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Revolución rusa, segundo acto

Era en abril

Abril marca un mes esencial a la hora de comprender la Revolución Rusa y su devenir. Abril es el mes en que llega a Petrogrado un tren blindado con una treintena de exiliados rusos, entre ellos nada menos que el futuro líder de la revolución de octubre, Lenin. Abril es también el mes en que ven la luz las famosas Tesis de abril del mismo Lenin.

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El tablero de la revolución estaba servido, las fuerzas internas de los movimientos populares habían parido una rebelión que poco a poco prometía cambios estructurales y su ascenso a la categoría de revolución. El tablero marcaba que las piezas más importantes eran el Gobierno Provisional, instaurado en Petrogrado después de la abdicación del zar, formado por políticos de corte liberal, jugando con las coaliciones liberales y de socialistas moderados. Excepto Kerensky, quien arribaba del Partido Social Revolucionario, todos los demás estaban de espaldas al poder popular que se iba organizando a partir de los sóviets.

Justamente el otro poder era el de las organizaciones populares, los sóviets, esencialmente el sóviet de Petrogrado, el que representaba sobre todo a los obreros y a los soldados de la guarnición de la capital. Los soldados eran pueblo, y de esa forma serán clave para el desarrollo de los hechos futuros en la revolución.

De hecho, durante varios meses el poder en Rusia estará compartido entre ese Gobierno Provisorio, detentando el poder del Estado (por lo menos en parte) y el sóviet de Petrogrado, como el representante de los sóviets que crecían exponencialmente en una Rusia agitada. En este contexto, en medio de una crisis económica insuperable, una crisis social que se agravaba por la carestía y la inflación, una crisis política signada por la caída del zar,los fracasos constantes en la Gran Guerra (que obviamente representaban miles de muertos) y la inoperancia de la duma, se agravan los conflictos, las huelgas, los motines y las protestas. La tozudez de la duma de mantenerse en la Gran Guerra y continuar las ofensivas contra Alemania iniciaron los movimientos de los bolcheviques y los grupos más radicales dentro de los sóviets. Los bolcheviques conformaron en aquellos días la Guardia Roja (posteriormente Ejército Rojo). La guardia eran destacamentos obreros organizados que tenían como finalidad “proteger la revolución y mostrar resistencia a las fuerzas reaccionarias”. El número total de efectivos llegó a 200.000 según la mayoría de las fuentes, diferenciándolos de las demás milicias, en manos de los mencheviques y otros grupos de izquierda.

Abril representa el mes en el que el mayor revolucionario hace su aparición, a través de un documento fundamental a la hora de estudiar los sucesos de octubre de 1917. Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), que se encontraba exiliado en Europa desde hacía prácticamente 17 años (salvo un breve interregno en el que volvió durante los sucesos de 1905), se enteró de los sucesos acaecidos en su país y no pudo menos que sorprenderse. Desde el inicio de la Primera Guerra, Lenin creía que aquel era el inicio de una revolución a nivel internacional, aunque no medía los sucesos en su país con claridad.

Un total de 32 rusos exiliados volvieron aquel abril a su agitado territorio en un tren “sellado”, blindado, por territorio alemán, desde Suecia y pasando por Finlandia. Las negociaciones fueron con Alemania, que sabía que los exiliados traían a uno de los más iluminados líderes, que era además contrario a esa guerra para Rusia. De esta forma queda establecido el tablero, con Lenin en tierras rusas preparando el terreno para la rebelión final, seis meses después.

Llegado a Petrogrado en los primeros días de abril de 1917, Lenin lanza sus recordadas Tesis de abril.

***

Lenin y las Tesis de abril

“Lo único que podía hacer para facilitarme la labor –y facilitársela también a los opositores de buena fe– era preparar unas tesis por escrito. Las leí y entregué el texto al camarada Tsereteli. Las leí muy despacio y por dos veces: primero en la reunión de bolcheviques y después en la de bolcheviques y mencheviques.

