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La Revista | orden global | tiempos | Estado

PARTEAGUAS

Usura, canibalismo social y guerras: el orden global se autodestruye

Esta crisis del orden global se cuela por múltiples grietas y brota a la intemperie en distintos lugares y episodios.

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Textos: Mónica Peralta Ramos

Tiempos apresurados corren por el mundo. Son tiempos de desventuras e incertidumbres. Tiempos que abren paso a una nueva esperanza. Tiempos que nos precipitan hacia un momento culminante, un verdadero parteaguas que cambiará la dirección de la historia.

El parteaguas, esa línea invisible que divide el caudal de un río y condiciona su flujo hacia la eternidad, no surge de la nada. Emerge de las entrañas de la geología y, apoyándose en las peculiaridades del terreno, determina el flujo del agua y el cauce y la orientación de los ríos. De la misma manera, la humanidad confronta ahora un momento que no es aleatorio: se origina en las turbulencias profundas de una estructura de relaciones sociales construida a lo largo del tiempo y hoy dominada por un capitalismo global monopólico que maximiza ganancias en todos los ámbitos de la vida. Concentrando el poder en muy pocas manos, este capitalismo global naturaliza la usura, el canibalismo social, las guerras, la depredación del hábitat y la destrucción de los valores e instituciones que impulsan la cooperación social. Hoy este orden global se autodestruye. Sus estertores sacuden al escenario internacional, reverberan a lo largo y a lo ancho del planeta y engendran conflictos que amenazan al conjunto de la humanidad.

Esta crisis del orden global se cuela por múltiples grietas y brota a la intemperie en distintos lugares y episodios. Aparentemente aisladas entre sí, estas grietas se conectan a través de una línea invisible cuyas raíces se sumergen en las entrañas del orden global. Así, y a pesar de sus connotaciones específicas, el origen y las vicisitudes de las guerras en Ucrania y en el Medio Oriente pueden ser rastreados a las turbulencias que sacuden las catacumbas del centro del capitalismo mundial. Este centro es hoy amenazado por un terremoto financiero y económico de consecuencias inéditas sobre una economía global integrada como nunca antes en la historia de la humanidad. Esto afecta al entramado internacional, tanto económico como político, a los conflictos sociales y al relato de lo que ocurre. Este relato centrado en el liberalismo y la democracia gira hoy alocado y sin base de sustentación: la mano invisible del mercado ha sido sustituida por la ley de hierro de los monopolios y las guerras se esparcen por el mundo impulsadas por un complejo industrial-militar cada vez más dependiente de la destrucción global y del endeudamiento ilimitado. Así, el vaciamiento de conceptos básicos cimenta a una compleja relación de fuerza entre intereses antagónicos y conflictivos que, irradiando desde el centro, llegan hasta los últimos confines de la periferia global.

En esta relación de fuerzas, la seguridad nacional implica el mantenimiento por la fuerza de la hegemonía global del centro. Esto configura un escenario internacional dominado por una relación de suma cero, donde la violencia es cada vez más explícita. En este contexto, lo que está en juego globalmente no es la sustitución del Estado por el mercado, como pretenden las diversas variantes del liberalismo, sino las posibles formas del Estado y los intereses que las mismas expresan. Los tiempos que vivimos siembran, pues, guerras e incertidumbre, pero también muestran que tanto hoy como ayer la cuestión de la seguridad nacional remite a la soberanía de un Estado sobre su territorio, sus recursos, sus políticas, la orientación de su desarrollo y las formas de participación de los ciudadanos en las decisiones y en los beneficios del crecimiento económico.

La guerra y la deuda

Con 3,4 trillones de dólares anuales de importaciones, los Estados Unidos son hoy el primer país importador del mundo. Sus importaciones crecieron el último año un 15 %, superando a sus exportaciones y configurando un complejo entramado basado en el intercambio ocurrido al interior de poderosas corporaciones multinacionales, que desemboca en el desequilibrio comercial y el endeudamiento creciente. Esto último remite a su vez a otro problema medular: la deuda pública norteamericana hoy alcanza los 33 billones (trillions) de dólares y sus intereses han crecido más de un 50 % entre 2019 y 2023. Hoy estos intereses superan al gasto militar en el presupuesto absorbiendo, además, el 20 % de los ingresos recaudados por el Estado norteamericano. La disminución de estos últimos, sumada al crecimiento exponencial de los intereses, acrecienta el peso del déficit fiscal norteamericano y ha contribuido recientemente a la baja de calificación de la deuda norteamericana por parte de las principales agencias calificadoras de riesgo. A todos estos rasgos típicos de las economías de los países periféricos se agrega otro rasgo único, inherente a la hegemonía global norteamericana: el creciente gasto militar y su incidencia sobre la economía norteamericana.

