El siglo XX, que tanto sufrimos, no sólo nos dejó grandes lecciones que no se aplican hoy, sino que nos mostró guerras en las que el bien se enfrentó claramente al mal y, al finalizarlas, se juzgó y condenó en ciudades altamente simbólicas -como Nüremberg- a los autores de crímenes masivos contra la Humanidad. Creo que vale mucho la pena recordar estas terribles circunstancias para que las nuevas generaciones valoren hoy el drama de los emigrantes africanos a Europa y la tragedia de millones de refugiados que desborda de cadáveres las aguas del mar Mediterráneo, que fue el centro de la llamada civilización occidental. En tal sentido, el de constituir una gran lección histórica en muy variados órdenes, la Segunda Guerra Mundial, que costó entre 45 y 70 millones de muertos (unos 30 millones solamente en la Unión Soviética) e incalculables bienes materiales, mostró hasta dónde podían llegar en materia de crueldad y vesania ciudadanos altamente calificados de alguna de las naciones más avanzadas de la Tierra, y cómo podían ser autores plenamente conscientes de los crímenes más atroces basados en las premisas y doctrinas más irreales y repugnantes. Las políticas de eugenesia, eutanasia y “purificación racial” implementadas por la Alemania nazi costaron unos 14 millones de muertos, entre ellos, seis millones de judíos en lo que se llamó Holocausto o Shoah. Esto fue el intento metódico y sistemático de terminar con el pueblo judío. En tal sentido, judíos de todo el mundo han sembrado museos y exposiciones relativas al Holocausto, lo que llevó a ciudadanos ilustres a afirmar que los uruguayos, en tanto país pequeño que debe su supervivencia a la vigencia del derecho internacional, teníamos el deber de “ayudar al pueblo judío a recordar” para que no fueran los únicos que tuvieran que estar testimoniando los peligros que anidan en la condición humana. Por estos días nos hemos encontrado con el testimonio impactante de que hay naciones que también se ocupan de recordar y que focalizan sus recuerdos en el Holocausto. Exposición del horror en el mejor lugar El 22 de junio, la Embajada de la Federación Rusa en Uruguay, conjuntamente con el Centro Ruso de Investigación y Educación Holocausto, inauguró una exhibición en memoria del Holocausto en el Palacio Legislativo, seguramente el mejor lugar para realizarla. Antes que nada, recomiendo ir a visitarla para comprender mejor esta tragedia de la humanidad y para enterarse del papel imponente de la Unión Soviética, el Ejército Rojo y el pueblo soviético en la derrota del nazismo, la liberación de centenares de miles de judíos y la construcción de la civilización tal cual hoy la conocemos. La exposición El Holocausto: aniquilación, liberación y rescate, en memoria de las víctimas del Holocausto judío, se realiza simultáneamente en cinco continentes y busca concientizar y mostrar el alcance del genocidio nazi. En tal sentido, el embajador de Rusia en Uruguay, Nikolay Sofinskiy, señaló que esta muestra histórica y documental refleja “la gran escala de la tragedia” a través de textos e imágenes y aclara “el papel decisivo” del ejército soviético en la liberación y rescate de los judíos incluso antes del fin de la Segunda Guerra Mundial. “Estas acciones fueron en nombre del ejército soviético y demuestran la misión humanitaria de los médicos y personal sanitario soviéticos. Un lugar especial de la exposición está dedicado a los presos del más terrible campo de la muerte de los nazis, ubicado en Auschwitz, Polonia”, remarcó el embajador. La vicepresidenta de la República, Lucía Topolansky, dijo, en una carta que fue leída en la inauguración, que esta exposición es muy importante porque acerca “el horror y recuerda la resistencia y la liberación de seres humanos sofocados por la violencia”. Agregó que es el deber de todos “no olvidar y educar” para que este tipo de hechos no se repita jamás en ninguna parte del mundo. El presidente de la Cámara de Representantes, Jorge Gandini, subrayó que el hecho de que esta muestra se exhiba en el Parlamento y que la Asamblea General sea coorganizadora es “una señal importante”, enfatizando que “esta muestra nos introduce en el conocimiento de otro ángulo de ese mismo terrible y dramático episodio de la historia, que es el papel que jugó el ejército ruso […] que fue quien puso