El secretario general de la Organización Nacional de Asociaciones de Jubilados, y Pensionistas del Uruguay (Onajpu) y por dos períodos director del BPS, era obrero frigorífico en el contexto de la huelga general.
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A pesar de haber vivido aquellos acontecimientos postrado en una cama, es uno de los testigos privilegiados de la resistencia y el enfrentamiento al avance fascista contra los restos de la legalidad vigente.
Sixto amaro es uno de los tantos entrevistados en esta serie de entregas en el mes de la memoria a 50 años del golpe de Estado y la huelga general, para compartir con valor testimonial y documental, uno de los episodios más importantes vividos en Uruguay, ahora que se intenta reescribir la historia sobre la teoría de los dos demonios.
Hablemos un poco de los días previos al golpe de Estado, cómo a partir de los acontecimientos de los comunicados conjuntos del Ejército y la Fuerza Aérea, la ocupación de la Ciudad Vieja por parte de la Armada, los pedidos de renuncia de Bordaberry por parte del Frente Amplio y la CNT, se vivía entre los trabajadores la respuesta de una huelga general con ocupación de los lugares de trabajo.
Yo fui dirigente de la Federación de la Carne y secretario general del sindicato de obreras y obreros del frigorífico Nacional en toda esa etapa previa al golpe de Estado.
Es bueno saber que la madurez del movimiento obrero de aquella había considerado en 1964, que fue dado un golpe de Estado en Brasil que había arrasado con las libertades y con la democracia, que en caso de un golpe de Estado, respondería con una huelga general.
Luego, en 1966, que se funda la Convención Nacional de Trabajadores, en ese congreso se reafirmó la decisión del 64 y se agregó algo que es muy importante: en caso de golpe de Estado, huelga general y ocupación de fábrica.
Esto lo tenía el movimiento sindical como una de las cuestiones de principios más importantes, en defensa de nuestros derechos.
Ustedes en particular, como Federación de la Carne, tenían una vasta experiencia en huelgas con ocupaciones de las plantas industriales.
En la industria frigorífica tuvimos la gran huelga del 69, que fue una huelga que duró 5 meses que los trabajadores utilizamos en la defensa del frigorífico Nacional, nuestra fuente de trabajo, y se hicieron las barricadas en el Cerro, fundamentalmente en el puente Pantanoso (paralelo 38) con las ocupaciones de fábrica, con resistencia a la represión.
Se vivían las marchas históricas de los trabajadores de los frigoríficos acompañados por el pueblo del Cerro y La Teja, mientras se escuchaba “el ruido a sable” que venía generando golpes de Estado en distintos lugares de América.
Contame un poquito más la interna. ¿Qué era lo que se comentaba entre los trabajadores? ¿Cuáles serían las medidas que se iban a tomar? ¿Quiénes ocupaban, quiénes avisaban si venían a desalojar?
En general, todos esos temas estaban en la discusión de que no había ninguna duda de que en caso de golpe de Estado, se respondía con la huelga general y la ocupación de fábrica, que lo habíamos discutido en el congreso de la Federación de la Carne, que lo habíamos aprobado, que motivaba las consultas de los trabajadores, una respuesta muy clara en las conversaciones en la asamblea, incluso en los medios de comunicación con los trabajadores a través de volantes, a través del periódico donde los dirigentes reafirmábamos que en caso de golpe de Estado iba a estar la huelga general.
La ocupación de la fábrica y la huelga general en conjunto con la CNT no fue una sorpresa, fue un acontecimiento que ya había previsto el movimiento sindical, que lo había discutido y que con absoluta conciencia lo asumió.
¿Cómo y dónde te encontró el 27 de junio?
Yo estaba en cama con tuberculosis y pleuresía, todo junto, y no podía pararme.
Por lo tanto, el contacto mío era con todos los dirigentes de la federación, en particular, con Juan Yacuboni, que tenía moto y que venía permanentemente a que yo grabara unos casetes hablándoles a los trabajadores sobre la importancia de mantenernos firmes en esta situación del golpe de Estado.
En lo personal, estuvimos con Pepe Gutiérrez, que era el director en representación de los trabajadores en el directorio del frigorífico nacional.
El tercer o cuarto día de la huelga me vinieron a allanar, yo estaba en casa de mi mamá y tuve que terminar en casa de una hermana donde también después me fueron a buscar, y finalicé la huelga general en casa de compañeros de los frigoríficos. Ya se había definido que si desocupaban, volveríamos a ocupar.
