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Gobierno electo: más sombras que luces

Por Juan Raúl Ferreira.

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Termina el año con un gobierno en ejercicio y un gobierno electo. Aunque seguiremos así los dos primeros meses del año entrante, ya estas semanas transcurridas nos muestran un pauta de la naturaleza de la transición. Una de las cosas más importantes es cómo lo transmitimos al exterior. En este aspecto, salvamos con sote. La realidad interna es otra cosa; aunque no se note afuera, aquí ni siquiera salvamos sin nota, o, en el mejor de los casos, salvamos con regular deficiente para abajo.

Cuando el presidente Tabaré Vásquez invitó al Dr. Lacalle Pou a acompañarlo a la asunción de mando de Alberto Fernández, honró una fuerte tradición democrática del Uruguay. Cuando Luis, luego de suspender su discurso porque los resultados no eran de la contundencia anunciada, sino que obligaban a esperar para saber quién efectivamente ganaba, los nervios le hicieron una mala jugada. Su discurso, horas más tarde, cuando había ganado por poco más del 1%, fue el de un candidato, no el de un presidente electo.

Aún aquellos que no honraron la tradición de tolerancia que hace a nuestra esencia como nación, cuando pronunciaron sus primeras palabras tendieron una mano al país entero. Luis, aún en rol de candidato, comenzó sus palabras con un tono y contenido despectivo hacia el Frente Amplio. Retó a su contrincante porque no le había llamado a felicitarlo. Mientras tanto, éste, se ciñó a la prudencia y esperó las cifras oficiales. Las proyecciones de las encuestas no eran de fiarse. Por cierto, esa noche los encuestadores las cambiaron varias veces.

Tras una campaña electoral donde el planteo opositor fue «todo vale contra el Frente» los resultados llamaban a actitudes de mesura. Si la polarización había llevado a los triunfadores a alianzas inimaginables hasta hace muy poco tiempo (por ejemplo, auto proclamados wilsonistas, aliados con gente a la que se vincula con la tortura, o con el embajador que pidió, sin suerte, la expulsión de Wilson y la mía de la ONU), el resultado electoral mostraba un país que elegía por mitades a modelos de sociedad antagónicos.

Graziano Pascale repitió durante meses una letanía: «Las encuestas muestran ya que el 70% del país quiere que el Frente Amplio se vaya». Pero la realidad electoral demostró que 50% quería un cambio de rumbo y 50% no. El discurso no podía ser el mismo con un escenario que con otro. Sobre todo con una mitad que apoyó a una fuerza política, y otra que se dividía entre una multiplicidad de fuerzas opuestas. O fuerzas que dejaron de ser antagónicas, lo que sería peor.

Entonces el tono de agresividad de «cambio todo, cambio todo» no cabe en el escenario de hoy. El acto de festejo finalmente congregó unas diez mil personas lo que nos dejaba cierta nostalgia de los tres festejos electorales anteriores (los del FA) que superaban las cien mil personas. Cada voto vale lo mismo, pero el voto militante garantiza la movilización en respaldo de las acciones que pretenden trascender el status quo.

El reparto de ministerios comenzó al otro día. Se aproximaba más a una repartija que a la conformación de un gobierno. Tan ajustada es la mayoría parlamentaria de la coalición que el Partido Independiente, que redujo su bancada a la tercera parte y perdió su representación en el Senado, se lleva un cargo en el gabinete y algunos cargos de confianza muy delicados. En una política de austeridad proclamada obsesivamente, se crea un nuevo ministerio para que alcance para el reparto. No podemos dejar pasar que el postulado ministro de Salud tiene observaciones técnicas a su empresa médica. Consultado un exvice presidente al respecto, dijo: «No me toca opinar, porque es potestad del Presidente de la República.» (¿Prohibido opinar, denunciar y controlar?).

Todo esto mientras que Luis exhibe el porcentaje más bajo de votación de la historia desde que los presidentes se eligen por voto popular. Al quitar el doble voto simultáneo, y generar el balotaje, debemos observar el voto por lema en la primera vuelta. Esto nos da: Sanguinetti (1984) 41,22%; Lacalle de Herrera (1989) 38,11%; Sanguinetti (1994) 32,35%; Batlle (1999) 32,80%; Vásquez (2004) 50,45%; Mujica  (2009) 47,86%; Vásquez (2014) 47,81%; Lacalle Pou (2019) 28,62%. Ganó el que sacó menos votos.

Ojalá esta mirada permita llamar a la prudencia y a que entre todos construyamos un clima de convivencia que la hora nos exige.

 

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