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Entrevistas Gobierno | Astesiano | Pit-Cnt

Gabriel Melgarejo | PIT-CNT

«Por soberbia el gobierno no va a admitir su responsabilidad en el caso Astesiano»

Melgarejo sostiene que "pase lo que pase en la Justicia, la sociedad se merece un mea culpa del gobierno que reconozca lo que ha sucedido en esta presidencia"

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Caras y Caretas Diario

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El asesorar técnico y político del Secretariado Ejecutivo y la Mesa Representativa del Pit-Cnt, analizó el presente del movimiento sindical, los embates del gobierno hacia los sindicatos, el escenario actual, las derivaciones y responsabilidades del gobierno en el caso Astesiano, el machismo sindical y en términos de larga distancia, la necesidad de cuidar los recursos naturales y pensar -en serio- en la salud del planeta.

Fundador de una murga de pibes que se transformó en leyenda patria y carnaval mayor. Fue niño del exilio, muchacho de barrio abrazado al latido intenso de la vida. Nació en Montevideo en el seno de una casa de trabajadores. Su mamá, Carmen, «la gallega», fue cuidadora de vidas en tiempo de riesgo inminente, persecución y clandestinidad. Figura excluyente de la vida cuando el horror rondaba cooperativas, baldosas y rayuelas. Su padre fue un mecánico tornero, trabajador metalúrgico que primero creció en la militancia sindical y rápidamente se transformó en una referencia que construyó su camino en la política partidaria. Artigas Yuyo Melgarejo marcó a una familia que lo sigue recordando casi a modo de leyenda amorosa indestructible, transmitiendo su legado a las nuevas generaciones de hijos y nietos. A pesar de las distancias y la dictadura, Sayago siempre estuvo cerca de Madrid y al retornar al país, el joven grande Gabriel rápidamente se abrazó a las raíces de por acá y fue feliz como nunca imaginó. Cantó con la Contrafarsa de su vida en lugares soñados y ni siquiera cuando la murga entró en modo receso él dejó de ser murguista de la Contra. Entre pitufos, osvaldos y marianas, soñó un país imposible, allí donde no hay jaulas, ni violencias y todos saben curar cualquier herida. Casi sin darse cuenta, fue chofer de uno de los círculos de seguridad de Fidel Castro en Uruguay y entre guardaespaldas y comunicaciones encriptadas, sintió que estaba viviendo -por dentro- una película en blanco y negro de espías y secretos de Estado en plena Guerra Fría. Pero era de verdad. Entre tantos cambios de clima y eternidades, la locura de murga está intacta. Murga que le dio una razón para ser siempre uruguayo y enamorarse sanando heridas. Llora y ríe y agradece a Dios, a Fidel y a todos los santos imposibles, haber nacido bolso. Hace 30 años que trabaja en el movimiento sindical y de a poco comienza a mirar de reojo los almanaques que faltan para entonar la retirada. En el Pit-Cnt escucha, toma nota, coordina, articula y también sentencia cuando le toca hacerlo. Durante su extenso recorrido con el movimiento sindical, fue cosechando amigos y detractores. Fue secretario de José Pepe D’Elía, trabajó con Juan Castillo, Fernando Pereira y Marcelo Abdala, entre otros. Dice que tiene «fama de sorete» como consecuencia que no pretende pasar desapercibido ni distraído por la vida. En su visión del país y la coyuntura nacional, considera que el caso Astesiano y la banda criminal que operaba desde la Torre Ejecutiva «es un escándalo» pero no cree que el presidente de la República haga un mea culpa de los hechos y esto como consecuencia de «la soberbia del gobierno».

Una vez te escuché decir que la revolución se hace con gente con hambre. ¿Eso aplica a este tiempo?

Me encanta la historia y eso lo aprendí leyendo. Son muy pocos los casos en los que los grandes movimientos populares con intención de cambios del sistema hayan podido concretar algo trascendente si no aprieta el zapato. Los grandes cambios suceden cuando la gente no aguanta más. Es muy difícil construir una situación de cambio desde las cúpulas intelectuales que tienen desarrollado un concepto teórico sobre hacia dónde debería ir el mundo o cuál debería ser el mejor sistema para la convivencia entre los humanos, pero todo eso desde un escritorio.

