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Sociedad

CLAUDIO ARBESÚN | INSTITUTO CUESTA DUARTE

Ideas para cambiar el mundo

Su trabajo consiste en aportar conocimiento, ideas, análisis y reflexión en los espacios de formación e investigación del Instituto Cuesta Duarte del Pit-Cnt. Está convencido de que el movimiento sindical tiene que profundizar su rol en la sociedad, no solamente en los ámbitos de negociación colectiva y defensa de sus derechos, sino especialmente en los espacios de debate sobre los grandes temas nacionales.

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Fue punk y volvió. Estudió fagot y flauta en la Escuela de Música de Primaria primero, y municipal después; también  batería con Flavio Galmarini (Los Buenos Modales, Vieja Historia y Los Hermanos Láser), pero por ahora, todo lo que aprendió en la música está guardado en la memoria. Soñó tocar en una sinfónica, pero priorizó otros caminos. Su papá es cubano, nacido en La Habana, pero Claudio solo fue una vez a la isla cuando viajó a conocer a una parte de su familia. Fue un inquieto militante gremial de la FEUU y un revoltoso jugador de fútbol callejero, aunque no le dio para ir más allá que del baby fútbol. Los días de lluvia con su hermano hacían competencias de chapita en la vereda; practicó natación, handball y todo lo que llenara aquellas horas de avidez por descubrirlo todo. Sus padres, Rolando y Elba, se casaron por carta. En realidad, una vecina fue la que se casó y no Elba. La vecina recibió una carta poder en Cuba y cumplió con las formalidades, en nombre de Elba, para honrar un amor de película en tiempos donde la poesía y los besos venían maltrechos y el mundo era bastante más ancho.

Si bien Claudio nació en Piedras Blancas, desde los cinco años y hasta ahora su vida transcurrió en Villa Muñoz, en un hogar donde los libros, la literatura, la política y las charlas siempre fueron intensas y profundas. Su mamá es docente de literatura y durante algunos años también trabajó como correctora de estilo en El Observador y otros medios. Cuidadosa de cada peso que había en la casa, supo manejar con delicadeza los años de economías flacas, sin que sus hijos sospecharan demasiado de la austeridad milimétricamente impuesta. Su padre  es psicólogo, analista y fue integrante de las Fuerzas Armadas de Cuba. Cuando llegó a Uruguay en 1994, ingresó a la Universidad de la República donde desarrolló la docencia durante más de 20 años. Dirigió cárceles, tuvo responsabilidades de gobierno y ahora retomó la docencia dictando clases en el Centro de Altos Estudios Nacionales (Calen).

Claudio Arbesún jugó mucho de niño, tuvo mil amigos y algunos más. Fue a la escuela de la mano de su madre, con sus hermanos, caminando unas treinta cuadras cada día. Creció en plena crisis que también impactó en su casa, aunque los recuerdos son piadosos y ciertamente cariñosos sobre el tremendo esfuerzo que hacía su mamá para que aquellos platos de hígado encebollado fueran pequeñas -ínfimas- celebraciones de la cotidianidad. Hoy Claudio se jacta de ser “bueno en la cocina”, jura que es “muy bueno con lo salado”, no va a la feria porque nunca sabe en qué puesto quedarse y por eso prefiere ir al MAM; está a meses de recibirse de sociólogo y es voz de consulta permanente en el movimiento sindical, no solamente por su formación sino especialmente por su capacidad de análisis y lectura crítica de la realidad. Es de los nuevos integrantes del Instituto Cuesta Duarte. Por tanto, trata de no incomodar y evita hacer ruido. Es extremadamente agudo en sus análisis, pulcro en sus definiciones y meticuloso en sus observaciones. Logra que casi todo en su vida parezca en orden. Excepto cuando juega su equipo del alma en el Gran Parque Central. Ahí se desbarranca todo. Y emerge el punk que lleva dentro.

 

¿Cuál es tu rol en el Instituto Cuesta Duarte?

