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La mano de la Revolución

Por Leandro Grille.

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Caras y Caretas Diario

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La posición sobre Venezuela va a tener consecuencias políticas en el Frente Amplio. Tabaré fue hábil cuando aprovechó el exabrupto de Nicolás Maduro contra Rodolfo Nin Novoa para emitir una declaración que lo distanció del gobierno chavista sin necesidad de pronunciarse sobre cuestiones de fondo. Todos los sectores del Frente Amplio y la sociedad en su conjunto se sienten cómodos defendiendo al presidente y al ministro de Relaciones Exteriores de una declaración de un presidente de una nación extranjera en la que te acusa de coordinar tus acciones con el Departamento de Estado de Estados Unidos. Así que Tabaré, astuto, y además muy molesto porque el embajador de Venezuela, Julio Chirino, no respondiera a varios llamados de la cancillería, aprovechó los improperios del presidente venezolano para alejarse convenientemente de Venezuela sin introducir una división poderosa en el Frente Amplio. Antes de emitir la declaración, conversó primero con Raúl Sendic y luego con Pepe Mujica para consultar su posición. Después puso en conocimiento todos los entretelones del gabinete en su totalidad. Pepe lo apoyó, porque es lo que corresponde, y porque la declaración se concentraba en la reparación de un agravio evidente. Con Danilo, el otro verdadero líder del Frente Amplio, no tenía que consultar: para él, cuanto más duro fuera, mejor.

Sobre el chavismo y la Revolución Bolivariana hay varias opiniones en el Frente Amplio, y las ha habido más, porque desde el arribo de Hugo Chávez en 1994, cuando los únicos que se encontraron con él fueron los tupamaros –José López Mercao lo entrevistó para Mate Amargo– y el fallecido brigadier general Gerónimo Cardozo, que fue a verlo por orden de Liber Seregni, que no lo recibió porque censuraba el intento de golpe del 4 de febrero de 1992, hasta la actualidad, cuatro años después del fallecimiento del inolvidable comandante, ha pasado mucha agua bajo el puente. Como sector de la izquierda, sólo el Nuevo Espacio de Rafael Michelini ha estado siempre en contra del chavismo. Pero recordemos que en 1999, cuando Chávez llevaba un año de gobierno, Michelini ya ocupaba cargos de dirección en la Internacional Socialista junto con el expresidente de Venezuela Carlos Andrés Pérez y todavía no estaba en el Frente Amplio ni en el Encuentro Progresista, y compitió en las elecciones por la presidencia de la República contra el candidato del Frente Amplio, que era Tabaré. En esa campaña electoral, Rafael Michelini hasta hizo un spot televisivo de campaña contra Hugo Chávez.

En los primeros cuatro años del primer gobierno de Hugo Chávez, entre 1998 y 2002, sucedieron todos los hechos que luego signarían el tenso relacionamiento de oficialismo y oposición, y sentarían las bases de la democracia de la Quinta República, cuyo hito fundacional fue la Asamblea Nacional Constituyente de 1999, la misma que renombró a Venezuela como República Bolivariana de Venezuela. Uno de los hechos fue la propia Constitución de 1999, en la que se define la democracia participativa y protagónica, una forma de democracia que supera en mucho la profundidad de la democracia representativa, y en la que se instaura la posibilidad de revocar los mandatos. Sólo en esos primeros cuatro años, Chávez se sometió a cinco elecciones y las ganó todas. De esas cinco, hay una en particular que demuestra su estatura política y humana. Hugo Chávez ganó la elección de 1998 y accedió a la presidencia, pero como luego promovió una nueva Constitución, consideró correcto someterse otra vez a elecciones luego de que se aprobó la carta magna de 1999. De acuerdo a sus convicciones democráticas, si la nueva Constitución paría una República y cambiaba el sistema electoral, lo lógico era que todos sus responsables debían someterse nuevamente a elecciones. Así es que en 2000, cuando todavía le quedaban varios años de mandato, fueron convocadas nuevas elecciones y Hugo Chávez volvió a ser elegido presidente. ¿Usted conoce algún presidente que se atreva a someterse a elecciones cuando todavía le queda más de la mitad del mandato?

