Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

Repudio multitudinario

Estalló la era de Trump

Donald Trump comenzó su discurso mientras se realizaban manifestaciones multitudinarias de repudio. El gabinete y las primeras medidas confirman que cumplirá su programa, salvo donde choque con la realidad, como en los casos de China, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y los organismos multilaterales. Paul Krugman, el imprescindible, ya empezó su nueva batalla, pero los problemas recién empiezan. El orden mundial instaurado en 1946 está totalmente cuestionado, pero para mucho peor. Trump avanza a paso de aplanadora.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Acaso el peor presagio del comienzo de la era de Trump fue el fallecimiento de Zygmunt Bauman, ocurrido el 9 de enero, a sus 91 años, 11 días antes de que el megamillonario asumiera la presidencia de la primera superpotencia política, económica, militar y cultural del mundo. El gran filósofo judío que tanto estudió el socialismo, la lucha de clases, el Holocausto, la posmodernidad, la globalización y sus consecuencias desarrolló el concepto de “modernidad líquida” para definir esta nueva era de la incertidumbre. Analizó las exclusiones provocadas por la “burbuja neoliberal” de Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los 80, y luego, por la globalización de los 90, que impactaron tanto en personas como en valores, que expulsaron “residuos humanos” como las migraciones de desclasados y generaron criterios proteiformes y acomodaticios. Definió categorías como la de “precariato”, el nuevo proletariado, que carece de conciencia de clase y es manipulado por políticos que se dicen de izquierda o bien alegan defender las producciones nacionales, pero que sólo buscan el provecho propio o el de grupos de privilegiados. Declaraba, sin duda con amargura, “el fin del compromiso mutuo” y de los auténticos líderes.

Bauman, que sufrió todos los horrores del siglo XX, pero no por eso se volvió conformista con los procesos subsiguientes, era el intelectual perfecto (como también lo hubieran sido Eric Hobsbawm o John Kenneth Galbraith) para desentrañar tanto las causas del fenómeno Trump –ahora muy analizadas con el diario del lunes– como lo que ocurrirá en la economía y en la sociedad norteamericanas, el buque insignia del “pensamiento occidental”, que incluye a las tres Américas (donde los procesos progresistas afines al llamado “socialismo del siglo XXI” pierden pie a ojos vistas); para desentrañar sus falacias y sus verdades, y permitir a nuestro pequeño país y a América Latina, incluido México, uno de los países más afectados, tomar las medidas adecuadas.

Verdades y falsedades del programa Trump

Hay falacias y verdades en el programa del nuevo presidente. Caras y Caretas, que fue el medio de prensa que desde el principio y con mayor extensión se ocupó del irresistible ascenso de Trump (sobre el cual hay aún tanto silencio en mucha gente que debería manifestarse), advirtió sobre las inconsistencias entre los intereses del megaempresario y los del electorado al que apuntó con éxito para obtener su victoria sobre Hillary Clinton.

Dijo Caras y Caretas: “Sigue habiendo pensadores, algunos prestigiosos, que insisten en ver en Donald Trump lo contrario a lo que él permanentemente ha dicho y dice que es. No han faltado los que en su esfuerzo llegan casi a verlo como el líder que ayudará a estas regiones a liberarse del neoliberalismo, nombre que hemos dado a lo que en realidad es dirigismo de derecha […]. Trump no es un nazi. Es un megamillonario nacido rico que jamás conoció los límites ni los beneficios de la buena educación”. Con su fortuna, valuada en los 3.700 millones de dólares, pertenece al 1% más rico (la doctora Carlota Pérez precisó que, además, su fortuna viene de la construcción y el juego, no de la industria tradicional, la innovación o las nuevas tecnologías), y esa es su referencia principal.

Como algún famoso político compatriota en su momento, encargó antes de las elecciones una encuesta para ver qué querían los votantes, y se dedicó a impactar en el segmento de los excluidos por la globalización, proceso del cual se benefició, radicando sus empresas en China y México, países a los que ahora dice odiar y a los que ofende hasta lo intolerable.

Pero Trump, republicano hasta la médula, aunque haya repudiado a su partido, no puede regresar a Estados Unidos ni al mundo al proteccionismo (aunque logre éxitos parciales amenazando a algunas empresas), porque la globalización (esto es, salarios más bajos y oportunidades de mercado y tecnológicas diseminadas en todo el planeta y totalmente accesibles) es indetenible, como sostienen incluso sus más prestigiosos críticos, como el citado Bauman, como Joseph Stiglitz y Dani Rodrik.