Ahora la revolución parece que se va a hacer desde Twitter.

Tal cual. Es cierto que ahora hay otros instrumentos, está el tema de la tecnología, que es todo un tema bien interesante y que el movimiento sindical debería estudiar más a fondo. El impacto de la tecnología claramente no lo podemos parar ni creo que deberíamos pensar en esos términos. Sí creo que deberíamos analizarlo mejor para comprender por dónde vienen los cambios tecnológicos, cómo van a impactar entre los trabajadores y cuáles son las políticas que serán necesarias para poder mitigar esos cambios que producen las grandes tecnologías.

¿Y en cuanto a las revoluciones?

De Twitter han salido presidentes. Claro que no alcanza con tuitear pero hay ejemplos claros, sorprendentes, como por ejemplo lo que sucedió en Estados Unidos. Allí fue electo un presidente como fruto de una política agresiva en redes sociales. Y no es que lo diga yo, está demostrado.

Se los ha acusado de utilizar fake news, empresas de trolls y distintas herramientas que tienen como factor común la mentira.

Sí, totalmente, pero logran un cambio político.

¿Y vos crees que ese es el cambio político al que tiene que apelar la izquierda también? ¿Crees que si esas son las reglas para ganar, habrá que incorporar las herramientas de la mentira?

No, no. Yo no digo eso, pero sí creo que debemos manejar y administrar esta nueva realidad.

No desconocerla y tratar de entenderla.

Exactamente. Y es más, no negarla. Nosotros tenemos dirigentes de izquierda que niegan que eso sea así, dicen que no puede ser y que el cambio se logra yendo al barrio -que también es cierto- pero es complementario. Personalmente creo que no alcanza solamente con ese contacto directo con la gente, sino que hoy un niño tiene un vínculo con el celular y la tecnología absolutamente naturalizado. Mi nieto que tiene un año y medio agarra un celular y ya sabe perfectamente a qué aplicación tiene que ir para ver y escuchar el video que quiere. Las nuevas generaciones vienen con la tecnología incorporada y los que somos de otra época tenemos que entender que la realidad es distinta. Por supuesto que es un problema que tiene que ver con la educación, porque esta nueva realidad nos acorta la memoria histórica. En términos históricos, los niños que vienen ahora no conciben un mundo sin un teléfono, sin un celular, que es una máquina infernal que tiene miles de herramientas. Y este vínculo acorta la historia y nos marca un entorno en el que el panorama no será universal del desarrollo de la humanidad sino en función de las necesidades y ofertas que marca el aparatito.

¿Cómo se vincula esta visión utilitaria con la reforma educativa y su modelo de educar en función de las expectativas del mercado y las empresas?

Esas son las grandes batallas que hay que plantearse. El punto es que estas reformas que se vienen impulsando con mucha fuerza por parte del gobierno no deberían sorprendernos. Esta coalición de derecha lo dijo claramente en su campaña electoral, que iba a plantear este tipo de reformas y ellos están cumpliendo al pie de la letra en esa materia, no así en otras. Si miro con autocrítica nuestro rol como movimiento sindical, desde mi lugar dentro de esta maquinaria compleja que es el Pit-Cnt, lo que observo es que estamos teniendo una actitud de bombero, de tratar de salir a apagar el incendio y no haciendo una propuesta más elaborada. Esto pasa porque claramente y no es novedad, nos ha costado poder tener unanimidades con respecto a este tipo de reformas. Tenemos diferentes visiones y lo que hay que hacer es propender a generar ámbitos donde poder hacer una síntesis con una propuesta clara de cómo entendemos que debería ser la educación.

¿El movimiento sindical le apagó el incendio al gobierno en torno al hambre al apuntalar cientos de ollas y merenderos?

