En diciembre, Numa volverá a actuar junto al maestro Eduardo Fernández en la Sala Hugo Balzo con el espectáculo «Lugares y tiempos» y, al mismo tiempo, el músico de la patria compañera no relega de su agenda las presentaciones solidarias para escuelas rurales, sindicatos, organizaciones sociales y todos aquellos que lo quieren y necesitan. Mientras tanto, cocina, estudia, compone, hace radio por streaming y crea podcast.
Hacete socio para acceder a este contenido
Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.
ASOCIARMECaras y Caretas Diario
En tu email todos los días
Numa anda recorriendo escenarios como si quisiera redescubrir la música y la poesía. Abriendo puertas y ventanas, desparramando prejuicios, cruza fronteras, intercambia trazos y texturas y, de esta manera, tan suya, tan afable, cariñosa y sensible va recreando palabras, acordes y melodías. El fantástico guitarrista nacido en Curtina (Tacuarembó), traspasó límites formales y aquella tarea docente que realizó en conservatorios y aulas la ha ido integrando a sus trabajos radiales y también a los escenarios. Con el paso del tiempo, y desde su retorno al Uruguay después del exilio en Holanda, Numa se transformó en una leyenda musical y poética de cercanía potente, ética, coherente, que siguió creyendo en el valor de los arpegios de la libertad, la justicia, la humanidad y la solidaridad, como identidades y sesgos de una patria compañera de revoluciones y utopías. Y al mismo tiempo se consolidó como un artista extraordinario de mirada generosa, libre, desprejuiciada, que ha sabido dialogar con otros lenguajes musicales de manera natural, en una búsqueda que atraviesa tiempos y estilos, sin detenerse a cuestionar dónde comienzan y terminan las fronteras de lo académico y lo popular, o cómo en otras épocas se señalaba con bastante impericia la música "culta" y "la otra", a la que más de uno consideraría entonces como "inculta".
Durante los gobiernos progresistas, Numa realizó un fantástico trabajo de divulgación musical en las radios públicas. Dicho trabajo transitó un idéntico proceso de apertura y cruce de fronteras, para llegar en la actualidad al territorio digital en formato podcast, mediante transmisiones radiales vía streaming.
En clave de encuentro de creadores, poetas, matices y miradas estéticas, Numa ahora se sube a distintos escenarios, con dos espectáculos diferentes pero que tienen ciertos puntos de contacto: la calidad artística en función de la sensibilidad del público y la belleza musical y poética de la palabra cantada. Con «El Alemán» despliegan una paleta cromática de canciones denominada «Del mismo río» y con el maestro Eduardo Fernández, «Lugares y tiempos». Este viernes 20 de octubre en la Zitarrosa (con «El Alemán»), el 9 de diciembre en La Paz, Canelones (con Eduardo Fernández), el 19 de diciembre en la sala Hugo Balzo del Auditorio de Sodre (con «El Alemán») y en distintos festivales del interior del país, se podrán disfrutar preciosos diálogos artísticos con Fernando Sor, Luis de Narváez, Alfredo Zitarrosa, René Marino Rivero, Circe Maia, Washington Benavidez, Eduardo Darnauchans y tantos más.
¿Te has puesto a pensar que en un tiempo de tanto vértigo, de consumo musical industrial, siga existiendo tanta avidez por tu trabajo y por la obra de Larbanois & Carrero, de Rubén Olivera y tantos otros?
Es una felicidad muy grande, te imaginarás que eso es algo muy importante para un artista. Tal vez sirva para ello el hecho de seguir buscando otras formas, de tocar ahora con «El Alemán» o con Eduardo Fernández, en distintos espectáculos. Por ejemplo, con el Eduardo, que es uno de los guitarristas más grandes que ha dado este país, desde el año pasado venimos haciendo un recital de guitarra y canto. Es un repertorio de música que abarca desde el siglo XVI hasta el siglo XXI. Allí hay poesía romántica, guitarra clásica y también guitarra y poesía contemporáneas. Hay música anónima, inédita de Marino Rivero, que escribió para guitarra y también una obra de Washington Bocha Benavidez, del 2016, un año antes de fallecer. Y por supuesto, cantamos La Patria Compañero, nada menos que con el maestro Eduardo Fernández. También está el proyecto con «El Alemán», y que este viernes tocaremos en la Zitarrosa con entradas agotadas y un tiempo atrás toqué con Jorge Nasser y con mucha más gente que está identificada con otro tipo de música distinta al folclore. Por suerte, andamos trabajando lindo.