Publico estas tesis personales mías acompañadas únicamente de brevísimas notas explicativas, que en mi informe fueron desarrolladas con mucha mayor amplitud.

TESIS

En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista, de rapiña, también bajo el nuevo gobierno de Lvov y Cía., en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al ‘defensismo revolucionario’.

El proletariado consciente sólo puede dar su asentimiento a una guerra revolucionaria, que justifique verdaderamente el defensismo revolucionario, bajo las siguientes condiciones: a) paso del poder a manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado a él adheridos; b) renuncia de hecho y no de palabra, a todas las anexiones; c) ruptura completa de hecho con todos los intereses del capital.

Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas, que admiten la guerra sólo como una necesidad y no para fines de conquista, y dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante, explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista y demostrarles que sin derrocar al capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no con una paz impuesta por la violencia.

Organizar la propaganda más amplia de este punto de vista en el ejército de operaciones.

Confraternización en el frente.

La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.

Este tránsito se caracteriza, de una parte, por el máximo de legalidad (Rusia es hoy el más libre de todos los países beligerantes); de otra parte, por la ausencia de violencia contra las masas y, finalmente, por la confianza inconsciente de estas en el gobierno de los capitalistas, los peores enemigos de la paz y del socialismo.

Esta peculiaridad exige de nosotros habilidad para adaptarnos a las condiciones especiales de la labor del partido entre masas inusitadamente amplias del proletariado que acaban de despertar a la vida política.

Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria ‘exigencia’ de que deje de ser imperialista.

Reconocer que, en la mayor parte de los sóviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeñoburgueses y oportunistas –sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado–, desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización (Chjeídze, Tsereteli, etc.), Steklov, etc.

Explicar a las masas que los sóviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.

Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los sóviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.

No una república parlamentaria –volver a ella desde los sóviets de diputados obreros sería dar un paso atrás–, sino una república de los sóviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo a arriba.

Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia (1).

La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y amovibles en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.

En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los sóviets de diputados braceros.

Confiscación de todas las tierras de los latifundios.

Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los sóviets locales de diputados braceros y campesinos. Creación de sóviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca (con una extensión de 100 a 300 deciatinas, según las condiciones locales y de otro género y a juicio de las instituciones locales) una hacienda modelo bajo el control de diputados braceros y a cuenta de la administración local.

Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los sóviets de diputados obreros.

No ‘implantación’ del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los sóviets de diputados obreros.

Tareas del partido:

Celebración inmediata de un congreso del partido.

Modificación del programa del partido, principalmente:

sobre el imperialismo y la guerra imperialista;

sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un ‘Estado-comuna’ (2);

reforma del programa mínimo, ya anticuado;

cambio de denominación del partido (3).

Renovación de la Internacional.

Iniciativa de constituir una Internacional revolucionaria, una Internacional contra los socialchovinistas y contra el ‘centro’ (4).

Para que el lector comprenda por qué hube de resaltar de manera especial, como rara excepción, el ‘caso’ de opositores de buena fe, le invito a comparar estas tesis con la siguiente objeción del señor Goldenberg: Lenin –dice– ‘ha enarbolado la bandera de la guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria’ (Citado en el periódico Edinstvo, del señor Pléjanov, Nº 5).

Una perla, ¿verdad?

Escribo, leo y machaco: ‘Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas…, dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante’.

Y esos señores de la burguesía, que se llaman socialdemócratas, que no pertenecen ni a los grandes sectores ni a los defensistas revolucionarios de filas, tienen la osadía de reproducir sin escrúpulos mis opiniones, interpretándolas así: ‘Ha enarbolado (!) la bandera (!) de la guerra civil (¡ni en las tesis ni en el informe se habla de ella para nada!) en el seno (!) de la democracia revolucionaria’.

¿Qué significa eso? ¿En qué se distingue de una incitación al pogromo? ¿En qué se diferencia de Rússkaya Volia?

Escribo, leo y machaco: ‘Los sóviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y, por ello, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas’.

Pero cierta clase de opositores exponen mis puntos de vista ¡como un llamamiento a la ‘guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria’!