Pero esto no es novedad, porque esto lo ha hecho el movimiento sindical a lo largo de su historia. En la crisis brutal de 2002, cuando se caía todo el sistema financiero, el movimiento sindical estuvo a la altura. En aquel momento bastaba arrimar un fósforo al pasto seco y se prendía fuego la pradera. Sin embargo, hubo una actitud responsable del movimiento sindical y se puso al país y a la gente por sobre todos los matices y diferencias por grandes que fueran.

Hubo un reconocimiento muy notorio por parte de los distintos actores nacionales sobre el rol que tuvo el movimiento sindical en aquella crisis. Se suele focalizar mucho en la figura de Juan José Ramos, pero fue una decisión y actitud colectiva y masiva. Sin embargo, ahora no parece haber un reconocimiento de todo lo que aportó al Pit-Cnt para mitigar el hambre de sus compatriotas. Por el contrario, parece ser uno de los momentos de mayor virulencia en los ataques conservadores.

La inmediatez de los hechos a veces te obliga a actuar en el momento y generalmente los reconocimientos vienen con la distancia, cuando uno tiene una mirada de distancia de las cosas que pasaron.

O con otra altura.

Y con otra altura y desde otra situación. No es momento de hablar porque obviamente estamos en un tiempo de confrontación. Este es un país que desde el punto de vista político está partido prácticamente en dos. Tiene una confrontación clave sobre el futuro del país que se está dirimiendo. Estamos en un momento bisagra para el gobierno porque pueden suceder dos cosas: o se consolida un proyecto conservador o viene nuevamente un cambio que intente rescatar, desde otra perspectiva, el desarrollo de la sociedad y del ser humano. Pero estamos en el medio de una batalla donde hay un fomento permanente de los discursos de odio. Y tenemos que tener muchísimo cuidado para que nuestra gente no alimente esos discursos de odio. Lo que tenemos que hacer es tener claros nuestros argumentos y nuestras convicciones y contraponerlas a los proyectos que -desde nuestra visión- son nocivos para las grandes mayorías. Por tanto, creo que lo más difícil que se nos presenta es no errarle en el diagnóstico. La lectura correcta es determinante porque cuando uno se equivoca, los errores pueden ser fatales. Y por eso, la lectura política del momento y la proyección, la mirada larga, deberán ser las correctas para ver cómo nos posicionamos y cómo diseñamos nuestra estrategia de acá a un futuro inmediato.

En pandemia el movimiento sindical presentó una serie de propuestas y el Poder Ejecutivo no solo no las tomó, sino que tampoco respondió. Sin embargo, se insiste en acusarles de colocar palos en las ruedas. ¿La mayoría del gobierno vino directamente a confrontar al Pit-Cnt?

No tengo dudas de eso. Permanentemente hay actores del gobierno que hablan del supuesto autoritarismo sindical, el palo en la rueda. Es un discurso sistemático. Desde este gobierno tiene ese objetivo, esa política, no nos olvidemos de los intentos de la reforma de la ley de negociación colectiva, la exigencia de la personalidad jurídica y otras tantas cosas más. Todo en un tono muy imperativo y de avance.

¿El gobierno está en un momento bisagra con el caso Astesiano?

Esto un escándalo. Yo realmente admiro la política comunicacional que tiene el gobierno porque con semejante escándalo aún se mantiene a resguardo de dar algunas explicaciones y respuestas. Miro todos los días los titulares de los diarios y pasan como diapositivas de una serie de corrupción. Además de grave y grotesco, es un episodio de marcará al gobierno de Lacalle Pou. Y será la Justicia la que deberá actuar. Pero pase lo que pase en la Justicia, la sociedad se merece un mea culpa del gobierno que reconozca lo que ha sucedido en esta presidencia.

¿Crees que en algún momento va a llegar ese mea culpa? Hasta ahora se leen ataques a la diaria, a TV Ciudad, a algunos periodistas, como siempre.

Conozco quién es el presidente de la República y su rama familiar. Y siempre este tipo de gobiernos tuvieron zonas de mucha oscuridad. Lo que también creo es que por soberbia política no va a llegar ese momento de autocrítica y pedido de disculpas. Veremos qué lauda la Justicia pero está claro que nadie puede decir que no tuvo conocimiento de lo que estaba pasando. Decir, «fui engañado» no es de recibo.