muchas vidas, las de sus soldados, para la liberación de los campos de concentración”. Los documentos que hablan por sí mismos La exposición está constituida por diez enormes paneles que contienen cuadros informativos o fotografías que reproducen retratos de víctimas, rescatistas, militares, médicos, enfermeras, lugares y todo tipo de señales relativas a varios campos de concentración liberados por el Ejército Rojo, con especial énfasis en Auschwitz. El primer panel señala que la exposición fue preparada por el Centro Ruso de Investigación y Educación Holocausto y que las fotos, los documentos y los dibujos “han sido proporcionados por el Archivo Estatal de la Federación Rusa [GARF]; el Archivo Estatal de la Región de Kaluga [GAKO]; el Museo Estatal Unificado de Tver [TDGM]; el Archivo Central del Ministerio de Defensa de la Federación Rusa [Tsamo RF]; el Archivo Central del Servicio de Seguridad Federal de la Federación Rusa [TsA FSB]; el Museo Central de la Segunda Guerra Mundial [VM]; la Agencia de Informaciones Sputnik [Sputnik]; el Fondo Ana Frank, Basilea, Suiza [AFF]; el Fondo Babi Yar [FBY]; Leo Baeck Institute [LBI], Berlín, Alemania; el Servicio Internacional de Búsqueda [ITS], Alemania”. También informa que “este proyecto cuenta con la generosa ayuda del Congreso Judío Ruso y del Ministerio de Asuntos Exteriores de la Federación Rusa. El proyecto fue implementado gracias a la contribución del Estado de acuerdo con las orientaciones del presidente de la Federación Rusa”. El segundo panel, ilustrado con algunas fotografías, señala el número de víctimas que se produjeron en cada región de la Unión Soviética. En Rusia fueron 200.000 personas, en Ucrania 1.300.000, en Bielorrusia 800.000, en Lituania 220.000, en Letonia 77.000 y en Estonia 11.000. Un recuadro señala: “En total no menos de 2.700.000 ciudadanos de la Unión Soviética fueron fusilados, quemados, enterrados vivos, ahogados en ríos y pantanos y ahorcados. Son casi la mitad de las víctimas del Holocausto”. Los siguientes paneles nos conducen a descubrir con sorpresa que la liberación de los campos de concentración nazis no comenzó con la entrada en el de Auschwitz el 27 de enero de 1945, ya que en el tercero se muestra la entrada del Ejército Rojo en el Gueto de Kaluga, liberado el 30 de diciembre de 1941, y en el “Centro de internación” de Veliz, el 28 de enero de 1942. Se muestra un mapa de los campos de concentración y guetos liberados por el Ejército Rojo a lo largo de toda la Unión Soviética, hasta llegar a la emblemática liberación del campo de concentración de Auschwitz, en Polonia, donde todavía se discute si fueron aniquiladas en horrendas condiciones entre dos millones y cuatro millones de personas. Baste señalar que, como muestra un recuadro, “doce vagones fueron enviados solamente para llevar cochecitos de bebés” asesinados en el lugar. El séptimo panel nos muestra una carta de Otto Frank (padre de Anna) a su madre, al ser liberado, y un retrato de Primo Levi (1919-1987), intelectual y partisano de renombre mundial. Los últimos cuatro paneles están dedicados a mostrar retratos de los liberadores (fueran de alto rango o no) y la participación de los médicos y el personal sanitario soviético, que contribuyeron a salvar miles de vidas que de otra forma se hubieran perdido irremediablemente. Las fotos de las víctimas acusan desde todos los ángulos. Bien se dijo en uno de los discursos inaugurales: “Esta muestra es muy necesaria, primero porque no todos saben que los primeros intentos de ‘solución final’ fueron desarrollados por el nazismo en territorio de la ex Unión Soviética; es necesaria porque hay que reivindicar en el imaginario popular el importantísimo papel que jugó el Ejército Rojo, el pueblo ruso y los médicos […] y porque el nazismo fue derrotado militarmente, pero sus simpatizantes y el antisemitismo gozan de muy buena salud”. En momentos en que en la vieja Europa -también en otras partes del mundo- reaparece “el huevo de la serpiente” y se empollan genocidas, es más importante que nunca que haya gente que se ocupe de recordar los crímenes de lesa humanidad, quiénes los perpetraron y quiénes los combatieron. En tal sentido, la mencionada exposición, El Holocausto: aniquilación, liberación y rescate, constituye un esfuerzo ejemplar, que no debe dejar de verse.