El frigorífico Nacional era un caso muy particular porque habíamos tenido ocupaciones desde el 67 para adelante; algunas veces nos desocuparon y nos fuimos y en otras resistimos la desocupación con un cuadro general de muchos heridos, muchos compañeros presos.
En muchas ocasiones fue el Ejército que nos fue a desalojar y recuerdo una desocupación que fue muy violenta, en la que le dieron un tiro en la cabeza a una estudiante de Medicina y que estuvo a punto de morir; en ese misma ocupación le sacaron un ojo con un perdigón a un estudiante del liceo 11, tuvimos heridos a decenas de compañeros, y del frigorífico Nacional, muchos. Tuvimos que ir a parar al sanatorio, a cuidar, a curarnos.
¿Cómo se mantenían los vínculos con la dirección de la CNT durante la huelga?
El día previo se hizo la reunión en la Federación del Vidrio, que está en La Teja, y estuvimos discutiendo la decisión y cómo hacíamos las medidas.
Los primeros días de la huelga costó tomar contacto porque la represión fue muy fuerte, contra el frigorífico Castro, que estaba en La Teja, y fundamentalmente contra el Frigorífico Nacional, a donde llevaron un arsenal que parecía que iban a la guerra; se mantuvo la ocupación hasta el día del desalojo y ese día no decidimos la resistencia porque la idea era desocupar y volver a ocupar.
¿Cómo se da el proceso en el que se decide levantar la huelga?
Naturalmente en el movimiento sindical había distintas posiciones, pero como siempre las mayorías decidían los caminos a seguir y la Federación de la Carne estuvo de acuerdo con levantar la huelga que finalmente se hizo el 12 de julio, ya que se entendía que se había cumplido el objetivo principal que era desenmascarar los objetivos de la instalación de la dictadura, su carácter represivo, su carácter privatizador, su vocación de terminar con las libertades, no solo con el Parlamento nacional, lo que era inadmisible, sino con todo el sistema democrático, que incluía a los sindicatos.
Un debate y discusión que fue muy fuerte en la interna del movimiento sindical.
Sí, pero levantamos la huelga sin fisura en ninguno de los sindicatos de la industria frigorífica.
A posteriori, yo ya estaba yendo al frigorífico, se nos exigió hacer un sindicato nuevo y nosotros, que teníamos alrededor de 2.000 afiliados, cuando hicimos la reafiliación tuvimos una cantidad mayor de trabajadores que adhería en función de enfrentar la dictadura, por la historia del sindicato, el arraigo del sindicato entre los trabajadores y tuvimos más socios en este desafío que la dictadura nos propuso; o sea que fue una batalla de enfrentamientos muy dura, con presos, desaparecidos, exiliados, pero también hubo mucha firmeza e inteligencia, madurez del movimiento obrero para profundizar la unidad en torno a la CNT.
Es decir que cuando se convoca a la manifestación del 9 de julio, tienen que estar ocupando.
Todavía el 9 de julio se está ocupando y algunos compañeros fueron a la movilización porque yo seguía en la cama, no podía moverme, pero cómo no recordar a Ruben Castillo y la lectura de aquel poema que servía a su vez de convocatoria “a las
5 en punto de la tarde”, una convocatoria universal; hubo gente que fue a pie desde el Cerro hasta 18 de Julio.
Sabíamos que la batalla iba a ser larga, que iba a ser difícil y que había que mantener, sobre todas las cosas, la organización sindical, la reorganización de la sociedad en su conjunto.
¿Cómo se vivieron esos primeros años?
La dictadura empezó selectivamente a llevar presos a los compañeros y también a allanar los locales sindicales, se llevaron gente al Cilindro, nosotros no fuimos ajenos a eso.
Cuando aceptamos el desafío del nuevo sindicato, no nos permitían a los que habíamos sido dirigentes integrar las listas, pero todos los compañeros estaban dispuestos a participar en la lista y que siguiéramos dirigiendo el sindicato.
Una federación integrada en el territorio con los vecinos, sobre todo a partir de lo que fue el paralelo 38.
El Cerro vivió horas de solidaridad inmensa, invalorable, donde por ejemplo a la hora de un acto militante contra la dictadura reprimido por las fuerzas conjuntas que nos corría, las puertas de los vecinos se abrían como refugio, lo mismo la iglesia del Cerro.
Cuando nos enterábamos de que iba a venir la represión a desalojar, nosotros tocábamos los pitos del frigorífico y las iglesias hacían redoblar las campanas y el pueblo del Cerro sabía que estaban atacando a los frigoríficos, a los obreros, porque los frigoríficos estábamos ocupando.