¿Cómo se logra mantener esa búsqueda y avidez por otras expresiones y lenguajes?
Creo que los que somos del pago, tuvimos la suerte maravillosa de tener como profesor y amigo a Washington Benavidez, que nos abrió la cabeza para todos los tipos de música sin esquemas. Ahí escuchábamos desde la música rock del momento a la música folclórica del sur brasileño, pasando por lo latinoamericano, a la gran poesía uruguaya y de todas partes. Yo creo que esa amplitud me sirvió mucho. Y después, por supuesto, el estudio en Holanda me abrió otro mundo increíble. Y bueno, creo que el asunto es tener gente con esas cabezas así abiertas, amplias. Así como Los Olimareños tuvieron a Rubén Lena o a Víctor Lima, la gente de Paysandú tuvo a Aníbal Sampayo, es decir, creo que esas influencias fueron casi un privilegio que tuvimos muchos en aquellos años. En nuestro caso, «El Bocha» además, supo rodearse -sin decir ‘me voy a rodear’, sino de manera natural- con tipos como Darnauchans, Victor Cunha, Tomás de Mattos, y entonces era lógico que estuviéramos tratando de escuchar y ver lo que se conversaba y creaba en ese círculo. Después, cada uno incorporaba lo que quería o podía (risas). Yo me puse a estudiar guitarra. Y cuando vino Daniel Viglietti, también sentí que había ahí mucho por aprender.
¿En el estudio de la guitarra o en esa mirada más amplia del territorio poético y musical?
Él comenzó a darme clases gratuitas de guitarra y después me pidió que yo diera clases en el conservatorio y así lo hice. Pero también fue muy generoso en acercarme a muchos libros de poesía. Y así fue que dediqué mucho tiempo a leer mucha poesía peruana, por ejemplo, y empecé a musicalizar muchos de esos textos. Y, por supuesto, a dedicarle muchas horas a estudiar y estudiar.
Al Bocha Benavidez se lo suele ubicar en ese maravilloso espacio de la poesía y la literatura, pero su trabajo estuvo siempre muy impregnado de música. Como difusor de los artistas nacionales del canto popular en la 30, por ejemplo, como creador de canciones y en otros planos.
Sin duda. Porque la suya fue toda una vida y obra con mirada de la cultura universal. Él sabía tanto de pintura, ni que hablar de la literatura universal, de las artes en general y, además, cantaba muy bien. Yo lo hice cantar, en el año 2016, cuando grabamos un disco Durandarte Durandarte, que conformaba un proyecto de libro disco sobre su poesía, con prólogo de Agamenón Castrillón. Ahí el Bocha recreó poesía antigua con poesía contemporánea suya y cantó. Logré que cantara. Recordemos que él de jovencito cantaba bárbaro. Ese proyecto lograba reunir su poesía con música del siglo XVI, un trabajo precioso. Son todas cosas que ahora que las repaso en perspectiva no dejan de asombrarme.
Insisto, creo que es muy interesante ver la forma en la que tus colegas están recuperando la obra de todos ustedes, los de tu generación, medio siglo después…
Yo creo que es fundamental no perder de vista la memoria y ciertas raíces. Este recital que hacemos con «El Alemán» se llama “El mismo río” y tiene ese sentido, es una continuación, un aprendizaje. Estoy redescubriendo el mundo de la murga, que en mi infancia en Tacuarembó me era bastante lejano y yo no tuve acceso a murgas de la calidad que veo ahora. Siempre opinaron del país, siempre cantaron cosas muy interesantes, pero ahora estoy conociendo mucho más ese trabajo. Este trabajo con «El Alemán» me ha servido mucho y se trata de un intercambio muy lindo, para mí es un placer. El primer vinilo que me compré cuando llegué a Montevideo era de Bob Dylan. Pero también me fui comprando música distinta, algunos discos de folclore y otros de cumbia. Siempre me gustó escuchar de todo.
Ahora se escucha una música más industrial y de dudosa calidad artística y poética, ¿no?
