“ Y ese toro enamorado de la luna
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que abandona por la noche la manada
fue pintado de amapola y aceituna
y le puso Campanero el mayoral”
La noche de la inauguración de la feria del Prado fue una preciosa noche de primavera. Un torito enamorado de la luna de nombre Campanero G357A miraba de reojo a una vaca Aberdeen Angus, negrísma, muy coqueta que respondía con un mugido al nombre de Ubre Grande. Unos minutos más tarde las dos moles negras hicieron el amor. 15 mililitros de semen pusieron fin al encuentro y 3.750 millones de espermatozoides comenzaron la carrera de Falopio por alcanzar vivos un óvulo esquivo que iba a dar lugar a una nueva vida. Lo que ocurrió en los siguientes minutos fue una verdadera matanza en donde solo un bichito de esos logró sobrevivir. El óvulo fecundado 280 días después se convertirá en un ternero que en un par de años se venderá barato, en esta misma feria, en 3.500 dólares. Estadísticamente cada uno de los tres millones y medio de uruguayos nos habremos enriquecido en un milésimo de dólar que se repartirán injustamente entre todos y el Uruguay en su conjunto; una vez que nazca ese pródigo ternero, será más rico. Esa misma noche de primavera nacerá un o una bebé en el Hospital Pereira Rossell o en el lujoso Sanatorio Británico, a los efectos tanto da. A ese afortunado bebé le corresponderá una cuota parte del Producto Bruto Interno que deberá repartirse, también injustamente, entre los tres millones de uruguayos, más el recién nacido, que habitarán nuestro país. Según ese curioso índice que se llama PBI per cápita, cada uno de nosotros será más pobre porque perderemos 18 dólares por cabeza. Paradojalmente, cuando nace una vaca cada uno de los uruguayos somos más ricos y cuando nace un niño somos más pobres. Esa falacia ni el Frente Amplio la ha podido resolver porque el Uruguay de los grandes productores agropecuarios “se salva con el campo o no se salva”.
Hasta el fin de semana pasado se desarrolló la llamada «Expo Prado 2018”, esa fiesta tan compleja y diversa, donde por un lado los ricos más ricos del Uruguay (el 0,1% de la población) expone sus posesiones, y por el mismo lado, los dirigentes de la Asociación Rural del Uruguay (ARU) lagrimean desde las tribunas sus presuntas desgracias y piden más y más ayuda del odiado gobierno y del más aún odiado Estado uruguayo.
Confieso que a veces no comprendo cómo es posible que los uruguayos de a pie paseen por miles, y crean disfrutar esa exposición lujuriosa de la riqueza «ancha y ajena», sin entender que es el reflejo pornográfico de sus propias carencias, que tanto han disminuido en los años del gobierno del Frente Amplio.
Siento también con dolor que la Izquierda haya renunciado a explicar estas contradicciones inherentes al sistema capitalista y se niegue a hacer que efectivamente «paguen más los que tienen más», pero entiendo que hay cuestiones de estrategias y tiempos que hay que respetar.
Lo que no me cabe duda es que esos ricos del 0,1% odian «sin tasa ni medida» a todo lo que huela a Frente Amplio y van a hacer todo lo que esté a su alcance para que vuelvan al gobierno sus “operadores” blanquicolorados. Sanguinetti nos los recuerda, hoy día, llamando a la unidad de la oposición y Larrañaga se afilia a la idea y responde con entusiasmo a la convocatoria. No sé si todo el gobierno se ha dado cuenta de esto.
Tengo un amigo despachante de aduanas que siempre ha estado cerca de la política (“solo en Estados Unidos, Israel y Uruguay la política manda sobre el dinero”, dice, y no sé si creerle), que me contó que en vísperas de las elecciones de 1994 -las únicas que ganó legítimamente Julio María Sanguinetti- él integraba el equipo de uno de los dos principales candidatos blancos. Este recibió delante de ellos a una delegación de la Asociación Rural. El candidato se dispuso a abrazarlo, pero el presidente ruralista, con gesto teatral, abrió sus brazos, entornó los ojos, y le dijo en forma desgarradora: “Lo primero que te digo es que el campo no aguanta más”. “Ya sé, le contestó el blanco pillo candidato, por eso es que te vas un mes entero a París con toda tu familia, para olvidar las penas”, y así comenzó la conversación.
