Hacete socio para acceder a este contenido

Para continuar, hacete socio de Caras y Caretas. Si ya formas parte de la comunidad, inicia sesión.

ASOCIARME

La derrota de Talvi

Por Leandro Grille.

Suscribite

Caras y Caretas Diario

En tu email todos los días

Al descubrir que no era su vocación, el dirigente más votado del Partido Colorado abandonó la política activa. Lo hizo mediante una renuncia por carta y tras tomarse varios días para meditar, luego de su renuncia forzada a la titularidad del Ministerio de Relaciones Exteriores. Aunque todos digan lo contrario, la despedida del excanciller no tuvo nada de sorprendente como tampoco puede asombrar que ni su sector ni su partido hayan hecho nada para que lo reconsiderase. Ni siquiera una nota.

Hace rato que se venía organizando el ‘postalvismo’, el desplazamiento hacia el ostracismo absoluto de la figura emergente de Ernesto Talvi. La estrategia fue liderada conjuntamente por el presidente de la República y el presidente del Partido Colorado, orquestada quién sabe cuándo y ejecutada en pleno por la coalición multicolor, incluyendo los cuadros principales de Ciudadanos. Talvi, además, un poco por inexperiencia y otro poco por arrogancia, les facilitó el camino.

Todo era bastante obvio en sus últimos meses como canciller, pero terminó de ser evidente cuando a Talvi lo pasaron por arriba en la definición de voto para el nuevo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, y Lacalle Pou optó por el candidato de Estados Unidos,  Mauricio Claver-Carone. Aunque Sanguinetti acompañó una carta de expresidentes latinoamericanos que expresaron su rechazo a esta candidatura propuesta por Donald Trump, la situación planteada en la cancillería fue insólita: la subsecretaria Carolina Ache Batlle, dirigente de Ciudadanos, salió a responderle al ministro y jefe político de su sector, afirmando en radio Carve que la decisión de apoyar a Claver-Carone no le parecía un error.

Más allá de que tengo mis enormes dudas de que Carolina Ache haya reflexionado especialmente lo que implica nombrar a ese personaje de Claver-Carone como presidente del BID, lo que parece bastante claro es que sus declaraciones fueron concertadas con el presidente para hacer una desautorización ostentosa de Ernesto Talvi y demostrarle, simultáneamente, que todos y todas, incluyendo a la gente más cercana y de su sector, ya no le daban pelota. Finalmente a Ernesto Talvi lo hicieron renunciar al ministerio en plena cumbre del Mercosur y una hora después de haber presentado su plan estratégico, ya de paso para humillarlo ante sus subalternos y el resto de las cancillerías de la región.

Ya en el llano, Talvi debió soportar cómo su mano derecha, Adrián Peña, aceptaba el convite para ser ministro del nuevo Ministerio de Medio Ambiente, con el apoyo expreso de Julio María Sanguinetti y contra su opinión de designar para esa cartera al “técnico” y su asesor en temas agropecuarios, Eduardo Blasina. Con esa decisión tomada, Peña dio declaraciones a la prensa afirmando que solo aceptaría si Talvi estaba de acuerdo, pero estaba claro que la jugada era irreversible: Peña iría al gabinete y se transformaría en el interlocutor de Lacalle Pou con Ciudadanos y, en rigor, con el Partido Colorado de Sanguinetti, secretario general y jefe efectivo.

Mientras tanto, el gobierno nacional lo “mataba” a Talvi con sueltos editoriales en el diario El País, entre otras observaciones de “analistas” que llegaron a calificar su estilo político de “petiso” y le echaron tierra al punto de afirmar que con su conducción el Partido Colorado solo tenía el destino de precipicio. Desplazado, humillado, sin cartera, sin liderazgo entre sus propios compañeros, a Talvi lo único que le quedaba era la imagen pública, porque se fue del gabinete con la mayor aprobación entre sus pares: con mayor aprobación incluso que el presidente, un presidente que se detiene mucho en esas cosas, tal vez por alguna carencia insondable y no tolera de buen grado que nadie le dispute en popularidad, ni siquiera su secretario, Álvaro Delgado.

Finalmente Talvi, derrotado, se fue. Aunque su carácter irascible y su falta de “boliche” son innegables, en su breve paso por la gestión dejó cosas buenas. En primer lugar, se mostró sinceramente como un cuadro político mucho más sensato y menos a la derecha que el resto de la coalición. Su gestión de la repatriación de compatriotas durante la fase más dura de la pandemia y la atención de los pasajeros del crucero Greg Mortimer lo mostraron como una persona sensible y solidaria en una situación dramática. Tal vez por esas actitudes, la gente de forma muy mayoritaria, incluso los votantes del Frente Amplio, se mostraron satisfechos con su gestión. Demostró, además, como canciller, que no estaba dispuesto a alinearse abiertamente con el gobierno ultraderechista de Donald Trump, muy a diferencia de Lacalle Pou, que no tiene ni siquiera matices con el impresentable presidente estadounidense.

Para Uruguay, la salida de Talvi de la política representa una consolidación del carácter conservador y muy a la derecha de la coalición de gobierno, cada vez más sostenida en tres pilares: Manini, Sanguinetti y Lacalle Pou. De esas tres figuras, la más poderosa institucionalmente es, naturalmente, el presidente, pero por diversos motivos los otros dos son los verdaderos dueños de la pelota y tienen un poder de condicionamiento alucinante con la doble ventaja de tener una pata adentro y una pata afuera.

Dejá tu comentario

Forma parte de los que luchamos por la libertad de información.

Hacete socio de Caras y Caretas y ayudanos a seguir mostrando lo que nadie te muestra.

HACETE SOCIO