He atacado al Gobierno Provisional por no señalar un plazo, ni próximo ni remoto, para la convocatoria de la Asamblea Constituyente y limitarse a simples promesas. Y he demostrado que sin los sóviets de diputados obreros y soldados no está garantizada la convocatoria de la Asamblea Constituyente ni es posible su éxito.

¡¡¡Y se me imputa que soy contrario a la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente!!!

Calificaría todo eso de expresiones ‘delirantes’ si decenas de años de lucha política no me hubiesen enseñado a considerar una rara excepción la buena fe de los opositores.

En su periódico, el señor Pléjanov ha calificado mi discurso de ‘delirante’. ¡Muy bien, señor Pléjanov! Pero fíjese cuán torpón, inhábil y poco perspicaz es usted en su polémica. Si me pasé dos horas delirando, ¿por qué aguantaron cientos de oyentes ese ‘delirio’? ¿Y para qué dedica su periódico toda una columna a reseñar un ‘delirio’? Mal liga eso, señor Pléjanov, muy mal.

Es mucho más fácil, naturalmente, gritar, insultar y vociferar que intentar exponer, explicar y recordar cómo enjuiciaban Marx y Engels en 1871, 1872 y 1875 las experiencias de la Comuna de París y qué decían acerca del tipo de Estado que necesita el proletariado.

Por lo visto, el exmarxista señor Pléjanov no desea recordar el marxismo.

He citado las palabras de Rosa Luxemburgo, que el 4 de agosto de 1914 denominó a la socialdemocracia alemana ‘cadáver maloliente’. Y los señores Pléjanov, Goldenberg y Cía. se sienten ‘ofendidos’… ¿en nombre de quién? ¡En nombre de los chovinistas alemanes, calificados de chovinistas!

Los pobres socialchovinistas rusos, socialistas de palabra y chovinistas de hecho, se han armado un lío.

Lenin

RECUADRO:

Mencheviques y bolcheviques

La Revolución Rusa estuvo signada por dos grupos revolucionarios, dos facciones del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (Posdr) que se dividieron en el Segundo Congreso del Partido, celebrado fuera de fronteras en 1903 (Bruselas y Londres). Mencheviques significa la minoría, mientras que Bolcheviques representa lo contrario (la mayoría). La eclosión final se dio a partir de 1912 con la escisión de los mencheviques. Las diferencias entre unos y otros estaban en algunos detalles, no menores, en el camino hacia el socialismo. Vladimir Ilich Ulianov (Lenin) era el líder (en todo sentido) de los bolches, mientras que los mencheviques estaban encabezados inicialmente por Yuri Mártov. Los motes de “la mayoría” y “la minoría” provienen de los resultados de las votaciones de ese segundo congreso, aunque no corresponden esencialmente a la correlación de fuerzas general. Las votaciones fluctuaron en aquel congreso en el correr del mismo, pero cuando llegaron a la votación del Comité Central y del Comité de Redacción del Iskra (periódico revolucionario) los resultados resultaron favorables a los bolcheviques. Igualmente, poco después los mencheviques coparon esos puestos.

Desde el punto de vista teórico eran más las similitudes que las diferencias, dado que todos eran marxistas y revolucionarios. La diferencia esencial estaba relacionada con la acción revolucionaria (aunque escondía una interpretación teórica). Los mencheviques aseguraban que Rusia debía pasar por un estadio capitalista industrial y por ende burgués, como paso previo a la dictadura del proletariado. Eran más estrictos en la lectura de los textos marxistas y aceptaban como condición previa al socialismo una etapa de transición democrático burguesa. Los bolcheviques por su parte creían en la lucha contra la monarquía zarista al mismo tiempo que con la burguesía liberal. Los bolcheviques se basaban en los escritos de Lenin, que será a la postre el líder, no sólo en la acción, sino también en la teoría de la revolución de octubre. El partido y la centralización para los bolcheviques tenían un papel fundamental en la futura revolución, y así lo harán saber.

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