Los grandes dueños de la tierra, a la sazón blancos y colorados, han sido los más grandes apropiadores de riqueza y llorones de la historia del Uruguay. Los más voraces. Y se las han ingeniado para mantener el poder real siempre en sus manos, porque Batlle y Ordóñez tuvo la astucia de no meterse con ellos (si no, seguro que lo volteaban con un golpe de Estado, porque su poder, el poder del dinero, es inmenso) y, más acá, le hicieron perder mediante dos elecciones con malas artes, las de 1971 y las tuteladas de 1984, a Wilson Ferreira Aldunate que en su “Compromiso con usted” promovía la reforma agraria.
Las Cámaras de la explotación
En estos últimos años, los dueños de la tierra, que han estado lejos del gobierno por tres períodos, y pese a que se han enriquecido más que en toda su historia, incluyendo la “Pax Britannica”, están más voraces que nunca y han estado atrás de dos grandes inventos: la Confederación de Cámaras Empresariales, que agrupa a las grandes cámaras empresariales (encabezadas por la propia Asociación Rural, la Federación Rural, la Cámara de Industrias, la Cámara de Comercio y Servicios, la Asociación de Bancos Privados del Uruguay, la Asociación Nacional de Broadcasters Uruguayos, la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay, la Cámara de Armadores Pesqueros del Uruguay, la Cámara de la Construcción del Uruguay, la Cámara de la Industria Frigorífica, la Cámara del Transporte, la Cámara Nacional de la Alimentación, la Cámara Uruguaya de Turismo, y el Centro de Navegación, entre otras), y el movimiento “Un solo Uruguay”, fogoneado por los grandes rematadores e intermediarios, más el 0,1% que nuclea la gran propiedad agropecuaria en el Uruguay.
Lamento tener que volver a repetir que las principales organizaciones aquí mencionadas, sumados a los tres canales privados de televisión y el centenario diario El País, apoyaron vigorosamente y con todas sus fuerzas, con declaraciones y todo, a la dictadura que se instaló el 27 de junio de 1973 encabezada por uno de sus socios, Juan María Bordaberry Arocena, y que además de hundir económicamente el país, violó sistemáticamente los derechos humanos y políticos de toda la población, excepto, quizás, la de este núcleo privilegiado de poderosos.
Hace cuatro años que están en “tiempos electorales” y tienen el mismo programa de siempre, aunque no lo digan: privatizar las empresas, los bancos y la Educación Pública, eliminar los Consejos de Salarios y todas las formas de negociación de las retribuciones al trabajo, así como todos los avances sociales (Mides, Fonasa y tantos programas de todo tipo), que los gobiernos del Frente Amplio han hecho a favor de los vulnerables de este país. Conste que yo pienso que también se proponer avasallar al Poder Judicial, como lo han hecho en Brasil y Argentina, utilizándolo para perseguir a los opositores y valiéndose de las instituciones norteamericanas que promueven los cursos de perfeccionamiento de juristas, jueces y fiscales que son invitados a programas de intercambio y cursos de perfeccionamiento en los Estados Unidos.
El pasado domingo 2 de setiembre en El País, el presidente de la Asociación Rural del Uruguay, Pablo Zerbino Vanrell, primo del contador Ricardo Zerbino Cavajani, que como director de OPP de Juan María Bordaberry diseñó en 1972 el Plan de Desarrollo 1973-1977, que fue el que hizo suyo y aplicó la dictadura durante todo el “proceso”), afirmó doloridamente que no se ha respetado al «agro», y tras historiar las décadas que su familia lleva ligada a la ARU y los 147 años que la ARU lleva “sirviendo al país”, al ser preguntado por cuál es la recepción del Poder Ejecutivo a su planteo, llora que “cuando los temas pasan por el lado económico la recepción de nuestras inquietudes son relegadas. Muchas veces las urgencias o necesidades de los gobiernos no contemplan la realidad o situación del sector productivo y se terminan ejecutando normativas que no hacen más que postergar al sector agropecuario”. Zerbino ve el futuro “con preocupación” y con más preocupación ve la economía del país porque “esta se ha detenido de forma importante y el crecimiento se ha ubicado muy por debajo de las expectativas”.
No destaca Zerbino que la economía sigue creciendo, que somos una isla en América Latina y que llevamos quince años de crecimiento ininterrumpido. Menos aún que los gobiernos de Macri y Temer, que seguramente admira, como lo admiran los Lacalle Pou, Bordaberry y Talvi que los representan políticamente, solo han traído recesión, mayor desigualdad, concentración de la riqueza, contracción, miseria y violencia.