El Instituto Cuesta Duarte (Icudu) tiene dos componentes: la formación y la investigación. Yo trabajo como técnico en ciencias sociales. Actualmente estoy en la gestión y coordinación el proyecto Validación de Ciclos Educativos Educación Media Básica, en conjunto con la Dirección General de la UTU. Tiene como objetivo aportar en la continuación de ciclos educativos de los trabajadores uruguayos y concretamente en esta etapa validar la educación media básica de trabajadores. El proyecto está orientado hacia aquellos trabajadores que hayan participado de instancias formativas del Cuesta Duarte y hayan culminado educación primaria. Oportunamente se le presentó a la Dirección General de UTU un informe con los temas abordados por las instancias formativas del ICUDU, donde se abordan componentes de economía, historia, filosofía, entre otros. La Dirección General de UTU valoró ese aporte que, en mixtura con aprendizajes que los trabajadores desarrollan en su vida en sociedad y sus espacios de trabajo, se complementa con dos jornadas con docentes de UTU que evalúan y eventualmente validan la educación media básica para los trabajadores. Siguiendo, obviamente, las cinco dimensiones que estructuran el Marco Curricular de Referencia Nacional, es decir habitar e intervenir en la complejidad del mundo; emprender y desplegar proyectos personales y colectivos; comunicar y comunicarse; pensar y actuar creativamente y ejercer de manera plena la ciudadanía. En el plano de investigación, la idea es ir incorporándome a los trabajos que hace el Instituto. En principio, colaborando con la encuesta hacia el Congreso del Pit-Cnt y con la Facultad de Psicología, que es una encuesta que se viene haciendo hace varios años y que busca generar una sistematización de información sobre el movimiento sindical, con el foco en su dirección, en los 1.100 delegados que componen el núcleo duro de la dirección del movimiento sindical uruguayo. La encuesta articula módulos básicos de información sociodemográfica de los delegados, con información relativa al vínculo de los mismos con las organizaciones sindicales que representan, el tiempo de militancia, las responsabilidades que desempeñan, etc. Así mismo, tiene segmentos que relevan temáticas específicas que pueden ir variando, en esta oportunidad se contemplaron preguntas que abordan la presencia de la perspectiva de género en el trabajo de los sindicatos, el impacto de la pandemia en la vida sindical, valoraciones individuales sobre principales logros y desafíos del movimiento y sus organizaciones.

 

¿Eso se trabajó dentro del propio congreso?

Sí, estuvimos trabajando especialmente con Vanesa Bustamante, que es una de las abogadas del Icudu y con un equipo de Facultad de Psicología que convenía con el Instituto, del grupo de psicología de las organizaciones y el trabajo. Como novedad en esta edición, pasamos la encuesta a formato de auto administración web y eso facilita mucho los tiempos. El procesamiento empieza ya y probablemente los primeros datos los podamos estar presentando las próximas semanas.

 

¿Cuál es el rol del Instituto Cuesta Duarte en este escenario del movimiento sindical, su importancia estratégica?

En la medida que el movimiento sindical se propone mejorar las condiciones de trabajo de las y los trabajadores, el aporte tiene una importancia inmediata bien concreta. Y se trata de colaborar en la generación de espacios de reflexión, de iniciativas y elaboración programática. Pero al mismo tiempo es un movimiento sindical que se propone abrir, dar cauce, a un proceso de iniciativa política y programática de transformación de la sociedad en su conjunto, que aborde todos los temas y que exceda lo estrictamente sindical o reivindicativo vinculado, en este caso, al mundo del trabajo. En ese segundo plano, contar con un espacio de generación de conocimiento, con herramientas de formación e incluso de habilitación de instancias de diálogo entre el movimiento sindical y otros planos de la sociedad, como la cultura, la academia, la ciencia y el deporte, por mencionar algunos, es fundamental. Porque cualquier organización que pretenda transformar la forma en que está organizada la sociedad y dirigir ese proceso, precisa manejar el conjunto de saberes técnicos que son parte del patrimonio de la humanidad. Y a su vez responde a una concepción más general sobre el papel del conocimiento técnico, que no debe ser patrimonio únicamente de las personas que lo tiene, que los puede movilizar en un momento dado en función de intereses particulares, ni de aquellos que pueden pagar por él; sino que el conocimiento que la humanidad genera es patrimonio de la humanidad, se construye en un proceso que es netamente histórico y social, y de ese modo debe estar al servicio, en este caso, de los trabajadores organizados. Máxime si los trabajadores tienen la disposición de transformar la sociedad y dirigirla. Creo que ahí hay un rol que es estratégico, que se articula con el inmediato, que puede impactar en un Consejo de Salarios, en una negociación tripartita o en un conflicto.