Apela al “sueño americano” de Estados Unidos en 1945 y sus enormes fábricas, que representaban 50% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Pero ese tiempo ya no existe, salvo en su memoria.

Trump tampoco es un defensor de obreros en caída o de desclasados, por el mismo motivo anotado, o sea, su pertenencia, desde el nacimiento, al 1%. Esta cualidad entraña, además, un grave peligro institucional adicional. En diálogo con Caras y Caretas, un prestigioso economista uruguayo que cumplió muy relevantes funciones públicas en los gobiernos colorados recientes nos señalaba que acaso uno de los riesgos más grandes que acechan a la administración Trump sea la casi segura proliferación ad nauseam de conjunciones entre el interés público y el privado por parte de sus protagonistas principales, precisamente por tratarse de gente sin experiencia en el sector público, con su vida y su experiencia puestas al servicio de sus empresas. Citó como referencia la reciente y escandalosa reunión de Trump y sus familiares (el 15 de diciembre, en la Trump Tower) con el primer ministro japonés, Shinzo Abe. El premier de la tercera potencia económica mundial fue recibido brevemente por Donald, que lo dejó reunido con su hija Ivanka y su yerno Jared Kushner, ambos de 35 años, a los que se señala como el poder detrás del trono, sus operadores más directos.

“El encuentro, al que la prensa no tuvo acceso, sembró indignación, entre otras cosas, porque Ivanka ostenta el cargo de vicepresidenta ejecutiva de Desarrollo y Adquisiciones de la Organización Trump, el emporio familiar. Y mientras la reunión tenía lugar, al otro lado del Pacífico el negocio de moda de Ivanka gestaba un acuerdo con una empresa ligada al gobierno nipón, reveló The New York Times”, según El País de Madrid.

Los tres hijos mayores del magnate y su yerno forman parte de su equipo de transición presidencial, aunque Donald Jr y Eric se separarían formalmente de este para dirigir el grupo empresarial. Nadie podrá evitar que entren en la Casa Blanca ni que hablen con su ilustre pariente, que consideró públicamente a Ivanka “la persona de su mayor confianza”.

Otro ejemplo, con amplias repercusiones en varios ámbitos (particularmente en el de la discusión climático-ecológica), es la designación de Rex Tillerson –cuya vida laboral entera transcurrió en Exxon, y tiene desde 1999 una relación casi fraternal con Vladimir Putin y las petroleras rusas– como secretario de Estado, tradicionalmente el segundo cargo en importancia de la Unión.

Si proliferaran los juicios por conflicto de intereses (ya hay algunos en marcha), las crisis institucionales en Estados Unidos tendrían consecuencias imprevisibles en los mercados mundiales. Debe recordarse que Trump, que venció literalmente al mundo entero, no es el degradado, alcohólico y depresivo Richard Nixon, a quien Henry Kissinger pudo arrancar la renuncia antes del impeachment, como narró en sus famosas Memorias.

Trump cuenta con mayoría en el Senado y en la Cámara de Representantes, y la tendrá en la Suprema Corte. No ha habido un primer mandatario con tanto poder en 88 años.

Caras y Caretas sostuvo también que son muy improbables dos tesis que hemos vuelto a escuchar. La primera, que Trump podría ser asesinado, como John F Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. Error. Kennedy fue “suprimido” por una vasta conspiración nacida en las entrañas del poder real de Estados Unidos –así lo escribió Carlos Quijano en Uruguay, y lo filmó Oliver Stone en JFK, mostrando un golpe de Estado–, porque estaba buscando un acuerdo con la Unión Soviética de Kruschov justo cuando se estaba programando el inmenso negocio de la guerra de Vietnam, al que se opuso, y así le fue. Trump integra la entraña del poder real en Estados Unidos; su vida no corre peligro.

La segunda, que podría ser sometido a juicio político por el Congreso si se excede. ¿Van las mayorías republicanas a permitir un nuevo affaire Nixon, que todavía les duele, cuando ellos no pudieron derribar a Bill Clinton? ¿Son los legisladores republicanos distintos o mejores que Trump? Aunque algo así ocurriera, está el factor Trump, un hombre que no ha perdido ningún gran desafío de los que ha enfrentado en su ya larga vida.