La segunda presidencia comenzó en enero de 2001. A partir de allí comenzó una nueva etapa y fue con la aprobación de leyes en el marco de la segunda ley habilitante que se terminó de pudrir todo. De un paquete de 49 leyes que Chávez promulgó en 2001, toda la oposición se concentró en tres: la ley de tierras, que suprimía el latifundio, cuando 10% de los propietarios eran dueños de 70% de la tierra, la ley de pesca, que reservaba las primeras 6 millas náuticas para la pesca artesanal, y limitaba la pesca por arrastre y ponía cánones más altos para la pesca industrial, y la ley de hidrocarburos, que disponía que el petróleo de Venezuela debía ser administrado al menos en un 51% por el Estado, a la vez que se fijaba una regalía mínima de 30% para cualquier extracción petrolera dentro de territorio venezolano.

Las 49 leyes se promulgaron el 6 de noviembre de 2001 y para abril de 2002 la derecha ya había preparado el golpe de Estado.

El 11 abril de 2002, cuando sucedió el golpe contra Chávez, hubo mucha gente en Uruguay que lo justificó, incuso dentro del Frente Amplio. Y recordemos que los únicos que lo condenaron de inmediato fueron las organizaciones sociales, léase la FEUU, el Pit-Cnt y Fucvam. Fue un golpe militar, que incluyó el secuestro del presidente electo y la conformación de un gobierno de de facto presidido por el jefe de la corporación empresarial Fedecamaras, Pedro Carmona Estanga, y aupado por los medios de comunicación, los dirigentes políticos de los partidos tradicionales venezolanos, Adeco y Copei, la iglesia y el sindicalismo propatronal de Venezuela. Fue un golpe con masacre incluida –Puente Llaguno–, represión y secuestrados.

¿Cómo reaccionaron los medios de comunicación uruguayos, tan preocupados por la democracia venezolana? El diario El Observador afirma que en Venezuela hay una dictadura militar. Dice que ya de democracia no le queda la formalidad. Su destacado columnista Álvaro Diez de Medina, que fue embajador del gobierno de Sanguinetti en Washington, titula su columna ‘Cuando la hipocresía es reina’. En ella se despacha contra la Revolución Bolivariana, a la que califica de dictadura militar, y además critica con dureza al Frente Amplio, al que califica de hipócrita, porque –y cito– “cuando el sistema dictatorial venezolano consumara su golpe de Estado efectivamente anulando al poder legislativo del país en el que la oposición es mayoría, Uruguay, a diferencia del resto de América Latina, optó por el silencio”. Pero en aquellos días de abril de 2002, cuando un golpe militar desplazó a Chávez, dos veces electo, El Observador se inmoló justificando, acusando al presidente depuesto de provocar la situación por sus “desaciertos” en política interior y sus “dislates en política exterior”. Es más, el sábado 12 de abril, el mismo matutino publica en tapa una foto de un venezolano con la bandera de su país, como resurgiendo del infierno y el editorial dice: “A Hugo Chávez sólo lo mantenía en el poder la tozudez. Esta madrugada el presidente renunció, abandonado por las fuerzas armadas, que lo sostenían en el poder”. Y sobre los muertos, dicen que cayeron bajo las balas de “francotiradores leales a Chávez” que “dispararon contra un multitud de medio millón de personas”. Después, en el mismo número, habla de los festejos de los venezolanos por la libertad reconquistada y describe el asalto a la embajada de Cuba, como vecinos que se “acercaron a la embajada de Cuba para vigilar que ni Chávez ni ninguno de los miembros de su gabinete intentaran refugiarse en esa sede diplomática”.