 

¿Cuál es el aporte que le pueden hacer las ciencias sociales al pensamiento sindical?

Yo creo que las ciencias sociales es un terreno muy diverso, por lo menos en la sociología que es desde donde creo puedo hablar, puede hacer el aporte de desentrañar cuál es el conjunto de relaciones que están por detrás del funcionamiento aparente de las cosas, así como la clarificación de procesos sociales que se puedan estar desarrollando y sus posibles trayectorias futuras. Creo que es la ciencia que tiene que aportar a echar luz sobre por qué eso que parece que es así, o que es así, funciona de tal manera. Si responde a relaciones económicas, relaciones que se dan del plano político, a estructuras culturales que no permiten que las cosas se den de otra manera, por la interacción de diversos factores. Además de poder desentrañar ese conjunto de cosas, la sociología puede aportar herramientas de cambio, identificar espacios y posibles cursos de acción, que en definitiva es lo más importante para que el aporte tenga potencial práctico y transformador.

 

Hablaste de cambios culturales. ¿Cuánto se puede decodificar de los cambios que se están procesando en el movimiento sindical? Por ejemplo, ¿cuál es tu visión respecto a los cambios en relación al machismo?

Yo creo que el movimiento sindical es, en parte, reflejo de nuestro pueblo, conjugado con sus más genuinas aspiraciones.

 

Eso suena a consigna

No solo es consigna. Yo creo que debemos entender el movimiento sindical como algo que excede las paredes de un sindicato, de la propia central. En el mundo sindical se refleja lo más genuino de la situación cultural y social de un momento dado: cuando hay hambre, emerge la olla popular; cuando los gurises no pueden ir a la escuela, ofreciendo clases de apoyo y también con organización barrial que dialoga con los distintos espacios de la propia sociedad. El movimiento sindical forma parte y es parte de la sociedad y todos sus temas. Y es reflejo de ello.

 

El machismo resiste, vive y lucha en la sociedad. ¿Y dentro del movimiento sindical?

También. Creo que es difícil que uno analice el movimiento sindical como aislado. No solo es producto de la sociedad en la que trabaja o en la que se construye porque los hombres y las mujeres que lo componen son parte de la sociedad, sino que nosotros identificamos que hay un conjunto de relaciones que atraviesan y estructuran nuestra sociedad, relaciones de clase, relaciones de poder en el marco del patriarcado, relaciones étnico raciales, relaciones incluso de generaciones, el movimiento sindical también se ve atravesado por eso, no se construye en un tupper, se construye en la sociedad y está atravesado las propias dinámicas que la estructuran. Es real que el movimiento sindical debe aspirar a ser lo más avanzado de la organización social, porque pretende construir lo nuevo. Entonces tiene cierta obligación de incorporar con mayor velocidad estos debates y de dar una respuesta más acelerada, pero al mismo tiempo superadora, porque las respuestas pueden ser muy distintas e incluso conservadoras.

 

¿En el movimiento sindical también?

Supongo que sí, que puede haber en el movimiento sindical algo de esa respuesta del status quo, que en todas partes tiende a generar respuestas que perpetúen las relaciones de desigualdad. Pero en definitiva creo que la existencia de esos reflejos a la interna del movimiento sindical no debe paralizar o frustrar, sino que, comprendiéndolas, debe convocar a transformarlas. Las compañeras de los sindicatos y el Instituto vienen trabajando sin pausa en esa línea. Y desde nuestro lugar, se estará a la orden para aportar y aprender.

 

El neoliberalismo ha generado -y la pandemia lo acrecentó- que todos estemos bajo sospecha. ¿Cómo ves el escenario de persecución en un supuesto marco de libertad que se pregona?