Tasa de explotación y presión fiscal
En el discurso de clausura del sábado 15, Zerbino Vanrell exigió «competitividad, competitividad y más competitividad» lo que puede significar la exigencia de mayor devaluación o el reclamo de que en los Consejos de Salarios se posterguen las aspiraciones de los trabajadores rurales. También dijo que «el agro tiene un impacto anual del 48% del producto bruto interno», lo cual es una confesión del grado de apropiación de la riqueza nacional que ejercen. Volvió a insistir en que «crece el desempleo», sin mencionar que el agro es el sector que más expulsa por sus condiciones laborales. Apoyó explícitamente a los «autoconvocados» (gritó «¡Vamos Un Solo Uruguay»!), que últimamente, a pesar del llamado a la revolución que hizo Ignacio de Posadas Montero no han dado señales de vida. Seguramente porque el dólar ya está en $ 34,50.
Como siempre la Asociación Rural se quejó de la presión tributaria, olvidando que todo el agro pagó en concepto de impuestos la cifra de 279,7 millones de dólares en 2017, cifra que tomó del Anuario 2017 de Opypa, que consigna ese guarismo, señalando que del mismo, 91,7 millones son impuestos a la renta y 89,1 millones es Contribución Inmobiliaria que cobran las intendencias, mientras 32,4 millones son aportes patronales al BPS. En concepto de arrendamientos, es decir, el dinero contante y sonante que los pequeños productores arrendatarios pagan a los terratenientes, se pagó en Uruguay en 2017 más de 600 millones de dólares. Ahí está la lucha de clases y la explotación en el campo: solo que es la de los dueños de la tierra sobre quienes la trabajan, eso sin contar a los peones rurales. Según El País, con fuente en DGI, “el IRPF, tributo que grava rentas del trabajo y del capital, recaudó $ 62.574 millones (US$ 2.184 millones) en 2017, 26,3% más en términos reales que en 2016. En plata significó que el IRPF aportó US$ 637 millones más […] Dentro de este tributo, la recaudación de la categoría I (rentas del capital) aumentó 18% real, y la de categoría II (rentas del trabajo) se incrementó 27,7%. De todas maneras, la categoría II explica 86,4% de los ingresos del IRPF”. Sobre el Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS), señala que “totalizó $ 8.450 millones (US$ 295 millones)”. Por lo tanto, basta de lágrimas, el trabajo presente y pasado, IRPF y IASS pagan mucho más que la totalidad de los impuestos del agro, incluidos los aportes al BPS, cosa que podría corregirse aplicando las tradicionales detracciones, que ahora está reimponiendo nada menos que Mauricio Macri.
Pero lo más lindo son las cosas que el presidente de la ARU, Dr. Pablo Zerbino Vanrell, omite y otros dicen.
El PIB agroindustrial creció 5,5% en 2017
El semanario Crónicas, vinculado directamente a la Cámara de Industrias del Uruguay, publicó el viernes 31 de agosto un artículo titulado “PIB agroindustrial creció 5,5% en 2017 y muestra un comportamiento “bastante saludable””, señalando que “Tierra-Precio alcanzó su mayor nivel desde el máximo de 2014”. Así nomás. Así que tan mal no les va a los grandes propietarios de la tierra en el Uruguay, aunque el Dr. Zerbino Vanrell no lo diga.
Veamos lo que dicen los industriales: “(…) el Producto Interior Bruto (PIB) agroindustrial registró un crecimiento de 5,5% respecto al año anterior, según reflejan los datos del anuario 2018 de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (DIEA) del Ministerio de Ganadería. “Los datos macroeconómicos (…) marcan un comportamiento de producto bruto agroindustrial y agropecuario bastante saludable”, valoró Gonzalo Freiría, coordinador general del informe”.
La seriedad y contundencia del documento es indiscutible. A ello se refiere el coordinador del Área Cadenas Agroindustriales de Opypa, Gonzalo Souto, que lo define como “un clásico”, y el coordinador general del Anuario Estadístico de DIEA, Gonzalo Freiría, enfatiza que se trata de “un aporte a un sistema de información” en el cual se puede “concentrar lo sustancial y más relevante de información actualizada sobre el sector agropecuario y algunos elementos industriales y de comercio exterior.