Todos los días no te pueden engañar, ¿no?

Exactamente, todos los días no te pueden engañar. Esto marca al gobierno y a la coalición. Y ya estamos entrando en la zona donde los partidos van a empezar a marcar sus perfiles propios, discrepancias y disidencias dentro de la coalición.

¿Cuál es tu valoración de las políticas de Desarrollo del Mides y particularmente de la gestión del ministro Lema?

Antes que nada: si algo está mal hecho, hay que corregirlo, y eso vale para el gobierno, las ollas, los empresarios, los sindicatos, un cuadro de fútbol o lo que sea. Cuando el movimiento popular se organiza espontáneamente no quiere decir que no haya dificultades o que no haya algún tipo de problemas con respecto a esas formas de organización. No tenemos ningún antídoto para que no sucedan posibles errores. Ahora, el ministro Lema en vez de dedicarse a investigar posibles errores de organización debería preocuparse por analizar primero y luego solucionar el hambre de la gente. Porque para eso es gobierno. Lema debería ofrecer un abanico de respuestas y políticas públicas para enfrentar el hambre y no detenerse a ver si se cocinaron hoy los tres o cuatro kilos de arroz que se arrimaron a la olla. Me parece que es parte del discurso de odio que intenta contraponer pueblo con pueblo y ahí se están equivocando. Después está el tema del desmantelamiento de políticas sociales que tiene el ministerio y eso es muy preocupante. Y también preocupan algunos contratos con determinadas ONG de vínculos vidriosos con el poder y dudosa procedencia. Aparentemente es el camino que tienen definido para el Mides pero me parece que ese ministerio debería estar preocupado pensando cómo generar políticas que sustenten a los sectores más postergados.

¿Con las ollas el movimiento sindical le solucionó un problema al gobierno?

Lo que pasa es que eso está en el ADN del movimiento sindical. No es que le solucione un problema al gobierno, es que el movimiento sindical -por su condición- tiene un autorreflejo solidario, no es solamente con las ollas, basta con invitar a la gente a pensar por ejemplo cuando hay catástrofes naturales en el interior del país, los primeros que se ponen a la cabeza de la solidaridad son las brigadas del movimiento sindical y se despliega una red, un entramado solidario que permite ayudar a paliar esa situación.

¿Hasta cuándo va a seguir?

Yo no sé hasta cuándo.

¿Lo están conversando?

No, porque el problema sigue, aún hay mucha gente que está pasando hambre. Y sean 100 o 73 ollas las que se necesiten, si las ollas siguen es por la necesidad de la gente. Porque hay gente con hambre y entonces hay que asistir. No hay otra forma. No hay una estructura del Estado que se haga cargo, entonces debemos seguir.

¿Se puede comparar lo que sucedió en las elecciones de Brasil con nuestra realidad? Te lo pregunto porque parece haberse consolidado una casi mitad que comenzó con un discurso de derecha y se tornó cuasi fascista.

No, al menos yo no creo. Nosotros tenemos un grado de desarrollo de la democracia republicana que creo que todavía nos brinda ciertos anticuerpos al discurso abiertamente fascista.

Cuando se desarrolló la segunda vuelta en Brasil, muchísimos tuiteros partidarios del gobierno de Lacalle Pou salieron a hacer campaña feroz -en términos de que era un asunto de vida o muerte - en defensa de Bolsonaro, con conceptos muy reaccionarios y anticomunistas.

Sí, pero es gente que está polarizada. Esa lógica del blanco o negro. Eso sucede en momentos de fanatismo. Pero el análisis puro y duro es otra cosa. Yo creo que mucha gente que votó a Bolsonaro jamás se puso a escuchar la parte más dura de su discurso. Hay un anticomunismo muy fuerte planteado deliberadamente y eso puede incidir en grandes sectores de la población que tienen un grado importante de ignorancia. Y lo primero que les despierta es el sentido de protección. Por eso en diferentes partes del mundo avanzan esos discursos de odio. En Europa sucede lo mismo que acá. ¿Y por qué no tomamos nota de eso? Porque la memoria es cada vez más corta. Si hablás con un europeo y le recordás que padecieron dos guerras mundiales, el hambre y la devastación, seguro razona de manera sensata. Pero la pantallita ahora nos muestra instantes de la historia, mucha distracción y entretenimiento.