Si partimos de la base que el neoliberalismo es un estado de la organización social y económica capitalista para garantizar la acumulación, en un escenario en el que las posibilidades de acumulación están puestas en cuestión o tienden a deteriorarse, es claro que para eso se desatan dispositivos en todos los planos: culturales, políticos, comunicacionales, identitarios, entre otros. Y creo que parte de esos dispositivos tienden a la fragmentación, a la fragmentación social desde el punto de vista de las temáticas y las reivindicaciones, desde el punto de vista de las identidades colectivas y el deterioro de ellas. También a la fragmentación de las identidades individuales, la imposibilidad de construir una identidad de conjunto, colectiva, en relación con otros. Antes en el mundo del trabajo era más común sentirse parte de un colectivo. Ahora se alimenta la competencia y se coloca al que está junto a vos como una amenaza, alguien que te puede quitar tu lugar. Al mismo tiempo, el neoliberalismo en el plano ideológico ha tenido la capacidad de individualizar las problemáticas sociales, ocultar el conjunto de relaciones sociales que la originan y sustentan, depositando el problema en los individuos. En el mundo del trabajo eso se está poniendo cada vez más de manifiesto con el concepto de empleabilidad, que se extiende cada vez más en algunos espacios. Como si el problema del deterioro en el mercado de trabajo radicará en los trabajadores, que de un día para el otro pasan a no estar aptos para ser “empleables”. Y eso es terrible, es un peligro porque también el neoliberalismo tiene la capacidad de encorsetar nuestra cabeza entre los márgenes de lo posible. La exacerbación del individualismo y la competencia es una de las herramientas esenciales del neoliberalismo en el plano cultural y creo que eso atraviesa de nuevo a toda la sociedad. Puede haber también un reflejo dentro de las organizaciones de izquierda de eso y creo que la imposibilidad de salir de esa lógica, de correr esos marcos de entendimiento es parte de las dificultades que la izquierda tiene que asumir hacia adelante para poder construir otra alternativa, porque de lo contrario, siempre vas a estar encorsetado.

 

¿La LUC sospecha de los pobres? ¿Los estigmatiza?

Yo creo que sí. Creo que el Pit-Cnt, con algunos aportes que realizados particularmente en temas económicos, ha sido claro en mostrar que la LUC es uno de los instrumentos que genera las condiciones para un proceso de ajuste económico, que trae adjunto una revisión cultural e ideológica. Para realizar ese ajuste económico, que tiene que ver con transferencias de recursos de los trabajadores hacia los sectores de concentración de capital, aquellos que viven del mercado exportador, el agro negocio, los vinculados a la especulación financiera, esos “malla oro” que incrementaron de forma obscena y ordinaria sus depósitos en el exterior, implicando una fuga directa de capitales en un momento donde la masa de recursos apropiada por la gran mayoría de los trabajadores disminuye. Para realizar todo ese proceso se necesitan herramientas que permitan que eso tenga cauce. Entonces se despliegan herramientas en conjunto con una arremetida conservadora en el plano cultural, ideológico y jurídico. Por ejemplo, el presupuesto desarticula las prioridades estatales y la asignación de recursos a esas prioridades; la política salarial es otra herramienta porque es un instrumento usado para la transferencia directa de recursos de los trabajadores hacia el sector empresarial y especialmente al de mayor concentración. Y por otro lado, la LUC que modifica todo el marco jurídico y que despliega dispositivos ideológicos que permitan hacer parecer que esa modificación es justa, legítima y es necesaria. En ese marco está la sospecha de los pobres. La única forma de generar un ajuste económico, de generar los instrumentos para reprimir posibles reacciones hacia ese ajuste económico, de establecer formas de concentración del poder disminuyendo los resortes democráticos a los que la población tiene acceso y de tener la legitimidad social para poder hacerlo, es construir la idea de que un sector de la población -probablemente el que reciba los peores embates del proyecto- sea sospechada de peligro, no para mí como proyecto político, sino para la sociedad en su conjunto, deteriorando los vínculos de solidaridad, la capacidad de movilización, canalizando hacia allí las frustraciones y miserias que un proyecto excluyente genera en la población. Entonces la respuesta es sí. Pero creo que no es por un fetiche aunque puede terminarlo siendo. En algunos termina siendo un odio visceral a la pobreza, pero es utilitario, es una apropiación desde las entrañas de algo que es componente funcional del proyecto de país.