Dice Crónicas: Freiría “detalló que esta edición, la 21a., tiene cuatro grandes capítulos y un anexo temático. Los capítulos clásicos refieren a la macroeconomía productiva, de asuntos comerciales exportaciones e importaciones y al impacto microeconómico del sector. Por su parte, el anexo este año hace “una especial referencia al año de empoderamiento para las mujeres y los niños rurales, con información también suministrada por el área de desarrollo rural del Ministerio”.
Y continúa el reconocido experto: “El primer capítulo hace una recopilación de los principales datos macroeconómicos, donde se destaca que el 2017 el Producto Interior Bruto (PIB) agroindustrial alcanzó unos 4.909 millones de dólares corrientes, representando un 8,3% del PIB total del país. Ello implicó un aumento medido en dólares respecto al 2016 de 5,5%”.
Según resaltó Freiría, “lo destacable es que después del año 2014, el 2017 habría sido el de mejor registro en el PIB agroindustrial”.
El Dr. en Veterinaria Pablo Zerbino Vanrell, Master of Science, Oklahoma State University, USA, integrante desde 1991 de la Sociedad de Criadores Hereford de Uruguay, a la que presidió entre 1999 y 2001, seguramente no cuestionará los datos de este Anuario, que además contiene otros datos.
El precio de la tierra por las nubes
Continúa el artículo del semanario Crónicas: “El segundo capítulo del informe (que se puede descargar desde la página del Ministerio de Ganadería: www.mgap.gub.uy) analiza toda la producción agropecuaria en general, cuenta con una docena de secciones y representa la mitad de la publicación. (…) El capítulo tres refiere a los aspectos microeconómicos, enfocándose en la evolución de los precios, su comportamiento, las relaciones de esos precios de los insumos de los productos agropecuarios con bienes de capital, y “una cosa muy importante”, que refiere al “precio de la tierra y las relaciones que surgen de ella con los distintos productos agropecuarios”. Al respecto, se observa que el precio de promedio de la hectárea en dólares en las compraventas realizadas se incrementó un 9,8% respecto al 2016 ubicándose en 3.712 dólares. Ello implica el mayor nivel de precio desde el año 2014 cuando se alcanzó el máximo histórico (3.934 dólares por hectárea). Los precios promedio más altos los registran Soriano (6.212 dólares por hectárea), San José (6.165 dólares por hectárea) y Colonia (5.661 dólares por hectárea).
Estos son los resultados oficiales indiscutibles.
Traduzco: los muy ricos se siguen enriqueciendo.
Son los mismos que se negaron a pagar un impuesto de 60 millones de dólares que iba a redundar en mejora de la caminería rural.
Sin embargo, la Supercámara sigue haciendo actividades altisonantes, de las que nos ocuparemos oportunamente, y llorando “por nuestros hijos y nuestros nietos”.
No se preocupen tanto, no se estresen.
El ministro Astori y su equipo dieron una conferencia de prensa el 10 de setiembre, de la que también nos ocuparemos en detalle, donde anunció un paquete de medidas para combatir las turbulencias que nos generan Argentina y Brasil (los países cuyos gobiernos admiran los “Camaristas”), y “rechazó mejorar la competitividad con tipo de cambio alto y salarios bajos”.
Hasta ahora el ministro y su equipo han tenido razón.
Eso sí, a veces el inconsciente traiciona al más pintado y por una vez estoy de acuerdo con el título principal de El País en su edición del domingo: «Los costos del agro nos llevan a nueva crisis». Es verdad, ese 0,1% más rico de la población, la dueña de la gran propiedad agropecuaria y su élite de sirvientes improductivos como los rematadores, le cuesta al país tanto que puede llevarlo a una nueva crisis. ¿Quién si no ellos son la gente que saca del país los 1.500 y 2.000 millones de dólares que declara el Banco de Pagos Internacionales o BIS, organización financiera con sede en Basilea (Suiza) que salen anualmente del Uruguay? ¿Son los trabajadores? ¿Son los jubilados? ¿Son los industriales?
Que nadie cometa el error de identificar al campo con el puñado de latifundistas y grandes intermediarios que han esquilmado el país a lo largo de toda su historia, que fueron los traidores a Artigas y su reforma agraria, y que apoyaron todos los golpes de Estado que sufrimos, el último de los cuales fue dado por uno de ellos, Juan María Bordaberry Arocena.
Nos vemos en las cifras.
Y también nos vamos a ver en las urnas.