El problema es que hoy se difunde mucho lo comercial. Y si vos repetís y repetís un tema, bueno, cualquiera es famoso. Pero eso siempre pasó. Hasta Palito Ortega se hizo famoso cantando “la felicidad ja, ja, ja, ja”, y eso era lo que más se escuchaba en nuestra época. Horrible. Por eso te digo que todas las épocas tuvieron algo de eso, pero paralelamente a esos productos estaban Yupanqui, Viglietti, Falú, los Olima. Casi todos los que rodeábamos al Bocha sabíamos para qué lado apuntar. No es que yo no me haya comprado un disco del Club del Clan; sí, lo compré. Y también me compré un disco de los Guaguancó y me encantaban. Yo no sabía por esa época que la cumbia era la música folclórica de Colombia y que tiene una variedad maravillosa y que hay artistas de grandísimo nivel bueno.
Por lo menos servía para tener un punto de referencia y comparar otros productos como el Club del Clan o ahora, la mayoría del reggaetón, para ver de qué se trata.
Y para darme cuenta como creador que “soy mejor que eso” (risas).
¿Sos de ir a hurgar por las bateas de las ferias y encontrar tus discos de vinilo?
¡Sí!, me encanta. En ocasiones va mi señora porque a mí a veces me da cierto pudor. Y en otras oportunidades amigos míos me llaman y me cuentan que compraron algunos discos y me los ofrecen. Hace poco me llegaron cinco discos de Yupanqui grabados en Francia en 78 revoluciones. Un tesoro, una joya.
¿Cómo ves la realidad en general ahora del país?
Bueno, creo que el país ahora está con problemas graves con la delincuencia, y no me refiero solamente a los hurtos y rapiñas en las calles. Aparte de eso, que también han crecido, me refiero a las grandes vergüenzas que nos están haciendo pasar algunos políticos, es increíble. Darle un pasaporte a un narcotraficante en una cárcel de Dubái es algo insólito. Y tantas cosas que ya no nos daría el tiempo para ir enumerando. Pero al mismo tiempo me da la impresión de que la gente está como adormecida, ve todo eso y es como si anduviera con la cabeza en otra cosa.
Mucha gente anda metida en su propio mundo, con la cabeza gacha y mirando el celular en su palma de la mano.
Claro, es muy individualista el asunto. Pero vamos a ver el año que viene cómo se va a mover la cosa. Miro mucho lo que pasa en Argentina y la verdad que se me paran los pelos. Y me ha dolido mucho lo de Israel y la Franja de Gaza. La pucha, tengo muchísimos amigos en Israel y no entiendo realmente cuál es el fondo y el trasfondo de esto y en qué va a terminar.
Hay quienes tienen miedo de que esto termine en un genocidio, ¿no?
¡Sí! Es que ya está sucediendo. Una cosa terrible el gobierno israelí de ultraderecha la forma en la que está actuando, si hasta parece algo montado. Es muy doloroso eso.
¿Sos consciente del cariño que tiene la gente por vos?
Bueno, sí, yo recibo muchísimo cariño de todo el mundo, soy un tipo muy agradecido. Y trato de ser amplio. La gente sabe cómo pienso pero canto para mucha gente que tal vez no sea de izquierda. Trato de colaborar con quienes necesitan, también voy a escuelas rurales, a lugares donde tal vez haya quienes escuchen una milonga por primera vez. Y eso es maravilloso. Hace poco fui al cumpleaños de un señor que celebraba sus 100 años, son momentos removedores.
Te vi actuar en festivales solidarios de ollas y merenderos, en sindicatos que estaban luchando por sus puestos de trabajo…
Claro, claro. Es que todo eso es parte de nuestra vida. Si me llaman de sindicatos o cooperativas o escuelitas rurales trato de ir. El otro día justamente estábamos hablando con Mario Carrero de esto. Es que él también va muchísimo a las escuelas a charlar y a cantar, intercambiar con los niños y los maestros. Y les gusta que les hablemos de nuestro canto. Y si queremos que los niños no solamente se conformen con la música y los cantantes de la industria que conocen por el celular, tenemos que mostrarles a El Sabalero, a Larbanois & Carrero, a Dino, y que sepan sus canciones. A veces voy hasta allí, otras los veo por Zoom, pero trato de estar siempre con ellos. Es de las cosas más lindas que podemos hacer.