 

¿Qué lugar ocupa en este proyecto del gobierno, particularmente de los sectores de la ultraderecha, la educación pública?

Yo creo que ahí el impacto de este proyecto en la educación se da en dos planos. Uno -y está por verse el desenlace final- es una intención por transformar tanto lo institucional como los contenidos, avanzando hacia una educación -que seguro precisa transformaciones y los propios sindicatos han levantado la plataforma de cambio en este sentido-, pero que en el caso de este proyecto, está orientado a transformar la educación para la acumulación y para las necesidades de un sector. Por un lado en el plano institucional y de contenido que está orientada a una educación al servicio de la acumulación y al servicio de las necesidades del mercado y no como parte de una proyección estratégica del Uruguay, sobre cuál es el desarrollo productivo que vamos a tener, en base a qué sectores, cómo se va a distribuir eso y qué educación preciso para garantizar ese desarrollo estratégico, que tenga componentes de soberanía, de empleo de calidad, de soportes democráticos, por nombrar algunos. Ese es un plano del impacto en la educación, pero hay otro que también hace a la educación, en relación a la generación de ciudadanía y democracia. Me refiero a la participación estudiantil y docente. La posibilidad de concebir las instituciones educativas y los espacios educativos como un espacio de debate, habilitador de iniciativas democráticas, de intercambios culturales o sobre temas de coyuntura que le permita a los estudiantes y a los jóvenes incorporarse al debate público. Y que los docentes lo puedan incorporarse al debate de los temas relacionados al futuro de su país en general y de la educación en particular. Creo que en ese segundo plano es donde más se ha visto el impacto de esta lógica que se busca imponer para el ajuste: convertir a los docentes en empleados que como autómatas a dictar una clase y a los estudiantes como objeto pasivo del proceso que se desarrolla en esa institución durante las horas que están allí dentro y no como un espacio de fomento democrático y de reflexión crítica. Todo esto disfrazado con el discurso de la laicidad. Creo que es un debate que se cae por su propio peso, porque la laicidad implica la no promoción institucional de una sola visión. Creo que bajo el rótulo de laicidad hay un falso discurso.

 

¿Es una de las grandes batallas que está dando este gobierno?

Yo creo que sí, que hay un ensañamiento particular con los sindicatos de la educación que a veces parece como extraordinario. Esto que sucedió con los docentes de San José, que se sacaron una foto fuera de su horario de trabajo, fuera de su institución educativa, sin estudiantes alrededor, participando de la vida política de la República y los siguen persiguiendo. La democracia es un concepto que tiene componentes sustantivos, además de formales. Va mucho más allá del cumplimiento de un conjunto de procedimientos institucionales, tiene que ver con las posibilidades de los ciudadanos y el pueblo de contar con mecanismos de ejercicio del poder, de participación en los temas centrales de la vida del país. En definitiva lo que se está cercenando es al docente como sujeto de derecho en un marco de una sociedad democrática y republicana. Y si vamos a los otros casos donde en un liceo privado donde se rescindió contrato de trabajadoras por lo que publicaban en sus redes sociales y que el Ministerio de Trabajo no haya intercedido por un despido sin causa justificada, por ejemplo, a mí me parece increíble porque no hay elemento contractual ni normativa laboral que habilite a esa extralimitación del vínculo empleador-empleado.

 

¿El resultado de la elección de los consejeros del Codicen le marca una señal al gobierno?

Creo que fue contundente, un respaldo claro a las organizaciones sindicales, un reconocimiento de que son las organizaciones que están siempre trabajando por la lucha por los derechos de los docentes y por otro lado un rechazo a una política que deja de ser de debate político y se parece -cada vez más- a una de persecución.

 

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