los trabajadores de la industria de la madera, aunque está abierto a todo público. De hecho, sería buenísimo que quienes trabajan en la construcción, sean oficiales carpinteros, medio oficiales carpinteros o los que están especializados en obra seca, se arrimen y anoten para participar, porque esto tiene mucho que ver con su perfil, con su profesión y con su oficio.

Los RIDE son respuestas innovadoras. En este caso, ¿cuáles son esas claves innovadoras?

Porque van direccionados a un ámbito en el que está presente la incorporación de tecnología y de equipamiento en nuestro país. Casi siempre se tiende a asociar la industria, la industrialización, la inversión en equipamiento y en maquinaria como origen del desempleo. Y es una realidad que la automatización y la tecnología está provocando ese impacto en el empleo. Por ello, la idea de este curso es tratar de acompasar los cambios tecnológicos y sus impactos en las capacidades y en el aprendizaje de las y los trabajadores, como forma de acompañar y acompasar esos cambios que son tan acelerados. Se suele hablar de la existencia de un «Uber» para cada profesión y cómo la automatización cambia las reglas de juego en el mundo del trabajo. Bueno, se trata entonces de prepararnos para estos cambios que vienen. «Más Valor» es un proyecto desarrollado por un equipo de profesionales técnicos que nuclea el Instituto Cuesta Duarte, que cuenta con el macro RIDE de Inefop, y que las inscripciones son gratuitas y abiertas a todo público: trabajadores o no, cooperativistas o no, con o sin trabajo actualmente. Es una oportunidad para formarse, para aprender algo nuevo. Este curso también pone en valor lo que la gente ya sabe, el conocimiento tácito de la materia, por eso yo invito a las personas que trabajan con la madera, sea en el rubro forestal o en la construcción o en obra seca, se informe y se inscriba para participar.

De todos modos, imagino que los SCNT han tenido que convencer y persuadir para superar los prejuicios existentes en una cultura tan arraigada del ladrillo como símbolo de la construcción para toda la vida, ¿no?

Sí, por supuesto. Existe un prejuicio sobre la durabilidad de los SCNT, pero todos los sistemas, incluido el tradicional, requieren mantenimiento, algunos más y otros menos. En relación a la madera como material de uso estructural para la construcción, recién por la década del 70 se introdujo el tratamiento CCA, supongo que de este proceso histórico se explica el prejuicio y el conservadurismo. Chile y Brasil son dos ejemplos de desarrollo de los procesos de SCNT. Lo que se viene ahora es con madera maciza, que es radicalmente distinto a lo que se conocía. Y por ello, en este contexto actual, se va a construir un edificio de madera de 7 pisos. Y este aprendizaje es parte de lo que abordamos en los proyectos RIDE de 2022 y el nuevo, «Más Valor», con las cooperativas. Que implica ir rompiendo prejuicios de la gente, de los sindicatos, de todas las partes. Para poder concretar esto, en el camino nos hemos encontrado con socios estratégicos como la UTU, la academia, a través de la propia Facultad de Arquitectura, ni hablar las cooperativas, del PVS y algunas empresas. Hay además, distintos actores del escenario nacional que apuntan en esta dirección que pienso puede ser una visión estratégica y un cambio de la matriz productiva de Uruguay en materia de construcción, en la que nadie quede relegado.

¿Qué sentiste cuando te enteraste del fallecimiento del arquitecto Mariano Arana?

Pa, fue una noticia imponente. Fue un momento doloroso. Lo primero que pensé fue en su legado, seguramente como deseó ser recordado. Y también en su compromiso ciudadano con lo público. Arana fue un enamorado de la ciudad que gobernó y que gestionó. Cuando se supo la noticia, inmediatamente fue reconocido y elogiado por gente de todos los partidos políticos. Creo que esa es la mejor definición. Fue muy intensa y reconocida esa entrega total de su vida a esta ciudad. Y quiero destacar algo de lo que viví en la facultad: mucho tiempo atrás, hace muchos años, cuando yo era estudiante, en la materia Teoría II tuve que estudiar textos de Arana. Y fueron los únicos textos que leí en el transcurso de toda la Facultad de Arquitectura en los que se hablaba del compromiso y del deber moral que tienen los arquitectos egresados de la Universidad de la República con la sociedad. En el caso de la FADU, los egresados salen con dos miradas distintas, dicho en términos muy generales. Los que quieren mirar el exterior -algo que obviamente está bien porque somos parte de este mudo- y los que creemos que la prioridad es ayudar a solucionar los problemas concretos y reales que tiene la población porque somos parte de esta realidad. En la facultad se pueden pasar años imaginando y proyectando construir un edificio en el medio del océano, algo que nunca se va a concretar. Son ejercicios proyectuales, de apertura mental que son inconstruibles con la tecnología que disponemos acá. Como ejercicio lúdico está bien, pero acá la gente necesita soluciones más concretas y Mariano hablaba de eso mismo, del compromiso de los arquitectos porque la Facultad y la Universidad son públicas y se sostienen con el aporte de la población. Bueno, el único texto que leí en todo el pasaje de la Facultad que hablaba de eso fue de Mariano Arana. Y, por supuesto, ni que hablar de su incansable dedicación a la protección del patrimonio de Montevideo. Y gracias a toda esa defensa del patrimonio se han conservado joyas de la arquitectura, que tienen interés desde el punto de vista histórico material, constructivo, arquitectónico, cultural y turístico, que además le dan valor al entorno. Ese fue Mariano. Un fuera de serie.

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