A pesar de los límites impuestos al presupuesto norteamericano este año, el gasto militar discrecional aumentó a costa de transferencias originadas en recortes efectuados en otros gastos domésticos. Esto ha ocurrido en paralelo con el fracaso de las auditorías de estos gastos. Más de la mitad de los mismos tiene por destino las grandes corporaciones contratistas del Estado que producen armamentos. A su vez, esta producción de armamentos depende del aumento de sus exportaciones y de la expansión de la actividad militar. Entre el 2018 y el 2022 estas exportaciones crecieron un 14 %, respondiendo los Estados Unidos por el 40 % del total del comercio mundial de armamentos en este periodo. Hoy este país es el principal exportador mundial de armamentos.

Así, tenemos una economía norteamericana que está fuertemente integrada comercialmente a las cadenas de valor global de las corporaciones multinacionales y depende, al mismo tiempo, tanto del endeudamiento ilimitado como de la expansión del complejo industrial-militar. Así, la guerra y la deuda son las fuerzas que hoy impulsan a la economía norteamericana.

Tembladeral financiero: mega-bancos y crisis

Un estudio reciente que abarca a más de 11.000 bancos comerciales en distintos países del mundo y a lo largo de los últimos 150 años, concluye que la concentración del sistema bancario en cinco o menos bancos gigantes lleva a la creciente inestabilidad financiera y a severas crisis, en las que los grandes bancos salen ganando en tamaño y poder. El estudio muestra que las crisis explican el 40 % del incremento de los activos de los cinco bancos más grandes a lo largo de la historia y que las intervenciones regulatorias para paliar las crisis han beneficiado especialmente a los bancos más grandes.

Estas conclusiones se aplican a la crisis financiera norteamericana del 2008 [10] y a la corrida bancaria concretada entre el 10 de marzo y el 1º de mayo de este año. En estas circunstancias, el organismo regulatorio correspondiente (FDIC) tomó por primera vez en la historia la decisión de salvar los depósitos de los bancos en default que no tenían seguro oficial. El costo de esta operación ascendía en junio al 85 % del total de sus fondos disponibles para este propósito. Esta corrida benefició a los principales bancos norteamericanos y especialmente al JP Morgan Chase, que acrecentó su capitalización de mercado beneficiándose además con distintos tipos de subsidios.

Asimismo, la corrida bancaria dejó entrever un problema nuevo: la posibilidad de detonar una crisis sistémica a partir de la enorme suma de depósitos sin cobertura oficial concentrados en los mega-bancos. Estos últimos suman, así, un nuevo factor de riesgo a su enorme deuda con derivados que, al margen de toda regulación, los interconecta sistémicamente y puede hacer implosionar al conjunto del sistema financiero internacional.

Guerra y política

La derrota inminente del gobierno de Ucrania frente a Rusia y las disidencias existentes entre el Pentágono y el Gobierno de Ucrania empiezan a salir a la luz del día tanto en los medios internacionales como en la propia Ucrania. Las mutuas recriminaciones respecto a los errores de estrategia y táctica seguidos hasta ahora; la cantidad y calidad del armamento norteamericano y europeo enviado a Ucrania y la política a seguir en el futuro se suman ahora a un creciente enfrentamiento entre el presidente Zelensky y su comandante en jefe, Zaluzhnyi.

En este contexto, la Casa Blanca advirtió al Congreso norteamericano que en 15 días Ucrania quedará sin dinero ni pertrechos para continuar la guerra si este no aprueba los 60.000 millones de dólares de ayuda pedidos en octubre pasado y retenidos por la oposición republicana en el Congreso. Cerca del 60 % del dinero aprobado hasta ahora para Ucrania ha sido destinado al complejo industrial-militar norteamericano, beneficiando especialmente a las corporaciones norteamericanas y a la economía doméstica. Si se aprueba la nueva ayuda, 50.000 millones de dólares de la misma tendrán el mismo destino. Así, hoy está en juego tanto la continuidad de la guerra en Ucrania como la expansión del propio complejo industrial-militar.

Asimismo, Lloyd Austin, secretario de Defensa norteamericano, advirtió recientemente que Israel puede enfrentar una derrota estratégica en el Medio Oriente si no reduce las pérdidas humanas en Gaza. Estos desarrollos muestran un desborde creciente de la escalada militar israelí y alimentan la oposición a la guerra en Estados norteamericanos que tienen población musulmana y son cruciales en las próximas elecciones presidenciales. En un contexto político enrarecido [21], la derrota en Ucrania y la prolongación de la guerra en Gaza impulsada por el Gobierno israelí conspiran contra la reelección de Biden, al tiempo que crece el apoyo a un Trump cada vez más jaqueado por las investigaciones judiciales que buscan eliminarlo de la escena política.