El Pit-Cnt ha hablado insistentemente que este es un gobierno que prioriza a los ricos, a los malla oro y no a los sectores más vulnerables. ¿Cuál es tu explicación de que tantos pobres voten contra sí mismos?

No sé si tengo la explicación. Yo lo que digo es que este gobierno de coalición es un gobierno herrerista y me sorprende que algunos batllistas lo integren solo para sacar al FA. Y no hablo de Julio María Sanguinetti, que no es batllista sino riverista. Un político de raza, muy culto, pero riverista. Del mismo modo me pregunto -con todo respeto- sobre la gente del Partido Independiente y cómo es posible que sigan sosteniendo un gobierno de estas características. El herrerismo es derecha pura y rancia. Como me rechina ver banderitas de Saravia con las del Partido Colorado y los riveristas.

La memoria corta…

Exactamente, volvemos a la memoria corta. Y creo que las urgencias de lo cotidiano empujan a la gente a eso. El sistema te empuja a tener una mirada corta y a valorar el hoy y lo que me das. Habrá que tomar nota para procesar cualquier tipo de cambio de cara al futuro.

Te queda menos tiempo en el Pit-Cnt y coincide con que hay toda una generación en situación similar. ¿Te preocupa cómo seguirá el movimiento sindical cuando no estén los referentes actuales?

Creo que los recambios se procesan solos. La vida te obliga a ocupar lugares en los que vos tenés que actuar. La vida es como una gran obra de teatro. Yo confío que vendrán nuevos dirigentes, como sucedió 30 años atrás. Tuve un gran maestro que se llamó José Pepe D’Elía. Con él aprendí y entendí la lógica de la unidad. Y esa es la clave, caminar juntos, respetando en la diversidad ideológica y viendo los puntos comunes.

¿Sos machista?

Soy machista, uno que está tratando de deconstruirse. Lo digo con honestidad porque es así. Pero no machista convencido o autoproclamado. Me he dado cuenta de que soy machista por las actitudes que he tenido, pero no porque me ponga la camiseta. Me ha costado entender muchas cosas, cambiarlas ni te digo y me cuesta que me inviten a la causa cuando las compañeras definen que tenemos que marchar allá atrás al fondo. No estoy de acuerdo con eso, ni con los procesos impuestos dentro de las organizaciones sociales o políticas. Es un tema discutible, pero no estoy de acuerdo. Creo que los procesos a fórceps les hacen mal a las organizaciones. Sí tener la voluntad absoluta de darles todos los espacios a las compañeras y las posibilidades para que puedan -por sí solas- tener su lugar y hacer lo que quieran hacer. Pero son dos cosas diferentes. Son temas muy complicados de discutirlos porque creo que hay cierto grado de fundamentalismo. Y no conozco ningún fundamentalismo bueno. Si perdemos la razón podemos ingresar en una meseta de autoritarismo.

¿Todavía es machista el Pit-Cnt?

Sí, obviamente tiene un discurso abierto, pero sigue siendo machista, sin dudas.

¿Cuál es el país en el que crees que van a vivir tus nietos?

El mundo está atravesando un problema ecológico de sustentabilidad muy complejo, va a haber explosión demográfica, es una realidad de la que se habla poco pero es muy preocupante. Los recursos naturales son finitos y estamos en un problema grave. Hay que generar mucha conciencia individual para cambiar pequeñas actitudes cotidianas y luego atacar el fenómeno en términos de cambio cultural. En el mundial vemos a los japoneses limpiar la basura y nos reímos. Entonces, yo no sé cuál va a ser el mundo del futuro. Uno intenta pelear para que nuestros hijos y nietos tengan el mejor futuro posible, con valores, con convicciones, con respeto, con solidaridad, pero el horizonte se presenta complicado.

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