Manifestó también que si Uruguay no encuentra un modelo alternativo de desarrollo productivo y de inserción internacional que genere crecimiento, «no podrá resolver los desafíos de mejorar la calidad del empleo, los cuidados, la salud, la vivienda, revertir la pobreza en la primera infancia y encontrar soluciones para los problemas de seguridad».
El Instituto Cuesta Duarte presentó un informe donde se encienden algunas “luces amarillas” en materia de empleo, informalidad y salarios sumergidos.
Sí, acabamos de presentar el informe Análisis del mercado de trabajo, primer cuatrimestre 2024. En este caso, incluye datos en temas de empleo, salario y trabajo. El informe confirma algunas tendencias que Uruguay está experimentando en relación con los problemas laborales. Por un lado, hay una propensión a la precarización del trabajo, ya que los puestos que se han creado son de baja calidad, con salarios bajos y un grado importante de informalidad. Es decir, son trabajos que no cuentan con la protección social. Esto nos lleva a una situación en la que se sigue repitiendo una realidad marcada por algunos problemas estructurales que se han dado en los últimos años.
Si a eso le sumamos que Uruguay sigue teniendo un porcentaje muy alto de trabajadores con salarios sumergidos, estamos hablando de más de 500.000 trabajadores con salarios por debajo de los 25.000 pesos, se presenta un cuadro preocupante en cuanto al empleo y al salario. Como dice el informe, esto enciende luces amarillas y nos hace reflexionar sobre qué país queremos construir.
Uruguay enfrenta hoy serios problemas estructurales como la pobreza, la infantilización de la pobreza, los hogares monoparentales y la concentración de la riqueza, donde solo el quintil más alto se apropia de las mayores riquezas. Todo esto es algo que, en términos generales, lo mencionan muchos de los precandidatos presidenciales y fuerzas políticas y, por supuesto, lo hemos planteado nosotros también. Es decir, Uruguay tiene problemas de pobreza, de la calidad del empleo y en la educación. Hay que tener en cuenta que la mitad de los jóvenes no termina la educación media. Por tanto, desde nuestra visión, Uruguay enfrenta un desafío importante que debería ser la prioridad en la agenda de este año tan particular y especial, en el que los uruguayos elegiremos el gobierno para los próximos cinco años. Uruguay tiene urgencias y necesidades imperiosas a mediano plazo. Esto quiere decir que es necesario resolver de manera urgente problemas relacionados con la calidad del empleo, la pobreza, la pobreza en la primera infancia, los cuidados, la salud, la vivienda y un tema central como lo es la seguridad. Todas esas urgencias que tenemos, si no las abordamos con una visión y una política a mediano plazo, será muy difícil que se puedan cumplir todas las promesas que distintos candidatos plantean hoy. Y algo fundamental es que si Uruguay no encuentra un modelo alternativo de desarrollo productivo y de inserción internacional que genere crecimiento, no podrá resolver estos desafíos que enfrenta.
¿Por qué el énfasis en estos puntos?
Si nos guiamos por lo que dice el Fondo Monetario Internacional, en los próximos cinco o diez años Uruguay crecerá a una tasa del 1,5 % o 2 %. Si eso se cumpliera, no tenemos forma de salir de esta situación actual de la que venimos hablando. Porque Uruguay, para poder salir de esta situación, tiene que crecer y redistribuir mejor. No alcanza solo con redistribuir; también necesita crecer. Necesita tener una inserción y un modelo productivo que lo ubique en el mundo o en la región. Eso no se resuelve con voluntarismo. Por eso la necesidad de acuerdos de complementariedad productiva es trascendental. Si busco complementariedad, tengo que mirar a Brasil. Si el país más potente de la región no me habilita o no logro espacios de coordinación que me permitan complementar productivamente en sectores como el farmacéutico, la industria automotriz, el sector naval o la alimentación, entonces será difícil avanzar. Hay una combinación de necesidades urgentes y también de visión a mediano plazo.
Para lograr avanzar en esa dirección se necesitan acuerdos y una agenda de políticas de Estado. ¿Dónde hay coincidencias en cuanto a los temas que se deben colocar en la agenda nacional para el futuro inmediato?