El caso de El Observador sirve como botón de muestra. No vale la pena extendernos sobre los medios de la derecha –y los políticos blancos y colorados– porque ya sabemos que apoyaron ese golpe verdadero con muertos, así como ahora cuestionan la existencia de democracia en Venezuela por una decisión del Tribunal Supremo de Justicia que ya fue revocada. Hablemos del sistema político y hablemos de la izquierda. Hace unos días, Banderas de Liber publicó un comunicado cuestionando al Grupo de Trabajo del Foro de San Pablo por respaldar a Venezuela. Es una declaración dura. Pero no llega a la que protagonizó Liber, el original. Es que ese día de 2002, el general consideró que el golpe de Estado que le hicieron a Chávez era “un llamado de atención para los que convierten un gobierno popular en un gobierno populista”, cargando la responsabilidad del golpe sobre las espaldas del depuesto. Esta semana leí una columna de Marcelo Pereyra, de La Diaria, titulado ‘El sueño terminó’, poniéndole la lápida a la Revolución Bolivariana por el “golpe” dado por el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Me llegó en Facebook, porque lo compartió el dirigente de la Vertiente Artiguista Enrique Rubio. Pero cuando le dieron el golpe a Chávez, Enrique Rubio también habló y le bajó el precio al golpe, diciendo que Chávez había sido “destituido por la lógica de los cuarteles en donde él nació” y luego calificó su liderazgo como “caudillismo sui generis mediático de signo populista”. Hubo otros dirigentes de izquierda que hablaron en igual sentido, aunque, justo es señalarlo, no fueron todos. Sobre los periodistas, tampoco debemos sorprendernos. Ni los de izquierda ni los de derecha. El mismo día del golpe a Hugo Chávez, la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) repartió una declaración de la llamada Federación Internacional de Periodistas en la que condenaba al gobierno de Chávez por perseguir periodistas y, en pleno golpe, denunciaba la falta de libertad de expresión en la Venezuela bolivariana, en sintonía son la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que, por esos años, era conducida por el director de Búsqueda, Danilo Arbilla. Cabe recordar que el abogado de APU era Edison Lanza, en ese entonces periodista de Búsqueda y hoy día alto funcionario de la OEA, naturalmente respaldado por la SIP. Como el golpe duró sólo dos días, porque el pueblo humilde salió a la calle a rescatar al presidente –mientras los valientes periodistas venezolanos perseguidos transmitían telenovelas y celebraban el golpe–, faltaron muchas máscaras por caer. Y después el presidente de la APU de la época se esforzaba en desmentir que hubiesen apoyado el golpe, pero hay momentos de definición que son irreparables. Muy poquitos periodistas, de muy poquitos medios, denunciamos el golpe y defendimos al gobierno legal y legítimo de Venezuela. Y el tiempo nos dio la razón.

Han pasado muchos años desde que Chávez ganó por primera vez, y cuatro años de su muerte. Dentro de la izquierda, algunos repiten la obviedad de que “Maduro no es Chávez” como forma de justificar que ahora ya no lo apoyan. Pero es hipocresía pura. He tratado, con algunos ejemplos, de demostrarlo. No apoyan al sucesor, pero tampoco querían al original. Las cosas cambiaron porque Chávez triunfó. Porque la gente lo volvió a poner en la presidencia. Porque siguió ganando elecciones, al punto de romper el récord mundial de elecciones ganadas. Y porque, cuando el Frente Amplio llegó al gobierno, Venezuela dio muchas muestras de solidaridad. Algo que el ministro Astori no tomó en cuenta cuando habló de que Maduro era un desagradecido, además de que estaba dando la impresión de que la posición de no expulsar a Venezuela era un favor y no una convicción; es que Venezuela, mientras pudo, fue mucho más solidario con Uruguay que ningún otro país del mundo, con la posible excepción de Cuba y su operación Milagro o las becas de la ELAM. Y lo fue en serio. Cosa que no debería olvidar un ministro que asumió con una bomba en Cofac, desactivada por Venezuela, que instaló en Uruguay al banco Bandes luego de sortear durísimas exigencias del Banco Central que el banco venezolano debió pagar durante muchos años. La distancia entre favor y convicción no es una sutileza: los favores se agradecen; las convicciones se defienden.

Fueron muy pocos los políticos, los periodistas y los medios que denunciamos el golpe de Estado a Chávez en 2002 y nos pusimos del lado de la Revolución Bolivariana, masivamente apoyada por el pueblo humilde de ese país. El tiempo nos dio la razón. Hoy somos muy poquitos los que rompemos el consenso entre izquierda y derecha y nos atrevemos a decir que en Venezuela hay un sistema político polarizado, pero funciona una democracia plena. Y que mucho más allá de los errores de la Revolución Bolivariana, y de sus dirigentes, sobre todo desde que murió Hugo Chávez, no hay que abandonarla. Soltarle la mano a la Revolución es soltarle la mano a los pobres. Esperemos que nuestra izquierda lo comprenda, antes de que subidos al caballo del republicanismo democrático tomen el poder las fuerzas más reaccionarias, más racistas, más clasistas que un país haya tenido nunca.

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