El discurso de asunción de Trump

Caras y Caretas analizó ya el programa de Trump, expuesto el 22 de octubre en Gettysburg, y en otros ámbitos, que resumimos:

1. Aumentar la tasa de crecimiento económico.

2. Ajustar la economía vía reducción del presupuesto.

Una política contractiva en Estados Unidos podría provocar una recesión global.

3. Bajar impuestos para las empresas y la clase media.

Rebajar la tributación de las empresas de 35% a un máximo de 15%; y reducir los siete tramos del impuesto a la renta personal a tres: 12%, 25% y 33%. Estas medidas tendrían, según Krugman, un costo fiscal de entre 6,5 y diez billones de dólares, que irían a engrosar la deuda pública.

4. Suprimir el Seguro Nacional de Salud u Obamacare.

El objeto de deseo de los grandes laboratorios: eliminar el Plan Clinton-Obama, que incluyó a 30 millones de pobres y ancianos insolventes que carecían de cobertura médica.

5. Cancelar todos los programas contra el cambio climático.

Acaso esta sea la más peligrosa de todas sus propuestas. El mundo continuará rumbo al desastre que puede aniquilarlo, aunque tal vez Xi Jinping, Rusia y Europa lo llamen a razonar.

6. Un gran plan de inversión en infraestructuras.

Trump no es el irracional que algunos creen. El keynesianismo que domina en la praxis económica de Estados Unidos desde 1936, y que lo salvó de la Gran Depresión y de la Gran Recesión, continuará bajo su mandato, como garantía de crecimiento y estabilidad.

7. Adiós al libre comercio.

7.1. Cancelar el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP, por sus siglas en inglés). En realidad, ya había sido abandonado por Barack Obama.

7.2. Enfrentar a China Popular. Trump afirmó que podría imponer aranceles de hasta 35% a sus productos, que denunciaría a China por tener subvaluado su tipo de cambio, que protegerá la propiedad intelectual norteamericana en el gigante asiático y que aumentará la presencia militar de Estados Unidos en el sudeste asiático, particularmente en las Islas Meridionales, que nunca nadie discutió a la segunda superpotencia mundial. China es la segunda tenedora de deuda pública de Estados Unidos, valor que va de 73,6% a 105% del PIB. La economía mundial reposa sobre la virtual alianza entre Estados Unidos y China Popular, cuyas reservas son de 2,9 billones de dólares. Este es uno de los puntos que la realidad obligará a Trump a rever.

7.3. Renegociar el NAFTA con México y Canadá.

Todo indica que México será uno de los grandes perdedores de la era Trump.

7.4. Levantar un muro que lo separe de México y deportar entre dos y tres millones de indocumentados con antecedentes penales, además de suspender la inmigración proveniente de “regiones propensas al terrorismo”.

7.5. Eliminar los acuerdos con Cuba. Esto vuelve al poder a los lobbies anticastristas y paraliza la transición.

7.6. Aumentar el proteccionismo.

“Compre americano y emplee americanos”.

8. Luchar contra los “grupos de presión”.

8.1. Terminar con la corrupción en Washington.

8.2. Combatir los conflictos de intereses entre políticos y lobbies de negocios.

8.3. Combatir a los grandes medios de prensa.

8.4. Retomar regulaciones financieras y reponer la Ley Glass-Steagall.

Esta medida iría contra los grandes banqueros de Wall Street. Si lo hace, Trump daría un paso histórico.

9. Subir las tasas de interés.

Será una decisión que los neoliberales festejarán y que dañará las economías de toda América Latina.

10. Moldear una sociedad conservadora desde la Suprema Corte.

11. Hacer grande a Estados Unidos “dejando de financiar a otros”.

11.1. Salir de la OTAN y dejar que Europa se rearme sola.

12.1. Salir de Japón y dejar que se rearme solo.

13.1. Disminuir la presencia de Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

14.1. Aliarse con Rusia para combatir a ISIS.

Estas últimas medidas son vistas con pavor por sus aliados occidentales.

Estas eran sus promesas antes de asumir.

El 20 de enero, un desfile de autos negros y custodios, parecido a un entierro, saludado por apenas unos grupos de ultraconservadores, llevó a Trump (que asumió con 40% de aprobación, el más bajo en 60 años) desde el Congreso a la Casa Blanca.

Mientras tanto se realizaban actos de protesta en su contra en Washington (dos millones de personas), donde hablaron, entre otros, Madonna y Michael Moore), y en Los Ángeles, donde lo hicieron Barbra Streisand y Jane Fonda.