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Los horrores de Auschwitz
El 27 de enero de 1945, durante la etapa final del conflicto, las fuerzas soviéticas lograron ingresar al campo de Auschwitz, actual Polonia, lugar donde se cometieron los peores crímenes durante la guerra. Se estima que en Auschwitz-Birkenau, desde mayo de 1940 hasta enero de 1945, fueron exterminadas 1.100.000 personas, la mayoría judíos polacos. El hombre que abrió las puertas de aquel infierno y lo liberó del dominio nazi fue Shapiro, un comandante de batallón de 32 años, quien puso en libertad a los 500 prisioneros que estaban allí. “No teníamos la menor idea de la existencia de ese campo. Mi comandante no nos había dicho nada sobre este asunto”, contó Shapiro. “Entramos en la mañana del 27 de enero de 1945. Vimos algunas personas vestidas con harapos. No parecían seres humanos, lucían terrible, eran puro hueso”, añadió. Shapiro les dijo a los sobrevivientes que eran soviéticos y que quedaban libres. “Pero ellos no podían ni mover la cabeza ni decir palabras; además, iban descalzos caminando en la nieve y sus pies estaban envueltos en ropa vieja. No sé cómo sobrevivieron a eso”, señaló. “Cuando nos aproximamos a las barracas para mujeres, nos encontramos con una imagen terrible. Cadáveres que yacían sobre el suelo, desnudas, porque la ropa se la habían apropiado las personas que sobrevivieron. Todo impregnado por un olor imposible”. “En el último cuartel sólo había dos menores que habían logrado sobrevivir y cuando nos vieron comenzaron a gritar asustados: ‘¡No somos judíos!, ¡no somos judíos!’”. “Apenas llegamos, montamos algunas cocinas de campaña y preparamos algunos alimentos ligeros. Pero algunos de ellos murieron al probar la comida porque sus estómagos no funcionaban normalmente”, explicó. “Estábamos furiosos. Los soldados querían matar a todos los alemanes, pero me tocó explicar que muchos de ellos no eran fascistas ni responsables de los crímenes que habían cometido los nazis”, añadió. Pero más allá del lamentable estado del campo de concentración, los rusos no pudieron encontrar ninguna evidencia física relacionada con los experimentos médicos, ni siquiera a los pacientes que trataban en los hospitales. “El 18 de enero de ese año los alemanes que dirigían el campo reunieron a toda las personas que pudieron. Nuestro servicio de inteligencia estimó que eran al menos 10.000 y que los nazis los obligaron a marchar, hambrientos y desnudos, hacia otros campos ubicados en el oeste. Ninguno de ellos logró sobrevivir. Todos murieron en el camino”, señaló. Shapiro recordó que al inspeccionar las instalaciones de Auschwitz se encontró con hornos y máquinas de exterminio, mientras las cenizas de los cuerpos eran sacudidas por el viento. “Si tengo algún mensaje para la siguiente generación, sería muy simple: no permitir ni por un segundo que lo que ocurrió durante estos años se repita de nuevo”. La mayoría de las personas que perecieron en este campo de concentración fue debido a las cámara de gas, el hambre, distintas enfermedades o el agotamiento. Shapiro recibió todos los honores militares posibles en el Ejército Rojo y después del desplome de la Unión Soviética, fue declarado héroe de Ucrania por el presidente Víctor Yushchenko en 2006. En 1992 emigró a a Nueva York, donde murió en 2005. Fue enterrado en el cementerio judío de Beth Moses en Long Island.