Argentina: los libertarios y el abrazo al FMI

Por primera vez en la historia, una coalición de extrema derecha ganó las elecciones en la Argentina prometiendo terminar con la casta política, desconocer que “donde hay una necesidad existe un derecho”, guadañar las estructuras del Estado, recortar drásticamente el gasto social y el empleo público, privatizar las empresas del Estado y cumplir a rajatabla los condicionamientos impuestos por el FMI al país.

Luego del balotaje, el país ha asistido a una intensa puja entre grupos económicos locales y extranjeros y entre sectores de la casta política por controlar los cargos públicos y los recursos del Estado. El primero en avanzar fue Mauricio Macri: garantizó a Milei los votos necesarios para ganar el balotaje y luego pretendió apropiarse de los principales ministerios y secretarías del nuevo gobierno. Su embate fue bloqueado momentáneamente, pero logró imponer sus alfiles en prácticamente todas las principales áreas del gobierno. Esto implicó, entre otras cosas, una ruptura de Juntos por el Cambio que, a pesar de las estridencias y de las secuelas que aún continúan, difícilmente implique una disgregación de la derecha a la hora de los votos en el próximo Congreso.

En esta pelea por la repartija, el grupo Techint aparece como uno de los principales ganadores: ha logrado controlar YPF, la principal empresa a ser privatizada y la punta de lanza en Vaca Muerta y en las políticas futuras del gobierno. Asimismo, exfuncionarios macristas, menemistas, renovadores y peronistas de distinto pelaje han trepado momentáneamente a diversos cargos oficiales mientras la política económica está en manos de financistas macristas y menemistas vinculados estrechamente a distintos grupos del capital financiero internacional: desde el JP Morgan y el Deutsche Bank a BlackRock y otros fondos buitres. Mientras tanto, los “emprendedores” de las finanzas y las telecomunicaciones locales se prenden por donde pueden del gobierno, y las corporaciones que controlan monopólicamente los sectores claves de la economía –exportadores, alimenticias, automotrices, bienes intermedios, etc.– ejercen su poder real condicionando al nuevo gobierno a partir del desabastecimiento y la remarcación desenfrenada de precios, posicionándose así ante la próxima devaluación. A este ejercicio del poder directo se suman las corporaciones multinacionales norteamericanas con inversiones en el país. Lideradas por el JP Morgan, reclaman un tipo de cambio subsidiado para saldar su deuda de 56.000 millones de dólares, acumulada en concepto de importaciones que en más de un 60 % se han originado dentro del complejo multinacional respectivo y tendrían que ser financiadas sin subsidio alguno y por sus respectivas casas matrices. La misma impunidad aparece en la codicia de los bancos y fondos de inversión local: ante la posibilidad de un desarme de las Leliqs se posicionan rápidamente en pases a un día, listos para acoplarse a la corrida cambiaria ni bien se produzca la devaluación prometida.

Todo indica que el principal ganador de estas elecciones ha sido el FMI: sus condicionamientos han logrado desarticular completamente a un Gobierno débil y confuso que, inmerso en juegos de palacio, creyó convencer a sus votantes que representaba el cambio al tiempo que permitía un deterioro del 7,7 % del salario real solo en los últimos tres meses [22]. El golpe de gracia habría de dárselo el mismo al dejar impune un desabastecimiento de nafta desatado a último momento por tres corporaciones petroleras en connivencia con funcionarios del Gobierno. En medio del silencio absoluto del oficialismo ante la debacle electoral, sólo interrumpido por el coraje de unos pocos dirigentes de base, el desabastecimiento y la remarcación de precios continúan incontenibles. Pareciera, pues, que el principal responsable de esta derrota es un progresismo peronista y no peronista incapaz de comprender que vivimos los tiempos de un parteaguas y que esto obliga a reflexionar sin concesiones:

sobre los errores del pasado que han permitido la reproducción de una matriz productiva que perpetúa la patria contratista y el clientelismo político; sobre la inexistencia en el país de un verdadero desarrollo nacional con inclusión social y la imposibilidad de lograrlo mientras no se ponga fin a un ideologismo sectario que corroe al mundo intelectual y político, llevándolo a abjurar del debate profundo sobre las causas mediatas e inmediatas que impulsan la fragmentación y el canibalismo social en la República Argentina.

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