Es decisivo que quien asuma el gobierno el próximo 1º de marzo, el gobierno que elijamos los uruguayos, sea aquel que dé las primeras indicaciones. Es necesario construir a partir de quien asuma la presidencia del país. Si predominan las ideas de desarrollo y progresismo avanzado o si continuamos con un modelo conservador, será un escenario más difícil. De cualquier manera, el movimiento sindical debe ser un actor de relevancia fundamental en la búsqueda de acuerdos nacionales que permitan avanzar en la transformación productiva y en un plan de urgencia insisto y remarco para abordar necesidades actuales como la pobreza infantil, la calidad del empleo y la informalidad. En eso el movimiento sindical juega un papel relevante para construir acuerdos que establezcan una agenda común, donde estemos involucradas todas las fuerzas políticas, el Gobierno y las organizaciones sociales.
Si partimos de la base de que el contexto regional influye en ese cambio de paradigma, ¿cuánto impacta en nuestra realidad tener un gobierno vecino como el de Javier Milei, que sostiene que la justicia social «es un monstruo horrible» y afirma que él es un topo que llegó «para destruir al Estado desde adentro»?
La situación regional es muy variada, con aspectos positivos y negativos. Por ejemplo, mencionas a Milei, pero también tenemos como vecino a Lula Da Silva. Recientemente ha ocurrido un triunfo significativo de los sectores progresistas en México, que es la segunda potencia económica de la región. Por lo tanto, no toda la situación en la región se resume en el “mileismo”.
Lo menciono como posible «amenaza» a los intereses y políticas que promueve y defiende el movimiento sindical.
Está claro, pero creo que es beneficioso ampliar la mira. Es evidente que la situación en Argentina es muy compleja. Allí, las fuerzas populares, principalmente las organizaciones de trabajadores, están enfrentando esta situación. Lo que está haciendo Javier Milei es algo que la derecha ha hecho en otros momentos, aunque con diferentes frases y palabras, aplicando ajustes muy duros y cargando el peso de estos ajustes en las clases populares durante el primer año de gobierno. Este discurso, aunque muy agresivo, no difiere mucho de lo que hicieron políticas pasadas en Argentina, como las de Carlos Menem. Uruguay, al igual que cualquier país, no puede cambiar su ubicación geográfica. Debemos seguir trabajando arduamente en fortalecer el Mercosur y la integración regional. Es crucial que se revitalice el Mercosur y, sobre todo, que Brasil lidere una complementación productiva en la cadena de valor que permita a Uruguay realizar el desarrollo o la transformación necesaria, ya que por sí solo no puede lograrlo.
Y para nuestra realidad, es un año en el que se definen muchas cosas, especialmente la orientación futura. Uruguay debe decidir si seguirá con un modelo conservador o si buscará construir algunas alternativas con un gobierno más progresista, mediante la construcción de acuerdos nacionales que permitan abordar esa agenda urgente y a mediano plazo en la que todos coincidimos.
¿Cómo observa el movimiento sindical el escenario nacional a partir de la difusión de la noticia de las pesquisas y espionaje al presidente del Pit-Cnt?
Es un escenario doloroso. Duele que en Uruguay sucedan estas cosas. Es cierto que ahora la tecnología y los avances en las comunicaciones hacen que todo se sepa minuto a minuto, pero duele. No significa que no hayan ocurrido casos similares en algún momento de la historia, pero pensábamos que algunas cosas podrían estar superadas. En definitiva, esto socava la confianza. En una sociedad donde a menudo hay que gestionar intereses contrapuestos y tensiones, lo más importante es la confianza entre los actores. Desde mi propia experiencia, uno de los activos más importantes es la construcción de relaciones de confianza personal, independientemente de que cada uno tenga sus propias opiniones. Aunque estemos en las antípodas en términos de opiniones, es crucial esa confianza para la construcción del Uruguay que todos formamos. Cuando ocurren estos hechos duele, porque se ataca la confianza. Ya no es lo mismo, ya no se mira de la misma manera. Comienza a surgir la preocupación de que tal vez cuando estoy hablando con alguien ‘me están tendiendo una trampa’. Por tanto, más allá del incidente en sí, estas situaciones duelen porque los uruguayos, más allá de nuestras diferencias, debemos construir puntos en común. Sin trampas. (Producción MC).