En el acto de asunción (donde ningún artista se prestó a cantar ni a leer poesía, como se estila desde Kennedy), ante los ex presidentes James Carter, Bill Clinton, George W Bush y Barack Obama, Trump derrumbó la tradición con un discurso agresivo y contrario a la unidad nacional.

Obama (70% de aprobación) pudo irse sonriendo a unas cortas vacaciones, tras las cuales trabajará en la fundación que lleva su nombre.

Trump agradeció a quienes lo rodeaban y de inmediato atacó: “Nosotros, los ciudadanos de América, estamos juntos hoy en un gran esfuerzo nacional para reconstruir nuestro país y restablecer su compromiso con todo nuestro pueblo. Juntos determinaremos el rumbo de América y el mundo durante los próximos años”. Despreció así totalmente el esfuerzo de sus antecesores.

“Cada cuatro años, nos reunimos en estas escaleras para llevar a cabo el traspaso ordenado y pacífico de poder […], sin embargo, la ceremonia de hoy tiene un significado muy especial. Porque hoy no sólo estamos traspasando el poder de un gobierno a otro ni de un partido a otro, sino que estamos transfiriéndolo de Washington DC al pueblo americano”, dijo. Acusó a sus antecesores, lisa y llanamente, de haberse adueñado de un poder a espaldas del pueblo, y en su propio beneficio:

“Durante demasiado tiempo, un pequeño grupo de personas en la capital de la nación ha cosechado los frutos del gobierno mientras el pueblo soportaba los costes. Washington prosperaba, pero el pueblo no compartía su riqueza. Los políticos prosperaban, pero el empleo desaparecía y las fábricas cerraban. […] Sus victorias no han sido vuestras victorias; sus triunfos no han sido vuestros triunfos; y, aunque había celebraciones en la capital de nuestra nación, había poco que celebrar para las familias que sufrían penalidades en todo el país. Todo eso va a cambiar, a partir de este mismo instante, porque este momento os pertenece a vosotros. […] Este es vuestro día. Y este Estados Unidos de América es vuestro país. […] El 20 de enero de 2017 se recordará como el día en el que el pueblo volvió a gobernar este país”.

Con estas increíbles frases, dignas de House of Cards, Trump busca aparecer como un empoderador de masas y como representante de los castigados por una globalización que lo enriqueció.

Más promesas: “Los hombres y mujeres olvidados de nuestro país dejarán de estar olvidados. Ahora, todo el mundo os escucha. Vinisteis, decenas de millones de vosotros, para formar parte de un movimiento histórico como el mundo no ha conocido jamás. […] Esta carnicería debe terminar ya […]. Llevamos muchas décadas enriqueciendo a la industria extranjera a expensas de la americana. Financiando los ejércitos de otros países mientras permitíamos el triste desgaste de nuestro ejército […]. Hemos enriquecido a otros países mientras la riqueza, la fortaleza y la confianza de nuestro país desaparecían. Una a una, las fábricas cerraban y se iban más allá de nuestras fronteras, sin pensar ni por un instante en los millones y millones de trabajadores estadounidenses que se quedaban atrás. Se ha arrebatado la riqueza a nuestra clase media. Pero eso queda en el pasado.[…] Nos hemos reunido hoy aquí para dictar un nuevo decreto que se oirá en cada ciudad, cada capital extranjera y cada corredor del poder. […] Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban nuestras empresas y destruyen nuestros puestos de trabajo.

Voy a luchar por vosotros hasta el último aliento, y nunca, jamás, os abandonaré. América volverá a triunfar, como nunca antes. Vamos a recuperar nuestro empleo. Vamos a recuperar nuestras fronteras. […] Vamos a seguir dos reglas muy sencillas: compra estadounidense y contrata a estadounidenses. […] Uniremos al mundo civilizado contra el terrorismo islámico radical, que vamos a erradicar por completo de la faz de la tierra […] No vamos a seguir aceptando a políticos que hablan mucho, pero no hacen nada, que se quejan sin cesar, pero nunca hacen nada al respecto. Las palabras huecas son cosa del pasado. El tiempo de los charlatanes terminó, ha llegado la hora de actuar. Ningún obstáculo puede parar el corazón, el ánimo y el espíritu de América. No vamos a fallar. Nuestro país saldrá adelante y volverá a ser próspero. […] Nunca volveréis a ser ignorados. […] Juntos vamos a hacer que Estados Unidos vuelva a ser fuerte, más rico, vamos a hacer que Estados Unidos vuelva a ser grande.

Gracias, que Dios los bendiga y que Dios bendiga a América”.

Este intolerable discurso, totalmente antipolítico, fue aguantado a pie firme por los ex mandatarios. Las conjeturas corren por cuenta del lector.

Primeras decisiones y conclusiones preliminares

El lunes 23, Trump realizó anuncios relativos a la deportación de inmigrantes en situación irregular con antecedentes penales, advirtió a Beijing que Estados Unidos defenderá sus intereses en el Mar de la China Meridional (lo cual podría llevar a un enfrentamiento militar) y firmó la salida de Estados Unidos del TPP. También se manifestó dispuesto a realizar operaciones militares junto con Rusia contra ISIS y suspendió una compra a Argentina. Congeló la contratación de funcionarios y volvió a hablar sobre el desmantelamiento del Obamacare. La Casa Blanca eliminó el español de la página web de la Presidencia y también cerró las cuentas de algunas redes sociales.

Los impactos económicos y políticos del presidente Trump se anuncian desastrosos para Estados Unidos y para el resto del mundo.

¿Porqué brindaba el presidente Putin la noche del 8 de noviembre? Acaso porque Estados Unidos pasó de ser un país gobernado por un carismático ciudadano negro a la situación actual, que concita temor y recelo en el resto del mundo, incluso en aliados como Angela Merkel.

Ahora asistiremos a las medidas que pueda imponer y a aquellas que van a estrellarse contra la realidad. Seguramente Trump no podrá reducir el apoyo de Estados Unidos a la OTAN, ni al FMI, ni al Banco Mundial, ni a la OCDE, instrumentos ejecutores de las políticas del G20.

Lo que Trump sí podrá hacer es deportar 3,5 millones de inmigrantes, principalmente mexicanos, construir el muro y humillar a México. Podrá contraer la economía de Estados Unidos y del globo, atraer la IED a Estados Unidos en detrimento del resto del mundo, en especial de América Latina, subir las tasas de interés y restringir el comercio con medidas proteccionistas.

Tendrá que negociar con China Popular.

Acaso inicie con la Rusia de Putin una guerra sin cuartel a ISIS, pero tarde o temprano se enfrentará con su aliado ruso.

Paul Krugman ha retomado la lucha que empezó en 2001 desde The New York Times, y llama a desconocer la legitimidad del presidente.

Trump ha logrado el milagro de que los ex presidentes Julio María Sanguinetti y José Mujica (los únicos políticos de relieve que han hablado sobre el tema) coincidan sobre el peligro que representa Trump.

Viviremos en tiempos muy interesantes.

***

La divina Meryl Streep y Trump

En la entrega de los Globos de Oro se produjo el primer incidente entre los artistas y el presidente Trump. Había una gran tensión en el auditorio, hasta que subió al escenario Meryl Streep, que acaba de batir su propio récord con 20 nominaciones al Oscar, a recoger un premio por su trayectoria. Con voz trémula, habló de la interpretación que más la impactó en 2016; “clavó un garfio en mi corazón”, dijo. Se refirió, sin nombrarlo, a la abominable ridiculización que Donald Trump hizo de un periodista discapacitado que lo criticó en 2015: “Fue durante el momento en que la persona que buscaba sentarse en el puesto más respetado de nuestro país imitó a un periodista discapacitado […]. Aún no me lo quito de la cabeza. No era una película, era real”.

La actriz brindó la lección ejemplar: “El instinto de humillar, cuando lo hace alguien en una plataforma pública, se filtra en la vida de todos, porque de alguna forma da permiso a otros para hacer lo mismo. La falta de respeto lleva a la falta de respeto, la violencia incita la violencia”.

Todos enmudecieron. “Cuando los poderosos utilizan su posición para faltar el respeto a los demás, todos perdemos”, continuó. “Esto me lleva a la prensa” dijo. “Necesitamos que la prensa lo controle, que le llame la atención por cada escándalo. Por eso nuestros padres fundadores elevaron a la prensa y su libertad en nuestra Constitución”.

La ovación atronó la sala.

A las seis de la mañana, Trump tuiteó: “Meryl Streep, una de las actrices más sobrevaloradas de Hollywood, no me conoce, pero me atacó anoche en los Globos de Oro. Es una lacaya de Hillary [Clinton] que perdió a lo grande”.

Meryl Streep había logrado su mayor victoria.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO